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Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores 2024: «Envejecer es signo de bendición»

La Santa Sede ha hecho público el Mensaje del papa Francisco para la IV Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que este año se celebra el 28 de julio“En la vejez no me abandones” (cf. Sal 71,9) es el tema que propone el Santo Padre para esta Jornada.

 

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA IV JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES

28 de julio de 2024

“En la vejez no me abandones” (cf. Sal 71,9)

 

Queridos hermanos y hermanas:

Dios nunca abandona a sus hijos. Ni siquiera cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando aparecen las canas y el estatus social decae, cuando la vida se vuelve menos productiva y corre el peligro de parecernos inútil. Él no se fija en las apariencias (cf. 1 S 16,7) y no desdeña elegir a aquellos que para muchos resultan irrelevantes. No descarta ninguna piedra, al contrario, las más “viejas” son la base segura sobre las que se pueden apoyar las piedras “nuevas” para construir todas juntas el edificio espiritual (cf. 1 P 2,5).

La Sagrada Escritura, en su conjunto, es una narración del amor fiel del Señor, del que emerge una certeza consoladora: Dios sigue mostrándonos su misericordia, siempre, en cada etapa de la vida, y en cualquier condición en la que nos encontremos, incluso en nuestras traiciones. Los salmos están llenos del asombro del corazón humano frente a Dios, que nos cuida a pesar de nuestra pequeñez (cf. Sal 144,3-4); nos aseguran que Dios nos ha plasmado en el seno materno (cf. Sal 139,13) y que no entregará nuestra vida a la muerte (cf. Sal 16,10). Por tanto, podemos tener la certeza de que también estará cerca de nosotros durante la ancianidad, tanto más porque en la Biblia envejecer es signo de bendición.  

Y, sin embargo, en los salmos encontramos además esta sentida súplica al Señor: «No me rechaces en el tiempo de mi vejez» (Sal 71,9). Una expresión fuerte, muy cruda. Nos lleva a pensar en el sufrimiento extremo de Jesús que exclamó en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46).

En la Biblia, pues, hallamos la certeza de la cercanía de Dios en cada etapa de la vida y, al mismo tiempo, encontramos el miedo al abandono, particularmente en la vejez y en el momento del dolor. No se trata de una contradicción. Mirando a nuestro alrededor no nos resulta difícil comprobar cómo esas expresiones reflejan una realidad más que evidente. Con mucha frecuencia la soledad es la amarga compañera de la vida de los que como nosotros son mayores y abuelos. Siendo obispo de Buenos Aires, muchas veces tuve ocasión de visitar residencias de ancianos y me di cuenta de las pocas visitas que recibían esas personas; algunos no veían a sus seres queridos desde hacía muchos meses.

Las causas de esa soledad son múltiples. En muchos países, sobre todo en los más pobres, los ancianos están solos porque sus hijos se han visto obligados a emigrar. Pienso también en las numerosas situaciones de conflicto; cuántos ancianos se quedan solos porque los hombres —jóvenes y adultos— han sido llamados a combatir y las mujeres, sobre todo las madres con niños pequeños, dejan el país para dar seguridad a los hijos. En las ciudades y en los pueblos devastados por la guerra, muchas personas mayores se quedan solas, como únicos signos de vida en zonas donde parece reinar el abandono y la muerte. En otras partes del mundo, además, existe una falsa creencia, muy enraizada en algunas culturas locales, que genera hostilidad respecto a los ancianos, acusados de recurrir a la brujería para quitar energías vitales a los jóvenes; de modo que, en caso de que una muerte prematura, una enfermedad o una suerte adversa afecte a un joven, la culpa recae sobre algún anciano. Esta mentalidad se debe combatir y erradicar. Es uno de esos prejuicios infundados, de los que la fe cristiana nos ha liberado, que alimenta persistentes conflictos generacionales entre jóvenes y ancianos.

Si lo pensamos bien, esta acusación dirigida a los mayores de “robar el futuro a los jóvenes” está muy presente hoy en todas partes. Esta también se encuentra, bajo otras formas, en las sociedades más avanzadas y modernas. Por ejemplo, hoy en día está muy extendida la creencia de que los ancianos hacen pesar sobre los jóvenes el costo de la asistencia que ellos requieren, y de esta manera quitan recursos al desarrollo del país y, por ende, a los jóvenes. Se trata de una percepción distorsionada de la realidad. Es como si la supervivencia de los ancianos pusiera en peligro la de los jóvenes. Como si para favorecer a los jóvenes fuera necesario descuidar a los ancianos o, incluso, eliminarlos. La contraposición entre las generaciones es un engaño y un fruto envenenado de la cultura de la confrontación. Poner a los jóvenes en contra de los ancianos es una manipulación inaceptable; «está en juego la unidad de las edades de la vida, es decir, el real punto de referencia para la comprensión y el aprecio de la vida humana en su totalidad» (Catequesis23 febrero 2022).

