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Jornadas de Delegados de Apostolado Seglar y Responsables de Movimientos y Asociaciones

Las Jornadas de delegados de Apostolado Seglar y responsables de movimientos y asociaciones tendrán lugar en Madrid, los días 21 y 22 de octubre, en torno al tema,«El Primer Anuncio como centro de nuestra acción pastoral». Concretar el discernimiento realizado sobre el Primer Anuncio en las distintas realidades eclesiales y así dar pasos que ayuden a ponerlo en el centro de la acción pastoral; diseñar una hoja de ruta hacia ese encuentro y dar continuidad al proceso de Congreso de Laicos, son los 3 objetivos de esta jornada.

Desarrollo del encuentro de Apostolado Seglar

La Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida organiza este encuentro que inaugurará el sábado 21 de octubre Mons. Carlos Escribano Subías, presidente de esta Comisión, junto con la presidenta del Foro de Laicos, Dolores García Pi.

A continuación, comenzará la ponencia «El Primer Anuncio como centro de nuestra acción pastoral» a cargo de Juan Ignacio Damas López, vicario general de la diócesis de Jaén y anterior responsable del Área del Primer Anuncio de la CEE, y Josep Otón Catalán, doctor en historia, catedrático de enseñanza secundaria y profesor en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona. Va a ser la moderadora la directora de Religión del grupo Ábside Media, Irene Pozo Hernández.

El domingo 22 por la mañana, se realizarán las aportaciones para el Encuentro de Laicos sobre el Primer Anuncio. Después, el sacerdote Luis Manuel Romero, director del secretariado de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida de la CEE, y Eva Fernández Mateo, presidenta de la Acción Católica General, hablarán de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad.

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Fuente: conferenciaepiscopal.es

El Papa Francisco: «Ancianos y jóvenes crezcan juntos para construir una sociedad fraterna»

El Papa preside la Santa Misa por la III Jornada Mundial de los ancianos y los mayores Foto: Vatican Media

 

 

Los abuelos y los ancianos son “raíces que los más jóvenes necesitan para llegar a ser adultos”: son palabras del Papa en la Misa por la III Jornada Mundial de los abuelos y de los Mayores celebrada en la Basílica de San Pedro.

Ante a unos 6 mil fieles presentes, entre los cuales numerosos ancianos y abuelos son sus nietos y familiares, Francisco dedica su homilía a la relación entre los jóvenes y los ancianos, que hay que cultivar y hacer crecer. Mirando al mundo actual, exhorta a cuidar a las personas mayores y a no olvidarlas.

 

Estemos atentos, para que nuestras aglomeradas ciudades no se conviertan en “concentrados de soledad”; para que la política, que está llamada a proveer a las necesidades de los más frágiles, no se olvide precisamente de los ancianos, dejando que el mercado los relegue a “descartes improductivos”. No vaya a suceder que, a fuerza de seguir a toda velocidad los mitos de la eficiencia y del rendimiento, seamos incapaces de frenar para acompañar a los que les cuesta seguir el ritmo. Por favor, mezclémonos, crezcamos juntos.

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Luces y sombras

El Pontífice centra su reflexión en tres parábolas que Jesús usa para hablarnos del Reino de Dios en el Evangelio del día, que tienen un aspecto en común: el crecer juntos. “Cuenta historias sencillas, que llegan al corazón de quien lo escucha”. Se trata de un lenguaje, lleno de imágenes, explica, que “se asemeja al que muchas veces usan los abuelos con los nietos” y que “comunican una sabiduría importante para la vida”.

En la primera parábola, son el trigo y la cizaña los que crecen juntos, en el mismo campo. “Es una imagen que nos ayuda a hacer una lectura realista”, precisa, ya que “en la historia humana, como en la vida de cada uno, coexisten las luces y las sombras, el amor y el egoísmo. Es más, el bien y el mal están entrelazados hasta el punto de parecer inseparables”. Y añade que “este planteamiento objetivo nos ayuda a mirar la historia sin ideologías, sin optimismos estériles o pesimismos nocivos”.

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El riesgo de ser intransigentes

El cristiano, “no es un pesimista, ni tampoco un ingenuo que vive en el mundo de las fábulas, que actúa como si no viese el mal y dice que ‘todo va bien’, subraya el Obispo de Roma. “El cristiano es realista, indica el Papa, sabe que en el mundo hay trigo y cizaña, y se mira dentro, reconociendo que el mal no llega sólo ‘desde fuera’, que no es siempre culpa de los demás, que no es necesario ‘inventar’ enemigos que combatir para evitar arrojar un poco de luz en su interior”. “Pero la parábola nos interpela: cuando vemos que en el mundo el trigo y la cizaña están juntos, ¿qué debemos hacer?”, pregunta el Pontífice.

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En la narración los siervos querían arrancar la cizaña (cf. v. 28). Es una actitud animada por una buena intención, pero impulsiva y agresiva. Piensan que podrán arrancar el mal con sus propias fuerzas, para salvar la pureza. Es una tentación frecuente: una “sociedad pura”, una “Iglesia pura” pero, para alcanzar esa pureza, se corre el riesgo de ser impacientes, intransigentes, incluso violentos hacia quien cayó en el error. Y así, junto a la cizaña, se arranca también el trigo bueno y se impide a las personas hacer un camino, crecer, cambiar.

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Paciencia con los demás y mansedumbre para cuidar el buen grano  

El Santo Padre invita a continuación a escuchar en cambio “lo que dice Jesús: «Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha». “Qué hermosa esta mirada de Dios, su pedagogía misericordiosa”, observa el Santo Padre. “Nos invita a tener paciencia con los demás, a acoger —en la familia, en la Iglesia y en la sociedad— la fragilidad, los retrasos y los límites. No para acostumbrarnos a ellos con resignación o para justificarlos, sino para aprender a intervenir con respeto, sacando adelante el cultivo del buen grano, con mansedumbre y paciencia”.

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Recordando siempre que la purificación del corazón y la victoria definitiva sobre el mal son, esencialmente, obra de Dios. Y nosotros, venciendo la tentación de dividir el trigo y la cizaña, estamos llamados a entender cuáles son los modos y los momentos mejores para actuar.

