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Carta Pastoral de D. Julián para esta Cuaresma: «Dios nos sigue buscando para implicarnos en el proyecto de su Reino llamándonos a la conversión y a creer en el Evangelio”.

 

El arzobispo de Santiago de Compostela, mons. Julián Barrio, ha hecho público su Carta Pastoral para la Cuaresma: «Subir a Jerusalén, escuela para el discípulo» en la que invita a los diocesanos a reflexionar y vivir este tiempo como un camino de preparación a la solemnidad de la Pascua en el que “Dios nos sigue buscando para implicarnos en el proyecto de su Reino llamándonos a la conversión y a creer en el Evangelio”, siendo la Cuaresma, en palabras de D. Julián, «el desierto en el que labramos nuestra conversión, venciendo a las tentaciones, donde hemos de revitalizar el don de nuestra fe, avivar el deseo de Dios, guardar silencio que nos libere de los ruidos internos y externos, ofrecer nuestra disponibilidad para cumplir la voluntad de Dios como hizo Jesús  y compartir la fatiga cotidiana sostenidos por una esperanza fiable y con un espíritu sinodal» y todo ello «sintiendo la Iglesia con una actitud agradecida por la trasmisión del Evangelio».

En esta carta, el arzobispo recuerda también que el viernes 24 y el sábado 25 de marzo, se celebrarán las 24 horas para el Señor, una Jornada promovida desde el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización e impulsada por el Papa Francisco es una iniciativa centrada en la adoración al Santísimo Sacramento y la recepción del sacramento de la Reconciliación en tiempo de Cuaresma.  Mons. Barrio exhorta a que se programen momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales, pues “en la adoración eucarística encontramos también el sosiego propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás”.

 

Carta Pastoral íntegra:

 

 

Carta Pastoral en la Cuaresma del 2023

Subir a Jerusalén, escuela para el discípulo

 

 

Queridos diocesanos:

Cuando todavía oímos los ecos de la clausura del Año Santo Compostelano, la liturgia de la Iglesia nos anima a vivir la Cuaresma como preparación a la solemnidad de la Pascua. “El retiro, nos dice el Papa en su Mensaje, no es un fin en sí mismo, sino que nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, para llegar a la resurrección[1]. Dios nos sigue buscando para implicarnos en el proyecto de su Reino (Mc 1,16-24), llamándonos a la conversión y a creer en el Evangelio. Como se nos recordaba en el Año Santo, hemos de salir de nuestra tierra como Abrahán porque Dios nos espera siempre allí donde quiere que lleguemos. Es posible que nos sintamos espiritualmente, como en tierra extraña, estando siempre a la defensiva. El pecado nos encierra en nosotros mismos pero puede abrirnos paradójicamente al amor y a la misericordia de Dios que nos ve mejor de lo que nos vemos nosotros mismos (Jn 8,1-11) y espera siempre con los brazos abiertos al hijo que se ha ido de casa (Lc 15).

La Cuaresma, metáfora del paraíso perdido

La Cuaresma es el desierto, metáfora del paraíso perdido, en el que labramos nuestra conversión, venciendo las tentaciones. En ese ámbito hemos de revitalizar el don de nuestra fe, avivar el deseo de Dios: “Oh Dios, tú eres mi Dios por ti madrugo; mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua” (Ps 62,2), guardar silencio que nos libere de los ruidos internos y externos, ofrecer nuestra disponibilidad para cumplir la voluntad de Dios como hizo Jesús  tentado en el desierto (Lc 4,1-13) y compartir la fatiga cotidiana sostenidos por una esperanza fiable y con un espíritu sinodal. “Podemos afirmar que nuestro camino cuaresmal es sinodal, porque lo hacemos juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro. Esto nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio del Reino[2].

Las raíces de nuestra vida como comunidad cristiana son mantenerse unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir teniendo los sentimientos propios de Cristo (cf. Fil 2,1-11). De manera especial en este tiempo cuaresmal os animo a sentir la Iglesia con una actitud agradecida por la transmisión del Evangelio a través de ella, sabiendo que sus problemas son los nuestros; a sentir en la Iglesia viéndola como un cuerpo cuyos miembros están al servicio de todo el cuerpo; y a sentir con la Iglesia no convirtiendo nuestro criterio personal en criterio absoluto y poniendo al servicio de los demás los dones recibidos.

Recordemos que en la misión no va incluido el éxito, pero esta certeza no ha de llevarnos ni a la indiferencia ni a la pasividad. “La ascesis cuaresmal es un compromiso animado por la gracia para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz[3]. No tenemos excusa para no dar frutos de santidad que glorifiquen a Dios. Hay que podar las ramas secas que impiden crecer el árbol de nuestra vida. La vocación cristiana debe ser vivida siempre con alegría, manteniendo las lámparas encendidas (cf. Mt 25,1-13) aunque la espera se alargue. Esta actitud interpelará proféticamente y nunca defraudará.

Vivir la fraternidad

Dios Padre quiere que nos sintamos hermanos y vivamos la fraternidad. Así lo percibimos en la parábola del hijo pródigo. Es verdad que la vuelta del hijo menor es interesada: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre” (Lc 15, 17) y que el hijo mayor acapara una filiación que no es exclusivamente suya: “Mira en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado” (Lc 15,29-30), pero el Padre sale al encuentro de los dos aunque no sabemos si el hijo mayor participó en la fiesta preparada con motivo de haber encontrado al hijo menor.

24 Horas para el Señor

En este camino cuaresmal celebramos las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 24 y el sábado 25 de marzo, recordando las palabras de Jesús a la pecadora perdonada: “Han quedado perdonados tus pecados” (Lc 7,48). En la adoración eucarística encontramos también el sosiego propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás. Pido que en las parroquias, en las comunidades religiosas y en nuestros Seminarios se programen momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales en el contexto de esta celebración.

Doy gracias a Dios por todos vosotros que me habéis posibilitado realizar la misión que el Señor me encomendó como vuestro Obispo, unas veces yendo delante, otras en medio y alguna vez también detrás. ¡Buen camino hacia la Pascua! Os saluda con afecto y bendice en el Señor.

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1]FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma 2023.

[2] Ibid.

[3] Ibid.

 

Fuente: archicompostela.es

 

«Sin alegría el Evangelio no es Buena Noticia»

 

«Sin alegría el Evangelio no es Buena Noticia». Es una de las convicciones el arzobispo de Santiago de Compostela, mons. Juliñan Barrio, transmite en esta carta llena de afecto, dirigida a todos los catequistas.

En ella, además de agradecer el servicio invaluable que realizan los catequistas en las parroquias, se invita a participar en la Asamblea Diocesana de Catequistas, el próximo sábado 4 de marzo; así como en el Día Diocesano de la Catequesis el domingo siguiente, 12 de marzo.

Carta Pastoral de D. Julián íntegra:

 

 

Carta Pastoral en el Día diocesano del Catequista

 

Queridos/as catequistas:

Al dirigirme a vosotros lo hago con todo agradecimiento y con el gozo de saber el gran compromiso que habéis asumido a la hora de transmitir el don de la fe con el mensaje del Evangelio, siempre Buena Nueva. Una misión tanto más significativa en el momento actual que no abunda precisamente en buenas noticias y cuando el desánimo puede prender en nosotros cayendo en la indiferencia.