El salmo citado anteriormente —en el que se suplica no ser abandonados en la vejez— habla de una conspiración que ciñe la vida de los ancianos. Parecen palabras excesivas, pero comprensibles si se considera que la soledad y el descarte de los mayores no son casuales ni inevitables, son más bien fruto de decisiones —políticas, económicas, sociales y personales— que no reconocen la dignidad infinita de toda persona «más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre» (Decl. Dignitas infinita, 1). Esto sucede cuando se pierde el valor de cada uno y las personas se convierten en una mera carga onerosa, en algunos casos demasiado elevada. Lo peor es que, a menudo, los mismos ancianos terminan por someterse a esta mentalidad y llegan a considerarse como un peso, deseando ser los primeros en hacerse a un lado.

Por otra parte, hoy son muchas las mujeres y los hombres que buscan la propia realización personal llevando una existencia lo más autónoma y desligada de los demás que sea posible. Las pertenencias comunes están en crisis y se afirman las individualidades; el pasaje del “nosotros” al “yo” se muestra como uno de los signos más evidentes de nuestro tiempo. La familia, que es la primera y la más radical oposición a la idea de que podemos salvarnos solos, es una de las víctimas de esta cultura individualista. Pero cuando se envejece, a medida que las fuerzas disminuyen, el espejismo del individualismo, la ilusión de no necesitar a nadie y de poder vivir sin vínculos se revela tal cual es: uno se encuentra en cambio teniendo necesidad de todo, pero ya solo, sin ninguna ayuda, sin tener a alguien con quien poder contar. Es un triste descubrimiento que muchos hacen cuando ya es demasiado tarde.

La soledad y el descarte se han vuelto elementos recurrentes en el contexto en el que estamos inmersos. Estos tienen múltiples raíces: en algunos casos son el fruto de una exclusión programada, una especie de triste “complot social”; en otros casos se trata lamentablemente de una decisión propia. Otras veces también se los sufre fingiendo que se trate de una elección autónoma. Estamos perdiendo cada vez más «el sabor de la fraternidad» (Carta enc. Fratelli tutti, 33) e incluso nos cuesta imaginar algo diferente.

En muchos ancianos podemos advertir ese sentimiento de resignación del que habla el libro de Rut, cuando relata que la anciana Noemí —después de la muerte del marido y de los hijos— invitó a sus nueras, Orpá y Rut, a regresar a sus países de origen y a sus casas (cf. Rut 1,8). Noemí —como tantos ancianos de hoy— teme quedarse sola, pero no consigue imaginar algo distinto. Como viuda, es consciente de valer poco ante la sociedad y está convencida de ser un peso para esas dos jóvenes que, al contrario de ella, tienen toda la vida por delante. Por eso piensa que sea mejor hacerse a un lado y ella misma invita a las jóvenes nueras a dejarla y a construir su futuro en otros lugares (cf. Rut 1,11-13). Sus palabras son un concentrado de convenciones sociales y religiosas que parecen inmutables y que marcan su destino.

El relato bíblico nos presenta en este momento dos opiniones diferentes frente a la invitación de Rut y, por tanto, frente a la vejez. Una de las dos nueras, Orpá, que le tiene cariño a Noemí, con un gesto afectuoso la besa, pero acepta lo que ella también cree que es la única solución posible y sigue su propio camino. Rut, en cambio, no se separa de Noemí y le dirige palabras sorprendentes: «No insistas en que te abandone» (Rut 1,16). No tiene miedo de desafiar las costumbres y la opinión común, siente que esa mujer anciana la necesita y, con valentía, permanece a su lado, dando inicio a una nueva travesía para ambas. A todos nosotros —acostumbrados a la idea de que la soledad es un destino inevitable— Rut nos enseña que a la súplica “¡no me abandones!” es posible responder “¡no te abandonaré!”. No duda en trastocar lo que parece una realidad inmutable, ¡vivir solos no puede ser la única alternativa! No es casualidad que Rut —la que se quedó acompañando a la anciana Noemí— sea un antepasado del Mesías (cf. Mt 1,5), de Jesús, el Emanuel, Aquel que es “Dios con nosotros”, Aquel que lleva la cercanía y la proximidad de Dios a todos los hombres, de todas las condiciones y de todas las edades.

