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Entrevista a Monseñor Francisco Prieto en Religión Digital: «Ser arzobispo no es una tarea solitaria, sino misión compartida»

 

 

  • “Ser arzobispo no es una tarea solitaria en la que uno deba hacerlo y serlo todo ni mucho menos, sino misión compartida desde el ministerio y el carisma que el Señor ha dado a cada bautizado”
  • “Acojamos la llamada que Dios nos hace para ser una Iglesia que no se quede paralizada en las estructuras, en actitudes meramente ideológicas o en las inercias pastorales”
  • “Con paciencia y maestría, con gesto sobrio y palabra honda, me enseñó y ayudó a conocer y querer a esta Iglesia compostelana”
  • “Ante el evidente retroceso del uso del gallego en nuestras celebraciones todos los fieles, todos los agentes de pastoral debemos entonar un mea culpa, ya sea por descuido o por complejos y prejuicios”

 

Humilde, inteligente, bien preparado y buena persona, Francisco José Prieto Fernández (Ourense, 1968) tomará posesión, en unos días, de la Archidiócesis de Santiago de Compostela, que, a su juicio, es más que una diócesis: “Es como un gran mosaico”. Agradece a monseñor Barrio, que “me enseñó y ayudó a conocer y querer a esta Iglesia compostelana”. Quiere, sueña y desea una Iglesia entendida como “misión compartida”, abierta y en salida, como pide el Papa, y, además, encarnada: “Ante el evidente retroceso del uso del gallego en nuestras celebraciones todos los fieles, todos los agentes de pastoral debemos entonar un mea culpa”.

El nuevo arzobispo pide a sus fieles “sentidiño” (un término muy característico de la forma de ser y actuar de los gallegos) de cara a las próximas elecciones: “Creo sinceramente en la capacidad de nuestra gente que, con “sentidiño” y libertad, sabrá ejercer un voto coherente con su conciencia y sus creencias”. Y, como soñar no cuesta nada, monseñor Prieto cree que todavía es posible que el Papa Francisco visite Compostela “con motivo de la JMJ” o “en otra ocasión oportuna”.

 

 

¿Esperaba seguir la tradición compostelana de los auxiliares convertidos en arzobispos? ¿Qué sintió cuando se lo comunicaron?

En Santiago, en ocasiones, me hacían referencia a la tradición acerca del obispo auxiliar como sucesor del arzobispo. Había precedentes, pero eso no implicaba que fuese una regla fija. Mi tarea fundamental era centrarme en mis obligaciones como obispo auxiliar, y saber que el discernimiento para esa decisión era responsabilidad de la Santa Sede.

Cuando me comunicaron, a mediados de marzo, que el Papa había decidido nombrarme arzobispo de Santiago, además de guardar unos segundos de silencio tras lo que me acababan de decir, como reacción inmediata experimenté una mezcla emocional entretejida de desconcierto y confianza. Todo sucede tan rápido que resulta difícil describir el momento. Sólo horas después tomas conciencia de la misión encomendada y de la fragilidad que te acompaña y te pones en las manos del Señor.

 

¿Le abruma el peso de ser uno de los arzobispos más jóvenes de Compostela?

Más que la edad, abruma la responsabilidad que supone ser pastor y obispo de una Iglesia diocesana como es la archidiócesis compostelana. En estos dos años como obispo auxiliar he procurado conocer de cerca una extensa y diversa geografía social y religiosa: una abundancia fecunda de realidades pastorales en sus parroquias rurales y urbanas, de costa e interior, en sus grupos y movimientos, en la vida religiosa, en la acción socio-caritativa, en la entrega generosa de los sacerdotes.

 

 

Cuando veo el mapa de la archidiócesis y pones nombre y rostro a cada lugar (y aún me queda mucho por conocer), te das cuenta de que ser arzobispo no es una tarea solitaria en la que uno deba hacerlo y serlo todo ni mucho menos, sino misión compartida desde el ministerio y el carisma que el Señor ha dado a cada bautizado.

 

¿Cuál será su mayor ilusión como arzobispo de Compostela?

