Vídeo del Papa. Junio 2024. Por los que huyen de su pais: “El que acoge a un migrante, acoge a Cristo”

 

Oremos para que los migrantes que huyen de las guerras o del hambre, obligados a viajes llenos de peligro y violencia, encuentren aceptación y nuevas oportunidades de vida en sus países de acogida.

Papa Francisco – Junio 2024

 

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En la intención de oración de este mes de junio, el Papa Francisco nos invita a rezar por las personas que huyen de sus países: nuestros hermanos y hermanas que se ven forzados a abandonar su propia tierra,. El Video del Papa, producido y difundido por su Red Mundial de Oración, nos ayuda en este mes a reflexionar sobre la situación de los migrantes. No podemos, como cristianos, quedar indiferentes a los “muros en la tierra y en el corazón que separan a las familias”. Francisco nos pide que los acompañemos, promovamos e integramos en nuestra sociedad. Oremos juntos para que los migrantes que huyen de las guerras o del hambre, obligados a viajes llenos de peligro y violencia, encuentren aceptación y nuevas oportunidades de vida en sus países de acogida.

Este video cuenta con la colaboración de realizado con la colaboración de Tele VID y con el apoyo del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral  y se estrena en el mes que la ONU conmemora la Día Internacional del Refugiado (20 junio).

 

 

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Muros en la tierra, muros en el corazón

 

Este videomensaje es una historia desde las fronteras de varias partes del mundo. Aparecen rostros sufrientes, pies que caminan, bolsas llenas con lo poco que uno ha conseguido llevarse de casa. Pero también se ven gestos de solidaridad, abrazos, proyectos de acogida: el Papa recuerda a los cristianos que «el que acoge a un migrante, acoge a Cristo».

En la sociedad actual, incluso en las naciones que se dicen cristianas, éste parece ser un concepto olvidado: de hecho hoy, denuncia Francisco, «en algunos países de llegada, los migrantes son vistos con alarma, con miedo», y esto lleva al «fantasma de los muros: muros en la tierra, que separan a las familias y muros en el corazón». Pero, como nos advierte el Papa «los cristianos no podemos compartir esta mentalidad».

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Huida y desarraigo

 

En los últimos años, el número de desplazados ha superado el de la Segunda Guerra Mundial. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), durante el 2023 unos 110 millones de personas fueron desplazadas por la fuerza en todo el mundo. En este contexto, Francisco pide que a los migrantes se los acompañe, promueva e integre.

“Al drama que viven las personas forzadas a abandonar su tierra huyendo de guerras o de la pobreza, se une muchas veces el sentimiento de desarraigo, de no saber a dónde se pertenece”, se lamenta el Papa al inicio del video. Y por eso pide «promover una cultura social y política que proteja los derechos y la dignidad del migrante. Y que los promueva en sus posibilidades de desarrollo».

 

Una nación universal

 

El tema de los migrantes y refugiados ha preocupado al Papa desde el inicio de su pontificado. Ya en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (2013) dijo: “Los migrantes me plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos. Por ello, exhorto a todos los países a una apertura generosa que, en lugar de temer la pérdida de la identidad local, sea capaz de crear nuevas formas de síntesis cultural”.

Años más tarde, en la Encíclica Fratelli Tutti (2020) invitaba a tener “un corazón abierto al mundo entero” y respetar “el derecho de todo ser humano a encontrar un lugar donde pueda […] realizarse integralmente como persona”. Así como también, subraya la necesidad de desarrollar una “cultura del encuentro” en la cual haya puntos de contacto, se tiendan puentes y se proyecte incluyendo a todos. En ese sentido, el video renueva el pedido del Papa de no ser indiferentes ante la crisis migratoria.

 

Dios camina con su pueblo

 

En línea con la intención de este video mensaje, desde 1914, cada año la Iglesia invita a rezar por los migrantes en el marco de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado. “Dios camina con su Pueblo” es el lema elegido para la edición 2024 que se realizará el próximo 29 de septiembre.

El prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral que organiza y difunde esta jornada, Cardenal Michael Czerny, reflexionó: “El Papa Francisco nos recuerda que ‘Dios camina con su pueblo’. La Sagrada Familia tuvo que refugiarse en tierra extranjera porque la vida del Niño Jesús estaba en peligro. Todos estamos invitados a acoger, proteger, promover e integrar a las personas que abandonan su patria para salvar sus vidas o en busca de un futuro digno. Al proteger los derechos de los migrantes, se promueve el desarrollo humano integral de todos y las comunidades que acogen se enriquecen de múltiples maneras”.

 

Estados con responsabilidad fraterna

 

El Padre Frédéric Fornos S.J., Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, reflexiona sobre el drama de los migrantes y asegura: “Los migrantes que huyen de la guerra y el hambre, a menudo sobrevivientes de viajes desesperados, son objeto de batallas políticas. Es importante recordar que no son números ni estadísticas, son personas. Nuestras historias personales y colectivas están marcadas por la migración. En lugar de tratar los migrantes como una carga o un problema, debemos encontrar soluciones basadas en la compasión y el respeto por la dignidad humana. Esta mirada nace del Evangelio y de la oración y el magisterio de la Iglesia nos lo recuerda”.

 

 

 

 

 

 

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Fuente: thepopevideo.org

Mensaje del papa Francisco para la 110ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado: «Dios camina con su pueblo»

La Santa Sede ha hecho público, el pasado lunes 3 de junio, el Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebra el domingo 29 de septiembre de 2024. «Dios camina con su pueblo» es el lema para este año.

Mensaje del Santo Padre

Dios camina con su pueblo

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Queridos hermanos y hermanas:

El 29 de octubre de 2023 finalizó la primera Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que nos ha permitido profundizar en la sinodalidad como vocación originaria de la Iglesia. «La sinodalidad se presenta principalmente como camino conjunto del Pueblo de Dios y como fecundo diálogo de los carismas y ministerios, al servicio del acontecimiento del Reino» (Informe de Síntesis, Introducción).

Poner el énfasis en la dimensión sinodal le permite a la Iglesia redescubrir su naturaleza itinerante, como pueblo de Dios en camino a través de la historia, peregrinante, diríamos “emigrante” hacia el Reino de los Cielos (cf. Lumen gentium, 49). La referencia al relato bíblico del Éxodo, que presenta al pueblo de Israel en su camino hacia la tierra prometida, resulta evocador: un largo viaje de la esclavitud a la libertad que prefigura el de la Iglesia hacia el encuentro final con el Señor.

Análogamente, es posible ver en los emigrantes de nuestro tiempo, como en los de todas las épocas, una imagen viva del pueblo de Dios en camino hacia la patria eterna. Sus viajes de esperanza nos recuerdan que «nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo» (Flp 3,20).

Las dos imágenes ―la del éxodo bíblico y la de los migrantes― guardan ciertas similitudes. Al igual que el pueblo de Israel en tiempos de Moisés, los migrantes huyen a menudo de situaciones de opresión y abusos, de inseguridad y discriminación, de falta de proyectos de desarrollo. Y así como los hebreos en el desierto, también los emigrantes encuentran muchos obstáculos en su camino: son probados por la sed y el hambre; se agotan por el trabajo y la enfermedad; se ven tentados por la desesperación.