La libertad y la valentía de Rut nos invitan a recorrer un camino nuevo. Sigamos sus pasos, hagamos el viaje junto a esta joven mujer extranjera y a la anciana Noemí, no tengamos miedo de cambiar nuestras costumbres y de imaginar un futuro distinto para nuestros ancianos. Nuestro agradecimiento se dirige a todas esas personas que, aun con muchos sacrificios, han seguido efectivamente el ejemplo de Rut y se están ocupando de un anciano, o sencillamente muestran cada día su cercanía a parientes o conocidos que no tienen a nadie. Rut eligió estar cerca de Noemí y fue bendecida con un matrimonio feliz, una descendencia y una tierra. Esto vale siempre y para todos: estando cerca de los ancianos, reconociendo el papel insustituible que estos tienen en la familia, en la sociedad y en la Iglesia, también nosotros recibiremos muchos dones, muchas gracias, muchas bendiciones. 

En esta IV Jornada Mundial dedicada a ellos, no dejemos de mostrar nuestra ternura a los abuelos y a los mayores de nuestras familias, visitemos a los que están desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible. A la actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad contrapongamos el corazón abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir “¡no te abandonaré!” y de emprender un camino diferente.

A todos ustedes, queridos abuelos y mayores, y a cuantos los acompañan, llegue mi bendición junto con mi oración. También a ustedes les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 25 de abril de 2024

 

Fuente:conferenciaepiscopal.es

El Papa Francisco: «Ancianos y jóvenes crezcan juntos para construir una sociedad fraterna»

El Papa preside la Santa Misa por la III Jornada Mundial de los ancianos y los mayores Foto: Vatican Media

 

 

Los abuelos y los ancianos son “raíces que los más jóvenes necesitan para llegar a ser adultos”: son palabras del Papa en la Misa por la III Jornada Mundial de los abuelos y de los Mayores celebrada en la Basílica de San Pedro.

Ante a unos 6 mil fieles presentes, entre los cuales numerosos ancianos y abuelos son sus nietos y familiares, Francisco dedica su homilía a la relación entre los jóvenes y los ancianos, que hay que cultivar y hacer crecer. Mirando al mundo actual, exhorta a cuidar a las personas mayores y a no olvidarlas.

 

Estemos atentos, para que nuestras aglomeradas ciudades no se conviertan en “concentrados de soledad”; para que la política, que está llamada a proveer a las necesidades de los más frágiles, no se olvide precisamente de los ancianos, dejando que el mercado los relegue a “descartes improductivos”. No vaya a suceder que, a fuerza de seguir a toda velocidad los mitos de la eficiencia y del rendimiento, seamos incapaces de frenar para acompañar a los que les cuesta seguir el ritmo. Por favor, mezclémonos, crezcamos juntos.

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Luces y sombras

El Pontífice centra su reflexión en tres parábolas que Jesús usa para hablarnos del Reino de Dios en el Evangelio del día, que tienen un aspecto en común: el crecer juntos. “Cuenta historias sencillas, que llegan al corazón de quien lo escucha”. Se trata de un lenguaje, lleno de imágenes, explica, que “se asemeja al que muchas veces usan los abuelos con los nietos” y que “comunican una sabiduría importante para la vida”.

En la primera parábola, son el trigo y la cizaña los que crecen juntos, en el mismo campo. “Es una imagen que nos ayuda a hacer una lectura realista”, precisa, ya que “en la historia humana, como en la vida de cada uno, coexisten las luces y las sombras, el amor y el egoísmo. Es más, el bien y el mal están entrelazados hasta el punto de parecer inseparables”. Y añade que “este planteamiento objetivo nos ayuda a mirar la historia sin ideologías, sin optimismos estériles o pesimismos nocivos”.

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El riesgo de ser intransigentes

El cristiano, “no es un pesimista, ni tampoco un ingenuo que vive en el mundo de las fábulas, que actúa como si no viese el mal y dice que ‘todo va bien’, subraya el Obispo de Roma. “El cristiano es realista, indica el Papa, sabe que en el mundo hay trigo y cizaña, y se mira dentro, reconociendo que el mal no llega sólo ‘desde fuera’, que no es siempre culpa de los demás, que no es necesario ‘inventar’ enemigos que combatir para evitar arrojar un poco de luz en su interior”. “Pero la parábola nos interpela: cuando vemos que en el mundo el trigo y la cizaña están juntos, ¿qué debemos hacer?”, pregunta el Pontífice.

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En la narración los siervos querían arrancar la cizaña (cf. v. 28). Es una actitud animada por una buena intención, pero impulsiva y agresiva. Piensan que podrán arrancar el mal con sus propias fuerzas, para salvar la pureza. Es una tentación frecuente: una “sociedad pura”, una “Iglesia pura” pero, para alcanzar esa pureza, se corre el riesgo de ser impacientes, intransigentes, incluso violentos hacia quien cayó en el error. Y así, junto a la cizaña, se arranca también el trigo bueno y se impide a las personas hacer un camino, crecer, cambiar.

