Este pasado sábado 18 de mayo, víspera de Pentecostés, celebramos con gran alegría en nuestra Diócesis de Santiago la Primera Jornada Diocesana de Apostolado Seglar, con motivo del Día de Acción Católica y Apostolado Seglar el domingo 19.
Organizada por la Delegación del Laicado de nuestra Diócesis, pudimos disfrutar de un verdadero encuentro fraterno en el Seminario San Martín Pinario, muy completo con un momento orante, una interesante ponencia, un trabajo en equipo fructífero, una comida entrañable, una mesa de experiencias compartida por tres laicas de realidades muy diferentes de nuestra diócesis. También pudimos disfrutar de muy buena música de la mano de un cantautor católico. Y tras unos momentos de conversación entre amigos al abrigo del sol, finalizamos esta jornada con pequeño gesto público y la celebración de la Vigilia de Pentecostés en la catedral.
Así por la mañana, comenzamos con una oración inicial, dirigida por Inma Touris y Lidia, miembros de la Acción Católica General de nuestra Diócesis. Un momento orante tranquilo y sencillo, donde tras un canto de invocación al verdadero protagonista de la Jornada: el Espíritu Santo, pudimos reflexionar sobre un texto bíblico (Mt 28, 16-20) que nos interpeló sobre nuestra llamada y nuestra misión en la Iglesia. «Que todos seamos uno«, «que seamos capaces de reconocer la presencia del Señor todos los días en nuestra vida cotidiana, nuestro trabajo, nuestra vida familiar» y «que con la ayuda del Espíritu Santo podamos llevar a cabo nuestra misión de ser instrumentos del amor de Dios, sobre todo hacia los más descartados y necesitados» fueron algunas de las reflexiones compartidas.
A continuación, nuestro arzobispo D. Francisco nos dio la bienvenida a esta jornada, recordándonos que «bajo el paraguas de nuestra Iglesia Diocesana, llegados de distintas procedencias, parroquias, movimientos…, estamos aquí convocados desde nuestra vocación (laicos, consagrados, sacerdotes), que nos lleva a la misión de ser testigos de Jesucristo en el mundo, discípulos misioneros en camino, alentados por el Espíritu Santo».
Seguidamente, el delegado para el laicado, Alfredo Losada, fue el encargado de impartir una ponencia en la que profundizó sobre el lema de este año: “Laicos por vocación, llamados a la misión”.
Alfredo comenzó como cabía esperar en este día, vísperas de Pentecostés, recordándonos que cada año Pentecostés es la oportunidad de recibir un «Espíritu renovado» y la posibilidad de sentirnos valientes y activos, como seguidores de Jesús, inspirados frente a la fatiga o la rutina, para responder a la llamada que, desde aquel primer encuentro con Jesús que cambió nuestra vida, nos hizo sentirnos enviados a proclamar y vivir el Evangelio.
Alfredo recordó los tres conceptos más importantes: el primero hace referencia a los laicos por el bautismo. El bautismo como ese sello indeleble, ese sello que marca para siempre, es la incorporación en la Iglesia y que llama a transformar el mundo. El segundo concepto es la vocación a la que llama el Señor, a transformar la situación de sanar heridas, a acompañar a las personas más vulnerables, a las personas que viven solas. Y el tercer término tienen que ver con la misión, la misión de la iglesia que es evangelizar, que es la llamada a anunciar la buena noticia.
Y todo ello nos lleva a hacer una lectura creyente de la realidad, a hacer vida el Evangelio. Así parafraseando el texto bíblico (Lc 4, 18), siguiendo el ejemplo de Jesús, estamos llamados a: anunciar a los pobres, a los descartados la Buena Nueva, dejándonos primeramente evangelizar por ellos, descubrir a Cristo en ellos…; proclamar la liberación de los cautivos, anunciando que somos todos queridos por Dios y que nos espera como al hijo pródigo, no solo a los que están privados de libertad sino también a los que son esclavos del dinero, del aparentar, del creerse autosuficientes…; proclamar la vista a los ciegos, viendo la realidad con ojos misericordiosos, con la mirada de Dios, desde la conversión pastoral y misionera, con una gran apertura de mente y de corazón…; y dar libertad a los oprimidos, oprimidos por el trabajo en condiciones indignas, medios precarios y escasas medidas de seguridad que llevan a la lacra de los accidentes laborales, siendo conscientes de que cuidar el trabajo es cuidar la vida.
