Comenzó como un Congreso de Laicos y terminó siendo un congreso de todo el Pueblo de Dios

 

Un congreso que comenzó siendo un Congreso de Laicos terminó siendo un congreso de todo el Pueblo de Dios. Estas palabras resonaron con hondura y agradecimiento la tarde del viernes 19 de febrero en el encuentro virtual en el primer aniversario del Congreso de Laicos «Pueblo de Dios en Salida». Con la moderación de Ana Medina, directora del programa Periferias de TRECE y portavoz de la diócesis de Málaga, participaron esa tarde: Luis Argüello, secretario general de la Conferencia Episcopal Española y obispo auxiliar de Valladolid; Isaac Martín, delegado diocesano de Apostolado Seglar de Toledo; Pilar Rodríguez-Carretero, responsable nacional de Jóvenes de Cursillos de Cristiandad; David Roces, joven de ACG de Oviedo; e Isabel García, miembro de Vida Ascendente.

 

Preguntados por las sorpresas del Congreso, Isabel García citó la organización, los voluntarios, la sencillez de los obispos, las Eucaristías, la Vigilia: «Y que éramos y formábamos una comunión en esta Iglesia». Por su parte, Luis Argüello ha destacado la experiencia como «un verdadero acontecimiento eclesial», allí se reunió la prácticamente la totalidad de las Iglesias que peregrinan en España: «Todos hemos sido desbordados por esto que parece que lo damos por supuesto: y que la Iglesia es comunión. Siendo un congreso de laicos ha sido un congreso esclesial», ha indicado recordando que allí se encontraron obispos, presbíteros, consagrados y laicos. La alegría del secretario general quedó bien clara al terminar esta intervención diciendo: «Viva la Iglesia».

 

Isabel García

Luis Argüello

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Un hito en nuestro Iglesia

Para Isaac Martín, este Congreso «ha supuesto un hito para nuestra iglesia, no tanto por la importancia de que los laicos vivamos nuestra vocación en plenitud sino desde la perspectiva de sentirnos miembros del Pueblo de Dios». «Para mí la clave fue que comenzó siendo un congreso de laicos y terminó siendo un congreso de todo el Pueblo de Dios», ha indicado, además de compartir que para él personalmente el Congreso supuso una llamada a vivir su fe con más radicalidad

 

Isaac Martín

 

Cada uno de los participantes fue citando algún aspecto a destacar del Congreso vivido hace un año. Isabel García destacó la comunión que se respiraba, Pilar Rodríguez-Carretero, la importancia de transmitir a Dios desde la música; Isaac Martín, la sinodalidad en vivo y en directo; David la Vigilia con el testimonio de Carlos García de Andoin; y Luis Argüello, la Eucaristía con esa capacidad que tiene de generar asombro y los medios sencillos con los que se vivió.

 

Pilar Rodríguez Carretero

David Roces

 

¿Sueño o realidad?

Ana Medina lanzó la pregunta sobre si fue un sueño o fue reflejo de una realidad eclesial. Y para Isaac Martín no fue un espejismo sino que «lo experimentamos en nuestro corazón. «¿No sigue ardiendo en nuestro corazón? ¿No ardía nuestro corazón cuando experimentábamos todo esto? ¿No sigue ardiendo por ejemplo hoy cuando lo estamos reviviendo?», se ha preguntado.

Por su parte, Luis Argüello se formuló qué quiere Dios de nosotros y ha señalado la importancia de la guía del poscongreso como un instrumento de comunión y de discernimiento. «Los laicos son conscientes de que su vocación es vivir la caridad política, los curas tenemos que ser conscientes de que nuestra vocación es vivir la caridad pastoral y los consagrados, que su vocación es una especial entrega en la vivencia de un carisma», ha expresado.

 

Ana Medina

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Frutos del Congreso

David Roces recordó que durante la pandemia hubo muchas personas que descubrieron su presencia pública de otra manera: acompañando en la soledad de tantas personas, sustituyendo a voluntarios de Cáritas de más edad, con las reuniones virtuales o aprendiendo a manejar un ordenador. «El Congreso nos ha hecho leer la realidad en la que vivimos ahora».