Hoy quiero recordaros que en vuestro ministerio de catequistas estáis ungidos con la unción de la alegría y de la bondad. “Alegraos y regocijaos (Mt 5,12), dice Jesús a los que son perseguidos o humillados por su causa. El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada. En realidad, desde las primeras páginas de la Biblia está presente, de diversas maneras, el llamado a la santidad. Así se lo proponía el Señor a Abraham: «Camina en mi presencia y sé perfecto» (Gn 17,1)”(1).

En esta ocasión pido que el Señor os unja con la unción de la alegría tan necesaria en vuestra misión como catequistas. “El Espíritu Santo es la alegría que viene de Dios. Desde Jesús esta alegría se derrama sobre nosotros en su Evangelio, en la buena noticia de que Dios nos conoce, que es bueno y que su bondad es un poder sobre todos los poderes; que somos queridos y amados por Él. La alegría es el fruto del amor” (2). Esta alegría es algo distinto del puro entretenimiento, penetra en nuestro corazón y es misionera porque a través de ella consoláis y evangelizáis a los niños y a los jóvenes que se os han encomendado. La alegría va acompañada de la fidelidad y de la mansedumbre. El papa Francisco alude a las actitudes que ayudan a acoger el anuncio como la cercanía, la apertura al diálogo, la paciencia, la acogida cordial que no condena (EG 165). Sin alegría el Evangelio no es Buena Noticia. “La alegría del Evangelio llena los corazones y la vida entera de los que se encuentran con Jesús… Con Jesucristo la alegría siempre nace y renace” (EG 1).

El Día diocesano del Catequista lo tendremos, Dios mediante, el 4 de marzo, y el 12 será el Día de la Catequesis en las Parroquias. Os invito a participar y a celebrar festivamente estos días. No olvidéis que la Iglesia diocesana os necesita y os agradece vuestra entrega y generosidad. Mi gratitud a la Delegación Diocesana de Catequesis y a todos sus colaboradores, reconociendo la encomiable labor que están realizando con tanto esfuerzo y dedicación.

Rezo con todos vosotros pidiendo que el Señor haya concedido su gloria a las personas catequistas que terminaron su peregrinación en esta vida a lo largo del pasado año. Que a todos vosotros el Señor os bendiga y os guarde de todo mal y os mantenga en su santo servicio. Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

 

(1) FRANCISCO, Gaudete et exultate, 1-2.

(1) BENEDICTO XVI, Homilía a los sacerdotes el día uno de abril de 2010

 

Fuente: archicompostela.es

Carta Pastoral de nuestro arzobispo D. Julián en la Campaña de Manos Unidas

 

La desigualdad se ha convertido en la mayor amenaza y el mayor desafío a nivel mundial. Para muchas personas, pensar en desigualdad y en hambre es pensar en un reto imposible, un problema sin solución ante el que no se puede hacer nada.

Contra esa desigualdad trata de luchar año tras año Manos Unidas que cada mes de febrero pone en marcha su Campaña de Manos Unidas que se celebra el segundo domingo del mes de febrero.

El lema elegido para este año es «Frenar la desigualdad está en tus manos» y quiere ser un llamamiento a la sociedad para luchar por la dignidad y promover un mundo donde todos valgamos lo mismo y nadie se quede atrás.

Y como cada año con motivo de esta Campaña el arzobispo de Santiago, D. Julián Barrio, ha publicado una Carta Pastoral en la que recuerda que el número de personas que pasan hambre y viven en la pobreza, va aumentando cada vez más lo que debe golpear nuestra conciencia: “¿Qué sociedad es esta nuestra en la que tan poco cuenta la dignidad de la persona y tantas cualidades buenas se están perdiendo? Cada uno de nosotros podría ser esa persona que tiene que resignarse a la herida de la desigualdad provocada”.

 

 

Carta Pastoral en la Campaña de “Manos Unidas”. Febrero 2023

“Frenar la desigualdad está en tus manos”

 

 

Queridos diocesanos:

La liturgia de la Iglesia reza así: “Padre nuestro que en los cielos estás, haz a los hombres iguales: que ninguno se avergüence de los demás; que todos al que gime den consuelo; que todos al que sufre del hambre la tortura le regalen en rica mesa de manteles blancos con blanco pan y generoso vino[1]. La Campaña de Manos Unidas llama de nuevo a nuestra conciencia, recordándonos que el número de personas que pasan hambre y viven en la pobreza, va aumentando cada vez más. El cristianismo nace precisamente como amor al hombre. Ayudar a los demás nos permite descubrir quién soy, por qué existo y lo mucho que puedo hacer. Esto suscita en nosotros una pregunta preocupante: ¿Qué sociedad es esta nuestra en la que tan poco cuenta la dignidad de la persona y tantas cualidades buenas se están perdiendo? Cada uno de nosotros podría ser esa persona que tiene que resignarse a la herida de la desigualdad provocada. Cuando sanitariamente preocupa el ponernos la vacuna de turno, nos damos cuenta de que para la pobreza, la desigualdad y el hambre no la tenemos porque son otros intereses humanos los que la dificultan. La pobreza y el hambre no son fruto de la fatalidad ni son culpables los pobres y los que pasan hambre como a veces se argumenta.

Siempre podremos hacer algo

El lema de la campaña de este año ha de inquietarnos: “Frenar la desigualdad está en tus manos”. Es un reto que hemos de asumir. Es posible que nos justifiquemos pensando que poco podemos hacer y que la solución a este problema depende de otras instancias que ostentan el poder. En todo caso esto nunca será excusa para que dejemos de hacer lo que esté en nuestras manos. Esperar a solucionarlo todo para actuar, será una forma de justificar nuestra inactividad.

Los cristianos y toda persona de buena voluntad encontrarán una orientación ética y moral en la Doctrina Social de la Iglesia que recoge el mensaje del Evangelio. Para superar la sima de la desigualdad necesitamos tener como puente un trabajo digno con un salario adecuado que evite el bucle de la dependencia. “Ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo[2]. El trabajo por la justicia y la paz es una realidad que nos incumbe a todos, reconociéndonos como hijos de Dios y hermanos los unos de los otros. La desigualdad no se aviene con la fraternidad. El momento de responder es ahora. Como dijo el papa Francisco refiriéndose al juicio final: “la respuesta es sólo una: el cuándo es ahora. Está en nuestras manos, en nuestras obras de misericordia: no en las puntualizaciones y en los análisis refinados, no en las justificaciones individuales o sociales. En nuestras manos y nosotros somos responsables”.

La sociedad puede cambiar

Es posible una sociedad en la que la dignidad humana con todos sus derechos y obligaciones sea el faro orientador. Necesitamos un esfuerzo global para superar las desigualdades, mirando al futuro con esperanza. Recordemos que cualquier cosa que hagamos por los demás, la hacemos a Cristo y superemos la pulsión por el tener que genera toda codicia. Más de 811 millones de personas están pasando hambre. Esta realidad no nos puede ser indiferente, aislándonos en nuestra visión pesimista de la vida. No hagamos dependientes a los demás, tratemos de ayudarles a salir de esa situación inhumana. Servir es posibilitar la igualdad. “Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país… Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad[3]. Hemos de atrevernos como Tomás, el incrédulo, a meter nuestras manos en las llagas del mundo y en las propias. Es atreverse a encontrar a Cristo para transformar la realidad.

