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El Papa en el Regina Caeli: “Jesús intercede por nosotros ante el Padre y pide por nuestro perdón”

 

 

En su alocución previa al rezo mariano, el Papa Francisco recordó la solemnidad de hoy, la Ascensión del Señor. Una fiesta dijo que nos hace surgir dos preguntas:

 

¿por qué celebrar la partida de Jesús de la tierra? ¡Su despedida parecería un momento triste, no algo por lo que estar alegre! ¿Y por qué celebrar una partida? Primera pregunta. Segunda pregunta: ¿qué hace ahora Jesús en el cielo?

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Porqué celebramos

Explicando esta solemnidad, el Santo Padre, dijo que con la Ascensión sucedió algo nuevo y hermoso: Jesús ha llevado nuestra humanidad al cielo, nuestra carne al cielo, es decir a Dios. Esa humanidad, afirmó, que había tomado en la tierra, no se ha quedado aquí, Jesús después de ser Resucitado no era un Espíritu, no: tenía su cuerpo humano, la carne, los huesos, todo; y estará ahí para siempre.

 

“Desde el día de la Ascensión Dios mismo, podríamos decir, ha “cambiado”: ¡desde entonces ya no es solo espíritu, sino que por todo lo que nos ama lleva en sí nuestra misma carne, nuestra humanidad! El lugar que nos espera está indicado, nuestro destino está ahí. Así escribía un antiguo Padre en la fe: «¡Espléndida noticia! Aquel que se ha hecho hombre por nosotros […], para hacernos sus hermanos, se presenta como hombre delante del Padre, para llevar consigo a todos aquellos que están unidos a él» (S. Gregorio de Nisa, Discurso sobre la resurrección de Cristo, 1)”.

 

Sobre la Ascensión de Jesús, Francisco dijo que hoy celebramos “la conquista del cielo”; Jesús volviendo al Padre, pero con nuestra humanidad. Así que el cielo ya es un poco nuestro. Jesús ha abierto la puerta y su cuerpo está allí, afirmó.

 

¿Qué hace Jesús en el cielo?

El Pontífice dijo a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, que Jesús está por nosotros delante del Padre, le muestra continuamente nuestra humanidad, las llagas que ha sufrido por nosotros;

 

“Me gusta pensar que Jesús, delante del Padre, reza así: haciéndole ver las heridas. “Esto es lo que he sufrido por los hombres: ¡haz algo!”. Le muestra el precio de la redención. El Padre se conmueve. Pero, piénsalo bien, así reza Jesús. Por eso no nos ha dejado solos“.

 

De hecho, antes de ascender nos dijo, como dice el Evangelio hoy: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo» (Mt 28,20). Está siempre con nosotros, está «siempre vivo para interceder» (Hb 7,25) a nuestro favor, para mostrar las llagas al Padre por nosotros. En una palabra, afirmó Francisco,  intercede; está en el mejor “lugar”, delante del Padre suyo y nuestro, para interceder por nosotros”.

 

La intercesión es fundamental

La intercesión de Jesús es fundamental, esta fe también nos ayuda: no perder la esperanza, no desanimarse. Ante el Padre hay alguien que le muestra las heridas e intercede por nosotros, señaló el Papa.

 

 

 

Fuente: vaticanews.va

El Papa en el Regina Caeli nos invita a releer la historia de nuestra vida junto a Jesús

 

 

Comentando el Evangelio del día (Lc 24, 13-35) en el tercer domingo de Pascua antes de orar a la Madre de Dios, el Papa Francisco hizo notar que, mientras los discípulos de Emaús caminan, Jesús los ayuda a releer los hechos de un modo diverso, a la luz de la Palabra de Dios, de todo lo que fue anunciado al pueblo de Israel. “Releer: es lo que Jesús hace con ellos, ayudarlos a releer”, dijo. A los 30.000 fieles congregados en la Plaza de San Pedro les propuso detenerse en este aspecto.

El Pontífice subrayó la relevancia de releer nuestra historia junto a Jesús: la historia de nuestra vida, de un cierto período, de nuestras jornadas, con las desilusiones y las esperanzas. Porque, también nosotros, “como aquellos discípulos, podemos encontrarnos perdidos en medio de los acontecimientos, solos y sin certezas, con muchas preguntas y preocupaciones“. “El Evangelio de hoy -acotó- nos invita a contarle todo a Jesús, con sinceridad, sin temer molestarlo, sin tener miedo de decir algo equivocado, sin avergonzarnos de lo que nos cuesta comprender“.

El Señor está contento cuando nos abrimos a Él

Solo con la apertura al Señor Él puede tomarnos de la mano, acompañarnos y volver a hacer que arda nuestro corazón (cfr. v. 32), observó Francisco.

 

“También nosotros, como los discípulos de Emaús, estamos llamados a dialogar con Jesús, para que, al atardecer, Él se quede con nosotros (cfr. v. 29)”.

 

Una manera para aprender a mirar las cosas con ojos diversos

El Obispo de Roma propuso un buen modo para dialogar con Jesús: dedicar un tiempo, cada noche, a un breve examen de conciencia. Se trata de releer la jornada con Jesús, abrirle el corazón, llevarle las personas, las decisiones, los miedos, las caídas, las esperanzas, todo lo que sucedió, para aprender gradualmente a mirar las cosas con ojos diversos, con los suyos y no solo con los nuestros.