Por su parte, Pilar Rodríguez ha señalado que aunque la covid está siendo dura, lo vivido en el Congreso ayuda al hoy: el estar atentos a los signos de los tiempos, revitalizar la Iglesia, dar respuestas de hoy. Así también se ha expresado Isaac Martín al indicar que el Congreso nos ha preparado mejor para vivir las situaciones que vivimos. «¿No es más necesario que nunca anunciar a Jesucristo en este momento de incertidumbre a las personas que necesitan de ese apoyo? ¿No es preciso acompañar a los hombres y mujeres en estos momentos para transmitirles el testimonio de fe? ¿No es necesario a través de la formación vincularnos más fuertemente a Jesucristo? Y en el contexto de crisis social y económica que estamos viviendo, ¿no es necesario que nuestra presencia en la vida pública sea aún mayor?», se ha preguntado. Además, ha asegurado que en este tiempo de pandemia «hemos percibido la centralidad de los cuatro itinerarios, la actualidad de todo lo vivido y la providencialidad. Como si todo el Congreso nos estuviera preparando para vivir lo presente».

Solidaridad, soledad y silencio

Además, Isabel, destacó tres palabras que empiezan con “ese”: la solidaridad, la soledad y el silencio interior. De la solidaridad ha indicado que es «un fruto de todo este tiempo de la pandemia que hemos visto en vecinos, mayores y pequeños». De la soledad de nuestros mayores, ha destacado la necesidad que tienen de visitas, acompañamiento, diálogos. Y del silencio interior ha señalado la importancia de encontrarse con las personas que se quiere en la oración y la reflexión.

 

Carlos Escribano

 

Por último, el presidente de la Comisión Episcopal de los Laicos, Familia y Vida, Carlos Escribano, ha valorado el recuerdo del Congreso de Laicos y le ha llenado de «responsabilidad pensando en el presente y en el futuro». Tenemos puestas las bases y en las diócesis españolas se respira ganas de la tarea de evangelización, ha indicado, destacando que «vamos a vivir una primavera en el laicado en España y en nuestra acción evangelizadora en los próximos años».

 

 

Noticia extraida de revistaecclesia.com

«Promoción desde los últimos». Homenaje a Guillermo Rovirosa y Julián Gómez del Castillo

Desde el Movimiento Cultural Cristiano (MCC) nos invitan a la celebración de un curso HOMENAJE a Guillermo Rovirosa y Julián Gómez del Castillo, titulado «PROMOCIÓN DESDE LOS ÚLTIMOS», los días 20 y 21 de febrero de 2021. La asistencia a este curso puede ser presencial u online.

La vida de estos dos militantes conversos estuvo marcada por su amor a Cristo, la iglesia y los pobres, caminando en fidelidad desde una espiritualidad de encarnación, vocación bautismal.

Este curso quiere resaltar su aportación a la evangelización desde los últimos, vivir la “opción preferencial por los pobres”, hoy plenamente necesaria, ante la cultura totalitaria de descarte, de esclavitud, de persecución.

Participarán Monseñor Juan José Asenjo y Monseñor Luis Argüello.

Las inscripciones se realizan en el siguiente enlace.

Más información: https://solidaridad.net/

 

 

Mensaje de nuestro arzobispo D. Julián en la Cuaresma

 

 

Fuente: archicompostela.es

Video: «Un año después del Congreso de Laicos»

La Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida ha publicado un nuevo vídeo coincidiendo con el I aniversario de la clausura del Congreso de Laicos “Pueblo de Dios en Salida”.

 

 

En este vídeo podemos ver imágenes de los días en el Congreso de Laicos intercaladas con afirmaciones de lo que desde la Comisión de Laicos, Familia y Vida se ha conseguido en este año, conjuntamente con la Diócesis, Movimientos y Asociaciones Laicales. Teniendo en cuenta que estamos llamados a ser una Iglesia en salida en este contexto de pandemia

 

 

