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Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo 2024: «Hagamos crecer la cultura de la ternura»

«Cuidemos a los que sufren y están solos», «los enfermos, los frágiles, los pobres están en el corazón de la Iglesia y deben estar también en el centro de nuestra atención humana y pastoral». Así lo escribe el Papa Francisco en su mensaje para la XXXII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo 11 de febrero, y cuyo texto íntegro adjuntamos: 

 

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA XXXII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

11 de febrero de 2024

«No conviene que el hombre esté solo».
Cuidar al enfermo cuidando las relaciones

 

«No conviene que el hombre esté solo» (Gn 2,18). Desde el principio, Dios, que es amor, creó el ser humano para la comunión, inscribiendo en su ser la dimensión relacional. Así, nuestra vida, modelada a imagen de la Trinidad, está llamada a realizarse plenamente en el dinamismo de las relaciones, de la amistad y del amor mutuo. Hemos sido creados para estar juntos, no solos. Y es precisamente porque este proyecto de comunión está inscrito en lo más profundo del corazón humano, que la experiencia del abandono y de la soledad nos asusta, es dolorosa e, incluso, inhumana. Y lo es aún más en tiempos de fragilidad, incertidumbre e inseguridad, provocadas, muchas veces, por la aparición de alguna enfermedad grave.

Pienso, por ejemplo, en cuantos estuvieron terriblemente solos durante la pandemia de Covid-19; en los pacientes que no podían recibir visitas, pero también en los enfermeros, médicos y personal de apoyo, sobrecargados de trabajo y encerrados en las salas de aislamiento. Y obviamente no olvidemos a quienes debieron afrontar solos la hora de la muerte, solo asistidos por el personal sanitario, pero lejos de sus propias familias.

Al mismo tiempo, me uno con dolor a la condición de sufrimiento y soledad de quienes, a causa de la guerra y sus trágicas consecuencias, se encuentran sin apoyo y sin asistencia. La guerra es la más terrible de las enfermedades sociales y son las personas más frágiles las que pagan el precio más alto.

Sin embargo, es necesario subrayar que, también en los países que gozan de paz y cuentan con mayores recursos, el tiempo de la vejez y de la enfermedad se vive a menudo en la soledad y, a veces, incluso en el abandono. Esta triste realidad es consecuencia sobre todo de la cultura del individualismo, que exalta el rendimiento a toda costa y cultiva el mito de la eficiencia, volviéndose indiferente e incluso despiadada cuando las personas ya no tienen la fuerza necesaria para seguir ese ritmo. Se convierte entonces en una cultura del descarte, en la que «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—.» (Carta enc. Fratelli tutti, 18). Desgraciadamente, esta lógica también prevalece en determinadas opciones políticas, que no son capaces de poner en el centro la dignidad de la persona humana y sus necesidades, y no siempre favorecen las estrategias y los medios necesarios para garantizar el derecho fundamental a la salud y el acceso a los cuidados médicos a todo ser humano. Al mismo tiempo, el abandono de las personas frágiles y su soledad también se agravan por el hecho de reducir los cuidados únicamente a servicios de salud, sin que éstos vayan sabiamente acompañados por una “alianza terapéutica” entre médico, paciente y familiares.

Nos hace bien volver a escuchar esa palabra bíblica: ¡no conviene que el hombre esté solo! Dios la pronuncia al comienzo mismo de la creación y nos revela así el sentido profundo de su designio sobre la humanidad, pero, al mismo tiempo, también la herida mortal del pecado, que se introduce generando recelos, fracturas, divisiones y, por tanto, aislamiento. Esto afecta a la persona en todas sus relaciones; con Dios, consigo misma, con los demás y con la creación. Ese aislamiento nos hace perder el sentido de la existencia, nos roba la alegría del amor y nos hace experimentar una opresiva sensación de soledad en todas las etapas cruciales de la vida.

Hermanos y hermanas, el primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad es el de una cercanía llena de compasión y de ternura. Por eso, cuidar al enfermo significa, ante todo, cuidar sus relaciones, todas sus relaciones; con Dios, con los demás —familiares, amigos, personal sanitario—, con la creación y consigo mismo. ¿Es esto posible? Claro que es posible, y todos estamos llamados a comprometernos para que sea así. Fijémonos en la imagen del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37), en su capacidad para aminorar el paso y hacerse prójimo, en la actitud de ternura con que alivia las heridas del hermano que sufre.

Recordemos esta verdad central de nuestra vida, que hemos venido al mundo porque alguien nos ha acogido. Hemos sido hechos para el amor, estamos llamados a la comunión y a la fraternidad. Esta dimensión de nuestro ser nos sostiene de manera particular en tiempos de enfermedad y fragilidad, y es la primera terapia que debemos adoptar todos juntos para curar las enfermedades de la sociedad en la que vivimos.

A ustedes que padecen una enfermedad, temporal o crónica, me gustaría decirles: ¡no se avergüencen de su deseo de cercanía y ternura! No lo oculten y no piensen nunca que son una carga para los demás. La condición de los enfermos nos invita a todos a frenar los ritmos exasperados en los que estamos inmersos y a redescubrirnos a nosotros mismos.

En este cambio de época en el que vivimos, nosotros los cristianos estamos especialmente llamados a hacer nuestra la mirada compasiva de Jesús. Cuidemos a quienes sufren y están solos, e incluso marginados y descartados. Con el amor recíproco que Cristo Señor nos da en la oración, sobre todo en la Eucaristía, sanemos las heridas de la soledad y del aislamiento. Cooperemos así a contrarrestar la cultura del individualismo, de la indiferencia, del descarte, y hagamos crecer la cultura de la ternura y de la compasión.

Los enfermos, los frágiles, los pobres están en el corazón de la Iglesia y deben estar también en el centro de nuestra atención humana y solicitud pastoral. No olvidemos esto. Y encomendémonos a María Santísima, Salud de los Enfermos, para que interceda por nosotros y nos ayude a ser artífices de cercanía y de relaciones fraternas.