 

“Así podremos revivir la experiencia de aquellos dos discípulos. Ante el amor de Cristo, incluso lo que nos parece fatigoso e inútil puede aparecer bajo otra luz: una cruz difícil de abrazar, la elección de perdonar una ofensa, una victoria no alcanzada, el cansancio del trabajo, la sinceridad que cuesta, las pruebas de la vida familiar”.

“Nos aparecerán bajo una luz nueva, la del Crucificado Resucitado, que sabe transformar cada caída en un paso adelante. Pero para hacer esto es importante quitar las defensas: dejar tiempo y espacio a Jesús, no esconderle nada, llevarle las miserias, dejarse herir por su verdad, permitir que el corazón vibre con el aliento de su Palabra.

 

Algunas preguntas para la reflexión

El Sucesor de Pedro sugirió que podemos comenzar hoy dedicando esta noche un momento de oración durante el que preguntarnos:

 

¿Cómo ha sido mi jornada? ¿Cuáles han sido las alegrías, las tristezas, los fastidios, cómo fue, qué sucedió? ¿Cuáles han sido sus perlas de la jornada, quizá escondidas, por las que dar gracias? ¿Ha habido un poco de amor en lo que he hecho? ¿Y cuáles son las caídas, las tristezas, las dudas y los miedos que he de llevar a Jesús para que me abra vías nuevas, me conforte y me anime?“.

 

Al terminar su mensaje, Bergoglio deseó “que María, Virgen sapiente, nos ayude a reconocer a Jesús que camina con nosotros y a releer -la palabra: releer- ante Él cada día de nuestra vida”.

 

 

 

Fuente: vaticanews.va

El Papa en el Ángelus: “Nosotros, ¿Dónde buscamos al Resucitado?”

 

 

El Papa Francisco reflexionó ante los fieles convocados en la plaza de san Pedro este domingo de la Divina Misericordia, sobre como Jesús, ante la incredulidad de Tomás, quien para creer, pide una “señal extraordinaria: tocar las llagas”, le muestra sus llagas, pero de forma ordinaria, yendo delante de todos, en la comunidad. Como diciéndole,- afirma el Papa- : “si quieres encontrarme no busques lejos, quédate en la comunidad, con los otros; no te vayas, reza con ellos, parte con ellos el pan”.

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Le muestra sus llagas. Las pruebas de su amor. 

Jesús complace a Tomás, aparece de nuevo en medio de sus discípulos y le muestra sus llagas, las pruebas de su amor, los canales siempre abiertos de su misericordia. En la comunidad, porque es allí donde se le encuentra a Jesús, señaló el Papa.

 

Es en la comunidad donde Tomás descubrirá su rostro, mientras con los hermanos Tomás comparte momentos de oscuridad y de miedo.

 

Nosotros, ¿dónde buscamos al resucitado?

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“Queridos hermanos y hermanas, la invitación hecha a Tomás es válida también para nosotros. Nosotros, ¿Dónde buscamos al Resucitado? ¿En algún evento especial, en alguna manifestación religiosa espectacular o sorprendente, únicamente en nuestras emociones o sensaciones?”

 “¿O en la comunidad, en la Iglesia, aceptando el desafío de quedarnos, aunque no sea perfecta? una comunidad con todos sus límites y sus caídas, que son nuestros límites y nuestras caídas.  Nuestra Madre Iglesia es el Cuerpo de Cristo; y está ahí, en el Cuerpo de Cristo, que se encuentran impresas, todavía y para siempre, las señales más grandes de su amor”.

 

Luego, nos pregunta el Pontífice, si cada uno de nosotros, en nombre de este amor, en nombre de las llagas de Jesús, estamos dispuestos a abrir los brazos a quien está herido por la vida, sin excluir a nadie de la misericordia de Dios, sino acogiendo a todos, señaló, cada uno como un hermano, como una hermana.

 

No siempre es fácil creer

En su alocución, el Santo Padre, afirma que, como Tomás, también cada uno de nosotros, siente la dificultad en creer.

 

“De hecho, no siempre es fácil creer, especialmente cuando, como en su caso, se ha sufrido una gran decepción. Tomás ha seguido a Jesús durante años, corriendo riesgos y soportando penalidades, pero el Maestro fue crucificado como un delincuente y nadie lo ha liberado, ¡nadie ha hecho nada! Ha muerto y todos tienen miedo. ¿Cómo fiarse todavía?”

 

Cuando Tomás se aleja, Jesús se aparece por primera vez a los discípulos la noche de Pascua, y puede recuperar esa ocasión volviendo con los otros, volviendo allí, afirmó Francisco, en esa familia que ha dejado asustada y triste. Cuando lo hace, cuando vuelve, le dicen que Jesús ha venido, pero a él le cuesta creer; quisiera ver sus llagas. Y Jesús le complace.

 

Sus llagas canales abiertos de su misericordia

En la comunidad, podemos encontrar a Jesús, es ahí, dijo el Papa, que Jesús nos muestra, “impresas en su cuerpo, las señales de las llagas: las señales del Amor que vence el odio, del Perdón que desarma la venganza, de la Vida que derrota la muerte”.

