El suicidio sí se puede prevenir

 

Bajo el título: “Prevención del suicidio y familia”, más de un centenar de personas pudimos, el 27 de Enero en el Liceo Casino de Pontevedra, formarnos y reflexionar sobre el suicidio, realidad socialmente tabú, vergonzante, estigmatizada y que tanto sufrimiento comporta, en una conferencia que  formó parte de las actividades de la XXII Semana de la Familia de Pontevedra y fue organizada por el Centro Diocesano de Escucha San Camilo de Pontevedra

Lo hicimos de la mano de un gran experto, D. Alejandro Rocamora Bonilla, psiquiatra, profesor del Centro de Humanización de la Salud, miembro fundador del Teléfono de la Esperanza y de la Sociedad Española de Suicidología, quien con una clara, sencilla y brillante exposición nos ayudó a aclarar ciertos mitos sobre el suicidio (existencia de enfermedad mental, que es contagioso, hereditario, el que lo anuncia no lo hace…) y, sobre todo, puso sobre la mesa la gran necesidad social que de manera urgente, dado el incremento de suicidios, sobre todo en adolescentes y jóvenes, hemos de afrontar entre todos (familia, escuela, sanidad pública, agentes de pastoral…) para prevenir las ideas suicidas y poder acompañar adecuadamente a los supervivientes de personas fallecidas por suicidio.

Aunque no sabemos por qué se produce la conducta suicida, realidad muy compleja en la que es no es fácil, si es que la tiene, encontrar una causa real, insistió en que el suicidio sí se puede prevenir. Destacó el papel del “nosotros” familiar, como agente en la prevención de las ideas suicidas ya que, si al consolidarse vínculos fuertes y significativos es más difícil que las personas carezcan de soporte afectivo y de herramientas para gestionar de manera saludable pensamientos, emociones, la vida.

Es importante que familias, profesores, sanitarios, agentes de pastoral, reconozcan el sufrimiento del otro, lo validen, no condenen ni juzguen a la persona con sentimientos suicidas. Hizo hincapié en no preguntar al que comunica una idea suicida el por qué, sino el para qué, qué es lo que la persona quiere conseguir poniendo fin a su vida, y desde ahí, tratar de acompañarle en la búsqueda de otros caminos que lleven al objetivo que no sea el suicidio, y siempre hay alternativa.

La red está echada. De nuestra entrega a los demás, de nuestra responsabilidad social y familiar depende, más de lo que llegamos a imaginar, la vida y la felicidad de los demás.

 

 

 

 

Círculo de Silencio por los inmigrantes

 

La Red Gallega en Apoyo a las Personas Refugiadas convoca un encuentro «Círculo en silencio» para el jueves 2 de febrero, a las 20:00hs en la Plaza de Pontevedra de A Coruña, para denunciar las leyes que van en contra de los derechos humanos más elementales.

 

 

 

Asamblea de la CEE sobre la Etapa continental del Sínodo sobre la sinodalidad. Participación de nuestra archidiócesis.

 

El sábado 28 de enero tuvo lugar en Madrid la Asamblea de la Conferencia Episcopal Española, dentro de la etapa continental del Sínodo sobre la sinodalidad. El arzobispo de Santiago de Compostela, mons. Julián Barrio, y el vicedelegado de apostolado seglar de la Diócesis, Alfredo Losada, participaron en este encuentro.

A destacar dos saludos iniciales, que en cualquier otra ocasión podrían pasar desapercibidos, pero que por su ardor evangélico y su pasión sonaron a impulso misionero.

El cardenal Omella resaltó el momento histórico apasionante del sínodo convocado por el papa Francisco, haciendo una similitud entre el proceso sinodal iniciado y el Camino de Santiago, con la alegría de caminar juntos, pero al mismo tiempo resulta costoso.

El presidente de la CEE insistió en que el Espíritu Santo es como el pegamento que nos une, y que nos hace agentes de comunión, y aunque hay resistencias y voces contrarias, las voces no hunden, no puede hundirse Jesús en el lago del mundo.

Asimismo, mostró una adhesión plena y manifiesta a caminar con el sucesor de Pedro.

También monseñor Luis Marín, subsecretario de la secretaria del Sínodo, llamó la atención sobre el tiempo de esperanza que vivimos, siendo la sinodalidad un proceso hacia la coherencia como cristianos y un impulso a la misión.

Animó a recuperar la fraternidad cristiana, que emana del bautismo, y que el insulto, la agresividad y el desprecio atentan contra la comunión, de ahí que afirmase que la revolución pendiente en la Iglesia es la del amor, concluyendo con el imperativo: sed valientes, sed generosos.

Posteriormente, laicos del equipo sinodal de la CEE presentaron un documento de síntesis para la etapa continental europea, fruto de las síntesis enviadas por casi todas las Diócesis españolas.

 

 

Se destacaron las siguientes prioridades: potenciar la acogida en nuestras comunidades, de forma que sean espacios integradores; promover la corresponsabilidad, real y efectiva, del pueblo de Dios, superando el clericalismo; reconocer definitivamente el papel de la mujer en la Iglesia y fomentar su participación en todos los niveles de la vida eclesial; articular la integración y participación de los jóvenes en nuestras comunidades; dinamizar la formación en cuestiones fundamentales de nuestra fe, específicamente en materia de doctrina social de la Iglesia; fomentar el diálogo con el mundo y la cultura; cuidar la liturgia como expresión de una de viva, consciente y activa.

A media mañana hubo una reunión en 12 grupos, donde se subrayaron aspectos de la síntesis y se comentaron aspectos a matizar o lagunas detectadas, realizándose esta tarea mediante el método de la conversación espiritual.

Destacar la apreciación de que la sinodalidad es un don del Espíritu y como tal debemos acogerlo, así como que el proceso sinodal debe llevar a que personas y estructuras eclesiales se dinamicen con espíritu de corresponsabilidad real. Además, destacar la importancia de que la comunión debe llevar a la misión, a la construcción del reino.

 

Alfredo Losada

Subdelegado de Apostolado Seglar y Coordinador diocesano del Sínodo de la Archidiócesis de Santiago de Compostela

 

 

Síntesis de la propuesta de la Iglesia en España para la asamblea continental

 

El Equipo sinodal de la CEE presentó este sábado, 28 de enero de 2023, el texto síntesis con las aportaciones que han enviado las diócesis, movimientos, congregaciones y distintos grupos en relación al documento enviado por la Secretaría del Sínodo el pasado mes de septiembre.