Alfredo terminó su intervención con el tono de esperanza que no defrauda, la esperanza del Jubileo 2025 convocado por el Papa Francisco, en el que se habla de una esperanza renovada, una esperanza en Dios, una esperanza que debemos llevar a quien vive en la penuria, a las personas privadas de libertad, a las personas enfermas, a los jóvenes con futuro incierto, a los migrantes a quien se niega la dignidad, a los ancianos que se sienten solos y abandonados. Debemos recuperar la confianza en los vínculos, en la promoción de la dignidad de la persona y en el respeto a la creación. Una genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva.
Después de un descanso, hubo un trabajo por grupos. En cada uno de los 5 grupos que se formaron, tras la lectura de un pequeño texto introductorio que nos ayudó a ponernos en situación, siguiendo la metodología de la conversación en el Espíritu se debatieron dos preguntas.
La primera pregunta: «Que debemos impulsar comunitariamente na Igrexa para ser esperanza neste mundo?» y nos pedían algunas prioridades en este sentido. Según los testimonios de los participantes resultaron unos debates muy enriquecedores, en los que en escucha unos de otros y en escucha del Espíritu se llegó a varias respuestas que fueron recogidas por los moderadores en una plataforma digital. Se destacaron ideas como: oración comunitaria para discernir qué nos pide Dios; evangelizarnos para evangelizar; espacios de encuentro, acercamiento y acogida de todos sin excepción; conocernos y formar comunidad; unidad en la diferencia impulsando lo que nos une; acompañamiento a las personas heridas; formación en la lectura creyente de realidades que nos lleve a la acción, al movimiento; y muy importante: la ilusión, alegría, valentía y compromiso eclesial y social para denunciar las injusticias de la sociedad, pero desde la perspectiva de la esperanza que nos da el Señor.
Luego se llegó a una segunda pregunta, más personal, «Como podo ser testemuño do amor de Deus nos meus ambientes, no mundo?» y nos pedían que lo concretásemos en palabras que luego, al ser recogidas en la plataforma, formaron una nube de palabras, entre las que destacaban: compromiso, coherencia, oración, alegría, esperanza, presencia, cuidado, servicio, acompañando en el sufrimiento y otras muchas que se pueden ver en la imagen.
Ya por la tarde, después de una estupenda comida de fraternidad, se celebró una mesa redonda en la que se compartieron tres experiencias, de tres laicas de muy distintas realidades pero unidas por lo principal, una vida desde el Evangelio: por un lado, Yolanda Gómez, una psicóloga que trabaja en el Seminario Menor de Santiago de Compostela, militante en el Movimiento Cultural Cristiano, madre de 4 hijos que nos habló de su experiencia, su motivación y la gratitud que siente desde el corazón por poder estar luchando, desde hace 32 años, en su movimiento cristiano contra las situaciones injustas que le tocan el corazón: situaciones reales de sufrimiento por el hambre, el paro, el trabajo indigno y precario, y siempre desde la esperanza que le da la oración junto con la acción; por otra parte, Nieves Lameiro, una laica de la zona de Mesía, miembro de Cáritas y del equipo de la Delegación del Laicado, madre de 2 hijas, que habló sobre un antes y un después como cristiana a partir de su experiencia de la pastoral en esa zona rural, que comprenden varias parroquias de Ordes y del arciprestazgo de Barbeitos. Como se atrevió a dar el paso que le pedía su corazón y así junto con otras pocas personas comenzaron la andadura de Cáritas, de llevar la Celebración de la Palabra y de constituir un Consejo Parroquial para 5 parroquias del rural. Muy contenta por la acogida. Todo un testimonio de valentía y confianza en el Señor; y por último Yolanda Sánchez, de A Coruña, economista y delegada de Pastoral Penitenciaria, madre de 3 hijos, que ahora sigue una nueva vocación a la docencia. Ella también compartió con nosotros su testimonio de experiencia de vida desde la fe y el compromiso en todos sus ámbitos no solo laboral, de servicio a los demás concretado en las personas privadas de libertad sino también en su ámbito personal y familiar. Nos indicó que a ella lo le ayuda es el esquema cristiano ver/juzgar/actuar y sobre todo la formación que es la lleva a la acción, a trabajar en equipo dentro de la Iglesia.
Todo ello fabulosamente conducido por el periodista José Videla y amenizado con las canciones con un gran sentido cristiano del cantautor Xaquín Rodríquez Pomares. Un verdadero placer disfrutar de su don para la música y la composición de las letras que nos hicieron reflexionar y también movernos con alegría.