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Fuente: vaticanews.va

Catequesis del Papa: “Ser coherentes entre lo que se cree y lo que se vive, entre fe y obras”

 

 

 

El Papa Francisco continuó ayer miércoles 22 de marzo con la serie de CATEQUESIS dedicada a la pasión por la evangelización. En esta ocasión trató sobre “EL PRIMER CAMINO DE EVANGELIZACIÓN: EL TESTIMONIO” , y la lectura que acompañó la audiencia fue la primera carta de San Pedro, capítulo 3, versículos 8-9.

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Dar testimonio del encuentro personal con Jesucristo

El Santo Padre reflexionó sobre la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, de san Pablo VI, dedicada a la evangelización en el mundo contemporáneo y afirmó que la evangelización “es más que una simple transmisión doctrinal y moral”, puesto que ante todo es “dar testimonio del encuentro personal con Jesucristo”. Se trata de “un testimonio indispensable”, porque el mundo necesita “evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente”:

 

No es transmitir una ideología o una doctrina sobre Dios, no. Es transmitir a Dios que se hace vida en mí.

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Ser “coherentes”

El Papa señaló luego que es necesario recordar que el testimonio comprende también la fe profesada, es decir la adhesión convencida y manifiesta a Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo. Esto es muy importante porque “la gente necesita de testigos, es decir, de personas que sean coherentes entre lo que creen y lo que viven, entre la fe que profesan y las obras que realizan”. 

 

No se es creíbles sólo pronunciando una doctrina o una ideología. Una persona es creíble si hay armonía entre aquello que cree y lo que vive. […]Muchos cristianos ‘dicen’ que creen, pero viven de otra cosa. Y esto es hipocresía. El contrario del testimonio es la hipocresía.

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Aceptar el “riesgo desestabilizante” de la búsqueda

Además, el Santo Padre explicó que “cada uno de nosotros está llamado a responder a tres preguntas fundamentales” formuladas por Pablo VI:

 

“¿Creen verdaderamente en lo que anuncian? ¿Viven lo que creen? ¿Predican verdaderamente lo que viven?”.

 

Y puesto que “no nos podemos conformar con respuestas fáciles y preconfeccionadas”, estamos llamados a aceptar también “el riesgo también desestabilizante de la búsqueda”, confiando plenamente en la acción del Espíritu Santo que obra en cada uno de nosotros, empujándonos a ir siempre más allá.

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La Iglesia debe evangelizarse a sí misma

También recordó el Papa que el testimonio de una vida cristiana conlleva un camino de santidad, que no está reservada a pocos. La santidad “es don de Dios y requiere ser acogida y que fructifique para nosotros y para los demás”.

 

Nosotros, elegidos y amados por Dios, debemos llevar este amor a los demás.

 

Por otra parte, es menester tener en cuenta que los destinatarios de la evangelización no son sólo las personas que están fuera de la Iglesia —porque profesan otra religión o no profesan ninguna—; sino también nosotros mismos, que pertenecemos al Pueblo de Dios.

 

Esto significa que la misma Iglesia, para poder evangelizar, necesita ser evangelizada, y para ello está llamada a recorrer un camino exigente, de continua conversión y renovación.   

 

De hecho, el Papa Francisco advirtió que “si la Iglesia no se evangeliza a sí misma se vuelve una pieza de museo”; y explicó que lo que la “actualiza” continuamente es, precisamente, la evangelización de sí misma.

 

Tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor. La Iglesia, que es un Pueblo de Dios inmerso en el mundo y, con frecuencia, tentado por los ídolos, necesita saber proclamar las grandezas de Dios. En una palabra, esto quiere decir que la Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, necesita tomar el Evangelio, rezar y sentir la fuerza del Espíritu que va cambiando el corazón. 

 

Siempre “con” el Espíritu Santo

Francisco afirmó también que la Iglesia debe ir adelante y crecer continuamente para permanecer joven. Y otro punto que señaló es que “debe ser una Iglesia que encuentra ‘dialógicamente’ el mundo contemporáneo, que teje relaciones fraternas, que genera espacios de encuentro”, pero que al mismo tiempo “encuentra cada día al Señor y dialoga con el Señor, y deja entrar al Espíritu Santo que es el protagonista de la evangelización”. 

 

Sin el Espíritu Santo nosotros sólo podríamos hacer publicidad de la Iglesia, no evangelizar. Es el Espíritu Santo en nosotros, el que empuja hacia la evangelización, y esta es la verdadera libertad de Hijos de Dios. 

 

Por último, concluyó invitando a leer y reflexionar la Evangelii nuntiandi, que él mismo, confesó, lee a menudo, porque es “la obra maestra” de San Pablo VI, “herencia que nos dejó para evangelizar”.

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Fuente: vaticanews.va

El Papa en el Ángelus: “Pidamos la gracia de sorprendernos cada día por los dones de Dios”

 

 

“¿Sabemos ver el bien y ser agradecidos por los dones que recibimos?” Fue una de las preguntas que el Papa Francisco dejó este cuarto domingo de Cuaresma para la reflexión a los fieles que, como cada domingo, se convocaron en la plaza de san Pedro para escuchar su comentario sobre el Evangelio del Día y rezar la oración mariana del Ángelus.

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Corazones cerrados

El Evangelio del día – comenzó diciendo el Santo Padre – muestra a Jesús que devuelve la vista a un hombre ciego de nacimiento (cfr Jn 9,1-41). Pero este prodigio no es bien recibido por varias personas y grupos: los discípulos buscan un “culpable”, los vecinos se muestran “escépticos” y los padres del hombre sanado “temen a las autoridades religiosas y no se pronuncian”. El Evangelio de hoy muestra “cómo procede Jesús” y cómo procede “el corazón humano”: el corazón humano bueno, el corazón humano tibio, el corazón humano timorato, el corazón humano valiente. 