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La ancianidad, estación para reconciliarse

El Papa dirige su pensamiento a la vida de los ancianos y abuelos que  “han realizado ya un largo trecho en el camino de la vida y, al volver la vista atrás, ven tantas cosas hermosas que han conseguido, pero también derrotas, errores” y recuerda que hoy, el Señor viene a nuestro encuentro “con una palabra dulce, que nos invita a acoger con serenidad y paciencia el misterio de la vida, a dejarle a Él el juicio, a no vivir de reproches y remordimientos. Como si nos quisiera decir: ‘Miren el buen trigo que ha germinado en el camino de sus vidas y háganlo crecer todavía más, confiándome todo, que siempre perdono: al final, el bien será más fuerte que el mal’”.

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La ancianidad es un tiempo bendecido también para esto, es la estación para reconciliarse, para mirar con ternura la luz que se expandió a pesar de las sombras, en la confiada esperanza de que el buen trigo sembrado por Dios prevalecerá sobre la cizaña con la que el diablo ha querido infestarnos el corazón.

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Necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos

En la segunda parábola, “Jesús habla del reino de los cielos que actúa de manera silenciosa en la trama de la historia, hasta el punto de parecer una acción minúscula e invisible, como la de un pequeño grano de mostaza, dice el Papa. “Pero, cuando este grano crece, ‘es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas’”.

Los abuelos, observa Francisco, son “hermosos como estos árboles frondosos, bajo los cuales los hijos y los nietos realizan sus propios ‘nidos’, aprenden el clima de familia y experimentan la ternura de un abrazo”. “Se trata de crecer juntos – añade. El árbol exuberante y los pequeños que necesitan del nido, los abuelos con los hijos y los nietos, los ancianos con los más jóvenes”.

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Necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos, para que la linfa de quien tiene a sus espaldas una larga experiencia de vida irrigue los brotes de esperanza de quien está creciendo. En este intercambio fecundo aprendemos la belleza de la vida, construimos una sociedad fraterna, y en la Iglesia permitimos el encuentro y el diálogo entre la tradición y las novedades del Espíritu.

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Crecer juntos y sostenernos recíprocamente

Por último, la tercera parábola, en la que crecen juntas la levadura y la harina. “Esta mezcla hace crecer toda la masa” evidencia el Obispo de Roma. Y recuerda, citando su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, que el verbo ‘mezclar’, evoca ese arte que conlleva ‘la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos’ y de ‘salir de sí mismo para unirse a otros’. Y es esto lo que “vence los individualismos y los egoísmos, y nos ayuda a generar un mundo más humano y fraterno” asegura. “hoy – añade – la Palabra de Dios es una llamada a vigilar para que nuestras vidas y nuestras familias no marginen a los más ancianos”.

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Hermanos, hermanas, la Palabra divina no nos invita a separar, a cerrarnos, a pensar que podemos hacerlo solos, sino a crecer juntos. Escuchémonos, dialoguemos, sostengámonos recíprocamente. No olvidemos a los abuelos y a los ancianos. Muchas veces, gracias a una caricia suya hemos vuelto a levantarnos, hemos reanudado el camino, nos henos sentido amados, sanados por dentro. Ellos se han sacrificado por nosotros y nosotros no podemos sacarlos de la agenda de nuestras prioridades. Crezcamos juntos, vayamos adelante juntos. El Señor bendecirá nuestro camino.

 

Fuente: vaticannews.va

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23 de julio, Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores

 

 

«Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50) es el lema que propone el papa Francisco para la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que la Iglesia celebra el próximo 23 de julio.

Desde 2021, esta Jornada se celebra en toda la Iglesia cada cuarto domingo de julio, cerca de la conmemoración litúrgica de los santos Joaquín y Ana, los “abuelos” de Jesús. La celebración de la Jornada quiere subrayar la necesidad de que la pastoral de los ancianos y la lucha contra la cultura del descarte adquieran relevancia y se conviertan en una preocupación ordinaria en la vida de toda comunidad eclesial.

El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida acompaña y promueve su celebración e invita a vivir la ocasión -en cada diócesis, parroquia y realidad eclesial- con dos gestos significativos: la celebración de una liturgia solemne junto a los abuelos y las personas mayores, y la visita a los ancianos solos de la propia comunidad. También este Dicasterio ha elaborado distintos materiales para facilitar su difusión.

 

MATERIALES PARA LA III JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y MAYORES

 

 

Además este año, la celebración dedicada a los abuelos y a los ancianos tendrá lugar el domingo 23 de julio, pocos días antes del inicio de la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa. Por ello el Papa Francisco ha querido dejar en su mensaje, una mención especial  para los jóvenes y para los ancianos.

 

 

 

Desde el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida  nos invitan a que todos oremos por esta III Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores con esta oración:

 

 

 

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Fuentes: www.conferenciaepiscopal.es  y  www.laityfamilylife.va

16 de julio, Día de las gentes del mar 2023 con el lema “Dan mucho, merecen más”

 

 

El 16 de julio la Iglesia celebra el DÍA DE LAS GENTES DEL MAR, coincidiendo con la fiesta de su patrona, la Virgen del Carmen. “Dan mucho, merecen más” es el lema que el departamento «Stella maris» (Apostolado del Mar) propone para este año.

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¿Cuál es el mensaje del obispo promotor?

“Dan mucho, merecen más” es el lema de este año con un contenido, afirma el obispo promotor del Apostolado del Mar, Mons. Luis Quinteiro Fiuza, “bien elocuente: la gente de mar da mucho”. El mundo de la pesca, la marina mercante con el transporte de mercancías o el tráfico de pasajeros avalan que el trabajo de la gente del mar “proporciona mucho bienestar a la población mundial”.

¿cómo se les protege? Se pregunta Mons. Quinteiro. La respuesta está en los convenios internacionales, “que son instrumentos muy importantes que ayudan al bienestar de la gente de mar”. Sin embargo, lamenta, “de un lado buscan garantizar mínimos y, por otro lado, en la práctica, su aplicación no siempre es la más adecuada”.

El también obispo de Tui-Vigo resalta la exigencia del trabajo en el mar, “en muchos casos peligroso, como muestran lamentablemente los accidentes que, especialmente en la pesca, todos los años se producen. Las jornadas son largas y los ritmos de trabajo cada vez más estresantes”. Sin embargo, “nos encontramos con que la sociedad los valora muy poco”.