Y después de la mesa de experiencias tan productiva, en la plaza de la Inmaculada llegó el momento de realizar un pequeño gesto público, portando unas huellas en las que cada uno había escrito la actitud que consideraba necesaria para ser corresponsable en la misión de anunciar y vivir el Evangelio. Las actitudes de: alegría, acogida, oración, compromiso, escucha, unión/comunidad en Cristo, amor, amistad, humildad, esperanza, paciencia, acompañamiento, disponibilidad, fidelidad y coherencia son las escogieron y escribieron los participantes en estas huellas.
La jornada terminó con la Vigilia de Pentecostés en la Catedral de Santiago presidida por el arzobispo monseñor Francisco Prieto, acompañado por el Vicario de Pastoral Javier Porro y el Deán José Fernández Lago, miembros del Cabildo, sacerdotes, miembros de vida consagrada y numerosos laicos.
Fue una celebración muy participativa, en la que acogimos el don del Espíritu Santo conscientes de que lo necesitamos para llevar a cabo la nuestra vocación de continuar la llamada de Jesús a ser sus testigos en mundo, siendo corresponsables en la misión evangelizadora de la Iglesia, formando un solo cuerpo, en la diversidad de lenguas, carismas y ministerios, viviendo en unidad y en comunión los frutos del Espíritu.
Además, en esta celebración de la Vigilia presentamos las huellas del gesto como ofrenda, como signo de nuestro trabajo, del trabajo de tantos bautizados, hombres y mujeres de fe, que, en nuestra vida diaria, en lugares y ambientes muy diversos, somos portadores y testigos del Evangelio. Muchos lo hacemos en pequeños grupos, formando parte de movimientos y asociaciones, otros en comunidad desde nuestras parroquias, pero todos como discípulos misioneros con un compromiso de caminar juntos en nuestra archidiócesis de Santiago de Compostela. Como verdaderos peregrinos dispuestos a llevar la luz y la fuerza del Espíritu de Pentecostés a nuestra sociedad.
Y entre las peticiones al Señor, le pedimos por la conversión pastoral, tan necesaria, que se está llevando a cabo en nuestra Iglesia Diocesana, para que de su mano sean renovadas las estructuras eclesiales y se revitalice la común vocación bautismal de llevar a todos la Buena Nueva de Jesús.
En la homilía, Monseñor Prieto también pidió en esta Vigilia que el don del Espíritu se derrame una vez más, de manera abundante, y que “despierte en nosotros de nuevo (…) esa llamada que Dios pone en el corazón, esa llamada a la que Dios nos convoca y por la que nos llama sus hijos e hijas”. Y añadió, que la iglesia también mira hacia la Acción Católica y hacia el Apostolado Seglar, recordando como “todos y cada uno de nosotros por el don del Espíritu que hemos recibido en el bautismo, somos llamados, convocados, a ser hijos e hijas, a vivir y ser un Pueblo de Dios en camino”.
En este sentido, el arzobispo destacó que al ser llamados y convocados “no somos cristianos por una mera tradición. No somos cristianos porque conste la fecha y datos de nuestra filiación en el libro de bautismo de la parroquia. Nos somos cristianos por inercia. Tenemos que descubrir, y esto es obra del Espíritu, que en el don del bautismo hemos sido llamados y convocados a vivir como hijos e hijas de Dios, a vivir en fraternidad en Cristo”. También afirmó que el cristiano es llamado y convocado. Y desde ahí, “la vocación se expresa en esa riqueza y diversidad de carismas y ministerios donde todos vivimos una verdadera corresponsabilidad siendo pueblo de Dios en camino, siendo Iglesia, laicos y consagrados, sacerdotes. Toda expresión de carisma, de grupo y movimiento de la Iglesia es una convocación del Espíritu”.
Monseñor Prieto invitó a vivir la vida cristiana como esa llamada y misión a la que Dios convoca, a ser también esos testigos de la buena nueva del Evangelio de Cristo Resucitado: “sois y somos convocados, en esta hermosa vocación recibida como a todos por ser bautizados (…), sed por el don del Espíritu, semillas del Evangelio, semillas del mundo nuevo que Dios quiere alumbrar en el corazón de esta humanidad, semillas del Reino de Dios que Dios ha puesto en nuestras manos”.
Así que podemos concluir que esta Primera Jornada Diocesana de Apostolado Seglar, fue ante todo una alegre y distendida jornada de convivencia fraterna, una experiencia muy enriquecedora con un montón de momentos para recordar, y siempre movidos por el Espíritu Santo. Y como nos invitó nuestro arzobispo al inicio de la misma, debemos guardar esta convocatoria en vísperas de Pentecostés no solo en nuestra agenda física sino también en nuestra agenda de la mente y el corazón. Aseguramos que no será la única. Estad atentos.