 

Roma, San Juan de Letrán, 10 de enero de 2024

Francisco

 

 

 

Fuente: vatican.va

Carta Pastoral de nuestro arzobispo D. Julián en el Día del Enfermo

 

La Iglesia celebra el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Jornada Mundial del Enfermo. En este día se inicia la X Campaña del Enfermo, que concluirá con la Pascua del Enfermo, el VI Domingo de Pascua, este año será el 14 de mayo.

El arzobispo de Santiago ha dirigido a todos los diocesanos una Carta Pastoral en la que les invita a sentir muy cercanas a las personas enfermas acompañándolas en su situación concreta: “Hemos de cuidar a nuestros mayores y de manera especial si se encuentran enfermos ya estén en casa, en las residencias o en los hospitales. Muchos de ellos añaden a la enfermedad el peso de los años. Hemos de dejarnos cautivar por su rostro desgastado y surcado por las arrugas en las que se perciben ecos de esperanza, evitando la «cultura del descarte» y caminando con y junto a ellos como Dios «que es cercanía, compasión y ternura”, lo hace»”.

 

 

Carta Pastoral en el Día del Enfermo 2023

“Déjate cautivar por su rostro desgastado”

 

Queridos diocesanos:

En la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes celebramos la XXXI Jornada Mundial del Enfermo, sintiendo muy cercanas a las personas enfermas y acompañándolas en la situación concreta. Orienta nuestra reflexión el lema: “No me rechaces ahora en la vejez, no me abandones” (Sal 71,9).

Nuestros mayores

Miramos a nuestros mayores de manera especial. Con este sentir el papa Francisco llama a la Iglesia a fijarse en la parábola de Buen Samaritano. Hemos de cuidar a nuestros mayores y de manera especial si se encuentran enfermos ya estén en casa, en las residencias o en los hospitales. Muchos de ellos añaden a la enfermedad el peso de los años. Hemos de dejarnos cautivar por su rostro desgastado y surcado por las arrugas en las que se perciben ecos de esperanza, evitando la “cultura del descarte” y caminando con y junto a ellos como Dios “que es cercanía, compasión y ternura”, lo hace. La necesidad “del cuidado y de la compasión” nos urge a todos. Cuidar a nuestros mayores más que una obligación, recordada en el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, es algo que debemos sentir como una necesidad no sólo por caridad sino también por justicia. Es verdad que la enfermedad puede acompañarnos siendo niños, jóvenes, adultos o mayores. Percibimos esta realidad en nosotros o en los demás en la vida de cada día. “La enfermedad forma parte de nuestra experiencia humana. Pero, si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana”[1]. En nuestro peregrinar humano necesitamos ser acompañados y acompañar si queremos llegar lejos, tratando de que los demás no nos pasen desapercibidos en su situación concreta. “Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida… Viajamos constantemente por el carril rápido, cargados de emociones, de adrenalina, de estímulos, y eso hace que no tengamos nunca el tiempo y la tranquilidad que necesitamos para reflexionar y preguntarnos qué es lo realmente importante”[2].

“Cuida de él” (Lc 10,35)

Cuida de él” (Lc 10,35) es la recomendación del samaritano al posadero. Jesús nos lo recuerda también a cada uno de nosotros, y al final nos exhorta: “Anda y haz tú lo mismo”. Escribe el papa Francisco: “La Encíclica Fratelli tutti propone una lectura actualizada de la parábola del buen samaritano. La escogí como eje, como punto de inflexión, para poder salir de las sombras de un mundo cerrado y pensar y gestar un mundo abierto (cf. n. 56). De hecho, existe una conexión profunda entre esta parábola de Jesús y las múltiples formas en las que se niega hoy la fraternidad. En particular, el hecho de que la persona golpeada y despojada sea abandonada al borde del camino, representa la condición en la que se deja a muchos de nuestros hermanos y hermanas cuando más necesitados están de ayuda. No es fácil distinguir cuáles agresiones contra la vida y su dignidad proceden de causas naturales y cuáles, en cambio, provienen de la injusticia y la violencia. En realidad, el nivel de las desigualdades y la prevalencia de los intereses de unos pocos ya afectan a todos los entornos humanos, hasta tal punto que resulta difícil considerar cualquier experiencia como natural. Todo sufrimiento tiene lugar en una cultura y en medio de sus contradicciones”[3].

Agentes sanitarios y familias

Decía el papa Benedicto XVI, “Jesús, que está atento al sufrimiento humano, nos hace pensar también en todos aquellos que ayudan a los enfermos a llevar su cruz, especialmente en los médicos, en los agentes sanitarios y en quienes prestan la asistencia religiosa en los hospitales. Son reservas de amor, que llevan serenidad y esperanza a los que sufren. En la encíclica Deus caritas estexpliqué que, en este valioso servicio, hace falta ante todo competencia profesional -que es una primera necesidad fundamental-, pero esta por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, que necesitan humanidad y atención cordial. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una formación del corazón: se les ha de guiar hacia el encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro”[4].

No me olvido y agradezco con afecto a tantas familias que en sus casas atienden y cuidan a los mayores enfermos. No olvidéis que compartir la debilidad de las personas enfermas es tallar para sí un corazón misericordioso. “La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por su propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene de lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón”[5].

¡Santa María, “Salud de los enfermos, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”! Queridos enfermos y enfermas, os tengo muy presentes en mi oración y me encomiendo a la vuestra. Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Mensaje del Papa Francisco para la XXXI Jornada Mundial del Enfermo en 2023.

[2] C. HONORÉ, Elogio de la lentitud.

[3] Mensaje del Papa …

[4] BENEDICTO XVI, Angelus del 1-7-2012.

[5] FRANCISCO, Misericordiae vultus, nº 6.

