Monseñor Barrio: «Preguntémonos ¿qué lugar ocupa en nuestra vida la Palabra de Dios?»

En una Carta Pastoral dedicada al Domingo de la Palabra, que se celebrará este próximo día 24 de enero, el arzobispo compostelano, monseñor Julián Barrio, invita a todos los diocesanos a hacer “silencio en nuestro interior para escucharla y meditarla”, al tiempo que asegura que “desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo”, tal y como escribía San Jerónimo. “Preguntémonos”, interpela monseñor Barrio, “¿qué lugar ocupa en nuestra vida la Palabra de Dios?”. La celebración de este Domingo de la Palabra es una iniciativa del Papa Francisco y se ha fijado en el III Domingo del Tiempo Ordinario. En su carta, el arzobispo recuerda que “los cristianos hemos de contemplar la Palabra de Dios como sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual”.

Es preciso comprenderla, poseerla y expresarla con actitudes de fe, de sencillez, de gratuidad y de constancia ya nos llame al desierto o al Tabor. Dios ha escondido en su Palabra variedad de tesoros para que cada uno pueda enriquecerse. Hemos de leer la Palabra de Dios como fuente de verdad que determina los contenidos de fe y como guía pedagógica del proceso que ha de alumbrarla. Ante la ambigüedad de los hechos la Palabra de Dios permite conocer el verdadero sentido”, explica en su Carta Pastoral el arzobispo compostelano.

Como se sabe el Papa Francisco instituyó el 30 de septiembre del año 2019 con la Carta Apostólica en forma de Motu proprio “Aperuit illis” el Domingo de la Palabra de Dios. El 19 de diciembre pasado, La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó una nota para “recordar algunos principios teológicos, celebratorios y pastorales sobre la Palabra de Dios proclamada en la Misa”. El documento tiene por objeto contribuir a despertar la conciencia de la importancia de la Sagrada Escritura para la vida de los creyentes, especialmente en la liturgia, “que los coloca en un diálogo vivo y permanente con Dios”.

  • Texto íntegro de la Carta Pastoral de mons. Barrio:

 

En el Domingo de la Palabra, 24 de enero de 2021

 

Queridos diocesanos:

“El Domingo de la Palabra de Dios, querido por el Papa Francisco en el III Domingo del Tiempo Ordinario de cada año, recuerda a todos, pastores y fieles, la importancia y el valor de la Sagrada Escritura para la vida cristiana… Para esto necesitamos entablar un constante trato de familiaridad con la Sagrada Escritura, si no el corazón queda frío y los ojos permanecen cerrados, afectados como estamos por innumerables formas de ceguera”[1].

“Mira que he puesto mis palabras en tu boca” (Jr 1,9). Los cristianos hemos de contemplar la Palabra de Dios como sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual. Es preciso comprenderla, poseerla y expresarla con actitudes de fe, de sencillez, de gratuidad y de constancia ya nos llame al desierto o al Tabor. Dios ha escondido en su Palabra variedad de tesoros para que cada uno pueda enriquecerse. Hemos de leer la Palabra de Dios como fuente de verdad que determina los contenidos de fe y como guía pedagógica del proceso que ha de alumbrarla. Ante la ambigüedad de los hechos la Palabra de Dios permite conocer el verdadero sentido. “La Palabra eterna y divina entra en el espacio y en el tiempo y asume un rostro y una identidad humana, tan es así que es posible acercarse a ella directamente pidiendo, como hizo aquel grupo de griegos presentes en Jerusalén: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12, 20-21)”[2]. La Palabra es eternamente fiel como el Dios que la pronuncia y la habita. Por eso el que acoge con fe la Palabra no estará nunca solo; en la vida como en la muerte se entra a través de ella en el corazón de Dios: “Aprende a conocer el corazón de Dios en sus palabras” (San Gregorio Magno). “Si permanecéis en mi Palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31-32).

Acudamos a la Palabra de Dios, saboreándola en la liturgia, en la lectura espiritual, en la oración. “El fundamento de toda espiritualidad cristiana auténtica y viva es la Palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada y meditada en la Iglesia”[3]. Hagamos silencio en nuestro interior para escucharla y meditarla. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo, escribe San Jerónimo. Preguntémonos ¿qué lugar ocupa en nuestra vida la Palabra de Dios?

Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] Nota de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, 17 de diciembre 2020.

[2] Mensaje final del Sínodo de Obispos sobre la Palabra de Dios, 26 de octubre de 2008, nº 4.

[3] BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Post-Sinodal Verbum Domini, 121.

 

Fuente: archicompostela.es

Día 1. Semana de oración por la unidad de los cristianos: «Llamados por Dios»

Hoy lunes 18 de enero comienza la celebración en la Iglesia de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (del 18 al 25 de enero de 2021). Dentro de los materiales que preparan conjuntamente el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias, nos proponen un octavario compuesto de 8 meditaciones con textos bíblicos y oraciones diarias, para los ocho días de la semana de oración.