“La gente del mar merece mucho más”

Ante esta situación, Mons. Quinteiro reclama que “la gente del mar merece mucho más: merece más atención, seguridad física y laboral, una acogida humana cuando llegan a puerto, un contacto lo más fluido posible con sus familias, suficientes vacaciones y salarios acordes a sus circunstancias de vida y trabajo”.

También denuncia que “la globalización, la proliferación de barcos bajo bandera de conveniencia, la entrada masiva de marinos y pescadores de países del Tercer Mundo, con menores pretensiones salariales, han traído un retroceso general de las condiciones laborales de la gente de mar”.

En medio de esta situación, la Iglesia celebra la fiesta de la Virgen del Carmen, que “se vive con auténtica devoción popular, como nos lo demuestran las innumerables procesiones marineras que se producen a lo largo de la costa española. Cualquier puerto, por pequeño que sea, quiere honrar a su patrona”. Los pescadores salen con sus barcos engalanados para «¡que todos la vean!”.

“Rindamos homenaje a la gente de mar”

“Celebrémoslo con alegría, hagamos fiesta” señala Mons. Quinteiro, pero al mismo tiempo, “rindamos homenaje a la gente de mar” que “ha sufrido y sufre aún en parte las consecuencias de la guerra de Ucrania. Muchos marinos han visto cómo sus familias huían y huyen a otros países, con dificultades para comunicarse con ellos y con la incertidumbre de no saber cuándo y dónde volver a reunirse”.

El prelado propone hacer una breve reflexión sobre la vulnerabilidad de la gente de mar y sobre lo necesitados que están de asistencia y de ayuda para salir del aislamiento que frecuentemente sufren.

El Apostolado del Mar, desde sus inicios, como destacó el cardenal Mons. D. Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, realiza un servicio en favor de la gente de mar y sus familias. Y particularmente en estos últimos años en los que la pandemia y el conflicto en Ucrania han “exacerbado las condiciones laborales de la gente de mar, a menudo privada de sus derechos y dignidad”.

Por eso, Mons. Quinteiro resalta la importancia de que en los puertos haya un servicio de asistencia a las tripulaciones, “que se tengan en cuenta sus necesidades humanas, así como las de los pescadores, y que se vele por su dignidad”. La Organización Internacional del Trabajo lo indica y la Organización Marítima Internacional repite una y otra vez “que el bienestar de las gentes del mar es también básico para el buen funcionamiento del tráfico marítimo. De esas personas vulnerables depende, en gran medida, el abastecimiento de nuestra sociedad y el desplazamiento de muchas personas”.

El prelado concluye pidiendo a la Virgen del Carmen que las gentes del mar y sus familias “reciban una mayor atención general a sus necesidades, recordando siempre que: «dan mucho, merecen más».”

 

Mensaje íntegro del obispo promotor

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En datos

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La Iglesia Católica presta su asistencia a la gente del mar a través de Stella Maris, Apostolado del Mar. Su objetivo es ofrecer al marino “un hogar lejos del hogar” y atenderles en sus necesidades sociales, culturales, laborales y espirituales. Además de la atención a sus familias, especialmente en el caso de poblaciones marineras.

Una de las actividades principales es la visita a los barcos durante el tiempo que están en puerto. Se contacta con las tripulaciones para ponerse a su disposición y saber sus necesidades.

En los puertos pesqueros se presta atención a los pescadores y sus familias.

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Carteles

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Fuente: CEE

23 de julio: Indulgencia plenaria para la III Jornada Mundial de los Abuelos

Este miércoles, 5 de julio, fue publicado el Decreto de la Penitenciaría Apostólica con el cual, el Papa Francisco, concede la “indulgencia plenaria” a los abuelos, a los ancianos y a todos los fieles que, animados por un verdadero espíritu de penitencia y de caridad, participen el 23 de julio de 2023, en la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.
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A todos los que participen el 23 de julio de 2023, en la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, en la solemne celebración que el Papa Francisco presidirá en la Basílica de San Pedro, o en las diversas funciones que se celebrarán en todo el mundo, se les concede la indulgencia plenaria”. Así lo dio a conocer la Oficina de Prensa de la Santa Sede, al publicar este miércoles, 5 de julio, el Decreto de la Penitenciaría Apostólica con el cual, el Papa Francisco, concede la indulgencia plenaria, con ocasión de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.

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Indulgencia para la III Jornada Mundial de los Abuelos

En el Decreto, se recuerda que, “con el fin de aumentar la devoción de los fieles y procurar la salvación de las almas”, y acogiendo la reciente petición presentada por el cardenal Kevin Joseph Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, con ocasión de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, ya instituida por el Sumo Pontífice el cuarto domingo del mes de julio y que este año se celebrará sobre el tema «Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50), se concede la indulgencia plenaria, en las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Sumo Pontífice) a los abuelos, a los ancianos y a todos los fieles que, animados por un verdadero espíritu de penitencia y de caridad, participen el 23 de julio de 2023, en la solemne celebración que el Papa Francisco presidirá en la Basílica de San Pedro, o en las diversas funciones que se celebrarán en todo el mundo.

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Indulgencias para los que visiten a los ancianos

En el Decreto, además se señala que, la “indulgencia plenaria” podrá aplicarse también como sufragio a las almas del Purgatorio. Asimismo, este Tribunal de la Misericordia concede la “indulgencia plenaria” también a los fieles que dediquen en este mismo día un tiempo adecuado a visitar presencial o virtualmente, a través de los medios de comunicación, a sus hermanos ancianos necesitados o en dificultad: como enfermos, abandonados, discapacitados, etc.

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Indulgencias a los que se unan espiritualmente a la celebración

Del mismo modo, se podrá conceder la indulgencia plenaria, “siempre que se desprendan de cualquier pecado y se propongan cumplir cuanto antes las tres condiciones habituales, a los ancianos enfermos y a todos aquellos que, no pudiendo salir de casa por un motivo grave, se unan espiritualmente a los sagrados servicios de la Jornada Mundial, ofreciendo al Dios misericordioso sus oraciones, sus penas y los sufrimientos de su vida”, especialmente mientras se difunden a través de los medios de comunicación las palabras del Sumo Pontífice y las diversas celebraciones.