 

 

Fuente:archicompostela.es

Materiales para la Campaña del Enfermo 2023

 

La Iglesia celebra el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Jornada Mundial del Enfermo. La Iglesia en España inicia este día la Campaña del Enfermo, que concluirá con la Pascua del Enfermo, el VI Domingo de Pascua, este año será el 14 de mayo«DÉJATE CAUTIVAR POR SU ROSTRO DESGASTADO» es el lema para esta Campaña que pone el foco en el cuidado de los mayores.

 

Mensaje del Papa Francisco

Materiales para la Campaña

El departamento de Pastoral de la Salud ha preparado una serie de materiales para esta Jornada en los que explican las líneas fundamentales de la Campañaofrecen unos temas para la formación y para reflexionar sobre el cuidado de los mayores y un subsidio litúrgico para las celebraciones eucarísticas del día. Además de un cartel y una estampa..

 

Orientaciones y subdidio litúrgico
Materiales de formación
Estampa
Cartel

 

 

Tened la certeza de estar cada uno en el “corazón” de la Iglesia

El obispo responsable de la Pastoral de la Salud, Mons. Vicente Ribas Prats, dedica las primeras líneas de la presentación de los materiales a saludar y agradecer la misión pastoral de los que «cuidáis a quienes padecen por la enfermedad y las limitaciones que los años nos van imponiendo». Una misión pastoral que «siempre actualiza la caridad de Cristo que tuvo en los que sufren a sus preferidos. Tened la certeza de estar cada uno en el <corazón> de la Iglesia».

En esta Campaña del enfermo, explica, «se nos pone en primer plano a nuestros mayores». Se nos propone «dejarnos cautivar por su rostro” y acoger la invitación del papa Francisco de «volver a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño” (Evangelii gaudium 288).

«Conviene más que nunca -afirma- comenzar una reflexión cuidadosa, clarividente y honesta sobre cómo la sociedad contemporánea debería “acercarse” a la población de edad avanzada (Academia Pontificia para la Vida, La vejez: nuestro futuro…). Y puntualiza, «No se necesitan estrategias, sino relaciones humanas».

Formarse para el cuidado

Los materiales de formación que ha editado el departamento de Pastoral de la Salud están orientados a ayudar a los que trabajan en esta Pastoral y a las comunidades parroquiales que llevan a cabo la labor de visitar y acompañar «a quienes viven en el otoño de la vida, dejándonos cautivar por su mirada».

Se proponen distintos temas relacionados con el cuidado a los mayores y el acompañamiento a los que acompañan, tanto familiares como profesionales. Además, de unas propuestas concretas en la pastoral del mayor.

También se pueden encontrar entre los materiales de la campaña cinco criterios para la reflexión: Promover una actitud de estima hacia los mayores, la familia es el ámbito adecuado para el cuidado de los mayores, integrarlos en la misión evangelizadora de la Iglesia, cuidar la espiritualidad de los mayores, y una pastoral transversal e intergeneracional.

 

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

11 de febrero, Jornada del Enfermo con el lema «Acompañar en el sufrimiento»

 

Hospitales, domicilios, residencias de ancianos. La Iglesia siempre acompaña en el sufrimiento.

La Iglesia celebra el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO. 

«Acompañar en el sufrimiento» es el lema que propone el departamento de Pastoral de la Salud, para esta Jornada instituida hace 30 años por san Juan Pablo II para sensibilizar sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan.

 

¿Ya has leído el Mensaje del Papa Francisco y la Carta Pastoral de nuestro Arzobispo, D. Julián con motivo de esta jornada? En los siguientes enlaces las puedes encontrar.

 

MENSAJE del PAPA FRANCISCO con motivo de la JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

 

CARTA PASTORAL de D. JULIÁN con motivo de la JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

 

 

 

 

 

Carta Pastoral de nuestro arzobispo en el Día del Enfermo 2022

 

Hace ya treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan.

Cada 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Iglesia celebra también esta jornada para simbolizar la voluntad de ponerse al servicio del otro, del prójimo, para ayudarlo y acompañarlo en su padecimiento. Con tal motivo el arzobispo de Santiago, mons. Julián Barrio, ha dirigido a todos los diocesanos esta Carta Pastoral:

 

Carta Pastoral en el Día del Enfermo 2022

 

Queridos diocesanos:

En la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes celebramos la XXX Jornada Mundial del Enfermo. Este año se nos pide: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Con esta motivación el papa Francisco llama a toda la Iglesia a vivir la experiencia de la misericordia con el enfermo. Ella es visible y palpable en la ternura de los que cuidan a los más frágiles y necesitados, en el perdón mutuo y en el sacramento de la reconciliación. Por eso deseo que todos tengamos abiertos los oídos del corazón para percibir el susurro del Espíritu que nos indica: “sed misericordiosos los unos con los otros”. Estoy seguro de que ninguno de nosotros puede decir que no necesita de la misericordia de Dios y de la de los demás. Y los demás esperan siempre nuestra actitud misericordiosa para ser mirados con los ojos del corazón.

Cristo, rostro de la misericordia del Padre

“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret. El Padre, “rico en misericordia” (Ef 2,4), después de haber revelado su nombre a Moisés como  “Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad” (Ex 34,6), no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la “plenitud del tiempo” (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Él envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él ve al Padre (cfr Jn 14,9). Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”[1].