Lo hizo en la sede de la CEE en una reunión en la que participaron más de 100 asistentes, entre los que se encontraban los obispos miembros de la Comisión Permanente; 1 grupo de miembros de la Vida Consagrada y de movimientos laicales y un representante de cada equipo sinodal de las diócesis españolas.

Con este texto se preparará la síntesis final que se enviará a la Asamblea continental del Sínodo.

 

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Introducción

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La pregunta fundamental que guía todo el proceso sinodal —conviene recordarlo— es «¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?»; tampoco podemos olvidar el lema que inspira los trabajos: «comunión, participación y misión».

Sobre la base de esta doble premisa, el pueblo de Dios que peregrina en España (pastores, vida consagrada y laicos) ha llevado a cabo la recepción del Documento de trabajo para la etapa continental(DEC), «Ensancha el espacio de tu tienda» (Is 54,2). Este documento se ha dado a conocer a los grupos sinodales que participaron en la fase diocesana y han realizado aportaciones las diócesis, la vida consagrada, y movimientos y asociaciones laicales.

El equipo sinodal de la Conferencia Episcopal Española hemos realizado un esfuerzo de síntesis, siendo fieles a las aportaciones recibidas e intentando reordenar las propuestas para integrarlas en el esquema que pidió la Secretaría General del Sínodo, respondiendo a las tres preguntas que se encuentran en el DEC, 106.

Aunque el tiempo para la reflexión y el trabajo diocesano en esta etapa continental ha sido corto y la participación menor que en la fase anterior, la experiencia y el camino recorridos hasta el momento permiten afirmar que la sinodalidad avanza en nuestra Iglesia que peregrina en España, pasando de concebirse como una teoría o un concepto abstracto, a entenderse como una realidad que favorece la comunión.

El proceso sinodal no ha llegado a su fin, sino que este modo de ser Iglesia debe continuar configurando todas nuestras acciones pastorales para hacer realidad la vocación de la Iglesia, que es la evangelización, el anuncio explícito de Jesucristo.

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            1. ¿Qué intuiciones resuenan más fuertemente con las experiencias y realidades concretas de la Iglesia? ¿Qué experiencias parecen nuevas o iluminadoras?

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El DEC ha sido acogido muy positivamente en nuestras distintas realidades eclesiales. Somos conscientes de que no estamos ante un documento magisterial y de que no se trata de un documento definitivo, pero percibimos que recoge en esencia las esperanzas y preocupaciones del pueblo de Dios.

La imagen bíblica de la tienda nos parece muy sugerente e iluminadora como símbolo de lo estamos llamados a ser: una Iglesia en salida, integrada por personas diversas y plurales que, desde el deseo de ser cada día más acogedora, pero sin olvidar el fundamento de la unidad, abra sus puertas y se haga presente, bajo la guía del Espíritu Santo.

Resuena como una intuición compartida la valoración positiva de la propia experiencia del camino realizado hasta ahora. Un camino que vamos recorriendo con ilusión, esperanza y alegría, aunque no faltan actitudes de escepticismo, miedo e incluso rechazo, por la novedad que significa en sí misma la experiencia de escuchar, dialogar y, en general, caminar juntos.

El proceso sinodal no debemos concebirlo como la solución a los problemas que la Iglesia tiene en su conjunto, sino como un don del Espíritu Santo que nos llama a la escucha activa, al diálogo profundo y al discernimiento comunitario a través de la metodología de la conversación espiritual.

Intuimos también que, para caminar juntos, es necesaria en cada uno de los miembros de la Iglesia una continua conversión personal, desde la escucha de la palabra de Dios, la oración y los sacramentos, destacando la centralidad de la eucaristía.

El proceso sinodal está ayudando a tomar conciencia de la dignidad común de todos los bautizados y la necesidad de revitalizarla, para crecer en corresponsabilidad y sentido de pertenencia a la Iglesia. Todo esto se percibe con mayor fuerza en el laicado, pero también aparece en los pastores y en la vida consagrada.

Sigue resonando con intensidad la invitación a ser una Iglesia en salida, en el contexto de la secularización que vivimos en Europa y en España. Por eso, se subraya el anhelo de una Iglesia misionera, de puertas abiertas, donde se escuche el grito de los más pobres y vulnerables, sin olvidar el clamor de la tierra. Una experiencia novedosa ha sido la gran coincidencia en la importancia del ecumenismo y del diálogo interreligioso, que amplía el espacio de nuestra tienda, la Iglesia.

Además, se intuye el valor de la religiosidad popular y el papel fundamental que debe tener la pastoral familiar.

En líneas generales, el proceso sinodal está siendo una luz del Espíritu Santo que nos alienta a seguir caminando juntos, desde la escucha activa, para que vayamos pasando de una Iglesia de mantenimiento a una Iglesia misionera.

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            2. ¿Qué tensiones o divergencias sustanciales surgen como particularmente importantes? En consecuencia, ¿cuáles son las cuestiones e interrogantes que deberían abordarse y considerarse en las próximas fases del proceso?

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El DEC nos invita a imaginar la Iglesia como tienda del encuentro, espacio de acogida, familia, casa y hogar de todos. Esta definición expresa dinamismo, flexibilidad y apertura. Lo hemos experimentado en este «tiempo de gracia» y ello nos ha permitido identificar tensiones en el camino recorrido.

Detectamos que las mismas polarizaciones existentes en la sociedad laten en el seno de la Iglesia: la polarización entre diversidad y unidad y necesidad de diálogo (entre nosotros, a nivel ecuménico y con la sociedad); la polarización entre tradición y renovación (particularmente en la liturgia y en el lenguaje); la polarización entre Iglesia piramidal e Iglesia sinodal (que se manifiesta en nuestras estructuras).

El trinomio «comunión, participación y corresponsabilidad» aparece repetidamente en las aportaciones, admitiéndose que existen impedimentos para crecer en ellos, particularmente por las resistencias del clero y la pasividad de los laicos. Se detecta con fuerza la tensión del clericalismo que lleva a confundir el servicio con el poder. Nos duelen las distancias existentes entre los miembros del pueblo de Dios de distintas vocaciones y la soledad en la que viven algunos de ellos. Un primer paso para abordarlo es la formación en los seminarios y noviciados y la que reciben los laicos.

El camino recorrido en estos meses nos lleva a afirmar que la sinodalidad va tomando forma poco a poco en la vida de nuestras Iglesias particulares, aunque no faltan divergencias sobre su comprensión y actuación, que se expresan en desconfianza, escepticismo, miedo, desinterés, confusión e incluso obstaculización. Se manifiesta un deseo de participación real del pueblo de Dios en la vida y en la toma de decisiones en la Iglesia, que se topa con evidentes limitaciones estructurales. De ahí la petición de que los organismos sinodales no sean meramente consultivos, sino lugares donde las decisiones se tomen en base a procesos de discernimiento comunitario.

