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La Iglesia en 12 Semanas

La Conferencia Episcopal Española comienza su proyecto #LaIglesiaen12Semanas. Desde este mes de abril y hasta junio, se irá mostrado la vida de la Iglesia que celebra y anuncia la fe (FE), evangeliza (ESPERANZA) y ejerce la caridad al servicio de las personas (CARIDAD).

Esta vida de la Iglesia se irá recorriendo a través de estos 12 temasCuidado de la Vida; Educación; Mayores; Inclusión laboral; Sin Hogar; Salud Mental; Pastoral Penitenciaria; Migrantes; Jóvenes; Patrimonio; Vida contemplativa; y Adicciones.

 

 

Muchas personas forman la Iglesia en España

 

Mostrar la actividad de la Iglesia es mostrar la entrega de centenares de miles de personas que están detrás de cada una de las cifras que se ofrecen. Cada miembro de la comunidad cristiana aporta según sus posibilidades: unos ofrecen su tiempo, otros su oración y otros su aportación económica. Junto a ellos, los consagrados, que aportan su vida entera.

Entre todos se hace posible que detrás de cada cifra también este el rostro de cada uno de los que encuentran en la Iglesia acompañamiento tanto espiritual como material.

 

 

 

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Fuente: conferenciaepiscopal.es

El Papa Francisco nos invita a detenernos en Cuaresma.

El papa Francisco ha hecho público su mensaje para la Cuaresma 2024, titulado “A través del desierto Dios nos guía a la libertad” . Este tiempo litúrgico comenzará el próximo 14 de febrero, Miércoles de Ceniza.

El Papa subraya en su escrito que «es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerseDetenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido«.

Texto íntegro:

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A través del desierto Dios nos guía a la libertad

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Queridos hermanos y hermanas:

Cuando nuestro Dios se revela, comunica la libertad: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Así se abre el Decálogo dado a Moisés en el monte Sinaí. El pueblo sabe bien de qué éxodo habla Dios; la experiencia de la esclavitud todavía está impresa en su carne. Recibe las diez palabras de la alianza en el desierto como camino hacia la libertad. Nosotros las llamamos “mandamientos”, subrayando la fuerza del amor con el que Dios educa a su pueblo. La llamada a la libertad es, en efecto, una llamada vigorosa. No se agota en un acontecimiento único, porque madura durante el camino. Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar. Nos damos cuenta de ello cuando nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos. La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor (cf. Os 2,16-17). Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida. Como un esposo nos atrae nuevamente hacia sí y susurra palabras de amor a nuestros corazones.

El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto. Para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad. Cuando en la zarza ardiente el Señor atrajo a Moisés y le habló, se reveló inmediatamente como un Dios que ve y sobre todo escucha: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8). También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen.

En mi viaje a Lampedusa, ante la globalización de la indiferencia planteé dos preguntas, que son cada vez más actuales: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). El camino cuaresmal será concreto si, al escucharlas de nuevo, confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas. Porque, si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad.

Quisiera señalarles un detalle de no poca importancia en el relato del Éxodo: es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera, no es Israel quien lo pide. El Faraón, en efecto, destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos. Es decir, logra mantener todo sujeto a él. Preguntémonos: ¿deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el viejo? El testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza. Es un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios. Se parece a esa añoranza por la esclavitud que paraliza a Israel en el desierto, impidiéndole avanzar. El éxodo puede interrumpirse. De otro modo no se explicaría que una humanidad que ha alcanzado el umbral de la fraternidad universal y niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaces de garantizar la dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos.

Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad. Jesús mismo, como recordamos cada año en el primer domingo de Cuaresma, fue conducido por el Espíritu al desierto para ser probado en su libertad. Durante cuarenta días estará ante nosotros y con nosotros: es el Hijo encarnado. A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbditos, sino hijos. El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud. En Cuaresma, encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido.

Esto implica una lucha, que el libro del Éxodo y las tentaciones de Jesús en el desierto nos narran claramente. A la voz de Dios, que dice: «Tú eres mi Hijo muy querido» (Mc 1,11) y «no tendrás otros dioses delante de mí» (Ex 20,3), se oponen de hecho las mentiras del enemigo. Más temibles que el Faraón son los ídolos; podríamos considerarlos como su voz en nosotros. El sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás: todo ser humano siente en su interior la seducción de esta mentira. Es un camino trillado. Por eso, podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán. Existe, sin embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira. Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal 115,8), los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo.

Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerseDetenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará. Por tanto, desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud.

La forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando, sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados. Invito a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. Ay de nosotros si la penitencia cristiana fuera como la que entristecía a Jesús. También a nosotros Él nos dice: «No pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16). Más bien, que se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas. Esto puede suceder en cada comunidad cristiana.

En la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza. Quisiera decirles, como a los jóvenes que encontré en Lisboa el verano pasado: «Busquen y arriesguen, busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos —estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos—, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Y hace falta coraje para pensar esto» (Discurso a los universitarios, 3 agosto 2023). Es la valentía de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la caridad llevan de la mano a esta pequeña esperanza. Le enseñan a caminar y, al mismo tiempo, es ella la que las arrastra hacia adelante.[1]

Los bendigo a todos y a vuestro camino cuaresmal.

Roma, San Juan de Letrán, 3 de diciembre de 2023, I Domingo de Adviento.

FRANCISCO

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[1] Cf. Ch. Péguy, El pórtico del misterio de la segunda virtud, Madrid 1991, 21-23.