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La celebración del Sacramento de la Penitencia

Finalmente, con el fin de obtener la gracia divina mediante el poder de las Llaves de la Iglesia y para que pueda realizarse más fácilmente a través de la caridad pastoral, esta Penitenciaría Apostólica “ruega encarecidamente a los sacerdotes, dotados de las facultades adecuadas para oír confesiones, que se pongan a disposición, con espíritu dispuesto y generoso, para la celebración del Sacramento de la Penitencia”. “El presente Decreto – concluye la Nota – es válido para la Tercera Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos. No obstante, cualquier disposición en contrario”.

 

 

Fuente: vaticannews.va

Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores

 

«Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50) es el lema que propone el papa Francisco para la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que se celebrará el 23 de julio, aunque la Santa Sede ya ha hecho público el Mensaje del Santo Padre para esta Jornada.

 

«Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50)
(texto íntegro)

 

Queridos hermanos y hermanas:

«Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50): este es el tema de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Es un tema que nos reconduce a aquel encuentro bendito entre la joven María y su pariente anciana Isabel (cf. Lc 1,39-56). Esta, llena del Espíritu Santo, se dirige a la Madre de Dios con palabras que, a distancia de milenios, acompasan nuestra oración cotidiana: «Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre» (v. 42). Y el Espíritu Santo, que ha descendido ya sobre María, la impulsa a responder con el Magníficat, en el que proclama que la misericordia del Señor se extiende de generación en generación. El Espíritu Santo bendice y acompaña cada encuentro fecundo entre generaciones distintas, entre abuelos y nietos, entre jóvenes y ancianos. Efectivamente, Dios desea que, como hizo María con Isabel, los jóvenes alegren el corazón de los ancianos, y que adquieran sabiduría de sus vivencias. Pero, sobre todo, el Señor desea que no dejemos solos a los ancianos, que no los releguemos a los márgenes de la vida, como por desgracia sucede frecuentemente.

Es hermosa, este año, la cercanía entre la celebración de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores y la de la Juventud; ambas tienen como tema la “prisa” de María para ir a visitar a Isabel (cf. v. 39), y de ese modo nos llevan a reflexionar sobre el vínculo entre los jóvenes y los ancianos. El Señor espera que los jóvenes, al encontrarse con los ancianos, acojan la llamada a custodiar la memoria y reconozcan, gracias a ellos, el don de pertenecer a una historia más grande. La amistad con una persona anciana ayuda al joven a no reducir la vida al presente y a recordar que no todo depende de sus capacidades. Para los más ancianos, en cambio, la presencia de un joven les da esperanza de que todo lo que han vivido no se perderá y que sus sueños pueden realizarse. En definitiva, la visita de María a Isabel y la conciencia de que la misericordia del Señor se transmite de una generación a la otra revelan que no podemos avanzar —y mucho menos salvarnos— solos y que la intervención de Dios se manifiesta siempre en el conjunto, en la historia de un pueblo. Es María misma quien lo dice en el Magníficat, exultando en Dios que ha obrado maravillas nuevas y sorprendentes, fiel a la promesa hecha a Abrahán (cf. vv. 51-55).

Para acoger mejor el estilo de actuar de Dios, recordemos que el tiempo tiene que ser vivido en su plenitud, porque las realidades más grandes y los sueños más hermosos no se realizan en un momento, sino a través de un crecimiento y una maduración; en camino, en diálogo, en relación. Por ello, quien se concentra sólo en lo inmediato, en conseguir beneficios para sí rápida y ávidamente, en tener “todo enseguida”, pierde de vista el actuar de Dios. Su proyecto de amor, por el contrario, atraviesa pasado, presente y futuro, abraza y pone en comunicación las generaciones. Es un proyecto que va más allá de nosotros mismos, pero en el que cada uno de nosotros es importante, y sobre todo está llamado a ir más allá. Para los más jóvenes se trata de ir más allá de esa inmediatez en la que se confina la realidad virtual, la cual muchas veces distrae de la acción concreta; en el caso de las personas mayores se trata de no hacer hincapié en las fuerzas que decaen y de no lamentarse por las ocasiones perdidas. Miremos hacia adelante. Dejémonos plasmar por la gracia de Dios que, de generación en generación, nos libra del inmovilismo en el actuar y de los remordimientos del pasado.

En el encuentro entre María e Isabel, entre jóvenes y ancianos, Dios nos da su futuro. El camino de María y la acogida de Isabel abren las puertas a la manifestación de la salvación. A través de su abrazo, la misericordia de Dios irrumpe con una gozosa mansedumbre en la historia humana. Quisiera pues invitar a cada uno de ustedes a pensar en aquel encuentro, más aún, a cerrar los ojos y a imaginar, como en una foto, aquel abrazo entre la joven Madre de Dios y la madre anciana de san Juan Bautista; a representarlo en la mente y a visualizarlo en el corazón, para fijarlo en el alma como un luminoso icono interior.

Y los invito además a pasar de la imaginación a la realización de un gesto concreto para abrazar a los abuelos y a los ancianos. No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces. Sí, son los ancianos quienes nos transmiten la pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados.

La Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores quiere ser un pequeño y delicado signo de esperanza para ellos y para toda la Iglesia. Renuevo por ello mi invitación a todos —diócesis, parroquias, asociaciones y comunidades— a celebrar esta Jornada, poniendo en el centro la alegría desbordante de un renovado encuentro entre jóvenes y ancianos. A ustedes, jóvenes, que se están preparando para ir a Lisboa o que vivirán la Jornada Mundial de la Juventud en sus lugares de origen, quisiera decirles: antes de ponerse en camino vayan a encontrar a sus abuelos, hagan una visita a un anciano que esté solo. Su oración los protegerá y llevarán en el corazón la bendición de ese encuentro. A ustedes ancianos les pido que acompañen con la oración a los jóvenes que van a celebrar la JMJ. Estos muchachos son la respuesta de Dios a sus peticiones, el fruto de lo que sembraron, el signo de que Dios no abandona a su pueblo, sino que siempre lo rejuvenece con la fantasía del Espíritu Santo.