Al mismo tiempo que afirmamos haber realizado una escucha atenta y profunda que se convierte en acogida, enraizada en la Palabra y en el seguimiento de la voz del Espíritu Santo, también asumimos la dificultad —y, en ocasiones, el rechazo— al encuentro con lo diverso, lo diferente, especialmente cuando puede causar escándalo o incomodidad. Se mencionan temas muy variados: los pobres, los marginados, las personas con discapacidad, el mundo de la inmigración, las personas con situaciones familiares o afectivas diversas o aquellos que se alejaron de la Iglesia o que nunca formaron parte de ella.

Unido a lo anterior, se expresa la tensión entre el sentido de pertenencia a la Iglesia y la propia realidad personal. Esta situación nos cuestiona sobre la relación entre acogida y fidelidad a la doctrina y magisterio de la Iglesia, así como entre verdad y misericordia.

El escándalo de los abusos sexuales también provoca tensión: reconocer el mal causado, reparar a las víctimas, aumentar la protección y avanzar hacia una mayor transparencia, son algunos aspectos importantes que hemos de seguir cuidando para sanar esta herida y reconstruir la confianza y la credibilidad de la Iglesia.

Muy relevante resulta el contraste que se expresa en relación al papel de la mujer, invitándose a un discernimiento sin miedo, desde la común dignidad bautismal.

Asimismo, se reitera insistentemente la escasa participación de los jóvenes en el proceso sinodal y en la vida de la Iglesia. Nos sentimos interpelados a aprender a escucharles, a modificar el modo de comunicar el mensaje del Evangelio, que ha de ser creativo, comprensible, integrador y generador de diálogo intergeneracional.

Finalmente, siendo cierto que se precisa y demanda una mayor formación litúrgica, también es clara la llamada a que se muestre la relación de la liturgia con la vida, de tal modo que se encarne en nuestra realidad personal y comunitaria, por medio de una renovación de las formas y del lenguaje que propicien una mayor participación de todo el pueblo de Dios.

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3. Mirando lo que surge de las dos preguntas anteriores, ¿cuáles son las prioridades, los temas recurrentes y las llamadas a la acción que pueden ser compartidas con las Iglesias locales de todo el mundo y discutidas durante la primera sesión de la Asamblea Sinodal en octubre de 2023?

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La participación en el proceso sinodal nos ha hecho sentirnos llamados a la acción —desde la conciencia de la propia vocación y la complementariedad con el resto de vocaciones—, en un doble sentido.

En primer lugar, respecto a la «forma», partiendo de la positiva experiencia que estamos viviendo, resulta imprescindible en el momento presente estructurar la sinodalidad. Hemos de lograr que cale en nosotros —obispos, sacerdotes, diáconos, vida consagrada y laicos— y en nuestras comunidades de referencia la necesidad de caminar juntos, de escucharnos, dialogar y de discernir a la luz del Espíritu sobre las diferentes cuestiones que se nos suscitan, desde la complementariedad de nuestras vocaciones y un correcto entendimiento de lo que es y significa la sinodalidad. Este camino compartido permitirá reforzar los espacios sinodales existentes, ir superando algunas de las tensiones que se han percibido en el proceso —como el clericalismo, las divisiones internas, los prejuicios, la ausencia de diálogo— y, al mismo tiempo, generar comunión entre nosotros y mostrar nuestra unidad allí donde nos hacemos presentes.

En segundo lugar, respecto al «fondo», urge resituar en el momento presente la misión de la Iglesia en el mundo en un contexto secularizado. Resulta necesario revitalizar el papel de la Iglesia en el espacio público y renovar su compromiso con la justicia, los procesos de construcción de la paz y la reconciliación, los derechos humanos, el cambio social, el mundo del trabajo y la cuestión ecológica. En definitiva, seguir avanzando hacia una Iglesia en salida con una clara identidad misionera en todos sus proyectos, propuestas y acciones.

En coherencia con esto, vemos que no se trata de cambiar la misión ni el ser de la Iglesia, sino de actualizarla, de que cada uno de nosotros la hagamos propia en el momento presente, en función de nuestra condición y responsabilidad y desde una espiritualidad de comunión. En este sentido, se perciben con fuerza como prioridades específicas que han de ser objeto de ulterior discernimiento en la Asamblea Sinodal las siguientes:

1.- Potenciar la acogida en nuestras comunidades, particularmente a cuantos se sienten excluidos por su procedencia, situación afectiva, orientación sexual u otros motivos. Que las comunidades sean espacios integradores desde los que acompañemos a los hombres y mujeres de hoy en sus anhelos y necesidades, compartiendo con ellos la belleza de la fe que profesamos.

2.- Promover la corresponsabilidad, real y efectiva, del pueblo de Dios, superando el clericalismo, que empobrece nuestro ser y misión, y potenciando el acompañamiento por parte de sacerdotes y miembros de la vida consagrada.

3.- Reconocer definitivamente el papel de la mujer en la Iglesia y fomentar su participación, plena y en condiciones de igualdad, en todos los niveles de la vida eclesial y, en particular, en el gobierno de las instituciones.

4.- Articular la integración y participación de los jóvenes en nuestras comunidades como prioridad pastoral.

5.- Dinamizar la formación en las cuestiones fundamentales de nuestra fe, específicamente en materia de doctrina social de la Iglesia —también sobre la propia sinodalidad— a fin de reforzar nuestra presencia pública evangelizadora y transformadora de la realidad social.

6.- Fomentar el diálogo con el mundo y la cultura, con otras confesiones religiosas y con la increencia, mejorando la capacidad de escucha y también la comunicación.

7.- Cuidar la liturgia a través de la formación y de una mayor comprensibilidad de sus ritos y contenidos, como expresión de una fe viva, consciente y activa.

Sabemos que estas prioridades encierran grandes desafíos para la Iglesia y exigen un profundo discernimiento que permita unir renovación con tradición, actualización del mensaje evangélico con la fidelidad a Jesucristo.

Pedimos al Espíritu Santo que ilumine a todos y, en particular, a cuantos participarán en la Asamblea continental europea y en la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, para que sepamos responder a lo que él espera de todos y cada uno de nosotros en esta hora del mundo y de la Iglesia.