 

En todas estas reacciones, emergen corazones cerrados frente al signo de Jesús, por varios motivos: porque buscan un culpable, porque no saben sorprenderse, porque no quieren cambiar, porque están bloqueados por el miedo. Y tantas situaciones se parecen a esto hoy. Ante algo que realmente es un mensaje de testimonio de una persona, es un mensaje de Jesús, caemos en esto: buscamos otra explicación, no queremos cambiar, intentamos buscar una salida más elegante que aceptar la verdad.

 

El testimonio sencillo y libre

El único que reacciona bien – continuó diciendo Francisco – es el ciego: feliz de ver, testimonia lo que le ha sucedido de la forma más sencilla: “Era ciego y ahora veo”. Primero se veía obligado a pedir limosna y sufría los prejuicios de la gente: “es pobre y ciego de nacimiento, debe sufrir, debe pagar por sus pecados o por los de sus antepasados”. Ahora, libre en el cuerpo y en el espíritu, da testimonio de Jesús: no inventa nada y no esconde nada. 

 

No tiene miedo de lo que dirán los otros: el sabor amargo de la marginación ya lo ha conocido durante toda la vida, ya ha sentido sobre él la indiferencia y el desprecio de los transeúntes, de quien lo consideraba como un descarte de la sociedad, útil a lo sumo para la piedad de alguna limosna. Ahora, curado, ya no teme esas actitudes de desprecio, porque Jesús le ha dado plena dignidad: en sábado, delante de todos, le ha liberado y le ha donado la vista sin pedirle nada, ni siquiera un gracias, y él da testimonio. Ésta es la dignidad de una persona noble, de una persona que se sabe sanada y renace.

 

¿Y nosotros?

He aquí que el Papa invitara a los fieles a preguntarse qué posición tomamos ante esta escena del Evangelio, qué hubiéramos dicho entonces, y, sobre todo, qué hacemos “hoy”:

 

Como el ciego, ¿sabemos ver el bien y ser agradecidos por los dones que recibimos? Me pregunto: ¿cómo es mi dignidad? ¿Cómo es tu dignidad? ¿Testimoniamos a Jesús o difundimos críticas y sospechas? ¿Somos libres frente a los prejuicios o nos asociamos a los que difunden negatividad y chismes? ¿Estamos felices de decir que Jesús nos ama y nos salva o, como los padres del ciego de nacimiento, nos dejamos enjaular por temor a lo que pensará la gente? Los tibios de corazón no aceptan la verdad y no tienen el coraje de decir: “No, esto es así”.  Y también, ¿cómo acogemos las dificultades de los demás? ¿Cómo acogemos a las personas que tienen tantas limitaciones en la vida, ya sean físicas que sociales, como los mendigos que viven en la calle? ¿como maldiciones o como ocasiones para hacernos cercanos a ellos con amor? 

 

La exhortación final de Francisco en el día en que la Iglesia recuerda a San José, padre de Jesús, fue a “pedir la gracia de sorprendernos cada día por los dones de Dios y de ver las diferentes circunstancias de la vida, también las más difíciles de aceptar, como ocasiones para obrar el bien, como hizo Jesús con el ciego”.

 

“La Virgen nos ayude en esto, junto a San José, hombre justo y fiel.”

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Fuente: vaticanews.va

Del 17 al 18 de marzo, 24 horas para el Señor: “Ten piedad de mí, que soy un pecador”

Del viernes 17 de marzo al sábado 18 de marzo de 2023 los templos de las diócesis del mundo se vuelven a unir en la  jornada «24 HORAS PARA EL SEÑOR». Se trata de una invitación del papa Francisco para vivir un encuentro con el Señor y propiciar la reconciliación con Él a través del sacramento de la penitencia. Un carácter penitencial que marca el lema de cada año y que en esta ocasión será: “Ten piedad de mí, que soy un pecador” (Lc 18,13).

Esta Jornada, que nace del Jubileo del año de la Misericordia, se celebra cada año el IV domingo de Cuaresma.

Además, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, que promueve esta Jornada, facilita un subsidio litúrgico que ofrece algunas sugerencias para ayudar a las parroquias y comunidades cristianas a preparar la iniciativa 24 horas para el Señor. Se trata de propuestas que pueden adaptarse a las necesidades y costumbres locales.

La primera parte de este subsidio, como se explica en la introducción, presenta algunos pensamientos que ayudan a reflexionar sobre el porqué del Sacramento de la Reconciliación. Los textos preparan para vivir el encuentro con el sacerdote en el momento de la confesión individual. También es una provocación para vencer las posibles resistencias que a menudo se oponen para evitar la confesión. Además, se ofrece un testimonio que ilustra el camino de la propia conversión: una ayuda para reflexionar sobre el propio cambio y sobre la conciencia de la presencia de Dios en la vida de cada uno. Se presenta también la vida de una persona, capaz de inspirarnos a realizar obras de misericordia y a continuar nuestro crecimiento personal después de recibir la absolución de los pecados.