Algunos de estos logros son la edición de la Guía de Trabajo del Poscongreso de Laicos con todas las aportaciones, la constitución del Consejo Asesor de Laicos a nivel nacional, además que se están impulsando las reuniones de delegaciones entre las provincias eclesiásticas. Por otro lado, los congresistas se han reunido para reflexionar sobre lo vivido en el congreso y han creado grupos de poscongreso con más laicos, se han celebrado decenas de Encuentros Diocesanos de Laicos por toda España y muchas diócesis han incluido en sus planes diocesanos de pastoral el trabajo del poscongreso dando protagonismo y voz a los laicos. También los movimientos y asociaciones se han puesto manos a la obra impulsando el poscongreso en todas sus actividades. Y, por último, la página web pueblodediosensalida.com se ha convertido en un referente de actividades del laicado en España, recogiendo gran cantidad de noticias y haciendo eco a los medios de comunicación diocesanos y nacionales.

 

También con motivo del I aniversario del Congreso de Laicos, la Comisión Episcopal de Laicos Familia y Vida ha organizado un Encuentro Virtual con el título “Revivir el Congreso para reavivar el proceso” el próximo 19 de febrero a las 19.00h. Puedes consultar más información haciendo click aquí.

 

Fuente: www.pueblodediosensalida.com

«Revivir el Congreso para reavivar el proceso».- Encuentro virtual por el aniversario de #Laicos2020

Este mes de febrero es el aniversario de la Celebración del Congreso de Laicos 2020. Un año después, el trabajo por parte de las diócesis, movimientos y asociaciones laicales, ha sido incansable promoviendo e impulsando el post-congreso entre sus realidades.

Encuentro virtual

Por ello la Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida de la CEE organiza un encuentro virtual con el título “REVIVIR EL CONGRESO PARA REAVIVAR EL PROCESO”  para el viernes 19 de febrero.

En este acto participarán Mons. Luis Argüello. secretario general de la CEE y obispo auxiliar de Valladolid;  Isaac Martín, delegado de Apostolado Seglar de Toledo, miembro de la comisión ejecutiva y de contenidos del Congreso de Laicos y del Consejo Asesor de Laicos; la joven cordobesa Pilar Rodríguez-Carretero, responsable Nacional de Jóvenes de Cursillos de Cristiandad y miembro de la comisión ejecutiva y de logística y organización del Congreso de Laicos; David Roces, joven de Acción Católica General de Oviedo; e Isabel García, miembro de Vida Ascendente. El encuentro será presentado y moderado por la malagueña Ana Medina, periodista de TRECE TV.

Revivir el Congreso de Laicos para reavivar el proceso

El encuentro será a las 19.00 horas del viernes 19 de febrero, es gratuito, pero es necesario registrarse haciendo click aquí.

Cartel del encuentro

Video «Así se hizo el Congreso de Laicos»

También la Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida de la CEE han publicado un vídeo con la técnica fast motion (cámara rápida) donde se puede disfrutar del montaje y desarrollo del Congreso de Laicos celebrado en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo de Madrid del 14 al 16 de febrero.

El jueves 13 de febrero de 2020 comenzó el montaje del Congreso de Laicos por los operarios en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo de Madrid, aunque desde hacía varios meses la comisión de logística y organización llevaba trabajando sobre planos y soñando la infraestructura que finalmente los más de 2.000 congresistas pudieron ver y disfrutar durante esos días. También la comisión de contenidos, trabajó durante meses los contenidos y formación, buscando a los ponentes y talleristas que pudieran dar a conocer su experiencia y testimonio para ayudar a impulsar al Pueblo de Dios en Salida en sus cuatro itinerarios.

El trabajo de todas estas personas durante tanto tiempo, se vio recompensado y hecho realidad durante los días 14, 15 y 16 de febrero. El viernes 14 con la acogida, apertura, ponencia inicial y la vigilia de oración. El sábado 15 con la eucaristía, trabajo en grupos por itinerarios con las ponencias, experiencias, testimonios y reflexión, y con el concierto del sábado noche. Y por último el domingo 16 con la ponencia final y la eucaristía de envío. Todos estos instantes son los que se pueden ver en el siguiente vídeo, los diferentes momentos que como “hormiguitas” se ven a todos los congresistas, obispos, voluntarios, músicos, ponentes, talleristas, staff, contenidos, periodistas y todos los que hicieron posible el Congreso de Laicos “Pueblo de Dios en Salida”.