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Programa del Encuentro del sábado 28

La jornada comenzó a las 10.30 horas con una oración dirigida por la hermana María José Tuñón, miembro del Equipo Sinodal. Primeramente, intervino el presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella. También se hizo presente, con un vídeo mensaje, Mons. Luis Marín, subsecretario de la Secretaría General del Sínodo.

Después, Mons. Vicente Jiménez, obispo coordinador del Equipo Sinodal, realizó un recorrido sobre la etapa sinodal, y Luis Manuel Romero, secretario de este Equipo, explicó cómo sería la jornada. En torno a las 11.15 horas fue la presentación de la síntesis con las aportaciones diocesanas al documento continental, por otros tres miembros del Equipo Sinodal, Isaac MartínOlalla Rodríguez y Dolores García Pi

Una vez conocido este texto, hubo un tiempo para el discernimiento personal, antes de comenzar el trabajo compartido por grupos para perfilar el documento presentado, añadiendo o matizando las aportaciones que los participantes consideraron necesarias.

La jornada de este sábado concluyó con la celebración de la Eucaristíapresidida por el cardenal Juan José Omella, y una comida de hermandad.

 

Programa

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Preparación para la Asamblea continental de Praga

Este encuentro también sirvió de preparación para la Asamblea continental europea que se celebrará en Praga durante los días 5 al 9 de febrero. A ella asistirán, en representación de la CEE, su presidente, cardenal Omella; el obispo coordinador del Equipo sinodal, Mons. Vicente Jiménez; el secretario del Equipo sinodal, el sacerdote Luis Manuel Romero; la Hna. María José Tuñón, ACI, como responsable de la Vida consagrada y miembro del Equipo sinodal y Dolores García Pi, Presidenta del Foro de Laicos y también miembro del Equipo sinodal de la CEE.

Reunión del Consejo Pastoral Diocesano

 

  • Mons. Prieto afirmó que “siempre hay que tener muy claro hacia dónde vamos, por dónde queremos ir, y con quién hacemos ese camino”.
  • José María Albalad, director del Secretariado de sostenimiento de la Iglesia (de la CEE). habló sobre “La Sostenibilidad de la Iglesia”.

 

El sábado, 28 de enero, mons. Francisco Prieto presidió el Pleno del Consejo Pastoral Diocesano en la Casa de Ejercicios de Santiago de Compostela, ante la ausencia del arzobispo de Santiago, mons. Julián Barrio, que estaba participando en Madrid en el grupo de trabajo del Equipo sinodal de la Conferencia Episcopal Española.

Después de la oración inicial, el obispo auxiliar de Santiago de Compostela, se dirigió a todos los asistentes destacando que todo plan pastoral debe poner siempre como punto de partida y como meta, aquel envío que el Señor hace en cada momento a la Iglesia, a todo el pueblo de Dios y proclamar. Y afirmó que todos los miembros de este Consejo pastoral, como expresión en su diversidad de rostros de carismas, de tareas de misión, tienen una vocación y una visión compartida que nace de la común vocación bautismal.

 

 

Mons. Prieto también indicó que “la diversidad no es para marcar la diferencia que nos separa, sino la riqueza que nos une y que nos conforman. Solo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y al mismo tiempo realizar la unidad. En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad, nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos provocamos la división”.

El obispo auxiliar resaltó dos propuestas para caminar en un mismo sentir y en un mismo amor, que son claves ahora mismo y que es necesario asumir como Iglesia diocesana: la sinodalidad y la corresponsabilidad. En este sentido afirmó que “es el momento de ir pasando ya de una sinodalidad pensada a una sinodalidad militar (…). En esta diversidad de rostros referentes comunitarios, parroquias, lugares de nuestra iglesia hay que pasar de ser meros colaboradores a ser corresponsables en el ser y el actuar de la Iglesia”. Y destacó “la necesidad de ser discípulos misioneros 24×7, 24 horas al día, 7 días a la semana”.

En la revisión del Plan Pastoral, el obispo auxiliar indicó que “siempre hay que tener muy claro hacia dónde vamos, por dónde queremos ir, y con quién hacemos ese camino”. Y terminó su intervención reflexionando en torno a tres palabras que empiezan con “a”: alegres, agradecidos y acogedores.

Posteriormente, y antes del trabajo por grupos, el vicario episcopal de Santiago, José Antonio Seoane Ares, reflexionó sobre las directrices del Programa Pastoral Diocesano Trienal 2022/25 con el lema “Poneos en camino”, un camino en tres etapas el primer año centrado en la comunión, el segundo en la celebración y el tercer año en el testimonio.

En su intervención, Seoane analizó la situación diocesana actual y destacó las claves teológicas eclesiales y pastorales.

Ya en la segunda parte de la mañana, tuvo lugar la ponencia marco sobre “La Sostenibilidad de la Iglesia”, a cargo de José María Albalad, director del Secretariado de sostenimiento de la Iglesia (de la CEE).

 

 

El Consejo Pastoral es un instrumento al servicio de la comunión eclesial facilitando la coordinación de los diversos sectores y de las acciones que están al servicio de la tarea evangelizadora. Este Consejo tiene como finalidad general estudiar, analizar, valorar, discernir, sugerir propuestas y evaluar aquello que se refiere a las actividades pastorales de la Diócesis, así como propiciar el encuentro, el diálogo y la conjunción entre la diversas instituciones y organismos implicados en la acción pastoral.

 

 

 

Fuente: pastoralsantiago.org

Catequesis del Papa: Cinco elementos esenciales del primer anuncio de Jesús

 

 

El Papa Francisco, durante su catequesis del miércoles 25 enero, señala los cinco elementos que considera importantes del primer anuncio de Jesús: alegría, liberación, luz, sanación y asombro.

 

Esta mañana el Papa Francisco pronuncia su tercera CATEQUESIS sobre el nuevo tema: “PASIÓN POR LA EVANGELIZACIÓN: EL CELO APOSTÓLICO DEL CREYENTE” y presenta a JESÚS como “MAESTRO DEL ANUNCIO”. Para ello, ha reflexionado concretamente sobre “el primer anuncio de Jesús” cuando predica en la sinagoga de su pueblo, Nazaret y lee un pasaje del profeta Isaías. El Papa Francisco ha identificado los cinco elementos que considera esenciales:

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La alegría

El primer elemento que señala el Papa es la alegría. Francisco recuerda que:

 

no se puede hablar de Jesús sin alegría, porque la fe es una estupenda historia de amor para compartir«

 

Además – asegura – “cuando falta la alegría, el Evangelio no pasa, porque este – lo dice la palabra misma – es buena nueva, anuncio de alegría”. Además – agrega – “un cristiano triste puede hablar de cosas muy hermosas, pero todo es vano si el anuncio que transmite no es alegre”.