No es difícil fascinarse ante la grandiosidad y belleza de la creación, pero como afirmaba el papa emérito Benedicto XVI, esta inmensidad y poder son superados todavía por la grandeza y belleza de la misericordia[2]. Sin duda, la primera es accesible a todos los ojos, y la segunda sólo a los del corazón. Los que más de cerca viven este misterio son aquellos hombres y mujeres que experimentan la ternura de Dios. Testigos veraces de ella son para nosotros el leproso tocado por Jesús (Mc 1,40-45), la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,3-10), el publicano cobrador de impuestos (Mt 9,9), la mujer que padecía flujos de sangre (Lc 8,43-48) o el paralítico al que le fueron perdonados sus pecados (Lc 5,24). Pedro dejándose lavar los pies comprendió que su amor por Cristo no provenía de sí mismo (Jn 13,9); Pablo, presumiendo ser buscador del Señor se dejó alcanzar por Él (Flp 3,12-14). Todas estas experiencias que nos acerca la Palabra de Dios son iconos vivos donde todos podemos contemplar y dejarnos hacer por misericordia. El mismo Jesús en la cruz abre su corazón “desentrañándose” por la humanidad. “Cristo no sólo habla de misericordia y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica. El mismo es, en cierto sentido, la misericordia”[3]¡Verdaderamente cada gota del Evangelio contiene el océano de la misericordia! “Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de sus interlocutores y respondía a sus necesidades más reales”[4].

La misericordia, idioma universal

La misericordia habla un idioma que es universal. Todos hemos sido testigos de ella y la experimentamos a lo largo de la vida en la ternura y cuidado que nos ofrecen los demás en las diferentes etapas de nuestra vida y, sobre todo en la experiencia de la enfermedad. También nosotros tocamos el borde del manto de Jesús cuando se nos conmueven las entrañas y ofrecemos nuestra mano a los que sufren o cuando la compasión de los demás hacia nuestra fragilidad nos acerca el sol de la misericordia divina. Tengo presente a muchas religiosas y religiosos, a tantas madres de familia y a tantas otras personas que en sus casas atienden y cuidan a enfermos. ¡Cómo no hacer referencia a médicos, enfermeras, enfermeros y personal sanitario en el delicado cuidado de los enfermos en los hospitales! Compartiendo la debilidad de las personas enfermas se tallan para sí un corazón misericordioso. En este sentido nos dice el papa Francisco: “La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por su propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene de lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón”[5].

María, madre de misericordia

Miremos a María diciéndole: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”. María es madre de misericordia, la tuvo en su seno y la sostuvo en sus brazos; pudo nacer de ella, porque se hizo humilde sierva de la Palabra de Dios. A vosotros, queridos enfermos y enfermas, os tengo muy presentes en mi oración con la intercesión de la Virgen María, salud de los enfermos.

Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Bula Misericordiae vultus1.

[2] Cf. Benedicto XVI, Audiencia general. Miércoles 1 de febrero de 2006.

[3] San Juan Pablo II, Carta encíclica “Dives in misericordia”, 2.

[4] FRANCISCO, Bula “Misericordiae vultus”, 8.

[5] FRANCISCO, Ibid., 6.

 

Fuente: archicompostela.es

Campaña Mundial del Enfermo 2022

La Iglesia celebra el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO. Este día se inicia la Campaña que concluye el 22 de mayo, cuando la Iglesia en España celebra la PASCUA DEL ENFERMO.

 

 

«ACOMPAÑAR EN EL SUFRIMIENTO» es el lema que propone el departamento de Pastoral de la Salud, para esta jornada instituida hace 30 años por san Juan Pablo II para sensibilizar sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan.

 

Desde la Conferencia Episcopal Española y el Departamento de Pastoral de la Salud nos proponen una serie de MATERIALES para esta Jornada Mundial del Enfermo: carteles (en castellano y en gallego) y una oración, que se puede descargar también en castellano y en gallego.

 

 

El papa Francisco, en su mensaje, recuerda con agradecimiento que en este tiempo se ha avanzado bastantepero, puntualiza, «todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado».

A continuación compartimos el texto íntegro del mensaje del Papa Francisco que se publicó en su momento para esta jornada:

 

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO

PARA LA XXX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

11 de febrero de 2022

«Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).
Estar al lado de los que sufren en un camino de carida
d

 

Queridos hermanos y hermanas:

Hace treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan [1].

Estamos agradecidos al Señor por el camino realizado en las Iglesias locales de todo el mundo durante estos años. Se ha avanzado bastante, pero todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado. Que la XXX Jornada Mundial del Enfermo —cuya celebración conclusiva no tendrá lugar en Arequipa, Perú, debido a la pandemia, sino en la Basílica de San Pedro en el Vaticano— pueda ayudarnos a crecer en el servicio y en la cercanía a las personas enfermas y a sus familias.

1. Misericordiosos como el Padre

El tema elegido para esta trigésima Jornada, «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso»(Lc 6,36), nos hace volver la mirada hacia Dios «rico en misericordia» (Ef 2,4), que siempre mira a sus hijos con amor de padre, incluso cuando estos se alejan de Él. De hecho, la misericordia es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza. Es fuerza y ternura a la vez. Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la maternidad (cf. Is 49,15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre, siempre dispuesto a darnos nueva vida en el Espíritu Santo.

2. Jesús, misericordia del Padre

El testigo supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su Hijo unigénito. ¡Cuántas veces los Evangelios nos narran los encuentros de Jesús con personas que padecen diversas enfermedades! Él «recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de los judíos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente» (Mt 4,23). Podemos preguntarnos: ¿por qué esta atención particular de Jesús hacia los enfermos, hasta tal punto que se convierte también en la obra principal de la misión de los apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar el Evangelio y a curar a los enfermos? (cf. Lc 9,2).

Un pensador del siglo XX nos sugiere una motivación: «El dolor aísla completamente y es de este aislamiento absoluto del que surge la llamada al otro, la invocación al otro» [2]. Cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican; hallar respuesta a la pregunta sobre el sentido de todo lo que sucede es cada vez más urgente. Cómo no recordar, a este respecto, a los numerosos enfermos que, durante este tiempo de pandemia, han vivido en la soledad de una unidad de cuidados intensivos la última etapa de su existencia atendidos, sin lugar a dudas, por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos y de las personas más importantes de su vida terrenal. He aquí, pues, la importancia de contar con la presencia detestigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre [3].