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Paciencia con los demás y mansedumbre para cuidar el buen grano  

El Santo Padre invita a continuación a escuchar en cambio “lo que dice Jesús: «Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha». “Qué hermosa esta mirada de Dios, su pedagogía misericordiosa”, observa el Santo Padre. “Nos invita a tener paciencia con los demás, a acoger —en la familia, en la Iglesia y en la sociedad— la fragilidad, los retrasos y los límites. No para acostumbrarnos a ellos con resignación o para justificarlos, sino para aprender a intervenir con respeto, sacando adelante el cultivo del buen grano, con mansedumbre y paciencia”.

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Recordando siempre que la purificación del corazón y la victoria definitiva sobre el mal son, esencialmente, obra de Dios. Y nosotros, venciendo la tentación de dividir el trigo y la cizaña, estamos llamados a entender cuáles son los modos y los momentos mejores para actuar.

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La ancianidad, estación para reconciliarse

El Papa dirige su pensamiento a la vida de los ancianos y abuelos que  “han realizado ya un largo trecho en el camino de la vida y, al volver la vista atrás, ven tantas cosas hermosas que han conseguido, pero también derrotas, errores” y recuerda que hoy, el Señor viene a nuestro encuentro “con una palabra dulce, que nos invita a acoger con serenidad y paciencia el misterio de la vida, a dejarle a Él el juicio, a no vivir de reproches y remordimientos. Como si nos quisiera decir: ‘Miren el buen trigo que ha germinado en el camino de sus vidas y háganlo crecer todavía más, confiándome todo, que siempre perdono: al final, el bien será más fuerte que el mal’”.

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La ancianidad es un tiempo bendecido también para esto, es la estación para reconciliarse, para mirar con ternura la luz que se expandió a pesar de las sombras, en la confiada esperanza de que el buen trigo sembrado por Dios prevalecerá sobre la cizaña con la que el diablo ha querido infestarnos el corazón.

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Necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos

En la segunda parábola, “Jesús habla del reino de los cielos que actúa de manera silenciosa en la trama de la historia, hasta el punto de parecer una acción minúscula e invisible, como la de un pequeño grano de mostaza, dice el Papa. “Pero, cuando este grano crece, ‘es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas’”.

Los abuelos, observa Francisco, son “hermosos como estos árboles frondosos, bajo los cuales los hijos y los nietos realizan sus propios ‘nidos’, aprenden el clima de familia y experimentan la ternura de un abrazo”. “Se trata de crecer juntos – añade. El árbol exuberante y los pequeños que necesitan del nido, los abuelos con los hijos y los nietos, los ancianos con los más jóvenes”.

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Necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos, para que la linfa de quien tiene a sus espaldas una larga experiencia de vida irrigue los brotes de esperanza de quien está creciendo. En este intercambio fecundo aprendemos la belleza de la vida, construimos una sociedad fraterna, y en la Iglesia permitimos el encuentro y el diálogo entre la tradición y las novedades del Espíritu.

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Crecer juntos y sostenernos recíprocamente

Por último, la tercera parábola, en la que crecen juntas la levadura y la harina. “Esta mezcla hace crecer toda la masa” evidencia el Obispo de Roma. Y recuerda, citando su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, que el verbo ‘mezclar’, evoca ese arte que conlleva ‘la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos’ y de ‘salir de sí mismo para unirse a otros’. Y es esto lo que “vence los individualismos y los egoísmos, y nos ayuda a generar un mundo más humano y fraterno” asegura. “hoy – añade – la Palabra de Dios es una llamada a vigilar para que nuestras vidas y nuestras familias no marginen a los más ancianos”.

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Hermanos, hermanas, la Palabra divina no nos invita a separar, a cerrarnos, a pensar que podemos hacerlo solos, sino a crecer juntos. Escuchémonos, dialoguemos, sostengámonos recíprocamente. No olvidemos a los abuelos y a los ancianos. Muchas veces, gracias a una caricia suya hemos vuelto a levantarnos, hemos reanudado el camino, nos henos sentido amados, sanados por dentro. Ellos se han sacrificado por nosotros y nosotros no podemos sacarlos de la agenda de nuestras prioridades. Crezcamos juntos, vayamos adelante juntos. El Señor bendecirá nuestro camino.

 

Fuente: vaticannews.va

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23 de julio, Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores

 

 

«Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50) es el lema que propone el papa Francisco para la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que la Iglesia celebra el próximo 23 de julio.

Desde 2021, esta Jornada se celebra en toda la Iglesia cada cuarto domingo de julio, cerca de la conmemoración litúrgica de los santos Joaquín y Ana, los “abuelos” de Jesús. La celebración de la Jornada quiere subrayar la necesidad de que la pastoral de los ancianos y la lucha contra la cultura del descarte adquieran relevancia y se conviertan en una preocupación ordinaria en la vida de toda comunidad eclesial.