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Doce semanas para hacer Memoria. Esta semana #HMCaridad

 

La Iglesia comenzó en el mes de abril su proyecto #HazMemoria. Durante doce semanas queremos traer a nuestra memoria lo que es la vida de la Iglesia en los más variados ámbitos de su trabajo diario: desde el anuncio del Evangelio a la actividad socio sanitaria, desde la acogida a los enfermos a la catequesis de niños y jóvenes, desde la celebración de la eucaristía a la compañía a presos o mujeres abandonadas.

Queremos dar a conocer el trabajo de centenares de miles de personas que, desde su compromiso cristiano, entregan lo que tienen para el bien de todos: su tiempo, sus capacidades, sus donativos, sus bienes,… incluso la vida entera. Somos conscientes, como dice el Papa, de que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece, pero estamos seguros de que lo más valioso es el bosque crece, que da frutos, que lleva a cabo lo que se espera de él, en silencio, sin prisa pero sin pausa.

Cada semana recordamos lo que la Iglesia hace en relación a un campo concreto de su actividad y porqué lo hace. Ofrecemos tres testimonios de quienes llevan a cabo ese trabajo y quienes se benefician de él.

 

 

Esta semana #HMCaridad

 

La misión esencial de la Iglesia se reúne en tres mandatos del Señor: Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio; haced esto en conmemoración mía; y amaos los unos a los otros como yo os he amado. Por eso decimos que el mandamiento del amor es imprescindible en el hacer de la Iglesia. Una Iglesia que no hace visible el amor de Dios y su predilección por la persona no es del todo la Iglesia de Jesús.

Los cristianos manifiestan su condición en la vida pública de maneras muy diversas. Entre todas ellas, una forma preeminente e imprescindible es el amor al prójimo que se manifiesta de maneras muy diversas: el servicio al bien común, la acción política, los comedores sociales, la atención a la discapacidad, la acción contra la pobreza. La caridad es la forma habitual de expresarse la conciencia cristiana en la vida pública y se configura como un desborde natural de una identidad vivida y una misión realizada: el amor se manifiesta en obras mucho mejor que en palabras.

Lo que ha sido anunciado y celebrado se derrama en la vida de la Iglesia a todas las personas y, de manera especial, a todos los necesitados en lo que se llama la caridad, reflejo y expresión del amor de Dios. Pero el amor al prójimo no es solo un desbordarse la vida cristiana, también en muchas ocasiones es un punto de comienzo en la vida cristiana. El ejemplo de cristianos entregados al servicio del prójimo, que aman y que se aman, es, desde los primeros siglos, la herramienta más eficaz para la evangelización de los no creyentes. De hecho, muchos jóvenes, también hoy, conocen a Jesús a partir del testimonio entregado que unas religiosas, unos sacerdotes o sus mismos amigos les ofrecen durante unas convivencias, un campo de trabajo, o un voluntariado en cualquier lugar del mundo.

 

 

Ese amor al prójimo se hace más necesario y explícito cuando aumentan las dificultades. La situación ocasionada por la pandemia, la grave crisis económica y social, las consecuencias de las guerras que llegan a todas partes en este mundo globalizado son un dolor grande que han puesto a prueba la resistencia moral y social de las personas y del conjunto de la sociedad. Para los cristianos, estos tiempos difíciles son también una oportunidad para los cristianos para hacer explícito y eficaz, una vez más su rasgo esencial: el amor al prójimo. Esto ya ha pasado en el tiempo. Las circunstancias citadas han hecho que, en los últimos meses, los cristianos se hayan volcado con los más cercanos, con independencia de creencias, ideologías o situaciones particulares. Ayudar al que está cerca es siempre posible, no es gravoso, no es costoso y además humaniza al que recibe la ayuda y a la que la da.

Pero las necesidades no han acabado, se mantienen en el presente y se proyecta, seguramente acrecentadas en un futuro cercano. La palabra del Señor tiene vigencia hasta el final de los tiempos y el promete que los pobres y necesitados estarán con nosotros hasta el final de los tiempos. Para ellos también está la Iglesia, contigo y con todos.

 

Acceder a #HMCaridad

 

Noticia extraída de www.conferenciaepiscopal.es

#HazMemoria #HMCaridad. Fruto del encuentro con Jesús surge la gran labor social y asistencial de la Iglesia.

En la tercera semana de la campaña #HazMemoria que la Conferencia Episcopal Española ha puesto en marcha junto con los medios de comunicación EcclesiaTrece y COPE, el contenido se centra en la labor asistencial de la Iglesia.

La caridad de la Iglesia

 

 

La Iglesia tiene una gran labor social y asistencial, la cual realiza a través de las diócesis, parroquias y otras instituciones religiosas y sociales. Éstas atienden a los más necesitados acercando el Espíritu de la Iglesia. La vida caritativa de los cristianos acerca a la fe a miles de personas que quieren compartir esta forma de vivir.

Cada comunidad y cada cristiano viven un encuentro personal con Jesús, al que conocen en el anuncio del Evangelio y al que celebran en cada uno de los sacramentos. Fruto de ese encuentro con Jesús en la Iglesia es la vida de caridad, que es al mismo tiempo mandato (“amaos los unos a los otros”) y consecuencia de un encuentro personal.

El contenido de este tema se puede encontrar en este enlace: #HMCaridad

 

La campaña #HazMemoria

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Con este hastag #HazMemoria se pretende poner en valor el papel de la Iglesia y de los cristianos en el trabajo de la sociedad y la importancia de su aportación al bien común de todos.

Con esta campaña de doce temas, que durará hasta el 30 de junio, se pretende hacer presente en los medios de comunicación la vida real de la Iglesia, las actividades que realiza, las personas que la llevan adelante, las historias que hacen visible la acción de la Iglesia en el mundo.

 

Fuente: Conferencia Episcopal Española