3. Tocar la carne sufriente de Cristo

La invitación de Jesús a ser misericordiosos como el Padre adquiere un significado particular para los agentes sanitarios. Pienso en los médicos, los enfermeros, los técnicos de laboratorio, en el personal encargado de asistir y cuidar a los enfermos, así como en los numerosos voluntarios que donan un tiempo precioso a quienes sufren. Queridos agentes sanitarios, su servicio al lado de los enfermos, realizado con amor y competencia, trasciende los límites de la profesión para convertirse en una misión. Sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre. Sean conscientes de la gran dignidad de su profesión, como también de la responsabilidad que esta conlleva.

Bendigamos al Señor por los progresos que la ciencia médica ha realizado, sobre todo en estos últimos tiempos. Las nuevas tecnologías han permitido desarrollar tratamientos que son muy beneficiosos para las personas enfermas; la investigación sigue aportando su valiosa contribución para erradicar enfermedades antiguas y nuevas; la medicina de rehabilitación ha desarrollado significativamente sus conocimientos y competencias. Todo esto, sin embargo, no debe hacernos olvidar la singularidad de cada persona enferma, con su dignidad y sus fragilidades [4]. El enfermo es siempre más importante que su enfermedad y por eso cada enfoque terapéutico no puede prescindir de escuchar al paciente, de su historia, de sus angustias y de sus miedos. Incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir una cercanía que muestra interés por la persona antes que por su patología. Por eso espero que la formación profesional capacite a los agentes sanitarios para saber escuchar y relacionarse con el enfermo .

4. Los centros de asistencia sanitaria, casas de misericordia

La Jornada Mundial del Enfermo también es una ocasión propicia para centrar nuestra atención en los centros de asistencia sanitaria. A lo largo de los siglos, la misericordia hacia los enfermos ha llevado a la comunidad cristiana a abrir innumerables “posadas del buen samaritano”, para acoger y curar a enfermos de todo tipo, sobre todo a aquellos que no encontraban respuesta a sus necesidades sanitarias, debido a la pobreza o a la exclusión social, o por las dificultades a la hora de tratar ciertas patologías. En estas situaciones son sobre todo los niños, los ancianos y las personas más frágiles quienes sufren las peores consecuencias. Muchos misioneros, misericordiosos como el Padre, acompañaron el anuncio del Evangelio con la construcción de hospitales, dispensarios y centros de salud. Son obras valiosas mediante las cuales la caridad cristiana ha tomado forma y el amor de Cristo, testimoniado por sus discípulos, se ha vuelto más creíble. Pienso sobre todo en los habitantes de las zonas más pobres del planeta, donde a veces hay que recorrer largas distancias para encontrar centros de asistencia sanitaria que, a pesar de contar con recursos limitados, ofrecen todo lo que tienen a su disposición. Aún queda un largo camino por recorrer y en algunos países recibir un tratamiento adecuado sigue siendo un lujo. Lo demuestra, por ejemplo, la falta de disponibilidad de vacunas contra el virus del Covid-19 en los países más pobres; pero aún más la falta de tratamientos para patologías que requieren medicamentos mucho más sencillos.

En este contexto, deseo reafirmar la importancia de las instituciones sanitarias católicas: son un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener; su presencia ha caracterizado la historia de la Iglesia por su cercanía a los enfermos más pobres y a las situaciones más olvidadas [5]. ¡Cuántos fundadores de familias religiosas han sabido escuchar el grito de hermanos y hermanas que no disponían de acceso a los tratamientos sanitarios o que no estaban bien atendidos y se han entregado a su servicio! Aún hoy en día, incluso en los países más desarrollados, su presencia es una bendición, porque siempre pueden ofrecer, además del cuidado del cuerpo con toda la pericia necesaria, también aquella caridad gracias a la cual el enfermo y sus familiares ocupan un lugar central. En una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la protección y el cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su concepción hasta su término natural.

5. La misericordia pastoral: presencia y cercanía

A lo largo de estos treinta años el servicio indispensable que realiza la pastoral de la salud se ha reconocido cada vez más. Si la peor discriminación que padecen los pobres —y los enfermos son pobres en salud— es la falta de atención espiritual, no podemos dejar de ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y maduración en la fe [6]. A este propósito, quisiera recordar que la cercanía a los enfermos y su cuidado pastoral no sólo es tarea de algunos ministros específicamente dedicados a ello; visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos. ¡Cuántos enfermos y cuántas personas ancianas viven en sus casas y esperan una visita! El ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de Jesús: «Estuve enfermo y me visitaron» ( Mt 25,36).

Queridos hermanos y hermanas, encomiendo todos los enfermos y sus familias a la intercesión de María, Salud de los enfermos. Que unidos a Cristo, que lleva sobre sí el dolor del mundo, puedan encontrar sentido, consuelo y confianza. Rezo por todos los agentes sanitarios para que, llenos de misericordia, ofrezcan a los pacientes, además de los cuidados adecuados, su cercanía fraterna.

A todos les imparto con afecto la Bendición Apostólica.

Roma, San Juan de Letrán, 10 de diciembre de 2021, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Loreto.

Francisco


[1] Cf. Carta al Cardenal Fiorenzo Angelini, Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, con ocasión de la institución de la Jornada Mundial del Enfermo (13 mayo 1992).

[2] E. Lévinas, « Une éthique de la souffrance », en Souffrances. Corps et âme, épreuves partagées, J.-M. von Kaenel edit., Autrement, París 1994, pp. 133-135.

[3] Cf. Misal Romano, Prefacio Común VIII, Jesús, buen samaritano.

[4] Cf. Discurso a la Federación Nacional de los Colegios de Médicos y Cirujanos Dentales (20 septiembre 2019).

[5] Cf. Ángelus desde el Policlínico «Gemelli» de Roma (11 julio 2021).

[6] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 200.

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Enfermo 2022

Aquí se recoge el MENSAJE del Santo Padre para la XXX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO, que tendrá lugar el 11 de febrero de 2022, memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, con el lema «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).