Manos a la obra

La fe cristiana no es el sueño en el que se refugia quien calcula la carga de la vida. Los creyentes en Cristo “sufren con los que sufren” (Cf. 1Cor 12,26), toman en serio el dolor del prójimo y tratan de remediarlo. Se nos llama a trabajar por la realización integral de la persona. “El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de caridad”[4].

Pongamos manos a la obra y hagámoslo con esperanza cristiana que “es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal… para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza[5]. La verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad[6]. La campaña de Manos Unidas nos pide contagiar la solidaridad para acabar con las desigualdades, favoreciendo el bien común. Así se nos recuerda que “los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás[7].

Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] Himno de Laudes, martes tercera semana de la Liturgia de las Horas.

[2] FRANCISCO, Fratelli tutti, 162.

[3] FRANCISCO, Fratelli tutti, 107.

[4] FRANCISCO, Laudato si’, 231.

[5] Ibid., 55.

[6] Cf. Ibid., 47.

[7] FRANCISCO, Evangelii gaudium, 190.

 

Fuente: archicompostela.es

Carta Pastoral de nuestro arzobispo D. Julián en el Día del Enfermo

 

La Iglesia celebra el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Jornada Mundial del Enfermo. En este día se inicia la X Campaña del Enfermo, que concluirá con la Pascua del Enfermo, el VI Domingo de Pascua, este año será el 14 de mayo.

El arzobispo de Santiago ha dirigido a todos los diocesanos una Carta Pastoral en la que les invita a sentir muy cercanas a las personas enfermas acompañándolas en su situación concreta: “Hemos de cuidar a nuestros mayores y de manera especial si se encuentran enfermos ya estén en casa, en las residencias o en los hospitales. Muchos de ellos añaden a la enfermedad el peso de los años. Hemos de dejarnos cautivar por su rostro desgastado y surcado por las arrugas en las que se perciben ecos de esperanza, evitando la «cultura del descarte» y caminando con y junto a ellos como Dios «que es cercanía, compasión y ternura”, lo hace»”.

 

 

Carta Pastoral en el Día del Enfermo 2023

“Déjate cautivar por su rostro desgastado”

 

Queridos diocesanos:

En la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes celebramos la XXXI Jornada Mundial del Enfermo, sintiendo muy cercanas a las personas enfermas y acompañándolas en la situación concreta. Orienta nuestra reflexión el lema: “No me rechaces ahora en la vejez, no me abandones” (Sal 71,9).

Nuestros mayores

Miramos a nuestros mayores de manera especial. Con este sentir el papa Francisco llama a la Iglesia a fijarse en la parábola de Buen Samaritano. Hemos de cuidar a nuestros mayores y de manera especial si se encuentran enfermos ya estén en casa, en las residencias o en los hospitales. Muchos de ellos añaden a la enfermedad el peso de los años. Hemos de dejarnos cautivar por su rostro desgastado y surcado por las arrugas en las que se perciben ecos de esperanza, evitando la “cultura del descarte” y caminando con y junto a ellos como Dios “que es cercanía, compasión y ternura”, lo hace. La necesidad “del cuidado y de la compasión” nos urge a todos. Cuidar a nuestros mayores más que una obligación, recordada en el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, es algo que debemos sentir como una necesidad no sólo por caridad sino también por justicia. Es verdad que la enfermedad puede acompañarnos siendo niños, jóvenes, adultos o mayores. Percibimos esta realidad en nosotros o en los demás en la vida de cada día. “La enfermedad forma parte de nuestra experiencia humana. Pero, si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana”[1]. En nuestro peregrinar humano necesitamos ser acompañados y acompañar si queremos llegar lejos, tratando de que los demás no nos pasen desapercibidos en su situación concreta. “Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida… Viajamos constantemente por el carril rápido, cargados de emociones, de adrenalina, de estímulos, y eso hace que no tengamos nunca el tiempo y la tranquilidad que necesitamos para reflexionar y preguntarnos qué es lo realmente importante”[2].

“Cuida de él” (Lc 10,35)

Cuida de él” (Lc 10,35) es la recomendación del samaritano al posadero. Jesús nos lo recuerda también a cada uno de nosotros, y al final nos exhorta: “Anda y haz tú lo mismo”. Escribe el papa Francisco: “La Encíclica Fratelli tutti propone una lectura actualizada de la parábola del buen samaritano. La escogí como eje, como punto de inflexión, para poder salir de las sombras de un mundo cerrado y pensar y gestar un mundo abierto (cf. n. 56). De hecho, existe una conexión profunda entre esta parábola de Jesús y las múltiples formas en las que se niega hoy la fraternidad. En particular, el hecho de que la persona golpeada y despojada sea abandonada al borde del camino, representa la condición en la que se deja a muchos de nuestros hermanos y hermanas cuando más necesitados están de ayuda. No es fácil distinguir cuáles agresiones contra la vida y su dignidad proceden de causas naturales y cuáles, en cambio, provienen de la injusticia y la violencia. En realidad, el nivel de las desigualdades y la prevalencia de los intereses de unos pocos ya afectan a todos los entornos humanos, hasta tal punto que resulta difícil considerar cualquier experiencia como natural. Todo sufrimiento tiene lugar en una cultura y en medio de sus contradicciones”[3].

Agentes sanitarios y familias

Decía el papa Benedicto XVI, “Jesús, que está atento al sufrimiento humano, nos hace pensar también en todos aquellos que ayudan a los enfermos a llevar su cruz, especialmente en los médicos, en los agentes sanitarios y en quienes prestan la asistencia religiosa en los hospitales. Son reservas de amor, que llevan serenidad y esperanza a los que sufren. En la encíclica Deus caritas estexpliqué que, en este valioso servicio, hace falta ante todo competencia profesional -que es una primera necesidad fundamental-, pero esta por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, que necesitan humanidad y atención cordial. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una formación del corazón: se les ha de guiar hacia el encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro”[4].

No me olvido y agradezco con afecto a tantas familias que en sus casas atienden y cuidan a los mayores enfermos. No olvidéis que compartir la debilidad de las personas enfermas es tallar para sí un corazón misericordioso. “La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por su propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene de lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón”[5].

¡Santa María, “Salud de los enfermos, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”! Queridos enfermos y enfermas, os tengo muy presentes en mi oración y me encomiendo a la vuestra. Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Mensaje del Papa Francisco para la XXXI Jornada Mundial del Enfermo en 2023.

[2] C. HONORÉ, Elogio de la lentitud.

[3] Mensaje del Papa …

[4] BENEDICTO XVI, Angelus del 1-7-2012.

[5] FRANCISCO, Misericordiae vultus, nº 6.

 

 

Fuente:archicompostela.es

Carta Pastoral de D. Julián en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos: “Recemos por la Unidad a Dios”

 

Del 18 al 25 de enero tiene lugar en todas las Iglesias y confesiones cristianas la Semana de Oración por la Unidad de todos los Cristianos. Se trata de una respuesta a una invitación que se repite desde el concilio Vaticano II y que llega a través del Magisterio de los distintos santos Pontífices que han gobernado la Iglesia.

