Entrevista a Monseñor Julián Barrio: “Cada vez que voy a la Catedral y la veo tan llena me pregunto si seguimos en Año Santo”
Manganeses de la Polvorosa (Zamora), 1946} Después de tres décadas desde su llegada a Compostela, monseñor Julián Barrio se despide este sábado como arzobispo. Lo hace con una sensación “agridulce”, como todas las partidas, pero también agradecido y satisfecho por haber mantenido en primera línea una Archidiócesis que es la meta de peregrinos de todo el mundo.
¿Cómo se siente en estas últimas horas como administrador apostólico de esta Archidiócesis que ha pastoreado durante treinta años?
La verdad es que es una situación esperada. Pero por otra parte, cuando llega, es también un momento agridulce. Son treinta años, media vida aquí. Ahora solo puedo desearle lo mejor a la Diócesis, para que siga peregrinando y respondiendo a las situaciones concretas que vive el hombre de nuestros días.
¿Se va satisfecho?
Yo he intentado, en la medida de mis posibilidades, de escuchar a la gente para dar respuestas a lo que se pregunta. Porque reconozco que muchas veces damos contestaciones a preguntas que nadie nos hace. Y, claro, luego lamentamos que la gente no nos escuche, que no esté pendiente. Hay que tratar de escuchar a la gente para no decirle aquello que le guste, sino en función de lo que preguntan. Y así ofrecer, siempre desde una lectura creyente, una respuesta sobre la realidad actual; sabiendo cuáles son las preocupaciones y las inquietudes tanto religiosas como pastorales del hombre de nuestros días.
Podemos decir que el broche de oro de su pontificado ha sido un doble Año Santo compostelano con unas cifras extraordinarias, ¿cree que seguirá el éxito de la peregrinación?
Creo que sí. Mi preocupación ha sido siempre cuidar mucho la acogida de los peregrinos. Materialmente, a través del nuevo Centro Internacional del Peregrino, y también en la Catedral, por supuesto. Pero pienso que debemos acoger lo mejor posible también desde la perspectiva espiritual; porque esa dimensión espiritual, lógicamente, no se va a convertir en una realidad inerte. Desde el primer momento que llegué a la Diócesis, he intentado, sobre todo, que el Camino de Santiago no pierda la dimensión espiritual, porque soy consciente de que si la perdiera los peregrinos no iban a venir en la medida en que están viniendo.
Están viniendo muchos, lo hemos visto en este Año Santo doble. 2021 estuvo muy marcado por la pandemia, pero aún así vinieron muchos peregrinos. No digamos ya en 2022, que realmente ha sido espectacular. Y por lo que ahora estamos viviendo… Yo me pregunto muchas veces cuando voy a la Catedral si es Año Santo o no porque sigue estando muy llena. Lo cual quiere decir que felizmente la realidad de la peregrinación a Santiago se va a mantener. Para todos nosotros tiene que ser un motivo de satisfacción y de alegría. Santiago, Jerusalén, Roma… Pero, Santiago es Santiago. Ya en la Divina Comedia se decía que la peregrinación a Santiago era la más importante que puede hacer un cristiano antes de morir. Y lo estamos viendo en estos momentos.
Finalmente, todas las invitaciones que se cursaron al papa Francisco para peregrinar a Compostela no surtieron el efecto esperado…
Yo tenía confianza en que el papa pudiera venir. Ahora soy consciente de que, en ese sentido, nosotros no podemos quejarnos porque tuvimos aquí dos veces la visita de San Juan Pablo II. En el último Año Santo tuvimos la visita de Benedicto XVI. Aunque a mí me hubiera hecho mucha ilusión, por supuesto, como a tantas y tantas
personas, entiendo que el papa también tiene su programación pastoral. Yo me he dado cuenta de que él quiere estar en lugares donde no había estado nunca un papa y lógicamente en sitios llamados de la periferia. Es decir, en lugares que necesitan esa presencia del papa más que nosotros, lo cual no quiere decir que yo hubiera deseado que hubiera venido.