 

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¡Una última sorpresa!

Próximamente publicarán la tercera acción que van a desarrollar. Por ello te animamos a que estés pendiente a su página web: www.pueblodediosensalida.com y a sus redes sociales en FacebookTwitterYouTube e Instagram.

 

 

Fuente: pueblodediosensalida.com y conferenciaepiscopal.es

El tiempo litúrgico de Cuaresma y su música

 

Origen y significado.

Posiblemente, al oír la palabra «Cuaresma», uno empieza a pensar en: ayuno, abstinencia, limosna, penitencia, austeridad, etc.; parece un tiempo triste, sin embargo, debemos aproximarnos a este tiempo litúrgico dejando nuestros prejuicios de lado, haciendo nuestras las palabras del prefacio I de Cuaresma:

Concedes a tus hijos anhelar, año tras año, la celebración de la Pascua, con alegría y conversión de corazón. Para que, dedicados con mayor entrega a la oración y al servicio de los hermanos, lleguemos a ser con mayor plenitud hijos tuyos con la celebración de los sacramentos que nos dan nueva vida.

Sabemos que los primeros cristianos sólo tenían una fiesta: el domingo; sin embargo, las comunidades cristianas pronto coincidieron en el deseo y en la necesidad de celebrar un día al año, con especial solemnidad, la Pascua del Señor. Ese día correspondería, más o menos, con los días de la muerte y resurrección del Señor; y, también, con la Pascua judía, la cual se rige por el calendario lunar. Esta solemne celebración suscitó inmediatamente una preparación, que inicialmente se limitó a lo que ahora conocemos por viernes santo y sábado santo, luego fue una semana, pronto tres, finalmente cuarenta días –haciendo alusión a los cuarenta días del diluvio, a los cuarenta años por el desierto del pueblo de Israel, pero, sobre todo, a los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de ser tentado. Obviamente, en estos 40 días no contamos los domingos, ya que estos jamás tienen un carácter penitencial, por ello no tiene sentido alguno la práctica «pastoral» de imponer la ceniza (propia del miércoles de ceniza) el I Domingo de Cuaresma.

Podemos afirmar que el nacimiento de la Cuaresma tiene lugar durante el siglo IV, según el testimonio de Eusebio (332). Durante ese mismo siglo se consolida, tanto en Oriente como en Occidente; aunque posteriormente, sobre todo en la Edad Media, ha variado el número de días: Cuadragésima, Quincuagésima, Sexagésima e incluso Septuagésima. En cualquier caso, la Cuaresma Romana tradicional tiene un triple componente: la preparación pascual de la comunidad cristiana, el catecumenado y la penitencia canónica.

Características y peculiaridades de este tiempo.

El tiempo de Cuaresma según la Carta Apostólica Mysterii Paschalis de Pablo VI, con la que se aprueban las normas generales del Año Litúrgico y del nuevo Calendario Universal:

  1. El tiempo de Cuaresma esta ordenado a la preparación de la celebración de Pascua. En efecto, la liturgia cuaresmal dispone a la celebración del Misterio Pascual, tanto a los catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana, como a los fieles, que recuerdan el bautismo y hacen penitencia.
  2. El tiempo de Cuaresma va desde el Miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del Señor, exclusive. Desde el comienzo de Cuaresma hasta la Vigilia Pascual no se dice Aleluya. El miércoles que comienza la Cuaresma, que es en todas partes día de ayuno, se imponen las cenizas.
  3. Los domingos de este tiempo se llaman: primer, segundo, tercer, cuarto, quinto, domingo de Cuaresma. El sexto domingo, con el que comienza la Semana Santa, se llama «Domingo de Ramos de la Pasión del Señor».
  4. La Semana Santa está destinada a conmemorar la Pasión de Cristo desde su entrada mesiánica en Jerusalén. Durante la mañana del Jueves Santo, el Obispo que concelebra la Misa con su presbiterio, bendice los óleos sagrados y consagra el santo crisma.