Para cada uno se sugiere además un tema de reflexión acompañado de una cita bíblica:

  • Día 1: Llamados por Dios: “No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros” (Juan 15, 16a).
  • Día 2: Madurar internamente: “Permaneced unidos a mí, como yo lo estoy a vosotros” (Juan 15, 4a).
  • Día 3: Formar un solo cuerpo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Juan 15, 12b).
  • Día 4: Orar juntos: “Ya no os llamaré siervos… A vosotros os llamo amigos” (Juan 15, 15).
  • Día 5: Dejarse trasformar por la Palabra: “Vosotros ya estáis limpios por la palabra…” (cf. Juan 15, 3).
  • Día 6: Acoger a los demás: “Poneos en camino y dad fruto abundante y duradero” (cf. Juan 15, 16b).
  • Día 7: Crecer en unidad: “Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos” (Juan 15, 5a).
  • Día 8: Reconciliarse con toda la creación: “Para que participéis en mi alegría y vuestra alegría sea completa” (Juan 15, 11).

 


Día 1:  Llamados por Dios

 

«No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros» 
(Juan 15, 16a)

 

Génesis 12, 1-4. La llamada de Abrahán

El Señor dijo a Abrahán: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y dirígete a la tierra que yo te mostraré. Te convertiré en una gran nación, te bendeciré y haré famoso tu nombre, y servirás de bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan. ¡En ti serán benditas todas las familias de la tierra!». Abrahán partió, como le había ordenado el Señor, y con él marchó también Lot. Tenía Abrahán setenta y cinco años cuando salió de Jarán.

Juan 1, 35-51. La llamada de los primeros discípulos

Al día siguiente, de nuevo estaba Juan con dos de sus discípulos y, al ver a Jesús que pasaba por allí, dijo: «Ahí tenéis al Cordero de Dios». Los dos discípulos, que se lo oyeron decir, fueron en pos de Jesús, quien al ver que lo seguían, les preguntó: «¿Qué buscáis?». Ellos contestaron: «Rabí (que significa “Maestro”), ¿dónde vives?». Él les respondió: «Venid a verlo». Se fueron, pues, con él, vieron dónde vivía y pasaron con él el resto de aquel día. Eran como las cuatro de la tarde. Uno de los dos que habían escuchado a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Lo primero que hizo Andrés fue ir en busca de su hermano Simón para decirle: «Hemos hallado al Mesías (palabra que quiere decir Cristo)». Y se lo presentó a Jesús, quien, fijando en él la mirada, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan; en adelante te llamarás Cefas (es decir, Pedro)».

Al día siguiente, Jesús decidió partir para Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme». Felipe, que era de Betsaida, el pueblo de Andrés y Pedro, se encontró con Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en el Libro de la Ley y del que hablaron también los profetas: Jesús, hijo de José y natural de Nazaret”. Natanael exclamó: «¿Es que puede salir algo bueno de Nazaret?”. Felipe le contestó: «Ven y verás». Al ver Jesús que Natanael venía a su encuentro, comentó: «Ahí tenéis a un verdadero israelita en quien no cabe falsedad». Natanael le preguntó: «¿De qué me conoces?». Jesús respondió: «Antes que Felipe te llamara, ya te había visto yo cuando estabas debajo de la higuera». Natanael exclamó: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel». Jesús le dijo: «¿Te basta para creer el haberte dicho que te vi debajo de la higuera? ¡Cosas mucho más grandes has de ver!». Y añadió: «Os aseguro que veréis cómo se abren los cielos y los ángeles de Dios suben y bajan sobre el Hijo del hombre».

Meditación

El comienzo de este itinerario es un encuentro entre el ser humano y Dios, entre la criatura y el Creador, entre el tiempo y la eternidad.

Abrahán escuchó la llamada: «Ve a la tierra que te mostraré». Al igual que  Abrahán, estamos llamados a dejar lo que nos es familiar e ir al lugar que Dios nos ha preparado en lo más profundo de nuestro corazón. En el camino, nos transformamos más y más en nosotros mismos, en las personas que Dios ha deseado que seamos desde el principio. Y al seguir la llamada que Dios nos hace nos convertimos en una bendición para nuestros seres queridos, para aquellos que están a nuestro lado y para nuestro mundo.

El amor de Dios nos busca. Dios se hizo humano en Jesús, en quien encontramos la mirada de Dios. En nuestras vidas, como en el Evangelio de Juan, la llamada de Dios se escucha de diferentes formas. Acariciados por su amor nos ponemos en marcha. Y este encuentro nos lleva por sendas de transformación, en las que avanzamos bajo el resplandor de ese comienzo de amor que siempre se renueva.

Un día llegaste a comprender que, sin darte cuenta de ello, ya estaba inscrito en lo más profundo de tu ser un “sí” al Señor. Y fue así como te decidiste a seguir los pasos de Cristo… En el silencio de la presencia del Señor, escuchaste: «Ven, sígueme; te daré un lugar para el descanso de tu corazón».

Las fuentes de Taizé (2000) p. 52.

Oración

Jesucristo, tú nos buscas, deseas ofrecernos tu amistad y llevarnos a una vida cada vez más plena. Danos la confianza para responder a tu llamada, para que nos dejemos transformar y nos convirtamos en testigos de tu ternura para el mundo.

 

Fuente: Conferencia Episcopal Española