Queridos abuelos, queridos hermanos y hermanas mayores, que la bendición del abrazo entre María e Isabel los alcance y colme de paz vuestros corazones. Los bendigo con afecto. Y ustedes, por favor, recen por mí.

 

Roma, San Juan de Letrán, 31 de mayo de 2023, Fiesta de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María.

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Mensaje del papa Francisco para la VII Jornada Mundial de los Pobres 2023: «No apartes tu rostro del pobre»

 

La Santa Sede hace público este martes 13 de junio el MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO para la VII JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES 2023 que este año se celebrará el 19 de noviembre.

«No apartes tu rostro del pobre» (Tb 4,7) es el lema que el Santo Padre propone para este año.  En su mensaje para la séptima Jornada Mundial de los Pobres, Francisco exhorta a no apartar la mirada de los que están en dificultad, como los niños que viven en zonas de guerra, los que no llegan a fin de mes, los que son explotados en el trabajo y los jóvenes prisioneros de una cultura que les hace sentirse fracasados: todos son nuestros prójimos, necesitamos un compromiso político y legislativo serio y eficaz.

 

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«No apartes tu rostro del pobre» (Tb 4,7)
(texto íntegro)

 

1. La Jornada Mundial de los Pobres, signo fecundo de la misericordia del Padre, llega por séptima vez para apoyar el camino de nuestras comunidades. Es una cita que la Iglesia va arraigando poco a poco en su pastoral, para descubrir cada vez más el contenido central del Evangelio. Cada día nos comprometemos a acoger a los pobres, pero esto no basta. Un río de pobreza atraviesa nuestras ciudades y se hace cada vez más grande hasta desbordarse; ese río parece arrastrarnos, tanto que el grito de nuestros hermanos y hermanas que piden ayuda, apoyo y solidaridad se hace cada vez más fuerte. Por eso, el domingo anterior a la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, nos reunimos en torno a su Mesa para recibir de Él, una vez más, el don y el compromiso de vivir la pobreza y de servir a los pobres.

«No apartes tu rostro del pobre»(Tb 4,7). Esta Palabra nos ayuda a captar la esencia de nuestro testimonio. Detenernos en el Libro de Tobías, un texto poco conocido del Antiguo Testamento, fascinante y rico en sabiduría, nos permitirá adentrarnos mejor en lo que el autor sagrado desea transmitir. Ante nosotros se despliega una escena de la vida familiar: un padre, Tobit, despide a su hijo Tobías, que está a punto de emprender un largo viaje. El anciano teme no volver a ver a su hijo y por ello le deja su “testamento espiritual”. Tobit había sido deportado a Nínive y se había quedado ciego, por lo que era doblemente pobre, pero siempre había tenido una certeza, expresada en el nombre que lleva: “El Señor ha sido mi bien”. Este hombre, que siempre confió en el Señor, como buen padre no desea tanto dejarle a su hijo algún bien material, cuanto el testimonio del camino a seguir en la vida, por eso le dice: «Acuérdate del Señor todos los días de tu vida, hijo mío, y no peques deliberadamente ni quebrantes sus mandamientos. Realiza obras de justicia todos los días de tu vida y no sigas los caminos de la injusticia» (4,5).

 

2. Como se puede apreciar inmediatamente, lo que el anciano Tobit pide a su hijo que recuerde no se limita a un simple acto de memoria o a una oración dirigida a Dios. Se refiere a gestos concretos que consisten en hacer buenas obras y vivir con justicia. La exhortación se hace aún más específica: a todos los que practican la justicia, «da limosna de tus bienes y no lo hagas de mala gana» (4,7).

Las palabras de este sabio anciano no dejan de sorprendernos. En efecto, no olvidemos que Tobit había perdido la vista precisamente después de realizar un acto de misericordia. Como él mismo cuenta, su vida desde joven estuvo dedicada a hacer obras de caridad: «Hice muchas limosnas a mis hermanos y a mis compatriotas deportados conmigo a Nínive, en el país de los Asirios. […] Daba mi pan a los hambrientos, vestía a los que estaban desnudos y enterraba a mis compatriotas, cuando veía que sus cadáveres eran arrojados por encima de las murallas de Nínive» (1,3.17).

Por su testimonio de caridad, el rey lo había privado de todos sus bienes, dejándolo completamente pobre. Pero el Señor aún lo necesitaba; habiendo recuperado su puesto como administrador, no tuvo miedo de continuar con su estilo de vida. Escuchemos su relato, que también nos habla hoy a nosotros: «En nuestra fiesta de Pentecostés, que es la santa fiesta de las siete Semanas, me prepararon una buena comida y yo me dispuse a comer. Cuando me encontré con la mesa llena de manjares, le dije a mi hijo Tobías: “Hijo mío, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún pobre que se acuerde de todo corazón del Señor, y tráelo para que comparta mi comida. Yo esperaré hasta que tú vuelvas”» (2,1-2). Sería muy significativo si, en la Jornada de los Pobres, esta preocupación de Tobit fuera también la nuestra. Invitar a compartir el almuerzo dominical, después de haber compartido la Mesa eucarística. La Eucaristía celebrada sería realmente criterio de comunión. Por otra parte, si en torno al altar somos conscientes de que todos somos hermanos y hermanas, ¡cuánto más visible sería esta fraternidad compartiendo la comida festiva con quien carece de lo necesario!

Tobías hizo como le había dicho su padre, pero regresó con la noticia de que habían asesinado a un pobre y lo habían abandonado en medio de la plaza. Sin vacilar, el anciano Tobit se levantó de la mesa y fue a enterrar a aquel hombre. Al volver a su casa, cansado, se durmió en el patio; sobre los ojos le cayó estiércol de unos pájaros y se quedó ciego (cf. 2,1-10). Ironía de la suerte: haces un gesto de caridad y te sucede una desgracia. El hecho nos lleva a pensar así; pero la fe nos enseña a ir más en profundidad. La ceguera de Tobit será su fuerza para reconocer aún mejor las numerosas formas de pobreza que le rodeaban. Y el Señor se encargará a su tiempo de restituir al anciano padre la vista y la alegría de volver a ver a su hijo Tobías. Cuando llegó ese día, Tobit «lo abrazó llorando y le dijo: “¡Te veo, hijo mío, luz de mis ojos!”. Y añadió: “¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea su gran Nombre! ¡Benditos sean todos sus santos ángeles! ¡Que su gran Nombre esté sobre nosotros! Benditos sean los ángeles por todos los siglos! Porque él me había herido, pero […] ahora veo a mi hijo Tobías”» (11,13-15).