A parte de estas características, cabe destacar algunas peculiaridades de este tiempo:

Miércoles de ceniza: tiene un origen antiguo (s. XII) y se impone diciendo: «Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás» (Gn 3,19); o «Conviértete y cree en el Evangelio» (Mc 1,19). Su origen está en las antiguas penitencias medievales, sin embargo sigue vivo su simbolismo: a) condición débil y caduca del hombre; b) condición pecadora; c) oración de súplica al Señor; d) esperanza en la resurrección.

Austeridad en el espacio litúrgico: ornamentos, flores, música…

Limosna: es dar de lo nuestro a quien lo necesite, no solo dinero.

Oración: vivir con más intensidad personal nuestra relación con Dios.

Ayuno: significa adquirir libertad, tener la voluntad de abstenernos de algo.

¿Música sí o no?

El tiempo de Cuaresma es un tiempo claramente austero. Esto no quiere decir que hagamos desaparecer la música de nuestras celebraciones; pero sí debemos estar atentos –como en todos los tiempos litúrgicos– al repertorio que seleccionamos. Algún criterio fundamental para esta selección debe ser:

– NO se canta el Gloria (excepto en alguna solemnidad, como por ejemplo: san José)

– NO se canta el Aleluya, debe ser sustituido por otra aclamación (ver apéndice del Leccionario)

– NO se debe interpretar música instrumental (excepto el domingo IV de Cuaresma – Laetare). En este tiempo se limita el uso de los instrumentos para sostener el canto.

– El Miércoles de ceniza se podría iniciar la celebración con el canto de la letanía de los santos.

– La oración de los fieles se podría resaltar cantando como respuesta: Kyrie eleison

– El Attende, Domine es típico y modélico como canto cuaresmal. El olvidarlo sería una pérdida; al igual que la antífona mariana Ave Regina Caelorum.

– Un opción recomendable para comunidades más pequeñas es utilizar el mismo canto de entrada durante toda la cuaresma, a continuación el vídeo de la propuesta de la Conferencia Episcopal Española. ME INVOCARÁ Y LO ESCUCHARÉ.

 

 

Fuente: www.elcientoporuno.com    (blog de D. Oscar Valado, sacerdote de la Archidiócesis de Santiago de Compostela. Responsable de música del Secretariado de la CEL de la Conferencia Episcopal Española)

D. Julian en esta Cuaresma nos llama a vivir la experiencia de la conversión que nos compromete a vivir la fraternidad sin límites.

 

En su Carta Pastoral para la Cuaresma, el arzobispo de Santiago recuerda el mensaje del papa Francisco para este tiempo litúrgico que se inicia el próximo miércoles día 17 con la imposición de la ceniza. Monseñor Barrio indica que el pontífice nos dice que la Cuaresma “es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad . El propio arzobispo señala que «hemos de interpretar esta Cuaresma en el contexto del Año Santo Compostelano, año de la gran perdonanza«, como un «tiempo de gracia y bendición para los que sufren y han perdido la esperanza, y tiempo de sanación y de encuentro».

D Julián nos pide a los diocesanos “vivir la experiencia de la conversión como algo personal con un corazón nuevo, como una vocación a la que tenemos que darle respuesta permanentemente, tomando conciencia de la Providencia divina”, al tiempo que nos invita a alentar y acompañar “a los demás con gestos sencillos y amables” . La gracia de ser hijos de Dios, por la acción de Jesucristo, «nos compromete a vivir la fraternidad que no tiene límites«.

El arzobispo nos recuerda «la celebración de las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 12 y el sábado 13 de marzo, dejándonos guiar por las palabras de Jesús a la pecadora perdonada: “Han quedado perdonados tus pecados” (Lc 7,48). En la adoración eucarística encontramos también el ambiente propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás

 

  • Carta Pastoral del arzobispo de Santiago de Compostela en la Cuaresma del 2021:

 

Vivir la fraternidad

 

Queridos diocesanos:

El Papa en su Mensaje para la Cuaresma nos dice que esta es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad[1]. La Iglesia acompaña la vida, sostiene la esperanza y quiere ser signo de unidad para tender puentes, derribar muros, sembrar reconciliación[2]. En este proceso hemos de mantener nuestra identidad que siempre ha de ajustarse al Evangelio de Jesucristo, de lo contrario “habremos perdido la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza y la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados-enviados”[3]. Este es el tono con que hemos de interpretar esta Cuaresma en el contexto del Año Santo Compostelano, año de la gran perdonanza, tiempo de gracia y bendición para los que sufren y han perdido la esperanza, y tiempo de sanación y de encuentro, en el que hemos de “aprender a cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones”[4], apoyándonos en la tradición apostólica que fundamenta nuestra fe.