La segunda parte está enfocada a la Vigilia y se puede utilizar durante el tiempo de apertura de la iglesia, de tal manera que los que vayan a confesarse puedan ser ayudados en la oración y en la meditación a través de un recorrido basado en la Palabra de Dios.

Las diócesis españolas se suman a esta convocatoria designando distintas parroquias, o la catedral, que permanecerán abiertas durante 24 horas sin interrupción. Además, durante este tiempo se contará con la presencia de sacerdotes para facilitar la confesión.

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Fuente: conferenciaepiscopal.es

Vídeo del Papa. Marzo 2023. Por las víctimas de abusos: “Pedir perdón es necesario, pero no basta”

Oremos por los que sufren a causa del mal recibido por parte de los miembros de la comunidad eclesial: para que encuentren en la misma Iglesia una respuesta concreta a su dolor y sufrimiento.

Papa Francisco – Marzo 2023

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El Papa Francisco exige respuestas, acciones y espacios seguros para las víctimas de abusos

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El Vídeo del Papa comparte la intención de oración que el Santo Padre confía a toda la Iglesia Católica a través de la Red Mundial de Oración del Papa. En este mes de marzo, con este mensaje, el Santo Padre reflexiona sobre sobre los abusos, “especialmente los cometidos por miembros de la Iglesia” y se enfoca en las víctimas de este mal, que son quienes deben estar “en el centro” de todo y quienes deben encontrar en la Iglesia una respuesta concreta a su dolor y sufrimiento

Por ello, el Papa Francisco invita a la propia Iglesia a “ser ejemplo”: tanto en transparencia, para “sacarlos a la luz”; como en “acciones concretas para reparar los horrores que han sufrido las víctimas y evitar que se repitan”; y en ofrecer “espacios seguros para escuchar a las víctimas, acompañarlas psicológicamente y protegerlas”.

Ante todos los abusos, especialmente los cometidos por miembros de la Iglesia, pedir perdón es necesario”, comienza diciendo el Pontífice al inicio del video, “pero no basta”. 

 

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La Iglesia como un espacio seguro donde escuchar, acompañar, proteger, reparar

Para el Pontífice, el dolor y los daños psicológicos de las víctimas “pueden empezar a sanar si encuentran respuestas; acciones concretas para reparar los horrores que han sufrido y prevenir que no se repitan”.

En el camino que propone el Santo Padre para dar respuesta a los abusos cometidos, se ha de comenzar por “sacarlos a la luz en la sociedad y en las familias”. Se trata de una tragedia que no se puede esconder, ni en la Iglesia, ni “en las familias, en los clubs, en otro tipo de instituciones”.

Resulta fundamental, sigue explicando Francisco, que la Iglesia ofrezca “espacios seguros para escuchar a las víctimas, acompañarlas psicológicamente y protegerlas”.

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Flores, luz, reanudación de la vida

La preocupación deFrancisco por las víctimas y su llamamiento a sacar a la luz los abusos van acompañados, este mes, de un vídeo de animación que la Red Mundial de Oración del Papa ha realizado junto al artista italiano Hermes Mangialardo.  Se trata de una historia con un fuerte contenido simbólico, que juega con la comparación entre la luz y la oscuridad, que habla de la singularidad de cada vida y del profundo sufrimiento causado por la violencia padecida.

En las paredes de una casa oscura, en la que unas cortinas oscuras impiden la entrada del sol, cuelgan cuadros -símbolo de la obra de arte que representa cada vida- que representan flores, que precisamente por la falta de luz se marchitan. Son cuadros de diversos tipos y colores -algunos acabados al detalle, otros apenas esbozados con trazo infantil- colocados en las distintas estancias de la casa: el dormitorio de los niños, el rincón de deportes, el salón. Todas las habitaciones, tan diferentes entre sí, tienen en común la oscuridad que las domina, hasta que las cortinas del salón se rasgan y permiten por fin que entre la luz: los rayos de sol no sólo iluminan la casa, sino que también permiten que esas flores heridas -a las que ni siquiera el marco y el cristal han conseguido proteger de la violencia que ha penetrado profundamente en sus corazones- vuelvan a la vida y comiencen lentamente a levantarse de nuevo, llevándose consigo sus heridas.

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La oración abre el corazón, permite escuchar y ver

El P. Frédéric Fornos S.J., Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, comentó acerca de esta intención de oración: “En el Evangelio, Jesús, hablando desde lo más profundo de su corazón, dice: ‘Pero el que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al fondo del mar’ (Mt 18, 6-7).

El sufrimiento de Jesús ante lo intolerable. Es difícil encontrar palabras ante la aberración. ‘Cuando experimentamos la desolación causada por estas heridas eclesiales, con María nos conviene dar más tiempo a la oración (San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 319)’ recuerda el Papa Francisco en su ‘Carta al Pueblo de Dios’ (2018).

El Papa-continúa el sacerdote- deseó que la Iglesia católica rece durante todo el mes de marzo por las víctimas de abusos de poder y de conciencia, y de abusos sexuales, para ‘despertar nuestra conciencia, solidaridad y compromiso con una cultura de la protección’ y luchar con determinación contra todo tipo y forma de abuso. Este espacio de oración puede llevar a reflexionar sobre las causas estructurales e ideológicas que han producido estos abusos y su invisibilización. La oración abre el corazón, permite escuchar y ver, y lleva a actuar contra estos crímenes que desfiguran el Evangelio de Jesucristo y el rostro de la Iglesia, para que podamos encontrar, como expresa la intención de oración del Papa, respuestas concretas al dolor y al sufrimiento de las víctimas”.