Con tal motivo el arzobispo de Santiago D. Julián Barrio ha publicado esta Carta Pastoral dirigida a todos sus diocesanos:

 

“Haz el bien; busca la justicia” (Is 1,17)

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 18 a 25 de enero de 2023

 

Queridos diocesanos:

Concluido un dúplice año santo, tiempo de conversión y de caminar hacia Cristo, se nos invita a crecer en la justicia y el bien con una frase que nos pide los frutos de la conversión y la gracia jubilar recibidas. Desde el Dicasterio por la Promoción de la Unidad de los Cristianos y  el  Consejo Mundial de Iglesias, un año más se nos motiva a unirnos en la oración por el don de la Unidad, por la que repetidamente pide Nuestro Señor entre la Cruz y en la Pascua, según el discurso de despedida del Evangelio de Juan. Esa unidad es expresión de la llamada de Dios a la fe en comunidad, como recuerda Pablo, a los Efesios. Precisamente es la fiesta del Apóstol de las Gentes, Pablo, la que nos hace mirar a todos los cristianos no a nosotros mismos, causa de nuestro egoísmo y división, sino hacia Cristo, unidos. La mirada pura del corazón es la mirada en oración compartiendo la caridad fraterna: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

“El Concilio Vaticano II enseñó que “este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana” (UR 24). Al orar por la unidad reconocemos que esta es un don del Espíritu Santo y que no podemos alcanzarla con nuestras propias fuerzas. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se celebra cada año del 18 al 25 de enero. “El recentísimo Vademecum ecuménico vaticano nos recuerda que no es una devoción privada sino oración de toda la Iglesia. Esta invitación a la oración por la unidad y a unirnos en la oración se repite desde el Concilio Vaticano II y llega a nosotros en el Magisterio de los distintos santos Pontífices que han gobernado la barca de la Iglesia en las tormentas del cambio de siglo. También el ecumenismo ha sufrido el rechazo de aquellos que, ante la tempestad, como los apóstoles, temen naufragar y prefieren la comodidad del antiguo puerto seguro a responder confiadamente al arriesgado “duc in altum“, “rema mar adentro”. Son aquellos que vacilan a echarse al agua como Pedro, que tan sólo sigue confiado los pasos de Cristo, aunque sea sobre el agua, aunque no haya camino preparado”1.

El miedo al ecumenismo nos lleva a ver en él una especie de deformación según los tiempos, tentación que nos bloquea a corregirnos y renovar nuestra fe como venimos de hacer todo un Año Santo. “Ante todo, el ecumenismo no consiste en una solución de compromiso, como si la unidad tuviera que lograrse a expensas de la verdad. Al contrario, la búsqueda de la unidad nos lleva a una valoración más plena de la verdad revelada por Dios” (UR 11)2. Estas palabras recogen una intuición que de forma clarividente exponía el entonces Joseph cardenal Ratzinger: “No es el consenso el que funda la verdad, sino la verdad el consenso… La unanimidad no es el fundamento del carácter vinculante de algo, sino el signo de la verdad que se manifiesta”3.

Pero precisamente es esa búsqueda de Dios y de la Verdad la que debe movernos siempre de tal manera que no nos conformemos con un ídolo, con una apariencia formal externa, acorde a nuestros gustos, sino que luchemos por acercarnos a Dios a través de su Palabra, su Imagen, su Hijo, para dejar restablecer en nosotros su semejanza. “Distinguir las separaciones meramente humanas de las divisiones realmente teológicas. Precisamente las separaciones meramente humanas gustan de darse la importancia de lo esencial; se esconden, por así decir, detrás de lo esencial… La tácita divinización de lo propio, que es la permanente tentación del hombre, se extiende… El ecumenismo exigía y exige el intento de liberarse de tales, con frecuencia, sutiles falsificaciones… Debería despertarse una tolerancia para lo otro que no esté basada en la indiferencia ante la verdad, sino en la distinción entre verdad y mera tradición humana”4.

Esta actitud humilde interior y de búsqueda sin duda nos llevará igualmente a profundizar en la fe desde el respeto a quienes la viven, auténticamente en conciencia, de formas tan diversas, sin relativizar ni consensuar la fe, pero sí respetándonos en el amor. “El mandato del amor purificará a ojos vistas también nuestra fe y nos ayudará a distinguir lo esencial de lo que no lo es”5.

El amor es la virtud que mejor expresa la autenticidad teológica y espiritual de la conversión, de la fe que siempre busca crecer y renovar al individuo y a la Iglesia. Por eso desde el amor, el compromiso por la justicia no es simple altruismo o valores humanos, sino conversión de fe, que además nos lleva de la mano a todos los discípulos de Cristo. Como nos recuerda el Santo Padre el papa Francisco “mientras nos encontramos todavía en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo colaborando en nuestro servicio a la humanidad”6. Las dos últimas encíclicas del papa Francisco Laudato Si’ Fratelli Tutti son expresión de cómo la conversión y reforma de la Iglesia, en cuanto nos reconducen al centro que es Cristo, nos llevan a la Unidad que Él ha querido para sus discípulos a quienes nos llama amigos. Con ambas encíclicas el Papa quiere llegar también a los cristianos no católico-romanos como signo de unidad. También nos muestran que, junto con la oración y el ecumenismo espiritual, el ecumenismo de la caridad, del compromiso y de la justicia nos llevan de la mano en cuanto que no son sólo un camino humano, sino hacia Dios y desde Dios, en la fe que actúa en el amor. No son pocas las pequeñas acciones cotidianas de nuestros fieles, parroquias y movimientos que lo están demostrando a diario sin buscar protagonismos.

Recemos por la Unidad a Dios, cuyo Espíritu es el único que la puede construir entre nosotros. Pero luchemos contra las tentaciones egoístas que nos llevan a mirarnos a nosotros mismos sin humildad, dejando de mirar a Cristo mismo. Superemos la tentación derrotista que nos hace abandonar la lucha porque no alcanzamos resultados humanos, como si no fuese toda nuestra vida cristiana un sembrar una semilla que no es humana ni crece por acción humana. No olvidemos que el don de Dios siempre es más grande que nosotros, y se reparte entre muchos, para compartirlo y entregarlo, pero también recibirlo de los demás.

Os saluda con afecto y bendice en el Señor.

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

1 Pontificio Consejo [hoy Dicasterio] para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, El obispo y la unidad de los cristianos. Vademécum Ecuménico, Ciudad del Vaticano 2020, nº 18.

2Id. nº 11.

3Joseph Ratzinger, “Sobre la situación del ecumenismo” (1997), en Obras completas VIII/2 Iglesia Signo entre los Pueblos, Madrid 2010, pp. 710-711.

4Id. pp. 708-709.

5Id. p. 715.

6Francisco papa, Encíclica Fratelli Tutti, Ciudad del Vaticano, 2020, nº 280.

 

 

Fuente: archiucompostela.es

Carta Pastoral de nuestro arzobispo D. Julián con motivo de la clausura del Año Santo Compostelano

 

“¡Damos gracias a Dios al clausurar este Año Santo Compostelano, que nos invita a mirar, por una parte, con gratitud el pasado, pero que nos abre con tanta esperanza al futuro!”

 

Así iniciaba el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, la carta pastoral con motivo de la clausura del Año Santo Compostelano: “LA ALEGRÍA DE LA CONVERSIÓN: FRUTO DEL AÑO SANTO 2021-22”

El prelado compostelano indica que este tiempo Jubilar “ha estado marcado durante la primera parte por la incertidumbre de la pandemia y en la segunda por una multitud extraordinaria de peregrinos que han venido en peregrinación hasta la tumba del Apóstol. La Iglesia en Santiago agradece a todos el mantener viva la tradición de peregrinar a Santiago y el querer compartir con nosotros la celebración de este Año Santo que está llegando a su fin”.