 

3. Podemos preguntarnos: ¿de dónde le vienen a Tobit la valentía y la fuerza interior que le permiten servir a Dios en medio de un pueblo pagano y de amar al prójimo hasta el punto de poner en peligro su propia vida? Estamos frente a un ejemplo extraordinario: Tobit era un esposo fiel y un padre atento; fue deportado lejos de su tierra y sufría injustamente; fue perseguido por el rey y por sus vecinos. A pesar de tener un alma tan buena, fue puesto a prueba. Como a menudo nos enseña la Sagrada Escritura, Dios no les evita las pruebas a los que hacen el bien. ¿Cómo es posible? No lo hace para humillarnos, sino para afianzar nuestra fe en Él.

Tobit, en el momento de la prueba, descubre su propia pobreza, que lo hace capaz de reconocer a los pobres. Es fiel a la Ley de Dios y observa los mandamientos, pero esto no le es suficiente. La atención efectiva hacia los pobres le era posible porque había experimentado la pobreza en su propia carne. Por lo tanto, las palabras que dirige a su hijo Tobías son su auténtica herencia: «No apartes tu rostro de ningún pobre» (4,7). En definitiva, cuando estamos ante un pobre no podemos volver la mirada hacia otra parte, porque eso nos impedirá encontrarnos con el rostro del Señor Jesús. Y fijémonos bien en esa expresión «de ningún pobre». Cada uno de ellos es nuestro prójimo. No importa el color de la piel, la condición social, la procedencia. Si soy pobre, puedo reconocer quién es el hermano que realmente me necesita. Estamos llamados a encontrar a cada pobre y a cada tipo de pobreza, sacudiendo de nosotros la indiferencia y la banalidad con las que escudamos un bienestar ilusorio.

 

4. Vivimos un momento histórico que no favorece la atención hacia los más pobres. La llamada al bienestar sube cada vez más de volumen, mientras las voces del que vive en la pobreza se silencian. Se tiende a descuidar todo aquello que no forma parte de los modelos de vida destinados sobre todo a las generaciones más jóvenes, que son las más frágiles frente al cambio cultural en curso. Lo que es desagradable y provoca sufrimiento se pone entre paréntesis, mientras que las cualidades físicas se exaltan, como si fueran la principal meta a alcanzar. La realidad virtual se apodera de la vida real y los dos mundos se confunden cada vez más fácilmente. Los pobres se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación. La prisa, cotidiana compañera de la vida, impide detenerse, socorrer y hacerse cargo de los demás. La parábola del buen samaritano (cf. Lc 10,25-37) no es un relato del pasado, interpela el presente de cada uno de nosotros. Delegar en otros es fácil; ofrecer dinero para que otros hagan caridad es un gesto generoso; la vocación de todo cristiano es implicarse en primera persona.

 

5. Agradecemos al Señor porque son muchos los hombres y mujeres que viven entregados a los pobres y a los excluidos y que comparten con ellos; personas de todas las edades y condiciones sociales que practican la acogida y se comprometen junto a aquellos que se encuentran en situaciones de marginación y sufrimiento. No son súper-hombres, sino “vecinos de casa” que encontramos cada día y que en el silencio se hacen pobres y con los pobres. No se limitan a dar algo; escuchan, dialogan, intentan comprender la situación y sus causas, para dar consejos adecuados y referencias justas. Están atentos a las necesidades materiales y también espirituales, a la promoción integral de la persona. El Reino de Dios se hace presente y visible en este servicio generoso y gratuito; es realmente como la semilla caída en la tierra buena de estas personas que da fruto (cf. Lc 8,4-15). La gratitud hacia tantos voluntarios pide hacerse oración para que su testimonio pueda ser fecundo.

 

6. En el 60 aniversario de la Encíclica Pacem in terris, es urgente retomar las palabras del santo Papa Juan XXIII cuando escribía: «Observamos que [el hombre] tiene un derecho a la existencia, a la integridad corporal, a los medios necesarios para un decoroso nivel de vida, cuales son, principalmente, el alimento, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia médica y, finalmente, los servicios indispensables que a cada uno debe prestar el Estado. De lo cual se sigue que el hombre posee también el derecho a la seguridad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudedad, vejez, paro y, por último, cualquier otra eventualidad que le prive, sin culpa suya, de los medios necesarios para su sustento» (n. 11).

Cuánto trabajo tenemos todavía por delante para que estas palabras se hagan realidad, también por medio de un serio y eficaz compromiso político y legislativo. Que pueda desarrollarse la solidaridad y la subsidiariedad de tantos ciudadanos que creen en el valor del compromiso voluntario de entrega a los pobres, no obstante los límites y en ocasiones las deficiencias de la política en ver y servir al bien común. Se trata ciertamente de estimular y hacer presión para que las instituciones públicas cumplan bien su deber; pero no sirve permanecer pasivos en espera de recibir todo “desde lo alto”; quienes viven en condiciones de pobreza también han de ser implicados y acompañados en un proceso de cambio y de responsabilidad.

 

7. Lamentablemente, debemos constatar una vez más nuevas formas de pobreza que se suman a las que se han descrito anteriormente. Pienso de modo particular en las poblaciones que viven en zonas de guerra, especialmente en los niños privados de un presente sereno y de un futuro digno. Nadie podrá acostumbrarse jamás a esta situación; mantengamos vivo cada intento para que la paz se afirme como don del Señor Resucitado y fruto del compromiso por la justicia y el diálogo.

Tampoco puedo olvidar las especulaciones que, en diversos sectores, llevan a un dramático aumento de los costes que vuelven a muchísimas familias aún más indigentes. Los salarios se acaban rápidamente, obligando a privaciones que atentan contra la dignidad de las personas. Si en una familia se debe elegir entre la comida para subsistir y las medicinas para recuperar la salud, entonces debe hacerse escuchar la voz del que reclama el derecho de ambos bienes, en nombre de la dignidad de la persona humana.