 

 

 

 

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Fuente: thepopevideo.org

El Papa en el Ángelus: ¿Buscamos a nuestro alrededor la luz del amor de Dios?

 

 

¿En qué consiste la belleza como Hijo de Dios con la que Jesús se revela en el monte, junto a Pedro, Santiago y Juan? ¿Qué ven los discípulos? Son preguntas que el Papa Francisco planteó a los miles de fieles y peregrinos reunidos este segundo domingo de Cuaresma para la oración mariana del Ángelus. El Pontífice los invitó a detenerse un momento en la escena del Evangelio del día (Mt 17, 1-9) que narra la Transfiguración de Cristo.

¿Acaso los discípulos ven un efecto espectacular? “No, no es eso”, dijo el Pontífice, aclarando queven la luz de la santidad de Dios brillando en el rostro y en los vestidos de Jesús, imagen perfecta del Padre. Se revela la majestad de Dios, la belleza de Dios”.

“Pero Dios es Amor, continuó, y así los discípulos han visto con sus propios ojos la belleza y el esplendor del Amor divino encarnado en Cristo. Un anticipo del paraíso”. “¡Qué sorpresa para los discípulos!”, aseveró el Santo Padre, acotando:Hacía tanto tiempo que tenían ante sus ojos el rostro del Amor, ¡y nunca se habían dado cuenta de su belleza! Solo ahora se dan cuenta, con inmensa alegría”.

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Cristo, luz que ilumina el camino

El Papa Francisco observó que, “en realidad, Jesús les está formando con esta experiencia, los está preparando para un paso aún más importante”. “En efecto -añadió el Papa-, de pronto tendrán que saber reconocer en Él la misma belleza cuando suba a la cruz y su rostro quede desfigurado”.

 

“Pedro se esfuerza por comprender: le gustaría detener el tiempo, poner la escena en “pausa”, quedarse allí y prolongar esta maravillosa experiencia; pero Jesús no se lo permite”. “Su luz, en efecto, no puede reducirse a un ‘momento mágico’. Se convertiría, entonces, en algo falso, artificial, que se disolvería en la niebla de los sentimientos pasajeros. Al contrario, Cristo es la luz que guía el camino, como la columna de fuego para el pueblo en el desierto (cf. Ex 13,21). La belleza de Jesús no aleja a los discípulos de la realidad de la vida, sino que les da fuerza para seguirle hasta Jerusalén, hasta la cruz”. “La belleza de Cristo no es alienante, te lleva siempre adelante, no te hace esconderte: ¡ve adelante!

 

Llevemos a los demás la luz que hemos recibido

Para el Santo Padre, “este Evangelio también nos traza un camino: nos enseña lo importante que es estar con Jesús, incluso cuando no es fácil comprender todo lo que dice y hace por nosotros”. “Estando con Él, en efecto, aprendemos a reconocer, en su rostro, la belleza luminosa del amor que se entrega, incluso cuando lleva las marcas de la cruz”.

 

Y es en su escuela donde aprendemos a captar la misma belleza en los rostros de las personas que caminan a nuestro lado cada día: familiares, amigos, compañeros, aquellos que de las formas más diversas nos cuidan”. “¡Cuántos rostros luminosos, cuántas sonrisas, cuántas arrugas, cuántas lágrimas y cicatrices hablan de amor a nuestro alrededor!”,

 

Es lo que exclamó el Papa, invitando a aprender a reconocerlos y llenarnos nuestro corazón de ellos. También nos anima a ponernos en camino para llevar a los demás la luz que hemos recibido, con las obras concretas del amor (cf. 1 Jn 3, 18), sumergiéndonos más generosamente en nuestras ocupaciones cotidianas, amando, sirviendo y perdonando con más entusiasmo y disponibilidad.

 

La contemplación de las maravillas de Dios, la contemplación del rostro de Dios, de la cara del Señor, nos debe empujar al servicio a los demás

 

Entre la luz del Señor y la luz falsa 

De ahí la invitación del Pontífice a interrogarnos:

 

¿Reconocemos la luz del amor de Dios en nuestra vida? ¿Lo reconocemos con alegría y gratitud en los rostros de las personas que nos aman? ¿Buscamos a nuestro alrededor signos de esta luz, que llena nuestros corazones y los abre al amor y al servicio? ¿O preferimos los fuegos de paja de los ídolos, que nos alejan y nos encierran en nosotros mismos? ¿La gran luz del Señor y la luz falsa, artificial de los ídolos. ¿Qué prefiero yo?”.

 

Y, como es costumbre al final de sus alocuciones previas al Ángelus, el Santo Padre invocó a la Virgen María, para que Ella, “que conservó la luz de su Hijo en su corazón, incluso en la oscuridad del Calvario, nos acompañe siempre en el camino del amor”.

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Fuente: vaticanews.va

El Papa en el Ángelus nos explica los tres «venenos» con los que el diablo nos tienta

 

 

El Papa Francisco este domingo, previo al Ángelus, habló de la lucha espiritual en Cuaresma y reflexionó sobre el Evangelio correspondiente a ese día que recoge como Jesús fue tentado en el desierto por el diablo, que significa, dijo el Papa, «el que divide» y analiza  de quién lo quiere dividir, y de qué modo.El diablo quiere separar a Jesús del Padre, quiere apartarlo de su misión de unidad para nosotros“, señala el Pontífice.