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La liberación

El segundo aspecto primordial para Francisco es la liberación, recordando que Jesús dice que ha sido enviado «a proclamar la liberación a los cautivos».

 

“Esto significa que quien anuncia a Dios no puede hacer proselitismo, no puede presionar a los otros, sino aligerarlos: no imponer pesos, sino aliviar de ellos; llevar paz, no sentimientos de culpa”.

 

Por ello, para el Papa, “quien testimonia a Cristo muestra la belleza de la meta, más que la fatiga del camino”. En este sentido, pone de ejemplo un hecho cotidiano para entenderlo mejor: “Nos habrá sucedido contarle a alguien sobre un bonito viaje que hemos hecho: habremos hablado de la belleza de los lugares, de lo que hemos visto y vivido, ¡no del tiempo que tardamos en llegar ni de las colas del aeropuerto!”.

 

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La luz

“La luz” es el tercer aspecto que identifica el Papa, asegurando que Jesús dice que ha venido a traer «la vista a los ciegos».

 

“Aquí no se trata solo de la vista física, sino de una luz que hace ver la vida de forma nueva. Si lo pensamos, así empezó para nosotros la vida cristiana: con el Bautismo, que antiguamente se llamaba precisamente “iluminación”. ¿Y qué luz nos dona Jesús? La luz de la filiación: Él es el Hijo amado del Padre, viviente para siempre; con Él también nosotros somos hijos de Dios amados para siempre, a pesar de nuestros errores y defectos.

 

Entonces- puntualiza el Papa- la vida ya no es un ciego avanzar hacia la nada, no es cuestión de suerte o fortuna, no es algo que depende de la casualidad o de los astros, y tampoco de la salud y de las finanzas. No. La vida depende del amor del Padre, que cuida de nosotros, sus hijos amados”. Y el Papa pregunta: “¿Se te ha ocurrido pensar que la vida de cada uno de nosotros -mi vida, tu vida, nuestra vida – es un acto de amor? ¿Es una invitación al amor? ¡Es maravilloso! Pero tantas veces lo olvidamos, ante las dificultades, ante las malas noticias, incluso ante -y esto es malo- la mundanidad, el modo de vida mundano”.

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La sanación

El cuarto aspecto que señala del primer anuncio es la sanación, pues Jesús dice que ha venido “para dar libertad a los oprimidos”. “Oprimido es quien en la vida se siente aplastado por algo que sucede: enfermedades, fatigas, pesos del corazón, sentimientos de culpa, errores, vicios, pecados… Lo que nos oprime, sobre todo, es precisamente ese mal que ninguna medicina o remedio humano puede resanar: el pecado, explica el Papa

 

la buena noticia es que con Jesús este mal antiguo, el pecado, que parece invencible, ya no tiene la última palabra. Puedo pecar porque soy débil. Cada uno de nosotros puede hacerlo, pero esa no es la última palabra. La última palabra es la mano tendida de Jesús que te levanta del pecado. Y Padre, ¿cuándo ocurre esto? ¿Una vez? No. ¿Dos veces? No. ¿Tres veces? No. Siempre. Siempre que estés enfermo, el Señor tiene la mano tendida. Sólo quiere (sujetarse) y dejarse llevar. Jesús nos sana del pecado siempre y gratuitamente. ¿Y cuánto tengo que pagar por la sanación? Nada”

 

Además, el Papa dice, “acompañar a alguien al encuentro con Jesús es llevar al médico del corazón, que levanta la vida. Es decir: “Hermano, hermana, yo no tengo respuesta a muchos de tus problemas, pero Jesús te conoce y te ama, te puede sanar y serenar el corazón””. Por tanto: “Quien lleva pesos necesita una caricia sobre el pasado, necesita perdón y quien cree en Jesús tiene precisamente eso para donar a los otros.” En este contexto, el Papa pide que no olvidemos que “Dios lo olvida todo”. “Dios perdona todo porque olvida nuestros pecados. Sólo quiere que nos acerquemos al Señor y nos perdona todo. Jesús nos espera para perdonarnos, para restaurarnos. ¿Y cuánto? ¿Una vez? ¿Dos veces? No. Siempre. «Pero padre, siempre hago lo mismo…» ¡Y hará lo mismo de siempre! Perdonarte, abrazarte. Por favor, no desconfiemos de esto”.

 

El asombro

Como último aspecto el Papa señala el asombro. “El anuncio de Jesús debe llevar siempre el asombro de la gracia

 

No somos nosotros los que hacemos grandes cosas, sino que es la gracia del Señor que, también a través de nosotros, realiza cosas imprevisibles, esto son las sorpresas de Dios”.

 

Por último, el Pontífice recuerda que no debemos olvidar que la buena nueva está dirigida “a los pobres”: “A menudo nos olvidamos de ellos, sin embargo, son destinatarios mencionados explícitamente por Jesús, porque son los predilectos de Dios. Acordémonos de ellos y recordemos que, para acoger al Señor, cada uno de nosotros debe hacerse “pobre dentro””. Si alguien me dice:

 

“Padre, ¿cuál es el camino más corto para conocer a Jesús? Hazte el necesitado. Hazte necesitado de gracia, necesitado de perdón, necesitado de alegría. Y Él vendrá a ti”.

 

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Fuente: vaticanews.va

¡Es tu momento! La comunidad parroquial, responsable de la catequesis

 

El viernes 27 de enero es san Enrique de Ossópatrón de los catequistas en España. Una ocasión para recordar que «ES TU MOMENTO. LA COMUNIDAD PARROQUIAL ES RESPONSABLE DE LA CATEQUESIS». Por eso, bajo este lema, la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado, ha editado unos materiales para sensibilizar sobre el valor y la importancia de la catequesis en la transmisión y vivencia de la fe. Una propuesta que se enmarca entre el Domingo de la Palabra, 22 de enero, y esta festividad, con el objetivo de que la Palabra de Dios sea verdaderamente luz para nuestros pasos y que la comunidad parroquial se haga consciente de su responsabilidad en el ámbito de la catequesis.

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Y tú, ¿has pensado en ser catequista?

Esta campaña de la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado se unea la que puso en marcha el pasado mes de septiembre:Y tú, ¿has pensando en ser catequista? 

Así de directa lanzaba la pregunta Francisco Romero, director del secretariado de esta Comisión. Una pregunta que es la clave de la campaña“suscitar la llamada a ser catequista”.