Me acuerdo de aquellas palabras del papa Francisco en Evangelii Gaudium cuando afirma que sueña con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación (nº 27). Al comentarlas, suelo decir que el “sueño” no es ni una pesadilla ni una alucinación, sino el plan de Dios para cada uno, para cada Iglesia diocesana, para todo el pueblo de Dios. Soñar puede ser que todos – arzobispo, sacerdotes, consagrados, laicos – acojamos la llamada que Dios nos hace para ser una Iglesia que no se quede paralizada en las estructuras, en actitudes meramente ideológicas o en las inercias pastorales, sino dispuesta a recorrer juntos el camino del Evangelio. No es fácil pasar de las buenas intenciones y de los sueños a la realidad, pero tampoco excusarnos en nuestras comodidades y lamentos. Precisamos renovar una escucha con oídos en el corazón: a Dios y su Palabra, a los hermanos, a los hombres y mujeres de este tiempo tan complejo que nos ha tocado vivir. En la escucha se reconocen las preguntas que de verdad piden respuesta desde la fe, desde el Evangelio.

 

¿Qué ha aprendido de Don Julián y qué es lo que más le agradece?

Dos años como obispo auxiliar junto a don Julián me han permitido descubrir cómo vive su ministerio pastoral: con honda fe, hecho de palabras sabias y de gestos sencillos. Su entrega y dedicación a esta archidiócesis de Santiago ha sido plena en todos estos años, desde que llegó en 1993 como obispo auxiliar y todos los que estuvo al frente de la misma como arzobispo. Estoy convencido que el Señor, que ve en lo escondido, sabrá reconocerlo como corresponde. Personalmente, quiero agradecerle que, desde el primer momento, me acogió con afecto paterno y cercanía de hermano; y con paciencia y maestría, con gesto sobrio y palabra honda, me enseñó y ayudó a conocer y querer a esta Iglesia compostelana.

 

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¿El Camino convierte a Santiago en algo más que una diócesis?

Estos días, al recorrer alguna de las plazas que rodean la Catedral de Santiago, me llama la atención, no solo la cantidad, sino sobre todo la diversidad de rostros y lenguas que ves y oyes. Ya no es Año Santo, como lo fue en el 2021-2022, pero Santiago se muestra, una vez más, como una Iglesia diocesana con una especial vocación de acogida y universalidad, amante de sus raíces cristianas y sus tradiciones locales y, al mismo tiempo, meta de tantos caminos por los que llegaron y llegan peregrinos que buscan una “ultreia” de sentido y hondura, de fe y esperanza. Santiago es como un gran mosaico en el que el Camino muestra que, tras la meta que conduce a la tumba del Apóstol, hay una peregrinación más profunda que nos conduce a un horizonte de plenitud y trascendencia

 

¿Hizo alguna vez el Camino?

Lo hice con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud que tuvo lugar en Santiago en 1989. En aquel momento era seminarista en Ourense, y peregrinamos con el grupo diocesano de jóvenes. Tanto el camino desde Ourense como los días de la JMJ fueron una inolvidable experiencia.

 

¿Va a incrementar la presencia del gallego en la liturgia?

Ante el evidente retroceso del uso del gallego en nuestras celebraciones todos los fieles, todos los agentes de pastoral debemos entonar un mea culpa, ya sea por descuido o por complejos y prejuicios. La nueva edición de la Biblia en gallego (4ª, 2021) o la versión revisada del Misal Gallego que está ya muy avanzada, nos urgen a retomar un compromiso, personal y diocesano, en favor de la lengua gallega, tanto para hablar con Dios como entre nosotros en los espacios eclesiales. El gallego como lengua es un patrimonio vivo de todos los gallegos: con él expresamos lo que somos, lo que sentimos y también ha de expresar lo que creemos cuando celebramos la fe u oramos a Dios.

 

 

¿Cómo suplir la escasez de sacerdotes, especialmente en el mundo rural?