El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida acompaña y promueve su celebración e invita a vivir la ocasión -en cada diócesis, parroquia y realidad eclesial- con dos gestos significativos: la celebración de una liturgia solemne junto a los abuelos y las personas mayores, y la visita a los ancianos solos de la propia comunidad. También este Dicasterio ha elaborado distintos materiales para facilitar su difusión.

 

MATERIALES PARA LA III JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y MAYORES

 

 

Además este año, la celebración dedicada a los abuelos y a los ancianos tendrá lugar el domingo 23 de julio, pocos días antes del inicio de la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa. Por ello el Papa Francisco ha querido dejar en su mensaje, una mención especial  para los jóvenes y para los ancianos.

 

 

 

Desde el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida  nos invitan a que todos oremos por esta III Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores con esta oración:

 

 

 

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Fuentes: www.conferenciaepiscopal.es  y  www.laityfamilylife.va

23 de julio: Indulgencia plenaria para la III Jornada Mundial de los Abuelos

Este miércoles, 5 de julio, fue publicado el Decreto de la Penitenciaría Apostólica con el cual, el Papa Francisco, concede la “indulgencia plenaria” a los abuelos, a los ancianos y a todos los fieles que, animados por un verdadero espíritu de penitencia y de caridad, participen el 23 de julio de 2023, en la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.
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A todos los que participen el 23 de julio de 2023, en la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, en la solemne celebración que el Papa Francisco presidirá en la Basílica de San Pedro, o en las diversas funciones que se celebrarán en todo el mundo, se les concede la indulgencia plenaria”. Así lo dio a conocer la Oficina de Prensa de la Santa Sede, al publicar este miércoles, 5 de julio, el Decreto de la Penitenciaría Apostólica con el cual, el Papa Francisco, concede la indulgencia plenaria, con ocasión de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.

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Indulgencia para la III Jornada Mundial de los Abuelos

En el Decreto, se recuerda que, “con el fin de aumentar la devoción de los fieles y procurar la salvación de las almas”, y acogiendo la reciente petición presentada por el cardenal Kevin Joseph Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, con ocasión de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, ya instituida por el Sumo Pontífice el cuarto domingo del mes de julio y que este año se celebrará sobre el tema «Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50), se concede la indulgencia plenaria, en las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Sumo Pontífice) a los abuelos, a los ancianos y a todos los fieles que, animados por un verdadero espíritu de penitencia y de caridad, participen el 23 de julio de 2023, en la solemne celebración que el Papa Francisco presidirá en la Basílica de San Pedro, o en las diversas funciones que se celebrarán en todo el mundo.

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Indulgencias para los que visiten a los ancianos

En el Decreto, además se señala que, la “indulgencia plenaria” podrá aplicarse también como sufragio a las almas del Purgatorio. Asimismo, este Tribunal de la Misericordia concede la “indulgencia plenaria” también a los fieles que dediquen en este mismo día un tiempo adecuado a visitar presencial o virtualmente, a través de los medios de comunicación, a sus hermanos ancianos necesitados o en dificultad: como enfermos, abandonados, discapacitados, etc.

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Indulgencias a los que se unan espiritualmente a la celebración

Del mismo modo, se podrá conceder la indulgencia plenaria, “siempre que se desprendan de cualquier pecado y se propongan cumplir cuanto antes las tres condiciones habituales, a los ancianos enfermos y a todos aquellos que, no pudiendo salir de casa por un motivo grave, se unan espiritualmente a los sagrados servicios de la Jornada Mundial, ofreciendo al Dios misericordioso sus oraciones, sus penas y los sufrimientos de su vida”, especialmente mientras se difunden a través de los medios de comunicación las palabras del Sumo Pontífice y las diversas celebraciones.

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La celebración del Sacramento de la Penitencia

Finalmente, con el fin de obtener la gracia divina mediante el poder de las Llaves de la Iglesia y para que pueda realizarse más fácilmente a través de la caridad pastoral, esta Penitenciaría Apostólica “ruega encarecidamente a los sacerdotes, dotados de las facultades adecuadas para oír confesiones, que se pongan a disposición, con espíritu dispuesto y generoso, para la celebración del Sacramento de la Penitencia”. “El presente Decreto – concluye la Nota – es válido para la Tercera Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos. No obstante, cualquier disposición en contrario”.

 

 

Fuente: vaticannews.va

Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores

 

«Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50) es el lema que propone el papa Francisco para la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que se celebrará el 23 de julio, aunque la Santa Sede ya ha hecho público el Mensaje del Santo Padre para esta Jornada.