 

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Fuente:conferenciaepiscopal.es

Mensaje del Papa para la 57ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

 

La Santa Sede hizo público ayer, 24 de enero, en la festividad de San Francisco de Sales, el Mensaje del papa Francisco para la 57º Jornada Mundial de la Comunicaciones Sociales«Hablar con el corazón, «en la verdad y en el amor» (Ef 4,15)» es el lema que propone el Santo Padre para la Jornada de este año, que se celebra el 21 de mayo, solemnidad de la Ascensión del Señor.

«Hablar con el corazón, en la verdad y en el amor» (Ef 4,15)

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

Después de haber reflexionado, en años anteriores, sobre los verbos “ir, ver” y “escuchar” como condiciones para una buena comunicación, en este Mensaje para la LVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales quisiera centrarme en “hablar con el corazón”. Es el corazón el que nos ha movido a ir, ver y escuchar; y es el corazón el que nos mueve a una comunicación abierta y acogedora. Tras habernos ejercitado en la escucha —que requiere espera y paciencia, así como la renuncia a afirmar de modo prejuicioso nuestro punto de vista—, podemos entrar en la dinámica del diálogo y el intercambio, que es precisamente la de comunicar cordialmente. Una vez que hayamos escuchado al otro con corazón puro, lograremos hablar «en la verdad y en el amor» (cf. Ef 4,15). No debemos tener miedo a proclamar la verdad, aunque a veces sea incómoda, sino a hacerlo sin caridad, sin corazón. Porque «el programa del cristiano —como escribió Benedicto XVI— es un “corazón que ve”».[1] Un corazón que, con su latido, revela la verdad de nuestro ser, y que por eso hay que escucharlo. Esto lleva a quien escucha a sintonizarse en la misma longitud de onda, hasta el punto de que se llega a sentir en el propio corazón el latido del otro. Entonces se hace posible el milagro del encuentro, que nos permite mirarnos los unos a los otros con compasión, acogiendo con respeto las fragilidades de cada uno, en lugar de juzgar de oídas y sembrar discordia y divisiones.

Jesús nos recuerda que cada árbol se reconoce por su fruto (cf. Lc 6,44), y advierte que «el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, de su mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca» (v. 45). Por eso, para poder comunicar «en la verdad y en el amor» es necesario purificar el corazón. Sólo escuchando y hablando con un corazón puro podemos ver más allá de las apariencias y superar los ruidos confusos que, también en el campo de la información, no nos ayudan a discernir en la complejidad del mundo en que vivimos. La llamada a hablar con el corazón interpela radicalmente nuestro tiempo, tan propenso a la indiferencia y a la indignación, a veces sobre la base de la desinformación, que falsifica e instrumentaliza la verdad.

Comunicar cordialmente

Comunicar cordialmente quiere decir que quien nos lee o nos escucha capta nuestra participación en las alegrías y los miedos, en las esperanzas y en los sufrimientos de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Quien habla así quiere bien al otro, porque se preocupa por él y custodia su libertad sin violarla. Podemos ver este estilo en el misterioso Peregrino que dialoga con los discípulos que van hacia Emaús después de la tragedia consumada en el Gólgota. Jesús resucitado les habla con el corazón, acompañando con respeto el camino de su dolor, proponiéndose y no imponiéndose, abriéndoles la mente con amor a la comprensión del sentido profundo de lo sucedido.

De hecho, ellos pueden exclamar con alegría que el corazón les ardía en el pecho mientras Él conversaba con ellos a lo largo del camino y les explicaba las Escrituras (cf. Lc 24,32).

En un periodo histórico marcado por polarizaciones y contraposiciones —de las que, lamentablemente, la comunidad eclesial no es inmune—, el compromiso por una comunicación “con el corazón y con los brazos abiertos” no concierne exclusivamente a los profesionales de la información, sino que es responsabilidad de cada uno. Todos estamos llamados a buscar y a decir la verdad, y a hacerlo con caridad. A los cristianos, en especial, se nos exhorta continuamente a guardar la lengua del mal (cf. Sal 34,14), ya que, como enseña la Escritura, con la lengua podemos bendecir al Señor y maldecir a los hombres creados a semejanza de Dios (cf. St 3,9). De nuestra boca no deberían salir palabras malas, sino más bien palabras buenas «que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan» (Ef 4,29).

A veces, el hablar amablemente abre una brecha incluso en los corazones más endurecidos. Tenemos prueba de esto en la literatura. Pienso en aquella página memorable del capítulo XXI de Los novios, en el que Lucía habla con el corazón al Innominado hasta que éste, desarmado y atormentado por una benéfica crisis interior, cede a la fuerza gentil del amor. Lo experimentamos en la convivencia cívica, en la que la amabilidad no es solamente cuestión de buenas maneras, sino un verdadero antídoto contra la crueldad que, lamentablemente, puede envenenar los corazones e intoxicar las relaciones. La necesitamos en el ámbito de los medios para que la comunicación no fomente el rencor que exaspera, genera rabia y lleva al enfrentamiento, sino que ayude a las personas a reflexionar con calma, a descifrar, con espíritu crítico y siempre respetuoso, la realidad en la que viven.

La comunicación de corazón a corazón: “Basta amar bien para decir bien”

Uno de los ejemplos más luminosos y, aún hoy, fascinantes de “hablar con el corazón” estárepresentado en san Francisco de Sales, doctor de la Iglesia, a quien he dedicado recientemente la Carta apostólica Totum amoris est, con motivo de los 400 años de su muerte. Junto a este importanteaniversario, me gusta recordar, en esta circunstancia, otro que se celebra en este año 2023: el centenario de su proclamación como patrono de los periodistas católicos por parte de Pío XI con la Encíclica Rerum omnium perturbationem. Intelecto brillante, escritor fecundo, teólogo de gran profundidad, Francisco de Sales fue obispo de Ginebra al inicio del s. XVII, en años difíciles,marcados por encendidas disputas con los calvinistas. Su actitud apacible, su humanidad, sudisposición a dialogar pacientemente con todos, especialmente con quien lo contradecía, lo convirtieron en un testigo extraordinario del amor misericordioso de Dios. De él se podía decir que«las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas relaciones» (Si6,5). Por lo demás, una de sus afirmaciones más célebres, «el corazón habla al corazón», ha inspiradoa generaciones de fieles, entre ellos san John Henry Newman, que la eligió como lema, Cor ad corloquitur. «Basta amar bien para decir bien» era una de sus convicciones. Ello demuestra que para él la comunicación nunca debía reducirse a un artificio —a una estrategia de marketing, diríamos hoy—, sino que tenía que ser el reflejo del ánimo, la superficie visible de un núcleo de amor invisible a los ojos. Para san Francisco de Sales, es precisamente «en el corazón y por medio del corazón donde se realiza ese sutil e intenso proceso unitario en virtud del cual el hombre reconoce a Dios».[2] “Amandobien”, san Francisco logró comunicarse con el sordomudo Martino, haciéndose su amigo; por eso es recordado como el protector de las personas con discapacidades comunicativas.