Llamada a la conversión

Reiteradamente oímos que la pandemia está generando una crisis religiosa, sanitaria, económica y social. Consecuencia de ello es el aturdimiento espiritual que manifestamos en no pocas ocasiones, mirando lo que acontece desde un punto de vista exclusivamente humano y no desde la fe pues el Señor sigue en la barca con nosotros. Y este aturdimiento se hace palpable desconfianza. Nos falta reflexión interior. “Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Heb 3,7-8). No es extraño que el Señor como a sus apóstoles nos diga: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” (Mc 4,40). La falta de fe genera siempre pesimismo espiritual, olvidando que “todo lo podemos en Aquel que nos conforta” (cf. Fil 4,13). En esta Cuaresma se nos llama a vivir la experiencia de la conversión como algo personal con un corazón nuevo, como una vocación a la que tenemos que darle respuesta permanentemente, tomando conciencia de la Providencia divina: “¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. Más aún, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No tengáis miedo” (Lc 12,6-7; Mt 10,29-30). Son alentadoras las palabras de Pablo cuando escribe: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y el no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla” (1Co 10,13). La esperanza, dice el Papa, es como agua viva que nos permite continuar nuestro camino, alentando y acompañando a los demás con gestos sencillos y amables. No olvidemos que la identidad del cristiano va unida a la participación en el Misterio de Cristo. Como subraya san Agustín, nosotros somos hijos de Dios por la acción de Jesucristo: Somos hijos en el Hijo (cf. Rom 8,14-17). “Sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad”[5]. No podemos olvidar nuestra condición filial irrenunciable: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (1Jn 3,1). Esta gracia de hijos de Dios nos compromete a vivir la fraternidad que no tiene límites: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,44-45). La fe y la esperanza deben manifestarse en la caridad que “es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión”[6]. La Iglesia nos llama en este tiempo cuaresmal a practicar el ayuno, la limosna y la oración, actitudes que son el puente de la Cuaresma hacia la Pascua, sabiendo que nuestro único mérito es la misericordia de Dios como manifestaba San Bernardo.

24 Horas para el Señor

En este camino cuaresmal os recuerdo la celebración de las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 12 y el sábado 13 de marzo, dejándonos guiar por las palabras de Jesús a la pecadora perdonada: “Han quedado perdonados tus pecados” (Lc 7,48). En la adoración eucarística encontramos también el ambiente propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás. Pido que en las parroquias, en las comunidades religiosas y en nuestros Seminarios se programen momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales en el contexto de esta celebración.

¡Buen camino hacia la Pascua! Os saluda con afecto y bendice en el Señor.

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma de 2021.

[2]Cf. FRANCISCO, Fratelli tutti, 276.

[3] Ibid., 277.

[4] Ibid., 226.

[5] FRANCISCO, Fratelli tutti, 272.

[6] FRANCISCO, Mensaje…, 3.

 

Fuente: archicompostela.es

Mensaje del Papa para la Cuaresma: «Un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad»

En su mensaje para la Cuaresma 2021, el Santo Padre Francisco alienta a los cristianos a prepararse para la celebración de la Pascua, recorriendo un camino de conversión basado en tres puntos clave: La fe, la esperanza y la caridad, expresadas en tres gestos concretos que podemos aplicar en nuestra vida diaria: el ayuno, la oración y la limosna.

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2021

 

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…» (Mt 20,18).
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

 

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

2. La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino  

La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’3233;4344). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).

3. La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual.

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.

Francisco

 

Se puede descargar aquí

Fuente: vatican.va

Manifiesto Campaña Manos Unidas 2021

Carta Pastoral de Monseñor Barrio para la campaña de Manos Unidas 2021 que nos pide contagiar la solidaridad para acabar con el hambre.