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Los tres venenos del diablo: apego, desconfianza y poder

Francisco dijo que el diablo, aprovechando la “condición humana de Jesús, que se encuentra débil porque ha ayunado durante cuarenta días y tiene hambre, intenta instilar en Él tres “venenos” potentes, para paralizar su misión de unidad”: Estos venenos son el apego, la desconfianza y el poder.

El diablo, afirmó, trata de sugestionar a Jesús con razonamientos persuasivos sobre el apego de las cosas y las necesidades, la desconfianza al Padre y sobre el poder.

 

Primer veneno, el apego: “Tienes hambre, ¿por qué tienes que ayunar? Escucha tu necesidad y satisfácela, tienes el derecho y el poder para ello: transforma las piedras en pan. Después, el segundo veneno, la desconfianza: “¿Estás seguro de que el Padre quiere tu bien? -insinúa el maligno-. ¡Ponlo a prueba, chantajéalo! Tírate desde el punto más alto del templo y haz que haga lo que tú quieres”. Por último, el tercer veneno, el poder: “¡No necesitas a tu Padre! ¿Por qué esperar sus dones? ¡Sigue los criterios del mundo, logra todo tú solo y serás poderoso!”. Terrible, ¿no es cierto? Pero es así, también para nosotros:”

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El diablo intenta instalar tres venenos en nosotros

El Santo Padre, nos recuerda, que el diablo trata de envenenarnos a cada uno con el apego a las cosas, la desconfianza y la sed de poder. Tres “tentaciones frecuentes y peligrosas que el diablo emplea con el fin de dividirnos del Padre“, y que trata de dividirnos, que no nos sintamos más hermanos entre nosotros, para llevarnos a la soledad y a la desesperación, dijo Francisco.

 

“¡Esto es lo que quiere hacer con Jesús, esto es lo que quiere hacernos a nosotros! Pero Jesús vence las tentaciones. ¿Cómo? Evitando discutir con el diablo y respondiendo con la Palabra de Dios”.

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Vencer al diablo con la Palabra de Dios

Jesús, dijo el Papa, no dialoga con el diablo, no negocia con él, rechaza sus insinuaciones con “las Palabras benéficas de las Escrituras”. Citando tres frases que hablan dijo Francisco, de libertad respecto a las cosas, de confianza y de servicio a Dios.  Tres frases opuestas a las tentaciones.

 

“Esto supone una invitación para nosotros: ¡con el diablo no se discute! No se le vence tratando con él, sino oponiéndole con fe la Palabra divina. De este modo, Jesús nos enseña a defender la unidad con Dios y entre nosotros, de los ataques del que divide. ¡Y necesitamos unidad!Esto es importante: con el diablo no se discute, con el diablo no se dialoga. Jesús se enfrenta a él con la Palabra de Dios”. 

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¿Qué lugar tiene en mi vida la Palabra de Dios? 

El Pontífice nos cuestiona, qué lugar tiene en nuestras vidas la Palabra de Dios, nos pregunta si recurrimos a ella en nuestras luchas espirituales.

 

“Si tengo un vicio o una tentación que se repite, ¿por qué no busco, con la ayuda oportuna, un versículo de la Palabra de Dios que responda a ese vicio? Luego, cuando llegue la tentación, lo recito, lo rezo confiando en la gracia de Cristo. Probemos, nos ayudará en las tentaciones, porque, entre las voces que se agitan dentro de nosotros, resonará la voz benéfica de la Palabra de Dios”.

 

Por último, una súplica a la Virgen María, que “ha acogido la Palabra de Dios y con su humildad ha derrotado la soberbia del que divide”, que nos acompañe en la lucha espiritual de la Cuaresma.

 

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Fuente: vaticanews.va

El Papa Francisco: “Es hora de que laicos y pastores caminen juntos, en la Iglesia y en el mundo”

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Dios está mostrando a la Iglesia el camino de la comunión, de caminar juntos“, una invitación a “superar las vías paralelas que nunca se encuentran”. Lo dijo el Papa Francisco cuando recibió el pasado 18 de febrero en el Aula del Sínodo a los responsables de las Comisiones Episcopales para el laicado que participaban en el Congreso sobre laicado en Roma con el lema “Pastores y fieles laicos llamados a caminar juntos”  promovido por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Al hacerlo, Francisco recordó que “la necesidad de valorar a los laicos no depende de alguna novedad teológica”, sino que se basa en “una correcta visión de la Iglesia“, la de “la Iglesia como Pueblo de Dios, del que los laicos forman parte de pleno derecho junto con los ministros ordenados“. Del Papa la invitación a los cerca de doscientos presentes a “recuperar una eclesiología integral”, que ponga el acento en la unidad y no en la separación, donde “el laico no es el no religioso, sino el bautizado”, y se le aplique el término “discípulo, hermano”, como se aplicaba en el Nuevo Testamento a todos, “fieles laicos y ministros ordenados”.