El arzobispo también afirma que el Año Santo ha sido “una experiencia de gracia del que esperamos para nuestra Iglesia diocesana, y para toda la Iglesia en Galicia, España y el mundo, frutos abundantes de renovación personal y comunitaria que nos ayude a ejercer la fraternidad, avivar la esperanza, trabajar por la justicia e impulsarnos a llevar a todos la alegría del Evangelio de Jesucristo”.

Mons. Barrio destaca, por su importancia para el presente y el futuro de la Iglesia, la Peregrinación Europea Jóvenes que se desarrolló del 3 al 7 de agosto: “Fueron días inolvidables por la honda alegría, a veces desbordante, por el clima sereno de oración compartida, de catequesis y celebraciones litúrgicas marcadas por el encuentro con el Señor”. Y añade que “durante estos dos años jubilares también muchas personas han acudido como visitantes y han regresado como peregrinos al haber sentido que su corazón había sido tocado por Dios. Y es que la vida se transforma cuando dejamos que Dios entre en ella”.

En la segunda parte de la Carta Pastoral, “Nuestra memoria agradecida. A los cuarenta años del Discurso Europeísta de San Juan Pablo II”, el arzobispo afirma que el Año Santo ha sido un “Año de gracia de Dios a quien agradecemos todos los dones que hemos recibido a lo largo de estos dos años. La gracia que se nos ha dado es esperanza en medio de nuestras incertidumbres y es caridad como testimonio de nuestra vida cristiana que nos animan a vivir con espíritu de peregrinos en la vocación a la que hemos sido llamados y en las circunstancias de nuestra vida”.

Mons. Barrio agradece al Papa Francisco, por la prórroga de este Año Santo: “Le agradecemos además que nos esté marcando este rumbo renovado en la Iglesia y en especial por esa mirada a los más frágiles, a los más pobres. Desde aquí le mostramos nuestra comunión afectuosa, que se hace oración por todas sus intenciones. Nuestro agradecimiento también para todos los que de un modo u otro han participado durante estos dos años en la organización del Año Jubilar Compostelano y en todas las celebraciones”.

En este contexto, el arzobispo recuerda también con gratitud el memorable discurso que con sentido profético pronunciaba san Juan Pablo II en la Catedral compostelana hace cuarenta años: “Llegó como maestro y como testigo, para confirmarnos en la fe y alentarnos en una nueva evangelización, tan necesaria entonces como lo es hoy para el mundo”.

En la tercera parte de la Carta, mons. Barrio invita a vivir el presente con pasión evangelizadora: “Las celebraciones de los Años Santos Compostelanos buscan favorecer la realización integral de la persona y son una llamada constante a la conversión que nos ayuda a renovarnos espiritualmente, recordando los contenidos de nuestra fe y acogiendo la salvación para ser evangelizadores en medio de la indiferencia religiosa, incertidumbre moral y pérdida del sentido transcendente”. En este contexto, el prelado compostelano hace referencia a la crisis económica y moral, la crisis de fe, desafío para la Iglesia y al Camino de Santiago, como camino de fe: “La peregrinación cristiana se caracteriza por una expectativa que nace de una nostalgia de infinito, de trascendencia, que tarde o temprano -consciente o inconscientemente- emergerá. Pues la razón más profunda de la peregrinación es la conversión al Dios vivo a través del encuentro consigo mismo”.

La cuarta y última parte de la Carta el arzobispo recuerda el sufrimiento de las numerosas víctimas de la pandemia, así como del sentimiento generalizado de miedo y desconfianza: “Muchas personas han experimentado la pérdida de familiares y amigos por causa del virus y han traído su memoria ante el Apóstol Santiago”.

Y añade: “como nunca antes hemos percibido que pertenecemos a una gran familia espiritual, la Iglesia, donde hemos sentido la cercanía y la solidaridad a través de la oración y la ayuda mutua. Juntos nos hemos dado cuenta de la maravillosa realidad teológica de la comunión santos. Esa experiencia de fraternidad, vivida tendría que empujarnos a superar cualquier rastro de individualismo egoísta y acrecentar nuestra caridad y actitud de servicio a los demás, especialmente a los más pobres y vulnerables. A pesar de todos los sufrimientos y dificultades vividas, una vez más se ha puesto de manifiesto que, incluso en tiempos de oscuridad, Dios siempre nos da la fortaleza de su gracia y sale a nuestro encuentro con su amor providente”.

Termina mons. Julián Barrio recordando el objetivo de este Año Santo Compostelano expresado en su carta pastoral de convocatoria fue “Sal de tu tierra. El Apóstol Santiago te espera. Poneos en camino”. En este sentido invita a mirar con esperanza al futuro: “la peregrinación es un viaje que se realiza movidos por la fe y la esperanza, y en el que no sólo es importante el destino al que se llega, sino la experiencia de peregrinar en sí misma, que no hacemos solos, sino con los otros, compañeros de ruta, peregrinos como nosotros. Los esfuerzos y sacrificios de la peregrinación, las relaciones fraternas entre los peregrinos y quienes los acogen, provocan la lectura de un significado que enmudece la cultura pragmática y la realidad de lo inmediato en la que vivimos. En ese viaje aprendemos a “caminar juntos”. Esta experiencia exige dejar de lado las actitudes individualistas y abrirnos al conocimiento de los que caminan conmigo. Y al mismo tiempo compartir y valorar la riqueza que los compañeros de camino me aportan”.

 

 

Fuente: pastoralsantiago.org

Nuestro arzobispo D Julián en su Carta Pastoral para este Adviento nos invita a vivir cristianamente la Navidad saliendo al encuentro de Dios y del prójimo

 

El arzobispo de Santiago, mons. Julián Barrio, acaba de publicar una carta pastoral “Navidad: Condescendencia de Dios” en el que señala que el mensaje del Adviento es que Dios está en camino hacia nosotros: “Se nos llama a vivir este acontecimiento despertándonos de nuestro sueño, modorra e indiferencia, y a esperar al Señor con la cintura ceñida y con aceite en nuestras lámparas a ejemplo de las vírgenes prudentes”.

En su misiva D. Julián indica que “la oración, la caridad y la participación en los sacramentos son los pilares de este puente para que Dios venga a nosotros y nosotros vayamos hacia Él, siempre en actitud de vigilante espera”.

Asimismo señala el Sr. Arzobispo “Navidad  no es sólo el nacimiento de Dios hecho hombre, debe ser también nuestro nacimiento con Él, indicándonos que la vida cristiana es comunión, participación y misión en la Iglesia, esperando al Señor que viene y cumpliendo el mandamiento del amor”. Advierte  en esta carta Pastoral dirigida a todos los diocesanos que “el sentimentalismo de nuestra Navidad socio-religiosa puede distraernos y hacernos olvidar que el Hijo de Dios encarnado “se ha unido en cierto modo con cada hombre.”

Termina su mensaje invitando a llevar “a las personas necesitadas material y espiritualmente la Luz que brilló en Belén, ofreciéndoles nuestra ayuda”.