  • Carta del arzobispo para la Campaña de Manos Unidas que centra su atención en las consecuencias de la pandemia del coronavirus en las personas más vulnerables del planeta

En una Carta Pastoral con motivo del inicio de la 62 Campaña de Manos Unidas contra el hambre, el arzobispo de Santiago indica que “no podemos mirar para otro lado ante las injusticias que degradan la dignidad de la persona humana. Son muchos millones de personas que pasan hambre, no tienen las condiciones de higiene necesarias, sin un techo, sin la posibilidad de ser formados y sin acceso al cuidado de la salud”.

Además comenta monseñor Barrio “en medio de tantas precauciones para evitar los contagios de la pandemia del coronavirus, la campaña de Manos Unidas nos pide contagiar la solidaridad para acabar con el hambre. Esto conlleva la renuncia personal para favorecer el bien colectivo”, porque como dice el lema de la campaña sólo juntos lo conseguiremos.

  • Carta Pastoral en la Campaña de “Manos Unidas”. Febrero 2021.

 

“Corresponsabilidad del bien común”

Queridos diocesanos:

El Papa Francisco acaba de publicar una carta encíclica dedicada a la fraternidad y a la amistad social. Un contexto en que encuentra razón de ser la llamada a la corresponsabilidad del bien común en esta Campaña 62 de Manos Unidas, sabiendo que “no se sirve a ideas sino a personas” y que “como comunidad estamos conminados a garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga las oportunidades adecuadas a su desarrollo integral”[1].

Promoción del bien común

“De la interdependencia cada vez más estrecha y extendida paulatinamente a todo el mundo se sigue que el bien común, esto es, el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección, se hace cada vez más universal y por ello implica derechos y deberes que se refieren a todo el género humano. Todo el grupo debe tener en cuenta las necesidades y aspiraciones legítimas de los demás grupos; más aún, debe tener en cuenta el bien común de toda la familia humana”[2]. Esta doctrina del Concilio Vaticano II es subrayada por el Catecismo de la Iglesia Católica que nos dice que el bien común supone el respeto a la persona, exige el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo e implica la paz, es decir la estabilidad y la seguridad de un orden justo[3]. Estos mismos aspectos los recoge la Doctrina Social de la Iglesia. Todo progreso social debe estar subordinado al progreso personal.

Corresponsabilidad de todos

Con estos presupuestos doctrinales hemos de considerar que no podemos mirar para otro lado ante las injusticias que degradan la dignidad de la persona humana. Son muchos millones de personas que pasan hambre, no tienen las condiciones de higiene necesarias, sin un techo, sin la posibilidad de ser formados y sin acceso al cuidado de la salud.  Damos la impresión que esta dura realidad parece cuestionar nuestras convicciones sólo cuando la vivimos de cerca, mientras que nos dejan intelectualmente tranquilos cuando sucede a miles de kilómetros de nuestras sociedades modernas. Como si la fragilidad y la precariedad de la existencia fuesen circunstancias que damos por descontadas en los países “pobres”, pero retan a nuestras creencias cuando nos afectan a los países “ricos”.

Llamados a ser solidarios

Nuestra corresponsabilidad encuentra cauce de actuación a través de la caridad social. Esta “nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une”[4]. “Todavía, escribe el Papa, estamos lejos de una globalización de los derechos humanos más básicos. Por eso, la política mundial no puede dejar de colocar entre sus objetivos principales e imperiosos el de acabar eficazmente con el hambre. Porque cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte, se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable”[5]. En medio de tantas precauciones para evitar los contagios de la pandemia del coronavirus, la campaña de Manos Unidas nos pide contagiar la solidaridad para acabar con el hambre. Esto conlleva la renuncia personal para favorecer el bien colectivo. Así se nos recuerda que “los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás”[6].

¡Pasemos de los dichos a los hechos!

Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Fratelli tutti, 118.

[2] Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes, 26.

[3] Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 1906-1912.

[4] Fratelli tutti, 182.

[5] Ibid., 189.

[6] Evangelii gaudium, 190.

 

Fuente:archicompostela.es