A partir de este “criterio del amor”, y a través de sus escritos y del testimonio de su vida, el santo obispo de Ginebra nos recuerda que “somos lo que comunicamos”. Una lección que va contracorriente hoy, en un tiempo en el que, como experimentamos sobre todo en las redes sociales, la comunicación frecuentemente se instrumentaliza, para que el mundo nos vea como querríamos ser y no como somos. San Francisco de Sales repartió numerosas copias de sus escritos en la comunidad ginebrina. Esta intuición “periodística” le valió una fama que superó rápidamente el perímetro de sudiócesis y que perdura aún en nuestros días. Sus escritos, observó san Pablo VI, suscitan una lectura«sumamente agradable, instructiva, estimulante».[3] Si vemos el panorama de la comunicación actual, ¿no son precisamente estas características las que debería tener un artículo, un reportaje, un servicioradiotelevisivo o un post en las redes sociales? Que los profesionales de la comunicación se sientan inspirados por este santo de la ternura, buscando y contando la verdad con valor y libertad, pero rechazando la tentación de usar expresiones llamativas y agresivas.

Hablar con el corazón en el proceso sinodal

Como he podido subrayar, «también en la Iglesia hay mucha necesidad de escuchar y deescucharnos. Es el don más precioso y generativo que podemos ofrecernos los unos a los otros».[4]De una escucha sin prejuicios, atenta y disponible, nace un hablar conforme al estilo de Dios, que senutre de cercanía, compasión y ternura. En la Iglesia necesitamos urgentemente una comunicaciónque encienda los corazones, que sea bálsamo sobre las heridas e ilumine el camino de los hermanosy de las hermanas. Sueño una comunicación eclesial que sepa dejarse guiar por el Espíritu Santo,amable y, al mismo tiempo, profética; que sepa encontrar nuevas formas y modalidades para elmaravilloso anuncio que está llamada a dar en el tercer milenio. Una comunicación que ponga en elcentro la relación con Dios y con el prójimo, especialmente con el más necesitado, y que sepaencender el fuego de la fe en vez de preservar las cenizas de una identidad autorreferencial. Unacomunicación cuyas bases sean la humildad en el escuchar y la parresia en el hablar; que no separenunca la verdad de la caridad.

Desarmar los ánimos promoviendo un lenguaje de paz

«Una lengua suave quiebra hasta un hueso», dice el libro de los Proverbios (25,15). Hablar con el corazón es hoy muy necesario para promover una cultura de paz allí donde hay guerra; para abrir senderos que permitan el diálogo y la reconciliación allí donde el odio y la enemistad causan estragos. En el dramático contexto del conflicto global que estamos viviendo, es urgente afirmar una comunicación no hostil. Es necesario vencer «la costumbre de desacreditar rápidamente al adversario aplicándole epítetos humillantes, en lugar de enfrentar un diálogo abierto y respetuoso». [5] Necesitamos comunicadores dispuestos a dialogar, comprometidos a favorecer un desarme integral y que se esfuercen por desmantelar la psicosis bélica que se anida en nuestros corazones; como exhortaba proféticamente san Juan XXIII en la Encíclica Pacem in terris, la paz «verdadera puede apoyarse únicamente en la confianza recíproca» (n. 113). Una confianza que necesita comunicadores no ensimismados, sino audaces y creativos, dispuestos a arriesgarse para hallar un terreno común donde encontrarse. Como hace sesenta años, vivimos una hora oscura en la que la humanidad teme una escalada bélica que se ha de frenar cuanto antes, también a nivel comunicativo. Uno se queda horrorizado al escuchar con qué facilidad se pronuncian palabras que claman por la destrucción de pueblos y territorios. Palabras que, desgraciadamente, se convierten a menudo en acciones bélicas de cruel violencia. He aquí por qué se ha de rechazar toda retórica belicista, así como cualquier forma de propaganda que manipule la verdad, desfigurándola por razones ideológicas. Se debe promover, en cambio, en todos los niveles, una comunicación que ayude a crear las condiciones para resolver las controversias entre los pueblos.

En cuanto cristianos, sabemos que es precisamente la conversión del corazón la que decide el destino de la paz, ya que el virus de la guerra procede del interior del corazón humano.[6] Del corazón brotan las palabras capaces de disipar las sombras de un mundo cerrado y dividido, para edificar una civilización mejor que la que hemos recibido. Es un esfuerzo que se nos pide a cada uno de nosotros, pero que apela especialmente al sentido de responsabilidad de los operadores de la comunicación, a fin de que desarrollen su profesión como una misión.

Que el Señor Jesús, Palabra pura que surge del corazón del Padre, nos ayude a hacer nuestra comunicación libre, limpia y cordial.

Que el Señor Jesús, Palabra que se hizo carne, nos ayude a escuchar el latido de los corazones, para redescubrirnos hermanos y hermanas, y desarmar la hostilidad que nos divide.

Que el Señor Jesús, Palabra de verdad y de amor, nos ayude a decir la verdad en la caridad, para sentirnos custodios los unos de los otros.

 

Roma, San Juan de Letrán, 24 de enero de 2023, memoria de san Francisco de Sales.

FRANCISCO

 

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[1] Carta enc. Deus caritas est, 31.

[2] Carta ap. Totum amoris est (28 diciembre 2022).

[3] Epístola ap. Sabaudiae gemma, con motivo del IV Centenario del nacimiento de san Francisco de Sales, doctor de la

Iglesia (29 enero 1967).

[4] Mensaje para la LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24 enero 2022).

[5] Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 201.

[6] Cf. Mensaje para la 56 Jornada Mundial de la Paz (1 enero 2023).

 

 

Fuente: vaticanews.va

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2023. Día 8: «La justicia restaura la comunión»

 

DÍA 8 : La justicia restaura la comunión

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Lecturas

– Sal 82, 1-4: Haced justicia al huérfano y al pobre, defended al humilde y al necesitado

– Lc 18, 1-8: ¿No hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche?