 

 

Navidad: Condescendencia de Dios

 

Queridos diocesanos:

Iniciamos el tiempo litúrgico del Adviento durante el cual la Iglesia nos acompaña para prepararnos a la celebración de la Navidad. El mensaje del Adviento es que Dios está en camino hacia nosotros. Se nos llama a vivir este acontecimiento despertándonos de nuestro sueño, modorra e indiferencia, y a esperar al Señor con la cintura ceñida y con aceite en nuestras lámparas a ejemplo de las vírgenes prudentes. Es preciso romper nuestras burbujas, siempre dispuestos a ponernos en camino para salir a su encuentro y servir a los demás en una sociedad herida espiritual y materialmente. La oración, la caridad y la participación en los sacramentos son los pilares de este puente para que Dios venga a nosotros y nosotros vayamos hacia Él, siempre en actitud de vigilante espera.  Sólo la conciencia de vivir en un Adviento constante da al hombre la medida de su vida ante Dios. Este tiempo litúrgico nos ofrece la oportunidad providencial de renovar nuestra fe y nuestra esperanza sabiéndonos elegidos en Cristo. Este convencimiento nos ayuda cada día a superar nuestra indigencia cristiana, conscientes de que el verdadero cristiano es el creyente que vive seria y serenamente su vocación a la santidad, su irrenunciable destino de eternidad, y su posibilidad cotidiana de conformar su vida con Cristo, edificando sobre él y no sobre arenas movedizas, nobles en propósitos pero minadas por la desilusión el cansancio y el pesimismo.

Misterio de la Navidad

Así hemos de adentrarnos en el misterio de la Navidad: “Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,12). Vemos que entre la gloria más esplendente de arriba y la pobreza más extrema de abajo hay correspondencia,  armonía y unidad. El Hijo de Dios encarnado desciende en la pobreza como preludio de lo que se consumará después en la cruz y en la Pascua: la salvación de la humanidad. Navidad no es sólo el nacimiento de Dios hecho hombre, debe ser también nuestro nacimiento con Él, indicándonos que la vida cristiana es comunión, participación y misión en la Iglesia, esperando al Señor que viene y cumpliendo el mandamiento del amor no sólo con los demás cristianos sino con todos los hombres de buena voluntad para que de este modo la Iglesia, más allá de sus propias fronteras, pueda brillar con el único mensaje que puede llegar al fondo del corazón de los hombres y convencerlos.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). El sentimentalismo de nuestra Navidad socio-religiosa puede distraernos y hacernos olvidar que el Hijo de Dios encarnado “se ha unido en cierto modo con cada hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado”[1]. El Dios hecho hombre nos recuerda que nada que afecte a los demás nos puede ser ajeno. Hemos de salir al encuentro del prójimo con nuestra ayuda y comprensión, acompañándole y dejándonos acompañar.

La Navidad es Cristo

La encarnación histórica del Hijo de Dios nos sorprende,  superando nuestras previsiones. El anonimato, el pesebre como cuna, la pobreza de unos vulgares pañales, la condición del hijo del carpintero, el hijo real de la Virgen María, el desprestigio humano de verse sin hogar en la convivencia social: estos aspectos no podemos ignorarlos si queremos transformar la realidad en que nos encontramos. Cristo constituye siempre el reto definitivo de la vocación a la autenticidad para el hombre según Dios y el fiel cumplimiento de la vocación a la que ha sido llamado para vivir la filiación y la fraternidad. “El Padre nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef 1,4-6).  Ciertamente sólo Él da la esperanza para que la vida no se vea diluida en la insignificancia. Pero la esperanza es inseparable del amor fraterno y solidario. “Vivir en la caridad es pues un gozoso anuncio para todos, haciendo creíble el amor de Dios que no abandona a nadie”. A esto nos compromete la Navidad con la alegría de los villancicos y sin el agobio de los reclamos consumistas.

Exhortación para la Navidad

Os recuerdo que no debemos amortiguar las consecuencias del mensaje de Jesús sobre los almohadones de nuestros prejuicios y sentimentalismos. Llevemos a las personas necesitadas material y espiritualmente la Luz que brilló en Belén, ofreciéndoles nuestra ayuda. Por mi parte quiero llegar a vuestros hogares y proclamaros ese gran anuncio de esperanza cristiana: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Pido al Niño Dios que bendiga a todas las familias, en especial a las que en estas fechas el recuerdo de las personas queridas se trasluce en tristeza y añoranza. ¡Feliz Navidad a todos!

Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] JUAN PABLO II, Redemptor hominis, 8.

 

Fuente:archicompostela.es

Carta Pastoral de D. Julián ante la Jornada de las Personas Sin Hogar 2022: “No permitas que se queden fuera”

 

El próximo domingo 30 de octubre será el Día de las Personas sin Hogar, enmarcado en la Campaña Nadie Sin Hogar, que acentúa las reivindicaciones en esta frase: “Fuera de cobertura”.

Nuestro arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, se ha sumado a esta iniciativa de Cáritas  con una Carta Pastoral, en la que afirma que “un año más la Campaña nos propone que “Digamos Basta. Nadie sin Hogar”, para que los miles de personas afectadas por el sinhogarismo gocen de los mismos derechos, relacionados con la salud, el trabajo, la vivienda digna y el acceso a los servicios sociales».

D Julián «nos invita , individual y colectivamente, a ser una sociedad inclusiva que genere espacios de comunidad. y así, en unidad, en comunión, debemos concienciarnos de las necesidades, insistir en la reivindicación de sus derechos y contribuir con nuestro apoyo, aportaciones y ayudas a transformar esa realidad”.

Mons. Barrio destaca que “Cáritas, como entidad de la Iglesia Católica, hace 30 años puso en marcha esta iniciativa solidaria contando con la colaboración de otras plataformas que trabajan en el campo de lo social, para tratar de conseguir que toda persona viva con dignidad en un hogar propio, en paz y de manera permanente”. Entidades caritativo-sociales que trabajan con estas personas, y que denuncian las dificultades permanentes que afrontan estos colectivos que viven en la calle, agravadas aún más durante la pandemia.

 

 

Carta Pastoral en el Día de las Personas sin Hogar. Octubre 2022

“Fuera de cobertura”

 

Queridos diocesanos:

En la Campaña “Nadie Sin Hogar 2022”, promovida por Cáritas y un amplio número de entidades sociales, se insiste en el objetivo fundamental de que toda persona viva con dignidad en un hogar propio, de manera permanente y en paz. Este año el lema refleja la realidad sobre la desprotección social y la no realización de los propios derechos, y se nos invita, individual y colectivamente, a ser una sociedad inclusiva que genere espacios de comunidad. Estar fuera de cobertura siempre genera incertidumbre. Así lo percibimos, por ejemplo, al hablar por teléfono cuando una voz anónima advierte de esta circunstancia.

Octubre, día 30

El día central de la Campaña será el 30 de octubre, apostando absolutamente por las personas sin hogar y mirando a sus derechos fundamentales de manera global. Las entidades caritativo-sociales que trabajan con estas personas, denuncian las dificultades permanentes que afrontan estos colectivos que viven en la calle, agravadas aún más durante la pandemia. Cáritas como entidad de la Iglesia Católica, hace 30 años puso en marcha esta iniciativa solidaria contando con la colaboración de otras plataformas que trabajan en el campo de lo social, para tratar de conseguir que toda persona viva con dignidad en un hogar propio, en paz y de manera permanente.

