El testimonio de Consuelo…

¿Cómo decirle “ Dios te ama”, “ Dios es bueno” “ Dios te bendice” a alguien que ha perdido a su padre, muerto solo en la habitación de un hospital? ¿ a la familia de la mujer de 37 años embarazada, enferma de coronavirus, que falleció en el parto junto con su bebé? Cada vez pienso más que debemos hablar menos, aunque sea con palabras religiosas; que tenemos que pensar que, aun con la mejor intención, podemos hacer daño. “ Dios te ama” y te pueden decir, ( aunque casi nunca lo hagan), pues que te ame a ti y muérete tú. Pues que te bendiga a ti y te mande el coronavirus. Creo que es más importante acompañar, y muchas veces eso es en el silencio, con una presencia amable, con una mirada acogedora, con un abrazo desde el fondo del corazón, con una oración tal vez invisible, y no tantas veces con palabras.

En todo este aparente sinsentido del coronavirus, nuestra fe, nuestra paciencia, nuestro aguante, nuestro amor a Dios y a los demás.. se ponen a prueba. Y sin embargo, y así lo creo, “Dios te ama”, “Dios me ama”. Lo que pasa es que encontrar este amor en la situación que estamos viviendo no parece nada fácil. Me parece tan dura a veces. He dejado de ver los telediarios con tanta frecuencia porque me apenaba mucho lo que veía y escuchaba. ¿Cómo seguir anclada en el Amor de Dios en medio de esta situación, que tanto parece contradecirlo? Una manera donde yo veo su Amor es en el que se derrama a través de tantas personas buenas y altruistas, tantas iniciativas solidarías y que buscan ayudar a los demás, tantos gestos de cariño que están aflorando…. Eso sin duda ayuda mucho, pero podría no ser suficiente. Tal vez la forma más fuerte y radical de volver a ese amor primero sea de nuevo mirar la Cruz. Ahí está el sinsentido más cruel (¿Por qué tuvo que morir Jesús, el más inocente, y además con una muerte así?). Y también está la respuesta que realmente da sentido: “Porque Dios te ama” y la Cruz es la prueba más contundente de que ese Amor es real. Una locura de amor real. Cuando no entiendo nada de esto, cuando los días se hacen cuesta arriba y la cifra de contagiados y fallecidos no hace más que aumentar, pienso en Jesús en la Cruz y redescubro su Amor real. El sentido en el sinsentido. Y esa es, tal vez, la mirada que podemos ofrecer a los demás en medio de tanto dolor; decirles, “yo tampoco entiendo muchas cosas de esto que nos está pasando. Solo puedo mirar la Cruz” “Mira la Cruz, no digas nada; o dile lo que quieras a Jesús; muéstrale tus lágrimas, tu impotencia y tu dolor” . El lo entenderá todo porque todo se lo ha llevado a sus espaldas en esa Cruz. Pídele que te acompañe, que te conforte, que te lleve adelante.

Y no te olvides de que, aun en esta situación (o tal vez, sobre todo en esta situación), podemos ofrecer muchas cosas por los demás: la obediencia de quedarse en casa sin salir, sin ir a Misa…; la palabra cariñosa que nos cuesta decir cuando hay tantos días de convivencia por delante y a nuestras espaldas; el detalle de una llamada (no solo un wasap) a una persona que a lo mejor lo necesita… Hay mil cosas que se pueden ofrecer. En mi caso, a veces ofrezco la soledad de mi confinamiento por mi familia y seres queridos, pero también por tantas personas que están solas en este tiempo: ancianos que a su vejez suman su gran soledad de estos días sin contacto con nadie; los enfermos que tienen que pasar esta dura enfermedad solos en una habitación; los que mueren solos sin una mano que sostenga la suya; los que se sienten solos; los difuntos que solos esperan a que puedan ser enterrados y que solos, casi de puntillas, son despedidos. Todo esto me resulta muy doloroso de pensar, pero cuando la soledad de mi confinamiento me quiere plantar batalla, me acuerdo de todas esas personas por las que puedo ofrecer este momento y sé que tiene sentido, y doy gracias a Dios por poderlo hacer y porque El haya inspirado este deseo en mí. Y también le doy gracias por todas las personas que me quieren y me acompañan en este momento y por aquellas a las que yo quiero y puedo acompañar, aun en la distancia.

Cada día sigo adelante, con un corazón muy agradecido cada mañana por la vida que Dios me regala; siguiendo rutinas que organizan una vida que quiere volverse perezosa y caótica; escuchando la Misa, rezando algo más, leyendo la Biblia (algo siempre pospuesto y que ahora, inesperadamente, puedo hacer); teletrabajando y llevando adelante la tarea lo mejor posible; haciendo un mínimo ejercicio físico con la emisora Rock Fm, que me espabila y me pone a cantar y bailar; cocinando, y los domingos haciendo un postre, aunque sea para mí sola, que para algo es un día especial. Y vistiéndome con ropa bonita para ir a Misa en la tele. Y luchando con determinación para que la pereza no me venza, la rutina no me aplaste, el desánimo no me pueda… y, gracias a Dios, saliendo airosa porque Dios me sostiene y está a mi lado y no me deja.

No tengo duda de que de esta situación saldrán muchos frutos buenos. De hecho, ya están brotando algunos. Deseo que eso sea así a nivel social, pero también en la vida de cada uno. Sería horrible pasar por una situación de este tipo y al acabar, que nada hubiera cambiado o fuera a cambiar en el mundo; pero también en nosotros mismos. Ojalá esto nos ayude a ser mejores y a hacer un mundo mejor.

Pienso que esta Semana Santa, aunque distinta, puede ser muy especial y tremendamente religiosa. Creo que podemos estar más unidos que nunca a Dios y entre nosotros y deseo que podamos vivirla así. Y, tal vez, en estos tiempos, nos sea dado empezar a comprender lo que significa adorar a Dios “en espíritu y en verdad”, que es así como Dios desea ser adorado, como le dijo Jesús a la samaritana.

Testimonio de Consuelo Mahía Espiñeira.

 

 

 

 

 

 

 

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