Sí, efectivamente, y recuerdo que cuando estuvimos con él el presidente de la Xunta y yo, él nos dijo: lo vamos a ver, lo vamos a hablar.
Volviendo a la Archidiócesis, ¿en qué cree que ha cambiado su desde su llegada hace ya tres décadas hasta la actualidad?
Han sido treinta años en los que hemos vividos cambios en lo político, en lo religioso y en lo cultural. La Diócesis no ha sido ajena a estos cambios y esto se ha reflejado en la forma de afrontar estas realidades pastoralmente. Hemos tratado de estar con los ojos bien abiertos y los oídos atentos con el objetivo de que los diocesanos trataran en todo momento de vivir la realidad. Le doy mucha importancia al Sínodo que hemos celebrado entre 2012 y 2016. Creo que nos ha ayudado a mover un poco las aguas de la piscina de la Diócesis para que se convirtieran en aguas curativas de todo aquello que realmente nos podría alejar de la realidad concreta que nos toca vivir y darle una respuesta al creyente.
¿Qué trabajo queda por hacer?
Estoy seguro de que es mucho. Pero me da paz saber que en la Iglesia nadie parte de cero y todos tenemos que tratar de realizar la misión encomendada en el momento que nos toca vivir.
¿Le daría algún consejo a su sucesor, monseñor Prieto?
Los consejos suelen darse cuando alguien los pide porque cree necesitarlos. Mi sucesor sabe que en la medida de mis posibilidades estaré siempre encantado de, si necesita mi colaboración, dársela con todo gusto.
¿Qué impresiones le genera el cambio político que todo indica que se va a producir en la ciudad?
Todavía se está empezando la negociación, pero yo creo que la persona que sea alcalde o alcaldesa tomará, sin duda, conciencia de lo que significa esta ciudad de Santiago.
Ahora quisiera preguntarle por usted. Este sábado se jubila, ¿qué planes tiene el arzobispo emérito?
Lo iremos viendo día a día. De momento ya tengo algunos compromisos, como tandas de ejercicios espirituales; y después también trataré de revisar todo lo que he escrito sobre las peregrinaciones y las pastorales del Año Santo, para tratar lo que yo considero que es la antropología del peregrino. Es una idea que tengo.
Me imagino que durante estos años habría momentos gozosos pero también algunos dolorosos….
Ciertamente ha habido de todo. Recuerdo los momentos en que estuve en el hospital, la desaparición del Códice Calixtino, el accidente del Alvia, los funerales por pescadores que perdieron sus vidas en el mar… Y ha habido momentos gozosos como la venida del papa Benedicto XVI en el Año Santo del 2010, las ordenaciones sacerdotales, la celebración del Sínodo Diocesano y de los Años Santos compostelanos, el trabajo de Cáritas, la celebración del Congreso Eucarístico diocesano y la celebración aquí en Santiago del Congreso Eucarístico Nacional.
¿Cuál impresión general que se lleva un castellano de Zamora de las gentes gallegas y en qué medida se siente gallego?
Me he sentido acogido, comprendido y ayudado. Mi impresión es muy positiva. Para mí el amar a la Iglesia en Galicia y a Galicia lo siento no como una obligación sino como una necesidad. Me siento gallego como no podía ser de otra forma. Siendo admirable esta comunidad gallega en su geografía, en sus aldeas, villas y ciudades, en su cultura, lengua y tradiciones, admiro su capacidad para mirar adelante con sentidiño.
¿Se mudará de casa?
Sí, claro. Ahora, de momento, voy a ir a mi pueblo. Y después, en otoño, en invierno, volveré aquí y viviré en el Seminario Menor de Belvís.
De la lluvia de Santiago al frío de Manganeses de la Polvorosa…
Pasando por el frío de Manganeses, no voy a olvidar la lluvia de Santiago. Si Dios quiere, espero tener la posibilidad de alternar una cosa y la otra.
Fuente: Arturo Reboiras | El Correo Gallego