¿Cómo no llamar la atención, además, sobre el desorden ético que marca el mundo del trabajo? El trato deshumano que se reserva a tantos trabajadores y trabajadoras; la retribución que no corresponde al trabajo realizado; el flagelo de la precariedad; las excesivas víctimas de accidentes, provocadas a menudo por una mentalidad que prefiere el beneficio inmediato en detrimento de la seguridad. Vuelven a la mente las palabras de san Juan Pablo II: «El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo. […] El hombre está destinado y llamado al trabajo; pero, ante todo, el trabajo está “en función del hombre” y no el hombre “en función del trabajo”» (Carta enc. Laborem exercens, 6).

 

8. Esta enumeración, ya de por sí dramática, describe sólo parcialmente las situaciones de pobreza que forman parte de nuestra cotidianidad. No puedo pasar por alto, en particular, un modo de sufrimiento que cada día es más evidente y que afecta al mundo juvenil. Cuántas vidas frustradas e incluso suicidios de jóvenes, engañados por una cultura que los lleva a sentirse “incompletos” y “fracasados”. Ayudémosles a reaccionar ante estas instigaciones nefastas, para que cada uno pueda encontrar el camino a seguir para adquirir una identidad fuerte y generosa.

Es fácil, hablando de los pobres, caer en la retórica. También es una tentación insidiosa la de quedarse en las estadísticas y en los números. Los pobres son personas, tienen rostros, historias, corazones y almas. Son hermanos y hermanas con sus cualidades y defectos, como todos, y es importante entrar en una relación personal con cada uno de ellos.

El Libro de Tobías nos enseña cómo actuar de forma concreta con y por los pobres. Es una cuestión de justicia que nos compromete a todos a buscarnos y encontrarnos recíprocamente, para favorecer la armonía necesaria, de modo que una comunidad pueda identificarse como tal. Por tanto, el interés por los pobres no se agota en limosnas apresuradas; exige restablecer las justas relaciones interpersonales que han sido afectadas por la pobreza. De ese modo, “no apartar el rostro del pobre” conduce a obtener los beneficios de la misericordia, de la caridad que da sentido y valor a toda la vida cristiana.

 

9. Nuestra atención hacia los pobres siempre está marcada por el realismo evangélico. Lo que se comparte debe responder a las necesidades concretas de los demás, no se trata de liberarse de lo superfluo. También en esto es necesario el discernimiento, bajo la guía del Espíritu Santo, para reconocer las verdaderas exigencias de los hermanos y no nuestras propias aspiraciones. Lo que de seguro necesitan con mayor urgencia es nuestra humanidad, nuestro corazón abierto al amor. No lo olvidemos: «Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 198). La fe nos enseña que cada uno de los pobres es hijo de Dios y que en él o en ella está presente Cristo: «Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40).

 

10. Este año se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de santa Teresa del Niño Jesús. En una página de su Historia de un alma escribió: «Sí, ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar. Pero, sobre todo, comprendí que la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón: Nadie, dijo Jesús, enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Yo pienso que esa lámpara representa a la caridad, que debe alumbrar y alegrar, no sólo a los que me son más queridos, sino a todos los que están en la casa, sin exceptuar a nadie» (Ms C, 12r°: Obras completas, Burgos 2006, 287-288).

En esta casa que es el mundo, todos tienen derecho a ser iluminados por la caridad, nadie puede ser privado de ella. Que la perseverancia del amor de santa Teresita pueda inspirar nuestros corazones en esta Jornada Mundial, que nos ayude a “no apartar el rostro del pobre” y a mantener nuestra mirada siempre fija en la faz humana y divina de nuestro Señor Jesucristo.

 

Roma, San Juan de Letrán, 13 de junio de 2023, Memoria de san Antonio de Padua, patrono de los pobres.

 

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar 2023: «Juntos anunciamos lo que vivimos»

 

El próximo 28 de mayo, día de la solemnidad de Pentecostés, la Iglesia celebra también el DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y DEL APOSTOLADO SEGLAR. El lema que para la Jornada de este año es «Juntos anunciamos lo que vivimos»

Un día, como recuerdan los obispos de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida  en su mensaje, que todos los bautizados juntos: los laicos, consagrados y pastores, tenemos la misión de anunciar a Jesucristo con nuestra vida cotidiana.

Dicha comisión es la encargada de elaborar los materiales para divulgar y preparar la jornada. (Se pueden descargar en los distintos enlaces que aparecen al final).

¿Cuál es el mensaje de los obispos?

La Jornada de este año, explican los obispos de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida, “nos invita a todos los bautizados, especialmente a los laicos, a tomar conciencia de la importancia del anuncio explícito de Jesucristo, con palabras y con obras”.

Esta Comisión, anuncian, quiere llevar a cabo un ejercicio de discernimiento sobre el Itinerario del Primer Anuncio pues las conclusiones del proceso sinodal evidencian que es una prioridad pastoral para la Iglesia en España. Además, se recoge como una preferencia en las orientaciones pastorales de la CEE (2021-2025), Fieles al envío misionero.

También “nos urge” a situar el primer anuncio como núcleo y eje de la labor pastoral como Iglesia responder al “cambio de época”: “La sociedad actual, marcada por la secularización y el pluralismo, se coloca cada día más de espaldas a Dios y la mayoría de las personas viven como si Dios no existiera. Si hace unos años la fe fue arrinconada al ámbito privado de la persona, ahora ha sido en muchos casos expulsada incluso de ese espacio. Podemos afirmar que estamos asistiendo a una situación de esquizofrenia creyente, porque se ha establecido una contraposición entre la vida de fe y la vida cotidiana”.

El primer anuncio, matizan, encuentra su fundamento en el mandato expreso de Jesús, “que nos invita a la evangelización: «Id al mundo entero y anunciad el evangelio a toda la creación» (Mc 16,15)”. Y en contexto actual, caracterizado en muchos casos por el desconocimiento y la indiferencia hacia la persona de Jesús, estamos llamados a hacernos presentes, a nivel personal y comunitario, en los espacios públicos para anunciar el kerigma con lenguajes adecuados al interlocutor y especialmente con nuestro testimonio”.