Como recuerda el papa Francisco en este mensaje: «Estar al lado de los que sufren en un camino de caridad», esta jornada fue instituida hace 30 años por san Juan Pablo II para sensibilizar sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan. El Santo padre recuerda con agradecimiento que se ha avanzado bastante, pero, puntualiza, «todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado».

 

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA XXX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

11 de febrero de 2022

«Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).


Estar al lado de los que sufren en un camino de caridad

 

Queridos hermanos y hermanas:

Hace treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan [1].

Estamos agradecidos al Señor por el camino realizado en las Iglesias locales de todo el mundo durante estos años. Se ha avanzado bastante, pero todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado. Que la XXX Jornada Mundial del Enfermo —cuya celebración conclusiva no tendrá lugar en Arequipa, Perú, debido a la pandemia, sino en la Basílica de San Pedro en el Vaticano— pueda ayudarnos a crecer en el servicio y en la cercanía a las personas enfermas y a sus familias.

1. Misericordiosos como el Padre

El tema elegido para esta trigésima Jornada, «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso»(Lc 6,36), nos hace volver la mirada hacia Dios «rico en misericordia» (Ef 2,4), que siempre mira a sus hijos con amor de padre, incluso cuando estos se alejan de Él. De hecho, la misericordia es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza. Es fuerza y ternura a la vez. Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la maternidad (cf. Is 49,15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre, siempre dispuesto a darnos nueva vida en el Espíritu Santo.

2. Jesús, misericordia del Padre

El testigo supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su Hijo unigénito. ¡Cuántas veces los Evangelios nos narran los encuentros de Jesús con personas que padecen diversas enfermedades! Él «recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de los judíos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente» (Mt 4,23). Podemos preguntarnos: ¿por qué esta atención particular de Jesús hacia los enfermos, hasta tal punto que se convierte también en la obra principal de la misión de los apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar el Evangelio y a curar a los enfermos? (cf. Lc 9,2).

Un pensador del siglo XX nos sugiere una motivación: «El dolor aísla completamente y es de este aislamiento absoluto del que surge la llamada al otro, la invocación al otro» [2]. Cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican; hallar respuesta a la pregunta sobre el sentido de todo lo que sucede es cada vez más urgente. Cómo no recordar, a este respecto, a los numerosos enfermos que, durante este tiempo de pandemia, han vivido en la soledad de una unidad de cuidados intensivos la última etapa de su existencia atendidos, sin lugar a dudas, por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos y de las personas más importantes de su vida terrenal. He aquí, pues, la importancia de contar con la presencia detestigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre [3].

3. Tocar la carne sufriente de Cristo

La invitación de Jesús a ser misericordiosos como el Padre adquiere un significado particular para los agentes sanitarios. Pienso en los médicos, los enfermeros, los técnicos de laboratorio, en el personal encargado de asistir y cuidar a los enfermos, así como en los numerosos voluntarios que donan un tiempo precioso a quienes sufren. Queridos agentes sanitarios, su servicio al lado de los enfermos, realizado con amor y competencia, trasciende los límites de la profesión para convertirse en una misión. Sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre. Sean conscientes de la gran dignidad de su profesión, como también de la responsabilidad que esta conlleva.

Bendigamos al Señor por los progresos que la ciencia médica ha realizado, sobre todo en estos últimos tiempos. Las nuevas tecnologías han permitido desarrollar tratamientos que son muy beneficiosos para las personas enfermas; la investigación sigue aportando su valiosa contribución para erradicar enfermedades antiguas y nuevas; la medicina de rehabilitación ha desarrollado significativamente sus conocimientos y competencias. Todo esto, sin embargo, no debe hacernos olvidar la singularidad de cada persona enferma, con su dignidad y sus fragilidades [4]. El enfermo es siempre más importante que su enfermedad y por eso cada enfoque terapéutico no puede prescindir de escuchar al paciente, de su historia, de sus angustias y de sus miedos. Incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir una cercanía que muestra interés por la persona antes que por su patología. Por eso espero que la formación profesional capacite a los agentes sanitarios para saber escuchar y relacionarse con el enfermo .

4. Los centros de asistencia sanitaria, casas de misericordia

La Jornada Mundial del Enfermo también es una ocasión propicia para centrar nuestra atención en los centros de asistencia sanitaria. A lo largo de los siglos, la misericordia hacia los enfermos ha llevado a la comunidad cristiana a abrir innumerables “posadas del buen samaritano”, para acoger y curar a enfermos de todo tipo, sobre todo a aquellos que no encontraban respuesta a sus necesidades sanitarias, debido a la pobreza o a la exclusión social, o por las dificultades a la hora de tratar ciertas patologías. En estas situaciones son sobre todo los niños, los ancianos y las personas más frágiles quienes sufren las peores consecuencias. Muchos misioneros, misericordiosos como el Padre, acompañaron el anuncio del Evangelio con la construcción de hospitales, dispensarios y centros de salud. Son obras valiosas mediante las cuales la caridad cristiana ha tomado forma y el amor de Cristo, testimoniado por sus discípulos, se ha vuelto más creíble. Pienso sobre todo en los habitantes de las zonas más pobres del planeta, donde a veces hay que recorrer largas distancias para encontrar centros de asistencia sanitaria que, a pesar de contar con recursos limitados, ofrecen todo lo que tienen a su disposición. Aún queda un largo camino por recorrer y en algunos países recibir un tratamiento adecuado sigue siendo un lujo. Lo demuestra, por ejemplo, la falta de disponibilidad de vacunas contra el virus del Covid-19 en los países más pobres; pero aún más la falta de tratamientos para patologías que requieren medicamentos mucho más sencillos.

