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El arzobispo de Santiago pide en ‘Camino de Pascua’ “no renunciar a la santidad ni cultivar prejuicios”

 

En el programa «CAMINO DE PASCUA» emitido en TRECE y COPE.es , donde se nos invita a preparar la Semana Santa, a recorrer el camino cuaresmal de la mano de los obispos españoles, este pasado viernes fue D. Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela quien compartió sus reflexiones del Evangelio del diálogo de Jesús a la samaritana en estos tiempos de cuaresma.

En palabras del arzobispo:

«En este tiempo cuaresmal necesitamos de manera especial el silencio interior para escuchar esas preguntas que llevamos dentro»

 

«También en esta cuaresma, Jesús viene al pozo de nuestra vida para pedirnos que le demos de beber»

 

«No renunciemos a la santidad, salgamos de nosotros mismos y pongamos la atención en lo esencial». ¡Buen camino hacia la Pascua!

 

Ver el programa completo aquí

 

 

 

 

 

Charla cuaresmal del arzobispo de Santiago de Compostela

 

TRECE nos prepara para la Semana Santa con «CAMINO DE PASCUA».  La cadena ofrece cada viernes de Cuaresma un espacio para compartir la Palabra de Dios con reflexiones de los obispos españoles.

Este viernes, 5 de marzo, a las 11.30h, y a las 21.00h, TRECE te invita a recorrer juntos el camino cuaresmal que nos conducirá a la celebración de la Pascua de la mano de D. Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela

 

Fuente: pastoralsantiago.org

Mensaje de nuestro arzobispo D. Julián en la Cuaresma

 

 

Fuente: archicompostela.es

D. Julian en esta Cuaresma nos llama a vivir la experiencia de la conversión que nos compromete a vivir la fraternidad sin límites.

 

En su Carta Pastoral para la Cuaresma, el arzobispo de Santiago recuerda el mensaje del papa Francisco para este tiempo litúrgico que se inicia el próximo miércoles día 17 con la imposición de la ceniza. Monseñor Barrio indica que el pontífice nos dice que la Cuaresma “es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad . El propio arzobispo señala que «hemos de interpretar esta Cuaresma en el contexto del Año Santo Compostelano, año de la gran perdonanza«, como un «tiempo de gracia y bendición para los que sufren y han perdido la esperanza, y tiempo de sanación y de encuentro».

D Julián nos pide a los diocesanos “vivir la experiencia de la conversión como algo personal con un corazón nuevo, como una vocación a la que tenemos que darle respuesta permanentemente, tomando conciencia de la Providencia divina”, al tiempo que nos invita a alentar y acompañar “a los demás con gestos sencillos y amables” . La gracia de ser hijos de Dios, por la acción de Jesucristo, «nos compromete a vivir la fraternidad que no tiene límites«.

El arzobispo nos recuerda «la celebración de las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 12 y el sábado 13 de marzo, dejándonos guiar por las palabras de Jesús a la pecadora perdonada: “Han quedado perdonados tus pecados” (Lc 7,48). En la adoración eucarística encontramos también el ambiente propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás

 

  • Carta Pastoral del arzobispo de Santiago de Compostela en la Cuaresma del 2021:

 

Vivir la fraternidad

 

Queridos diocesanos:

El Papa en su Mensaje para la Cuaresma nos dice que esta es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad[1]. La Iglesia acompaña la vida, sostiene la esperanza y quiere ser signo de unidad para tender puentes, derribar muros, sembrar reconciliación[2]. En este proceso hemos de mantener nuestra identidad que siempre ha de ajustarse al Evangelio de Jesucristo, de lo contrario “habremos perdido la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza y la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados-enviados”[3]. Este es el tono con que hemos de interpretar esta Cuaresma en el contexto del Año Santo Compostelano, año de la gran perdonanza, tiempo de gracia y bendición para los que sufren y han perdido la esperanza, y tiempo de sanación y de encuentro, en el que hemos de “aprender a cultivar una memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones”[4], apoyándonos en la tradición apostólica que fundamenta nuestra fe.