Una tarea de todo el pueblo de Dios

Los obispos valoran las iniciativas de primer anuncio que ya existen en nuestra Iglesia en España, pero confiesan que “nuestro anhelo es que todospor el sacramento del bautismo, tomemos conciencia de nuestra vocación de ser anunciadores de Jesucristo, que proclamemos con nuestras palabras y obras el kerigma, el núcleo del evangelio: Jesucristo te ama, ha dado la vida por ti y ha resucitado”.

Por eso, ofrecen unas pautas. Como punto de partida para abordar cualquier cambio pastoral señalan la importancia de la oración, de los sacramentos y de “renovar nuestro encuentro con el Señor” pues “no podemos ser creíbles en el exterior si no cuidamos el interior”.

También es fundamental, explican, comunicar con lenguajes adecuados a aquellos con los que se dialoga. Y hoy “este anuncio debe insertarse en la nueva cultura digital en la que nos movemos”. En este sentido plantean el desafío de convertirse en una presencia evangelizadora en el continente digital.

Otra palabra clave es el testimonio pues nuestro mundo necesita “no tanto maestros como testigos”. Es fundamental “anunciar a Cristo con nuestro modo de vivir” para “tocar el corazón y la mente de los que nos escuchan porque predicamos con nuestra vida”. “Nos duele”, confiesan, que en la síntesis del Sínodo en España “se vea a la Iglesia como una institución reaccionaria y poco propositiva, alejada de la realidad de hoy”.

Como Iglesia “tenemos que situarnos en diálogo con el mundo, ofreciendo la buena noticia del evangelio a tantas personas que están sufriendo, que se sienten marginadas por la sociedad por cualquier motivo”. Estamos llamados a anunciar “al que es la vida, Jesucristo, en medio de las situaciones de muerte, de tristeza o de falta de esperanza que hay a nuestro alrededor”.

Esta Jornada, que coincide con las elecciones municipales y autonómicas, “nos interpela también a un testimonio cristiano en el mundo de la política, que, en palabras del papa Francisco, «es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común» (EG 205).

Los obispos terminan su mensaje agradeciendo el trabajo de las delegaciones de apostolado seglar; de los movimientos y asociaciones; de la Acción Católica; del Consejo Asesor de Laicos y “el testimonio anónimo de tantos laicos de nuestras parroquias que cada día anuncian a Jesucristo en sus ambientes, con palabras y obras”.

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Materiales de la Jornada

 

 

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

21 de mayo, Jornada de las Comunicaciones Sociales: «Hablar con el corazón en la verdad y en el amor»

 

Este domingo, 21 de mayo, solemnidad de la Ascensión del Señor, se celebra la 57º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «Hablar con el corazón, «en la verdad y en el amor» (Ef 4,15)» es el lema que propone el Santo Padre para la Jornada de este año.

La Santa Sede hizo público el pasado mes de enero, el Mensaje del papa Francisco para la 57º Jornada Mundial de la Comunicaciones Sociales en el que resalta que es el corazón el que nos mueve a una comunicación abierta y acogedora. El Papa destaca como «uno de los ejemplos más luminosos» a San Francisco de Sales, doctor de la Iglesia. De él se podía decir que «las palabras dulces» multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas relaciones

Por su parte los obispos de la Comisión Episcopal Española para las comunicaciones sociales también han escrito un mensaje para esta Jornada  donde nos invitan a hablar con el corazón, en la verdad y en el amor.  Esas tres palabras, corazón, verdad y amor, ponen en juego los principios de una comunicación humana, del hablar entre personas.

¿Cuál es el mensaje de los obispos?

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Bajo el título, “En tiempos de soledad, la comunicación une corazones”, los obispos desgranan esas tres palabras en su mensaje. Indican que “vivimos tiempos de desvinculación, de individualismos, de soledad”. La polarización, los extremos, las redes sociales están haciendo de la comunicación, del encuentro, una dificultad, cuando debería ser el primer objetivo entre las personas.

Los obispos afirman que “la comunicación se realiza cuando genera vínculos con el otro, con la realidad y con la verdad”.

«Solo la comunicación de la verdad permite avanzar la sociedad»

En este sentido, en el mensaje, hablan de la telebasura, que «ha sido exponente máximo de una comunicación orientada a los ratings de audiencia convertible en beneficio económico”. La Comisión apunta que este modelo, que parece que llega a su fin, “pasa por encima de la verdad, de la dignidad de las personas, de la inteligencia humana”. Y no solo está vigente en los medios de comunicación sino que tiene extensiones en la política, el deporte o las instituciones.

Por ello, aseguran que “la comunicación con el corazón no es comunicación para la pasión que divide sino para la pasión que une, que vincula, para la compasión”.

Así, llegamos a la segunda palabra de la comunicación a la que invita el Papa, que es la  verdad“Sólo la comunicación de la verdad – matizan- permite avanzar la sociedad y es realmente comunicación”.

Y, además, los obispos hacen un llamamiento a todos los que participan en redes sociales, que muchas veces llevan a las fakes news y la incomunicación,  para «que tengan entre sus motivaciones hacer posible un encuentro y un diálogo que puedan iluminar mejor la verdad de las cosas y de las personas”.

En su mensaje, también hablan de la inteligencia artificial, que ha irrumpido en el mundo de la comunicación en los últimos meses. “Esta inteligencia artificial y sus limitaciones son una oportunidad para revalorizar la comunicación humana por lo que esta aporta de humanidad, de corazón, de amor y de verdad”.

Los obispos de la Comisión explican la tercera palabra, que está en este eje de la comunicación que propone el Papa Francisco, que es: el amor. Porque «la comunicación en el amor, como contenido y como modo de comunicar, puede hacer mejor la vida de las personas”.

Finalmente, alientan a los comunicadores y a todos los cristianos, a realizar una comunicación con corazón, verdad y amor para crear una sociedad más humana y contribuir así al bien de la persona.

 

Materiales de la jornada

 

Charla-Testimonio: «Una Iglesia que acompaña a través de la escucha»

Como parte de los actos previstos para celebrar el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar 2023,  la ACG de Santiago nos invita a participar en esta charla  «Una Iglesia que acompaña a través de la escucha» que va a tener lugar el domingo 28 de mayo, a las 18:30 h., en el salón San José de la Parroquia de de San Fernando en Santiago de Compostela.

Será una charla testimonio del acompañamiento a través de la escucha.

Entrada libre.