En este contexto, deseo reafirmar la importancia de las instituciones sanitarias católicas: son un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener; su presencia ha caracterizado la historia de la Iglesia por su cercanía a los enfermos más pobres y a las situaciones más olvidadas [5]. ¡Cuántos fundadores de familias religiosas han sabido escuchar el grito de hermanos y hermanas que no disponían de acceso a los tratamientos sanitarios o que no estaban bien atendidos y se han entregado a su servicio! Aún hoy en día, incluso en los países más desarrollados, su presencia es una bendición, porque siempre pueden ofrecer, además del cuidado del cuerpo con toda la pericia necesaria, también aquella caridad gracias a la cual el enfermo y sus familiares ocupan un lugar central. En una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la protección y el cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su concepción hasta su término natural.

5. La misericordia pastoral: presencia y cercanía

A lo largo de estos treinta años el servicio indispensable que realiza la pastoral de la salud se ha reconocido cada vez más. Si la peor discriminación que padecen los pobres —y los enfermos son pobres en salud— es la falta de atención espiritual, no podemos dejar de ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y maduración en la fe [6]. A este propósito, quisiera recordar que la cercanía a los enfermos y su cuidado pastoral no sólo es tarea de algunos ministros específicamente dedicados a ello; visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos. ¡Cuántos enfermos y cuántas personas ancianas viven en sus casas y esperan una visita! El ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de Jesús: «Estuve enfermo y me visitaron» ( Mt 25,36).

Queridos hermanos y hermanas, encomiendo todos los enfermos y sus familias a la intercesión de María, Salud de los enfermos. Que unidos a Cristo, que lleva sobre sí el dolor del mundo, puedan encontrar sentido, consuelo y confianza. Rezo por todos los agentes sanitarios para que, llenos de misericordia, ofrezcan a los pacientes, además de los cuidados adecuados, su cercanía fraterna.

A todos les imparto con afecto la Bendición Apostólica.

 

Roma, San Juan de Letrán, 10 de diciembre de 2021, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Loreto.

Francisco

 


[1] Cf. Carta al Cardenal Fiorenzo Angelini, Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, con ocasión de la institución de la Jornada Mundial del Enfermo (13 mayo 1992).

[2] E. Lévinas, « Une éthique de la souffrance », en Souffrances. Corps et âme, épreuves partagées, J.-M. von Kaenel edit., Autrement, París 1994, pp. 133-135.

[3] Cf. Misal Romano, Prefacio Común VIII, Jesús, buen samaritano.

[4] Cf. Discurso a la Federación Nacional de los Colegios de Médicos y Cirujanos Dentales (20 septiembre 2019).

[5] Cf. Ángelus desde el Policlínico «Gemelli» de Roma (11 julio 2021).

[6] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 200.

 

 

Jornada Mundial del Enfermo 2021: «Cuidémonos mutuamente»

Mañana jueves, 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, se celebra la JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO. Este año bajo el lema “Cuidémonos mutuamente”.

 

El departamento de Pastoral de la Salud, dentro de la Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social, ha editado los MATERIALES para esta Campaña que en España tiene dos momentos: el 11 de febrero, es el Día del enfermo, de carácter mundial y el 9 de mayo, cuando la Iglesia en España celebra la Pascua del enfermo. 

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El MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO, destaca la importancia de este momento para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades. En particular, señala, a las personas que sufren en todo el mundo la pandemia del coronavirus, así como a los más pobres y marginados. Francisco enfatiza que el mandamiento del amor, que Jesús dejó a sus discípulos, también encuentra una realización concreta en la relación con los enfermos: «Una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno. Caminemos hacia esta meta, procurando que nadie se quede solo, que nadie se sienta excluido ni abandonado»

 

Carta Pastoral de Monseñor Barrio para la Jornada del Enfermo: “La fe, la esperanza y la caridad han de tejer la alfombra que pisemos ante el sufrimiento y los enfermos»”

 

Las consecuencias de la pandemia que estamos viviendo nos hace tomar una mayor conciencia de nuestra fragilidad. En este tiempo estamos teniendo muy en cuenta a los contagiados por el coronavirus sin olvidar a quienes están afectados por otras enfermedades. Hemos lamentado dolorosamente la soledad en que muchos enfermos se han encontrado incluso en el momento de su muerte”. Así se dirige el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, en su Carta Pastoral con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes con el lema «CUIDÉMONOS mutuamente».

En ella, D. Julian nos exhorta a que “la fe, la esperanza y la caridad han de tejer la alfombra que pisemos ante el sufrimiento y los enfermos

Una FE CRISTIANA que, como nos indica el arzobispo, es la que urge a los creyentes en Cristo a que “sufran con los que sufren” (Cf. 1Cor 12,26), tomen en serio el dolor del prójimo, les conmueve y les empuje a hacer algo por remediarlo«. 

Una ESPERANZA SERENA para los enfermos al «contemplar la figura de Cristo resucitado mostrando las palmas de sus manos«, ya que como monseñor asegura, «en ellas y en su Resurrección  reconocemos que el amor del Padre es más fuerte que la muerte» y que«nuestras vidas están tatuadas en Dios”.

Una CARIDAD DEL CORAZÓN que, en tiempos de tribulación, nos lleva a «hacernos prójimos de todos», porque como nos recuerda en su carta D. Julián “quien ama a ejemplo de Jesús alivia el sufrimiento y enjuga las lágrimas sin pensar en sí mismo y sin esperar a que se lo pidan”

Además, en esta carta, señala el arzobispo, “a nadie como al cristiano le debe doler tanto el dolor de los demás, pero ese dolor nunca será piedra de tropiezo o escándalo para desconfiar de Dios”.

