San José, el que sirvió ejemplarmente a Dios

 

Estamos en un año dedicado especialmente a San José, y el próximo viernes, 19 de marzo, celebraremos su Solemnidad.

Con la Carta apostólica Patris corde (Con corazón de padre), el Papa Francisco nos recuerda el 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal (motivo por el cual convocó este año especial de San José) y nos los describe como un padre amado, un padre en la ternura, en la obediencia y en la acogida; un padre de valentía creativa, un trabajador, siempre en la sombra.

Todo lo que sabemos de San José, el Esposo de la Virgen María, lo podemos entrever en la Biblia, especialmente en los evangelios de San Mateo y San Lucas.

San José lo hizo todo ante los ojos de Dios, al que sirvió ejemplarmente. Su silencio lo caracteriza y es precisamente a través de sus obras, de sus actos de fe, confianza, y sobre todo de su amor, lo que nos descubren a San José, como un gran santo.

Por lo tanto, la perfección y nuestro actuar como cristianos, en realidad se da en el cumplimiento de lo que Dios quiere de nosotros. Con su ejemplo de vida nos enseña a amar, orar, sufrir, actuar rectamente para dar gloria a Dios con nuestra vida, en cada día que se nos da. De ahí que podamos decir que no es tan importante hacer “grandes cosas” sino hacer bien la tarea que nos toca.

Dios le encomendó ser el padre adoptivo del niño Jesús y esposo de la Virgen María, un privilegio y una gran responsabilidad, el santo custodio de la Sagrada Familia.

Vivió de forma sencilla, realizando en su vida cotidiana la misión que el Padre le había encomendado de la manera más perfecta posible, contribuyendo de este modo a la realización del proyecto de la salvación de Dios. La fe y el amor con que cada cual va tejiendo su vida en el día a día es importante. Vivir con docilidad la voluntad del Padre, es vivir con un corazón agradecido por todo lo que recibimos, ser conscientes de la misión que se nos encomienda y ser fieles a ese llamamiento

La vida de San José fue una vida de oración y silencio permaneciendo de este modo en diálogo con Dios; trabajador y honesto para mantener a su familia; padre y esposo, lleno de amor y compasión; obediente y de una profunda fe dejándose llevar en manos de Dios; hombre justo y casto, cuya imagen vemos representada por la azucena en la mano, símbolo de pureza y de su estado virginal, en la iconografía del arte cristiano.

Podríamos decir que la vida de San José, fue una peregrinación en la fe, que al igual que María, ambos permanecieron fieles hasta el final, en lo que se le había encomendado.

San José nos enseña a ser grandes desde la pequeñez como María (caridad), nos invita a confiar en el creador aunque aparentemente las cosas vayan en contra (fe) y nos induce a ponernos en camino apoyados en el cayado de la esperanza.

 

Fuente: catequesisdegalicia.com