Toda crisis, y la escasez de sacerdotes y un mundo rural envejecido y disperso lo son, hemos de verla, no como una ocasión para lamentarnos, sino como una oportunidad, como una llamada a redescubrir realidades que quizás teníamos olvidadas. La vida pastoral de nuestras comunidades y parroquias, tanto rurales como urbanas, precisa una verdadera conversión pastoral, personal y comunitaria, desde la que descubramos que todos los bautizados (laicos, religiosos y sacerdotes) somos actores de la misión de la Iglesia, que todos somos llamados a ser discípulos misioneros. Dar el paso de ser “clientes” a ser creyentes supone dejar atrás rutinas e inercias pastorales y dar paso a una vivencia sinodal de la corresponsabilidad en la acción evangelizadora. Precisamos una renovada creatividad pastoral que, teniendo presente la realidad de nuestras parroquias, su importancia y sus carencias, y superando, al mismo tiempo toda forma de clericalismo y parroquialismo, nos conduzca a establecer unidades pastorales que integren a las parroquias y comunidades en una acción pastoral conjunta de equipos apostólicos de sacerdotes, religiosos y laicos. Ya sé que no es un camino fácil, pero es necesario recorrerlo sino queremos ver cómo nuestras parroquias se vuelven cada vez más pequeñas y empobrecidas en su vida de fe.

 

¿Se puede acabar con el clericalismo en la Iglesia, como pide el Papa?

En una ocasión dijo el papa Francisco que “cuando falta la profecía, el clericalismo ocupa su sitio”. Sea de sacerdotes o de laicos, el clericalismo deteriora el sentido genuino de cualquier ministerio y carisma en la vida de la Iglesia. El clericalismo es un ejercicio de narcisismo que nace cuando, en cualquier opción o acción cristiana, nos centramos en nosotros mismos (mundanidad espiritual), y nos constituimos en el eje sobre el que todo debe discurrir: desvirtuamos y olvidamos que somos llamados a servir, no a servirnos unos de otros. Erradicarlo en la vida de nuestras Iglesias y comunidades es una exigencia de una auténtica conversión pastoral.

 

 

¿Qué pide a los gallegos de cara a las elecciones municipales?

Me viene a la mente aquel principio que tantas veces invocamos los gallegos cuando tomamos una decisión: “facelo con sentidiño”. Votar es legalmente un derecho y moralmente un deber. Y hacerlo con “sentidiño” supone que no podemos excusarnos con la indiferencia ni el fatalismo, y menos con la desconfianza y la sospecha permanente hacia la necesaria acción política. Al tratarse de unos comicios municipales, estamos ante la elección de aquellos que gobernarán de modo más cercano nuestras vidas en las pueblos y ciudades; seguramente conocemos mejor a los candidatos y ello permite valorar su honestidad en la procura del bien común, y no intereses partidistas o personales, y su opción firme por políticas que promuevan la dignidad de las personas. Creo sinceramente en la capacidad de nuestra gente que, con “sentidiño” y libertad, sabrá ejercer un voto coherente con su conciencia y sus creencias.

 

¿Sueña con una eventual visita del Papa a Compostela? ¿Podría ser de camino o de vuelta de la JMJ de Lisboa?

Con ocasión del Año Santo 2021-2022 mi predecesor, don Julián Barrio, invitó al papa Francisco a visitar Santiago de Compostela. No fue posible, pero confío que pueda reiterarle la invitación para acudir a esta ciudad que alberga la tumba y la memoria del Apóstol Santiago, tal como hicieron Juan Pablo II en 1982 y 1989 y Benedicto XVI en 2010. Ya sea con ocasión de la JMJ de Lisboa – con cuyo motivo, por cierto, muchos y numerosos grupos de jóvenes se acercarán a Santiago este verano – , o en otra fecha oportuna, esta casa del Señor Santiago podría ser la oportunidad para lanzar un mensaje que, recordando las conocidas palabras de Dante, haga resonar de nuevo la esperanza para un mundo que, en medio de tantas crisis, necesita peregrinar por sendas que lo humanicen y le ofrezcan horizontes de trascendencia, de fe y de sentido.

 

 

 

Fuente: José Manuel Vidal | Religión Digital