 

«Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50)
(texto íntegro)

 

Queridos hermanos y hermanas:

«Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50): este es el tema de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Es un tema que nos reconduce a aquel encuentro bendito entre la joven María y su pariente anciana Isabel (cf. Lc 1,39-56). Esta, llena del Espíritu Santo, se dirige a la Madre de Dios con palabras que, a distancia de milenios, acompasan nuestra oración cotidiana: «Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre» (v. 42). Y el Espíritu Santo, que ha descendido ya sobre María, la impulsa a responder con el Magníficat, en el que proclama que la misericordia del Señor se extiende de generación en generación. El Espíritu Santo bendice y acompaña cada encuentro fecundo entre generaciones distintas, entre abuelos y nietos, entre jóvenes y ancianos. Efectivamente, Dios desea que, como hizo María con Isabel, los jóvenes alegren el corazón de los ancianos, y que adquieran sabiduría de sus vivencias. Pero, sobre todo, el Señor desea que no dejemos solos a los ancianos, que no los releguemos a los márgenes de la vida, como por desgracia sucede frecuentemente.

Es hermosa, este año, la cercanía entre la celebración de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores y la de la Juventud; ambas tienen como tema la “prisa” de María para ir a visitar a Isabel (cf. v. 39), y de ese modo nos llevan a reflexionar sobre el vínculo entre los jóvenes y los ancianos. El Señor espera que los jóvenes, al encontrarse con los ancianos, acojan la llamada a custodiar la memoria y reconozcan, gracias a ellos, el don de pertenecer a una historia más grande. La amistad con una persona anciana ayuda al joven a no reducir la vida al presente y a recordar que no todo depende de sus capacidades. Para los más ancianos, en cambio, la presencia de un joven les da esperanza de que todo lo que han vivido no se perderá y que sus sueños pueden realizarse. En definitiva, la visita de María a Isabel y la conciencia de que la misericordia del Señor se transmite de una generación a la otra revelan que no podemos avanzar —y mucho menos salvarnos— solos y que la intervención de Dios se manifiesta siempre en el conjunto, en la historia de un pueblo. Es María misma quien lo dice en el Magníficat, exultando en Dios que ha obrado maravillas nuevas y sorprendentes, fiel a la promesa hecha a Abrahán (cf. vv. 51-55).

Para acoger mejor el estilo de actuar de Dios, recordemos que el tiempo tiene que ser vivido en su plenitud, porque las realidades más grandes y los sueños más hermosos no se realizan en un momento, sino a través de un crecimiento y una maduración; en camino, en diálogo, en relación. Por ello, quien se concentra sólo en lo inmediato, en conseguir beneficios para sí rápida y ávidamente, en tener “todo enseguida”, pierde de vista el actuar de Dios. Su proyecto de amor, por el contrario, atraviesa pasado, presente y futuro, abraza y pone en comunicación las generaciones. Es un proyecto que va más allá de nosotros mismos, pero en el que cada uno de nosotros es importante, y sobre todo está llamado a ir más allá. Para los más jóvenes se trata de ir más allá de esa inmediatez en la que se confina la realidad virtual, la cual muchas veces distrae de la acción concreta; en el caso de las personas mayores se trata de no hacer hincapié en las fuerzas que decaen y de no lamentarse por las ocasiones perdidas. Miremos hacia adelante. Dejémonos plasmar por la gracia de Dios que, de generación en generación, nos libra del inmovilismo en el actuar y de los remordimientos del pasado.

En el encuentro entre María e Isabel, entre jóvenes y ancianos, Dios nos da su futuro. El camino de María y la acogida de Isabel abren las puertas a la manifestación de la salvación. A través de su abrazo, la misericordia de Dios irrumpe con una gozosa mansedumbre en la historia humana. Quisiera pues invitar a cada uno de ustedes a pensar en aquel encuentro, más aún, a cerrar los ojos y a imaginar, como en una foto, aquel abrazo entre la joven Madre de Dios y la madre anciana de san Juan Bautista; a representarlo en la mente y a visualizarlo en el corazón, para fijarlo en el alma como un luminoso icono interior.

Y los invito además a pasar de la imaginación a la realización de un gesto concreto para abrazar a los abuelos y a los ancianos. No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces. Sí, son los ancianos quienes nos transmiten la pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados.

La Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores quiere ser un pequeño y delicado signo de esperanza para ellos y para toda la Iglesia. Renuevo por ello mi invitación a todos —diócesis, parroquias, asociaciones y comunidades— a celebrar esta Jornada, poniendo en el centro la alegría desbordante de un renovado encuentro entre jóvenes y ancianos. A ustedes, jóvenes, que se están preparando para ir a Lisboa o que vivirán la Jornada Mundial de la Juventud en sus lugares de origen, quisiera decirles: antes de ponerse en camino vayan a encontrar a sus abuelos, hagan una visita a un anciano que esté solo. Su oración los protegerá y llevarán en el corazón la bendición de ese encuentro. A ustedes ancianos les pido que acompañen con la oración a los jóvenes que van a celebrar la JMJ. Estos muchachos son la respuesta de Dios a sus peticiones, el fruto de lo que sembraron, el signo de que Dios no abandona a su pueblo, sino que siempre lo rejuvenece con la fantasía del Espíritu Santo.