Los mensajes recibidos estos días denuncian que el colectivo de las personas sin hogar estable se encuentra “Fuera de cobertura”, insistiendo en el laberinto al que se enfrentan perdidas en un sistema de protección social que no funciona. No tener hogar significa para esas personas vivir siempre expuestas a las miradas etéreas “que te miran pero no te ven”, o a gestos tal vez despectivos, o a actitudes violentas.

Nada que afecte a los demás, nos debe ser ajeno

Un año más la Campaña nos propone que “Digamos Basta. Nadie sin Hogar”, para que los miles de personas afectadas por el sinhogarismo gocen de los mismos derechos, relacionados con la salud, el trabajo, la vivienda digna y el acceso a los servicios sociales. En unidad, en comunión, debemos insistir en la reivindicación de sus derechos y contribuir con nuestras aportaciones y ayudas a transformar esa realidad.

La pandemia supuso el agravamiento de situaciones de miles de personas que se encontraban en la calle, en una vivienda insegura o inadecuada o que fueron objeto de los alojamientos precarios. Estas realidades confirman que los sistemas de protección social han fallado, y que han fragilizado aún más la ya de por sí debilitada situación de los más vulnerables.

“No permitas que se queden fuera”

La Campaña pretende concienciarnos de las necesidades y reivindicaciones de las personas que precisan además de nuestro apoyo, el de las instituciones y administraciones que tienen competencias para solucionar este grave problema que afecta a miles de personas que duermen en la calle o en lugares poco adecuados o insalubres. Se nos recuerda que debemos reivindicar estos derechos para las personas sin hogar, todos los días, y en todas partes.

Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

 

+Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

 

Fuente: archicompostela.es

Don Julián nos invita a los diocesanos a rezar por los misioneros y a colaborar pastoral y económicamente con las misiones

 

La Iglesia celebra este domingo día 23 de octubre el día del Domund, la tradicional fiesta misionera en la que se pide oración por los misioneros y apoyo económico a los fieles para la labor que desarrollan. En esta ocasión, el papa Francisco indica que los tres fundamentos de la vida y de la acción misionera son: “Para que seáis mis testigos”, “hasta los confines de la tierra” y “el Espíritu Santo vendrá sobre vosotros y recibiréis su fuerza”.

Con este motivo, el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, ha enviado una carta pastoral a los diocesanos en la que anima “ser misioneros y testigos, conscientes de que la identidad de la Iglesia es evangelizar, anunciando la vida, muerte y resurrección de Cristo por amor a Dios Padre y a los hombres”.

En su carta, el arzobispo compostelano recuerda que la oración, siendo la primera forma de misión, en la misión evangelizadora ha de estar acompañada por la acción caritativa-social “generando procesos de discernimiento cristiano sobre las condiciones de las pobrezas materiales y espirituales, y sobre los anhelos y reivindicaciones de los pobres, alentando el espíritu de caridad, proyectándonos hacia la sociedad con el anuncio y los gestos proféticos, como luz puesta en el candelero, y tratando de vivir un amor activo y concreto con cada ser humano”.

El arzobispo pide también conocer mejor la Sagrada Escritura “como Palabra de Dios para anunciar a Jesucristo con obras y palabras en la vida cotidiana”.

Las colectas que se hagan en los templos en este domingo se dedicarán a las Obras Misionales Pontificias.

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Carta pastoral para la Jornada del Domund 2022

 

Queridos diocesanos:

Cuando Jesús sube al cielo les dice a sus discípulos: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta el confín de la tierra” (Hech 1,8). El don del Espíritu Santo y el testimonio son la garantía de la Iglesia en su misión evangelizadora. Cristo estará donde su Iglesia dé testimonio de él y se entregue por él. Los Apóstoles comenzaron a anunciar a Cristo, acontecimiento que quienes forman la comunidad cristiana deben conocer poniendo su vida bajo esta nueva luz que le da sentido. La universalidad de la verdad de Cristo exige que sea anunciada.

El papa Francisco en su Mensaje para esta Jornada nos dice que los tres fundamentos de la vida y de la acción misionera son: “Para que seáis mis testigos”, “hasta los confines de la tierra” y “el Espíritu Santo vendrá sobre vosotros y recibiréis su fuerza”. Somos llamados a ser misioneros y testigos, conscientes de que la identidad de la Iglesia es evangelizar, anunciando la vida, muerte y resurrección de Cristo por amor a Dios Padre y a los hombres. En estos tiempos de incertidumbre, volvamos a Cristo, la Buena Noticia de la salvación, con alegría y dando testimonio. San Pablo VI escribió: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan,  es porque dan testimonio” (EN 41). Por esto en la evangelización el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van íntimamente unidos, siendo fundamental la acción del Espíritu Santo, con su fuerza e inspiración. “Recibir el gozo del Espíritu Santo, escribía el papa Francisco, es una gracia. Y es la única fuerza que podemos tener para predicar el Evangelio, para confesar la fe en el Señor” (Domund 2020).

La oración, “que es la primera forma de misión, porque es el Espíritu del Señor el que precede y permite nuestras buenas obras: la primacía es siempre de su gracia” (cf. EG 223), en la misión evangelizadora ha de estar acompañada por la acción caritativa-social, generando procesos de discernimiento cristiano sobre las condiciones de las pobrezas materiales y espirituales, y sobre los anhelos y reivindicaciones de los pobres, alentando el espíritu de caridad, proyectándonos hacia la sociedad con el anuncio y los gestos proféticos, como luz puesta en el candelero, y tratando de vivir un amor activo y concreto con cada ser humano. “No debe olvidarse, ciertamente, que nadie debe quedar excluido de nuestro amor, desde el momento que con la Encarnación del Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre… Es la hora de una nueva imaginación que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno” (NMI 49-50). El amor a los pobres es evangelio que acoge, abraza, y libera. En este sentido, la acción caritativa se conecta con las esperanzas históricas de la humanidad, y con las experiencias originarias de la fe porque derivan de una iniciativa de revelación y redención divinas. Hemos de percibir la amplia dimensión del compromiso caritativo en el anuncio de la obra salvadora y liberadora de Jesús. El pobre nos interpela, debe ser evangelizado y nos ayuda a evangelizarnos. No le podemos tratar de memoria ni por ordenador. La comunidad cristiana tiene el deber y la responsabilidad de ser el sujeto de la acción socio-caritativa, “que sin dejar de gozarse con las iniciativas de los demás, reivindica para si las obras de caridad como deber y derecho propio que no puede enajenar” (AA 8).

También necesitamos conocer mejor la Sagrada Escritura como Palabra de Dios para anunciar a Jesucristo con obras y palabras en la vida cotidiana[1]. El ministerio de la Palabra “tiene como misión iluminar, dar sentido, mostrar el verdadero significado de los acontecimientos. Sólo las Escrituras nos descubren la mirada y los designios de Dios y sólo desde ellas el hombre puede situarse ante la vida como un creyente. De lo contrario permanece ciego, en la obscuridad… La luz no es para ser contemplada ella misma, sino para poder ver la realidad sobre la que se proyecta. La lámpara se coloca sobre el candelero no para ser vista, sino para que vean los que habitan la casa (Mt 5,15)”[2]. Se trata de conocer el sentido de la vida a través de la Palabra de Dios.