Llamada a la conversión

Reiteradamente oímos que la pandemia está generando una crisis religiosa, sanitaria, económica y social. Consecuencia de ello es el aturdimiento espiritual que manifestamos en no pocas ocasiones, mirando lo que acontece desde un punto de vista exclusivamente humano y no desde la fe pues el Señor sigue en la barca con nosotros. Y este aturdimiento se hace palpable desconfianza. Nos falta reflexión interior. “Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Heb 3,7-8). No es extraño que el Señor como a sus apóstoles nos diga: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” (Mc 4,40). La falta de fe genera siempre pesimismo espiritual, olvidando que “todo lo podemos en Aquel que nos conforta” (cf. Fil 4,13). En esta Cuaresma se nos llama a vivir la experiencia de la conversión como algo personal con un corazón nuevo, como una vocación a la que tenemos que darle respuesta permanentemente, tomando conciencia de la Providencia divina: “¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. Más aún, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No tengáis miedo” (Lc 12,6-7; Mt 10,29-30). Son alentadoras las palabras de Pablo cuando escribe: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y el no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla” (1Co 10,13). La esperanza, dice el Papa, es como agua viva que nos permite continuar nuestro camino, alentando y acompañando a los demás con gestos sencillos y amables. No olvidemos que la identidad del cristiano va unida a la participación en el Misterio de Cristo. Como subraya san Agustín, nosotros somos hijos de Dios por la acción de Jesucristo: Somos hijos en el Hijo (cf. Rom 8,14-17). “Sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad”[5]. No podemos olvidar nuestra condición filial irrenunciable: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (1Jn 3,1). Esta gracia de hijos de Dios nos compromete a vivir la fraternidad que no tiene límites: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,44-45). La fe y la esperanza deben manifestarse en la caridad que “es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión”[6]. La Iglesia nos llama en este tiempo cuaresmal a practicar el ayuno, la limosna y la oración, actitudes que son el puente de la Cuaresma hacia la Pascua, sabiendo que nuestro único mérito es la misericordia de Dios como manifestaba San Bernardo.

24 Horas para el Señor

En este camino cuaresmal os recuerdo la celebración de las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 12 y el sábado 13 de marzo, dejándonos guiar por las palabras de Jesús a la pecadora perdonada: “Han quedado perdonados tus pecados” (Lc 7,48). En la adoración eucarística encontramos también el ambiente propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás. Pido que en las parroquias, en las comunidades religiosas y en nuestros Seminarios se programen momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales en el contexto de esta celebración.

¡Buen camino hacia la Pascua! Os saluda con afecto y bendice en el Señor.

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma de 2021.

[2]Cf. FRANCISCO, Fratelli tutti, 276.

[3] Ibid., 277.

[4] Ibid., 226.

[5] FRANCISCO, Fratelli tutti, 272.

[6] FRANCISCO, Mensaje…, 3.

 

Fuente: archicompostela.es

Mensaje del Papa para la Cuaresma: «Un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad»

En su mensaje para la Cuaresma 2021, el Santo Padre Francisco alienta a los cristianos a prepararse para la celebración de la Pascua, recorriendo un camino de conversión basado en tres puntos clave: La fe, la esperanza y la caridad, expresadas en tres gestos concretos que podemos aplicar en nuestra vida diaria: el ayuno, la oración y la limosna.

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2021

 

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…» (Mt 20,18).
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

 

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

2. La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino  

La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’3233;4344). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).

3. La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual.

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.

Francisco

 

Se puede descargar aquí

Fuente: vatican.va

Material para vivir la Cuaresma y la Pascua de ACG

¡ANUNCIA LA PASCUA DE JESÚS CON OBRAS Y PALABRAS!

 

Desde la Acción Católica General nos quieren ofrecer este material que esperan que nos ayude a vivir el tiempo de Cuaresma y Pascua de una manera más profunda, con la Palabra de Dios como referencia y revisando nuestra vida para poner de forma especial nuestra mirada en Jesús.

La propuesta se puede utilizar tanto a nivel comunitario como a nivel personal. Y cuenta además con diferentes y variados recursos.

Para los adultos y jóvenes, además de la lectio divina con el Evangelio de cada domingo, se puede encontrar una revisión de vida para profundizar en las actitudes de san José (ternura, obediencia, acogida, valentía…) y un vía crucis.

Para infancia nos proponen una sencilla revisión de vida que comenzará el miércoles de ceniza y llegará hasta la Pascua, con una propuesta en la que se irá construyendo un rincón de oración.

Se pueden descargar el material en el siguiente enlace

 

Fuente: accioncatolicageneral.es