Queridos abuelos, queridos hermanos y hermanas mayores, que la bendición del abrazo entre María e Isabel los alcance y colme de paz vuestros corazones. Los bendigo con afecto. Y ustedes, por favor, recen por mí.

 

Roma, San Juan de Letrán, 31 de mayo de 2023, Fiesta de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María.

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

«En la vejez todavía darán fruto».- 24 de julio, Jornada de los Abuelos y de los Mayores

 

El 24 de julio se celebrará en todo el mundo la segunda Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores 2022 con el lema, «En la vejez todavía darán fruto» (Sal 92, 15). El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida invita a todas las diócesis, parroquias y comunidades eclesiales a celebrar esta Jornada con la que el papa Francisco ofrece a los ancianos un proyecto existencial: ser «artífices de la revolución de la ternura».

Con motivo de esta Jornada, el 24 de julio, a las 10.00 horas, el cardenal Angelo De Donatis, vicario general de la diócesis de Roma, presidirá la celebración eucarística por mandato del Santo Padre en la Basílica de San Pedro.

Dos propuestas para esta Jornada: celebrar una misa o visitar a mayores solos

El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida propone dos formas de participar en la Jornadacelebrar una misa o visitar a mayores solos. Para la celebración de la Eucaristía, este Dicasterio pone a disposición de las diócesis una serie de materiales y sugerencias pastorales y litúrgicas, que están disponibles en su página web.

Además, la Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede ha concedido la Indulgencia Plenaria todos los ancianos que participen en las liturgias celebradas con motivo de la Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores. También se concede a todos aquellos que en los días inmediatamente anteriores o posteriores a esta Jornada visiten a un anciano que esté solo.

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¿Por qué se celebra esta Jornada?

En la presentación de esta Jornada el prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, cardenal Kevin Farrell, señaló que «con la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, el Santo Padre nos invita a tomar conciencia de la relevancia de los ancianos en la vida de las sociedades y de nuestras comunidades, y a hacerlo de forma no episódica, sino estructural, y la Jornada ayuda a poner las bases para una pastoral ordinaria de esta época de la vida».

 

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Fuente: conferenciaepiscopal.es

Indulgencia Plenaria con motivo de la Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores

 

La Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede ha concedido la Indulgencia Plenaria todos los ancianos que participen en las liturgias celebradas con motivo de la Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores. También se concede a todos aquellos que en los días inmediatamente anteriores o posteriores a esta Jornada visiten a un anciano que esté solo.

Esta Jornada se celebra, por segundo año consecutivo, el próximo domingo 24 de julio de 2022. El tema elegido por el Santo Padre para la ocasión es: «En la vejez seguirán dando fruto» (Sal 92,15).

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El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida también ha hecho público hoy el kit pastoral con las instrucciones para la celebración de esta Jornada.

Consiste en el mensaje que el Santo Padre publicó para la ocasión, la oración oficial y las catequesis de los miércoles del Papa sobre la ancianidad. Estos textos van acompañados de algunas sugerencias pastorales y litúrgicas.

 

 

Fuente: www.conferenciaepiscopal.es

Mensaje del Papa Francisco para la primera Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores [25 de julio de 2021]

 

El Papa Francisco ha hecho público su Mensaje para la Primera Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores que se celebrará cada año el cuarto domingo del mes de julio, entorno a la festividad de San Joaquín y Santa Ana. En esta ocasión será el 25 de julio.

“Yo estoy contigo todos los días” es el lema elegido para esta Jornada. Lo explica el Papa en su escrito, «incluso cuando todo parece oscuro, como en estos meses de pandemia, el Señor sigue enviando ángeles para consolar nuestra soledad y repetirnos: «Yo estoy contigo todos los días». Esto te lo dice a ti, me lo dice a mí, a todos. Este es el sentido de esta Jornada que he querido celebrar por primera vez precisamente este año, después de un largo aislamiento y una reanudación todavía lenta de la vida social. ¡Que cada abuelo, cada anciano, cada abuela, cada persona mayor —sobre todo los que están más solos— reciba la visita de un ángel!».