 

Carta Pastoral en el Día del Enfermo 2021:

 

“Cuidémonos mutuamente”

Queridos diocesanos:

En la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes celebramos la Jornada del Enfermo. Sin duda las consecuencias de la pandemia que estamos viviendo, nos hacen tomar una mayor conciencia de nuestra fragilidad. En este tiempo estamos teniendo muy en cuenta a los contagiados por el coronavirus sin olvidar a quienes están afectados por otras enfermedades. Hemos lamentado dolorosamente la soledad en que muchos enfermos se han encontrado incluso en el momento de su muerte. “La cercanía, de hecho, es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo a quien sufre en la enfermedad”[1], manifestando la dependencia que tenemos y sentimos entre nosotros. Todos nos necesitamos y la fuerza del Señor nos ayuda a mantenernos unidos. “Uno solo es vuestro Padre y todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8), nos recuerda el Papa en su Mensaje para esta Jornada. Este convencimiento ha de motivarnos a ser misericordiosos como nuestro Padre Dios, viendo a los otros con los ojos de nuestro corazón y amándonos unos a otros como el Señor nos ama (cf. Jn 13,34) y cuidándonos mutuamente.

Buenos samaritanos con la fe, la esperanza y la caridad

De manera especial ante las personas enfermas nuestra actitud ha de ser la del Buen Samaritano. “Jesús propone detenerse, escuchar, establecer una relación directa y personal, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse involucrar por su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio (cf. Lc 10,30-35)”[2]. La fe, la esperanza y la caridad han de tejer la alfombra que pisemos ante el sufrimiento y los enfermos.

La fe cristiana nos ayuda a percibir en la obscuridad del dolor la luz de Cristo Resucitado y no hace promesas de un futuro mejor a expensas de la realidad presente. Los creyentes en Cristo “sufren con los que sufren” (Cf. 1Cor 12,26), toman en serio el dolor del prójimo, les conmueve y les empuja a hacer algo por remediarlo. Esta fe nos urge a hacernos cargo del impacto lacerante causado por la enfermedad y no necesita del sufrimiento para revalorizarse. Dios no aguarda detrás de la desgracia para que los hombres terminen adorándole. Nuestro dolor es el suyo[3]. Él quiso hacerse uno de nosotros experimentando el dolor y la muerte, y entregó su vida para que nosotros la tengamos en abundancia. En medio del dolor nuestra fe debe permanecer serena en el Sí de Dios que no nos protege inmunes de la desgracia pero nos hace salir de nuestros cobertizos personales e institucionales para hacerlo presente en todos los sufrimientos. Permanecer en la fe implica seguir las huellas del Crucificado y Resucitado. Él está presente en quienes ven resquebrajarse el suelo sobre el que se apoya su vida. A nadie como al cristiano le debe doler tanto el dolor de los demás, pero ese dolor nunca será piedra de tropiezo o escándalo para desconfiar de Dios.

Nuestra esperanza es serena: tiene la certeza de que “nada nos separará del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús”, ni siquiera esta muerte temporal (Cf. Rom 8,35). Queridos enfermos, os animo a contemplar la figura de Cristo resucitado mostrando las palmas de sus manos. En ellas reconoceremos tatuado el Sí definitivo del Padre a su Hijo Jesucristo, y a todos nosotros, sus hijos. Esas manos son signo de que el amor del Padre es más fuerte que la muerte: “Mirad mis manos y mis pies, soy yo en persona (Lc 24,39). Quienquiera que las contemple podrá reconocer en ellas todo el peso del dolor del mundo y también el realismo de la esperanza. Quien las está ofreciendo ha experimentado en propia carne la muerte y es el que nos puede decir: “Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos” (Ap 1,18). En su resurrección todos viven de su presente eterno y sus nombres quedan inscritos en el libro de la vida. Nuestras vidas están tatuadas en Dios: “Yo te llevo grabada como un tatuaje en mis manos” (Is 49,16). En las llagas gloriosas del Señor están todos los nombres. Esta es nuestra esperanza.

La fe actúa mediante la caridad” (Gal 5,6). En tiempos de tribulación, permanezcamos en la fe, que no es la quietud de un fervor individualista, sino el hacernos prójimos de todos con la caridad que “es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión”[4]. Quien ama a ejemplo de Jesús alivia el sufrimiento y enjuga las lágrimas sin pensar en sí mismo y sin esperar a que se lo pidan.

A vosotros, queridos enfermos y enfermas, os tengo muy presentes en mi oración con la intercesión de la Virgen María, salud de los enfermos. Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO Mensaje para la XXIX Jornada Mundial del enfermo, 11 de febrero de 2021, 3.

[2] Ibid., 1.

[3]“Dios no puede padecer, pero puede compadecer. El hombre tiene un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder compadecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús. Por eso en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento la consolatio, el consuelo del amor participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza”: BENEDICTO XVI, Spe salvi, 39.

[4] FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma del 2021, 3.

 

Fuente: archicompostela.es

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Enfermo 2021. «Dar al que sufre el bálsamo de la cercanía»

La Santa Sede ha hecho público el mensaje del Santo Padre para la próxima JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2021, que tendrá lugar el 11 de febrero de 2021, memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes.

¿Qué dice el Papa?

El Pontífice destaca la importancia de este momento para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades. En particular, señala, a las personas que sufren en todo el mundo la pandemia del coronavirus, así como a los más pobres y marginados.

El lema de la Jornada

La jornada se presenta con el lema: «Uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos (Mt 23,8). La relación de confianza, fundamento del cuidado del enfermo», que como dice el Papa Francisco en su mensaje «se inspira en el pasaje evangélico en el que Jesús critica la hipocresía de quienes dicen, pero no hacen (cf. Mt 23,1-12). Cuando la fe se limita solo a palabras, sin involucrarse en la historia y las necesidades del prójimo, la coherencia entre el credo profesado y la vida real se debilita»

Esta relación con la persona enferma encuentra una fuente inagotable de motivación y de fuerza en la caridad de Cristo, recuerda el Papa. En su mensaje Francisco anima, por tanto a «establecer un pacto entre los necesitados de cuidados y quienes los cuidan; un pacto basado en la confianza y el respeto mutuos, en la sinceridad, en la disponibilidad, para superar toda barrera defensiva, poner en el centro la dignidad del enfermo, tutelar la profesionalidad de los agentes sanitarios y mantener una buena relación con las familias de los pacientes».