Reflexión

El Libro de los Salmos es una compilación de oraciones, alabanzas, lamentaciones y enseñanzas de Dios para nosotros. En el Salmo 82, Dios reclama una justicia que defienda los derechos humanos básicos, propios de toda persona: libertad, seguridad, dignidad, salud, igualdad y amor. El Salmo también hace una llamada a derogar los sistemas de disparidad y opresión, y corregir cualquier tipo de injusticia, corrupción o explotación. Esta es la justicia que nosotros, como cristianos, estamos llamados a promover. Como comunidad cristiana, hemos de unir nuestras voluntades y nuestras acciones a las de Dios, al tiempo que él realiza su salvación en la creación. La división, incluida la que se da entre los cristianos, siempre tiene su raíz en el pecado, y la redención, por el contrario, siempre restaura la comunión.

Dios nos llama a encarnar nuestra fe cristiana para actuar tomando conciencia de una verdad esencial: que cada persona es valiosa, que las personas son más importantes que las cosas, y que la consideración de cada estructura institucional en la sociedad está en función de si supone una amenaza para la dignidad de las personas, o si, por el contrario, promueve su dignidad. Toda persona tiene el derecho y la responsabilidad de participar en la sociedad, buscando juntos el bien común y el bienestar de todos, especialmente de los humildes y los indigentes.

En Jesús y los desheredados, el Rvdo. Dr. Howard Thurman, que fue consejero espiritual del Rvdo. Dr. Martin Luther King Jr. afirma que: «Debemos proclamar la verdad de que toda vida es una y que todos estamos unidos. Por lo tanto, es obligatorio que trabajemos por una sociedad en la que la persona más insignificante pueda encontrar refugio y descanso. Debéis poner vuestras vidas sobre el altar del cambio social para que dondequiera que estéis, allí esté cerca el Reino de Dios».

Unidad cristiana

Jesús narra la parábola de la viuda y del juez injusto para enseñar al pueblo a «oraren cualquier circunstancia, sin jamás desanimarse» (Lc 18, 1). Jesús ha ganado una victoria decisiva sobre la injusticia, el pecado y la división, y, como cristianos, nuestra tarea es acoger esta victoria, en primer lugar, en nuestros propios corazones a través de la oración y, en segundo lugar, en nuestras vidas a través de la acción. Que nunca nos desanimemos, sino que sigamos pidiendo en oración el don de la unidad de Dios y que manifestemos esta unidad en nuestras vidas.

Desafío

Como pueblo de Dios, ¿Cómo deben comprometerse nuestras Iglesias en la justicia que nos une amando y sirviendo a toda la familia de Dios?

Oración

Dios, creador y redentor de todas las cosas, enséñanos a mirarnos internamente para vivir arraigados en tu Espíritu de amor, para que podamos salir con sabiduría y valentía optando siempre por el camino del amor y la justicia.

Te lo pedimos en el nombre de tu Hijo, Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

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Fuente: conferenciaepiscopal.es

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2023. Día 7: «Lo que ahora es así no tiene por qué seguir siéndolo»

 

DÍA 7 : Lo que ahora es así no tiene por qué seguir siéndolo

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Lecturas

– Jb 5, 11-16: Así el indigente vive con esperanza pues la maldad cierra su boca.

– Lc 1, 46-55: Derribó a los poderosos de sus tronos y encumbró a los humildes.

Reflexión

Job estaba viviendo una buena vida e inesperadamente sufrió la pérdida de su ganado y sirvientes, y soportó la desolación por la muerte de sus hijos. Estaba sufriendo mental, corporal y espiritualmente. Todos experimentamos estos sufrimientos que afectan nuestras mentes, nuestros cuerpos y espíritus. Podemos alejarnos de Dios y de los demás. Podemos perder la esperanza. Sin embargo, como cristianos, estamos unidos en una misma fe de que Dios está con nosotros en medio de nuestro sufrimiento.

El 11 de abril de 2021 en Minnesota, Daunte Wright, un hombre afroamericano desarmado de veinte años fue asesinado a tiros por un oficial de policía blanco en un control rutinario de tráfico. Este incidente ocurrió durante el juicio de Derek Chauvin por el asesinato de George Floyd.

No es difícil sentirse desesperado cuando se nos recuerda una y otra vez que vivimos en una sociedad fracturada que no reconoce, respeta y protege en plenitud la dignidad humana y la libertad de todos los seres humanos. Según el P. Bryan Massingale, un destacado profesor de ética social especialista en justicia racial, «la vida social la hacen los seres humanos. La sociedad en la que vivimos es el resultado de elecciones y decisiones humanas. Esto significa que los seres humanos pueden cambiar las cosas. Aquello que los seres humanos rompen, dividen y separan, puede ser también sanado, unido y restaurado con la ayuda de Dios. Lo que ahora es no tiene por qué seguir siendo así, esa es la esperanza y el desafío».

En la oración, los cristianos hacen que sus corazones entren en armonía con el corazón de Dios, para amar lo que él ama y amar como él ama. Por tanto, la oración armoniza los corazones de todos los cristianos más allá de sus divisiones, para amar lo que Dios ama, a quienes él ama y como él ama, y para hacer que este amor se manifieste en nuestras obras.

Unidad cristiana

El Magnificat es el canto de alegría de María por todo lo que ve que Dios hace: restaurando el equilibrio entre los seres humanos al alzar a los humildes; reparando la injusticia al alimentar a los hambrientos; y recordando a Israel, su siervo. El Señor nunca olvida sus promesas ni abandona a su pueblo. Es fácil pasar por alto o subestimar la fe de aquellos que pertenecen a otras comunidades cristianas, particularmente si esas comunidades son pequeñas. Pero el Señor salva a su pueblo levantando a los humildes y reconoce el valor de cada uno. Estamos llamados a ver como él ve y a valorar a cada uno de nuestros hermanos y hermanas cristianos como él los valora.

Desafío

¿Cómo podemos unirnos en Cristo con la esperanza y la confianza de que Dios «cerrará la boca de la maldad»?

Oración

Dios de esperanza, ayúdanos a recordar que estás con nosotros en el sufrimiento.
Ayúdanos a encarnar la esperanza entre nosotros cuando la desesperanza venga a habitar sin más remedio en nuestros corazones.

Concédenos el don de estar arraigados en tu Espíritu de amor, mientras trabajamos juntos para erradicar toda forma de opresión e injusticia.

Concédenos el valor de amar lo que tú amas, a quienes tú amas y como tú amas, y de expresar este amor con nuestras obras.

Por Cristo, nuestro Señor. Amén

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Fuente: conferenciaepiscopal.es