 

Texto del mensaje:

 

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA  PRIMERA
JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES

(25 de julio de 2021)

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“Yo estoy contigo todos los días”

 

Queridos abuelos, queridas abuelas:

“Yo estoy contigo todos los días” (cf. Mt 28,20) es la promesa que el Señor hizo a sus discípulos antes de subir al cielo y que hoy te repite también a ti, querido abuelo y querida abuela. A ti. “Yo estoy contigo todos los días” son también las palabras que como Obispo de Roma y como anciano igual que tú me gustaría dirigirte con motivo de esta primera Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores. Toda la Iglesia está junto a ti —digamos mejor, está junto a nosotros—, ¡se preocupa por ti, te quiere y no quiere dejarte solo!

Soy muy consciente de que este mensaje te llega en un momento difícil: la pandemia ha sido una tormenta inesperada y violenta, una dura prueba que ha golpeado la vida de todos, pero que a nosotros mayores nos ha reservado un trato especial, un trato más duro. Muchos de nosotros se han enfermado, y tantos se han ido o han visto apagarse la vida de sus cónyuges o de sus seres queridos. Muchos, aislados, han sufrido la soledad durante largo tiempo.

El Señor conoce cada uno de nuestros sufrimientos de este tiempo. Está al lado de los que tienen la dolorosa experiencia de ser dejados a un lado. Nuestra soledad —agravada por la pandemia— no le es indiferente….

 

Para continuar leyendo el mensaje completo pulsa aquí 

 

Fuente: vatican.va

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Día de los abuelos y personas mayores 2021: «Yo estoy contigo todos los días»

 

El próximo domingo 25 de julio la Iglesia celebrará por primera vez la Jornada Mundial de los Abuelos y Personas Mayores. Una jornada instaurada por el papa Francisco en torno entorno a la festividad de San Joaquín y Santa Ana. El tema elegido para este año es, «Yo estoy contigo todos los días» (cf. Mt 28, 20) y quiere expresar la cercanía del Señor y de la Iglesia en la vida de cada persona mayor, especialmente en este difícil momento de pandemia.

Una jornada especial

“Después de un año tan difícil hay una verdadera necesidad de celebrar, juntos, a abuelos y nietos, jóvenes y mayores”, con estas palabras el Card. Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, introdujo la rueda de prensa de presentación de esta primera Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores.

El Prefecto indicó la ternura como palabra clave para la celebración de la Jornada: ternura hacia los mayores a los que el virus “ha reservado un trato más duro”, pero también ternura de los abuelos hacia sus nietos. “Yo estoy contigo todos los días” es también una promesa de cercanía y esperanza que jóvenes y mayores pueden expresarse mutuamente. De hecho, no sólo los nietos y los jóvenes están llamados a estar presentes en la vida de las personas mayores, sino que los mayores y los abuelos tienen también una misión de evangelización, de anuncio, de oración y de guía de los jóvenes a la fe.

Uno de los aspectos más significativos del mensaje del Santo Padre (ver aquí) es el hecho de que se dirige de forma directa y personal a cada abuelo y a cada persona mayor.  El Card. Farrell lo definió: “En la Iglesia, con el Papa Francisco, los abuelos y los mayores tienen un lugar de honor”.

El Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida invita a todas las diócesis y a todas las parroquias a dedicar una de sus liturgias dominicales a los abuelos y a los mayores. y nos invita a que el mayor número posible de personas mayores reciba el Mensaje del Papa a través de una visita. “La Jornada será una oportunidad para vivir la Iglesia en salida. Imaginemos que los nietos entreguen el Mensaje del Santo Padre a sus abuelos y que los jóvenes de nuestras parroquias y comunidades eclesiales salgan en busca de los ancianos que están solos en sus barrios para decirles ‘Yo estoy contigo cada día’”.

 

Indulgencia Plenaria en la Jornada de los abuelos y mayores

Además, la Penitenciaría Apostólica concede la Indulgencia Plenaria a los abuelos, a los mayores y a todos los fieles que participen el 25 de julio de 2021 en la celebración que presidirá el Papa Francisco en la Basílica Papal del Vaticano o en los diversos actos que se realizarán en todo el mundo. También se concede la Indulgencia a los fieles que dediquen un tiempo adecuado a visitar a sus hermanos mayores necesitados o en dificultad. Los que no puedan salir de casa por un motivo grave, recibirán la indulgencia uniéndose espiritualmente a las celebraciones de este día a través de los medios de comunicación.

La Penitenciaría Apostólica recuerda en su nota las tres condiciones habituales que exige la Iglesia para obtener la indulgencia: confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Sumo Pontífice.

 

¿Cuál es el mensaje de los obispos españoles?

El tema escogido por el papa Francisco expresa en primer lugar la cercanía del Señor en la vida de cada persona mayor. Los obispos españoles, resaltan que, Jesucristo es el amigo que nunca falla, el que siempre está presente en nuestras vidas. De manera especial en este difícil momento de pandemia, estas palabras tienen eco en el corazón de tantas personas mayores que han experimentado la soledad y el miedo durante este periodo.

 

 

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