Pero la realidad fundamental del éxodo, de cada éxodo, es que Dios precede y acompaña el caminar de su pueblo y de todos sus hijos en cualquier tiempo y lugar. La presencia de Dios en medio del pueblo es una certeza de la historia de la salvación: «el Señor, tu Dios, te acompaña, y él no te abandonará ni te dejará desamparado» (Dt 31,6). Para el pueblo que salió de Egipto, esta presencia se manifiesta de diferentes formas: la columna de nube y la de fuego muestran e iluminan el camino (cf. Ex 13,21); la Carpa del Encuentro, que custodia el arca de la alianza, hace tangible la cercanía de Dios (cf. Ex 33,7); el asta con la serpiente de bronce asegura la protección divina (cf. Nm 21,8-9); el maná y el agua son los dones de Dios para el pueblo hambriento y sediento (cf. Ex 16-17). La carpa es una forma de presencia particularmente grata al Señor. Durante el reinado de David, Dios se negó a ser encerrado en un templo para seguir habitando en una carpa y poder así caminar con su pueblo, y anduvo «de carpa en carpa y de morada en morada» (1 Cr 17,5).

Muchos emigrantes experimentan a Dios como compañero de viaje, guía y ancla de salvación. Se encomiendan a Él antes de partir y a Él acuden en situaciones de necesidad. En Él buscan consuelo en los momentos de desesperación. Gracias a Él, hay buenos samaritanos en el camino. A Él, en la oración, confían sus esperanzas. Imaginemos cuántas biblias, evangelios, libros de oraciones y rosarios acompañan a los emigrantes en sus viajes a través de desiertos, ríos y mares, y de las fronteras de todos los continentes.

Dios no sólo camina con su pueblo, sino también en su pueblo, en el sentido de que se identifica con los hombres y las mujeres en su caminar por la historia ―especialmente con los últimos, los pobres, los marginados―, como prolongación del misterio de la Encarnación.

Por eso, el encuentro con el migrante, como con cada hermano y hermana necesitados, «es también un encuentro con Cristo. Nos lo dijo Él mismo. Es Él quien llama a nuestra puerta hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos» (Homilía de la Santa Misa para los participantes en el encuentro “Libres del miedo”, Sacrofano, 15 febrero 2019). El juicio final narrado por Mateo en el capítulo 25 de su Evangelio no deja lugar a dudas: «estaba de paso, y me alojaron» (v. 35); y de nuevo, «les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (v. 40). Por eso, cada encuentro, a lo largo del camino, es una oportunidad para encontrar al Señor; y es una oportunidad cargada de salvación, porque en la hermana o en el hermano que necesitan nuestra ayuda, está presente Jesús. En este sentido, los pobres nos salvan, porque nos permiten encontrarnos con el rostro del Señor (cf. Mensaje para la III Jornada Mundial de los Pobres, 17 noviembre 2019).

Queridos hermanos y hermanas, en esta Jornada dedicada a los migrantes y refugiados, unámonos en oración por todos aquellos que han tenido que abandonar su tierra en busca de condiciones de vida dignas. Sintámonos en camino junto con ellos, hagamos juntos “sínodo” y encomendémoslos a todos, así como a la próxima asamblea sinodal, «a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consuelo en el camino del Pueblo fiel de Dios» (Informe de Síntesis, Para proseguir el camino).

 

Oración

Dios, Padre todopoderoso,
somos tu Iglesia peregrina
que camina hacia el Reino de los Cielos.
Cada uno de nosotros habita en su propia patria,
pero como si fuéramos extranjeros.
Toda región extranjera es nuestra patria,
sin embargo, toda patria es para nosotros tierra extranjera.
Vivimos aquí en la tierra,
pero tenemos nuestra ciudadanía en el cielo.
No permitas que nos constituyamos en amos
de la porción del mundo
que nos has dado como hogar temporal.
Ayúdanos a no dejar nunca de caminar
junto con nuestros hermanos y hermanas migrantes
hacia la morada eterna que tú nos has preparado.
Abre nuestros ojos y nuestro corazón
para que cada encuentro con los necesitados
se convierta también en un encuentro con Jesús,
Hijo tuyo y Señor nuestro.
Amén.

 

Roma, San Juan de Letrán, 24 de mayo de 2024, Memoria de la Bienaventurada Virgen María Auxiliadora.

 

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Fuente: conferenciaepiscopal.es