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Superar los modos autónomos de actuar

Francisco comenzó recordando a los presentes que “todavía queda mucho camino por recorrer para que la Iglesia viva como un cuerpo, como un verdadero Pueblo“, pero es Dios quien muestra el camino a seguir, ese “vivir más intensa y concretamente en comunión”. Así, el Obispo de Roma habla de las muchas “vías paralelas que nunca se encuentran” y que estamos llamados a superar:

El clero separado de los laicos, los consagrados separados del clero y de los fieles, la fe intelectual de ciertas élites separada de la fe popular, la Curia romana separada de las Iglesias particulares, los obispos separados de los sacerdotes, los jóvenes separados de los ancianos, los cónyuges y las familias poco implicados en la vida comunitaria, los movimientos carismáticos separados de las parroquias, etcétera. Esta es la tentación más grave en este momento. 

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Un pueblo unido en la misión

El Papa subrayó que todo el Pueblo de Dios está unido por una única fe, no es “ni populismo ni elitismo, sino el santo Pueblo fiel de Dios”, que está “animado por el mismo Espíritu santificador y orientado a la misma misión de anunciar el amor misericordioso de Dios Padre”. Este último aspecto, estar unidos en la misión, es decisivo:

La sinodalidad encuentra su fuente y su fin último en la misión: nace de la misión y está orientada a la misión. Compartir la misión, en efecto, acerca a pastores y laicos, crea comunión de intenciones, manifiesta la complementariedad de los distintos carismas y, por tanto, suscita en todos el deseo de caminar juntos.

No faltan ejemplos, empezando por Cristo, pasando por san Pablo y llegando hasta los “grandes momentos de impulso misionero en la Iglesia”:

Lo vemos en el mismo Jesús, que se rodeó, desde el principio, de un grupo de discípulos, hombres y mujeres, y vivió con ellos su ministerio público. Nunca solo. Y cuando envió a los Doce a anunciar el Reino de Dios, los envió “de dos en dos”. Lo mismo vemos en San Pablo, que siempre evangelizó junto con colaboradores, incluidos laicos y parejas casadas. No solo. Y así fue en los momentos de gran renovación e impulso misionero en la historia de la Iglesia: pastores y fieles laicos juntos. No individuos aislados, ¡sino un pueblo que evangeliza! El Pueblo santo de Dios. 

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Todos somos discípulos

Tras recordar la importancia de la formación de los laicos, “indispensable para vivir la corresponsabilidad” siempre que no sea “escolástica, limitada a ideas teóricas”, sino “también práctica”, el Pontífice invitó a todos a recuperar una eclesiología integral, “como en los primeros siglos, en la que todo se unifica en la pertenencia a Cristo”, superando así “una visión sociológica que distingue clases y rangos sociales y que se basa fundamentalmente en el poder asignado a cada categoría”:

El acento debe ponerse en la unidad y no en la separación. El laico, más que como “no clérigo” o “no religioso”, debe ser considerado como bautizado, como miembro del pueblo santo de Dios, es el sacramento que abre todas las puertas. La palabra “laico” no aparece en el Nuevo Testamento, sino que habla de “creyentes”, “discípulos”, “hermanos”, “santos”, términos aplicados a todos: fieles laicos y ministros ordenados.

El pensamiento del Papa se dirige después a la Carta a la Iglesia de Laodicea, “cuando Jesús dice estoy a la puerta y llamo”. Pero “hoy el drama de la Iglesia es que Jesús sigue llamando a la puerta, ¡pero desde dentro porque no le dejamos salir! Tantas veces la Iglesia está aprisionada, no logra dejar salir al Señor. El Señor vino para la misión y quiere que seamos misioneros”.

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Mayor colaboración

Esta corresponsabilidad vivida entre laicos y pastores permitirá “superar dicotomías, miedos y diferencias recíprocas”. Para Francisco, “es hora de que pastores y laicos caminen juntos, en todos los ámbitos de la Iglesia y en todas las partes del mundo”. De ahí la llamada a una mayor valoración de los laicos, pensando especialmente en las mujeres:

Los fieles laicos no son “huéspedes” en la Iglesia, están en su casa, por lo que están llamados a cuidar de su propia casa. Los laicos, y especialmente las mujeres, deben ser más valorados en sus competencias y en sus dones humanos y espirituales para la vida de las parroquias y de las diócesis. Pueden llevar el anuncio del Evangelio en su lenguaje “cotidiano”, comprometiéndose en diversas formas de predicación. Pueden colaborar con los sacerdotes en la formación de niños y jóvenes, ayudar a los novios en su preparación al matrimonio y acompañarles en su vida conyugal y familiar. Deben ser siempre consultados en la preparación de nuevas iniciativas pastorales a todos los niveles, local, nacional y universal. Deben tener voz en los consejos pastorales de las Iglesias particulares. Deben estar presentes en las oficinas de las diócesis. Pueden ayudar en el acompañamiento espiritual de otros laicos y también aportar su contribución en la formación de seminaristas y religiosos. 

A continuación, el Pontífice recuerda una pregunta que le hicieron, a saber, si un laico puede ser director espiritual. La respuesta es que se trata de “un carisma laical, no sacerdotal”, depende de “si el Señor te da la capacidad para hacerlo”. De ahí la importancia del papel de los laicos también en ambientes seculares:

Y, junto con los pastores, deben llevar el testimonio cristiano en los ambientes seculares: el mundo del trabajo, de la cultura, de la política, del arte, de la comunicación social.

Finalmente, del Papa una advertencia: no caer en el clericalismo. “Los laicos clericalizados -dice- son una plaga en la Iglesia”.

 

 

 

Fuente: vaticannews.va