Pidamos a la Virgen María, en quien la Palabra se hizo carne, y al Apóstol Santiago que derramó su sangre por el anuncio del Evangelio, intercedan ante el Señor para que fortalezca a todos los misioneros y misioneras en su labor misionera que necesita también de nuestra generosa ayuda económica.

Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

 

+Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] Cf. CEE, La nueva evangelización desde la Palabra de Dios: “Por tu Palabra echaré las redes” (Lc 5,5). Plan Pastoral 2011-2015, Madrid 2012.

[2] F. ECHEVARRÍA, El camino, el pozo y la fatiga. Claves bíblicas para una nueva evangelización, Madrid 1991, 52-53.

 

 

Noticia extraída de: archicompostela.es

Mons. Julián Barrio en la Jornada Mundial de los Migrantes y Refugiados: “Necesitamos sociedades impregnadas de una cultura del cuidado común”

El arzobispo de Santiago destaca que “El Evangelio nos lleva a comprometernos con nuestra sociedad civil, y colaborar con sus estructuras”

 

El próximo domingo día 25 de septiembre se celebra la jornada 108 del Día Mundial de los Migrantes y Refugiados. El lema de este año que propone el Papa es: “Construir el futuro con los migrantes y refugiados”, una clara invitación a promover espacios de acogida y hospitalidad en la Iglesia y en la sociedad. En una Carta Pastoral dedicada a esta jornada, el arzobispo de Santiago de Compostela recuerda que “esto sólo lo podremos hacer acompañando, escuchando, incluyendo y haciendo participar a las personas migradas. Es la forma de decidir nuestro futuro”.

Mons. Barrio destaca que la libertad humana “se desarrolla y madura al abrigo de la austeridad responsable y también del sacrificio por los demás. Por eso, la situación que vivimos nos trae una advertencia que hay que tener en cuenta: necesitamos sociedades impregnadas de una cultura del cuidado común”.

El prelado compostelano indica que “junto al esfuerzo por la justicia y la caridad de la Iglesia, está el de todos los que en la sociedad civil están siendo los buenos samaritanos de este siglo XXI. El Evangelio nos lleva a comprometernos con nuestra sociedad civil, y colaborar con sus estructuras”. Y añade que “la Iglesia representa a una embarcación que navega hacia la ciudadanía de los santos, dispuesta a rescatar y dar cobijo a quienes hayan naufragado en la vida por cualquier causa. Ella mejor que nadie, encarnada en todo tipo de lugares y culturas, sabe cuán enriquecedor resulta, junto a la solidaridad, el intercambio fraterno de experiencias y puntos de vista”.

Termina mons. Barrio en clave diocesana agradeciendo la labor de Caritas en el quehacer caritativo-social: “La doctrina de la Iglesia nos orienta para trabajar en el objetivo de la armonía social, abriendo espacios de cooperación no sólo económica, sino también religiosa y cultural, si de verdad queremos lograr una convivencia justa y pacífica para construir el futuro”.

 

Carta Pastoral de D. Julián Barrio en la Jornada Mundial de los Migrantes y Refugiados 2022:

 

 

Construir la cultura del cuidado común

 

Queridos diocesanos:

El próximo domingo, día 25 de septiembre, celebramos la 108 Jornada Mundial de los Migrantes y Refugiados. El lema que nos propone el Papa es: “Construir el futuro con los migrantes y refugiados”, invitándonos a promover espacios de acogida y hospitalidad en la Iglesia y en la sociedad. Pero esto sólo lo podremos hacer acompañando, escuchando, incluyendo y haciendo participar a las personas migradas. Es la forma de decidir nuestro futuro.

La nueva situación nos exige autodisciplina y responsabilidad. Estos valores deben traducirse en comportamientos concretos y cotidianos que no pueden pasarnos desapercibidos. De su observancia depende una nueva experiencia que nos reafirma en la necesidad de considerar en cada momento qué modelo de sociedad y cultura se está promoviendo. Cuando la voluntad individual y sus éxitos se exhiben como si fuesen la genuina expresión de la libertad, ¿cómo detener entonces la inercia del individualismo para que el barco vire en medio de la tormenta rumbo hacia el interés común? ¿Qué tierra acogerá la semilla del cuidado y responsabilidad por los demás, si en ella no se han ido cultivando los valores de la justicia social? “No hay futuro sin justicia. La urgencia de la justicia se da en un mundo dividido y lleno de brechas que se pueden sanar y reconciliar, y nunca convertir en rentas para provechos electorales y para alcanzar el poder”[1].

En todo este proceso hay que reconocer una responsabilidad personal, pero también institucional. La libertad humana no crece espontáneamente como una espora. Se desarrolla y madura al abrigo de la austeridad responsable y también del sacrificio por los demás. Por eso, la situación que vivimos nos trae una advertencia que hay que tener en cuenta: necesitamos sociedades impregnadas de una cultura del cuidado común. “La solidaridad no es un simple sentimiento de compasión con los más débiles o con la persona necesitada que está junto a mí”, es “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”[2].

Junto al esfuerzo por la justicia y la caridad de la Iglesia, está el de todos los que en la sociedad civil están siendo los buenos samaritanos de este siglo XXI. El Evangelio nos lleva a comprometernos con nuestra sociedad civil, y colaborar con sus estructuras. “El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de caridad”[3].

“Nadie debe ser excluido. Su proyecto es esencialmente inclusivo y sitúa en el centro a los habitantes de las periferias existenciales. Entre ellos hay muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata. Es con ellos que Dios quiere edificar su reino, porque sin ellos no sería el reino que Dios quiere. La inclusión de las personas más vulnerables es una condición necesaria para obtener la plena ciudadanía. De hecho dice el Señor: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme (Mt 25,34-36)”[4]. Todos somos miembros de un mismo cuerpo, esencialmente solidarios consciente y moralmente.

Hemos de preguntarnos: ¿cuál es la actitud de quienes nos decimos cristianos ante los migrantes y refugiados? ¿No es posible que nuestra indiferencia contribuya a que estas personas sientan como ajeno un pueblo cuya acogida no se identifica con la que promueve el Evangelio? Necesitamos acompañarles y ser acompañados por ellos. La Iglesia representa a una embarcación que navega hacia la ciudadanía de los santos, dispuesta a rescatar y dar cobijo a quienes hayan naufragado en la vida por cualquier causa. Ella mejor que nadie, encarnada en todo tipo de lugares y culturas, sabe cuán enriquecedor resulta, junto a la solidaridad, el intercambio fraterno de experiencias y puntos de vista. “Aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura” (Heb 13,14).

 

Compromiso diocesano

Agradezco mucho la labor de Caritas en el quehacer caritativo-social. La doctrina de la Iglesia nos orienta para trabajar en el objetivo de la armonía social, abriendo espacios de cooperación no sólo económica, sino también religiosa y cultural, si de verdad queremos lograr una convivencia justa y pacífica para construir el futuro. ¡Tengamos presentes también en nuestra oración a los Migrantes y Refugiados!

 

Os saluda con afecto y bendice en el Señor.

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] Mensaje de los Obispos de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española 2022, 1.

[2] JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis, 38.

[3] FRANCISCO, Laudato si’, 231.

[4] FRANCISCO, Mensaje para la 108Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2022.

 

Fuente: archicompostela.es