Vídeo del Papa. Marzo 2022. Por una respuesta cristiana a los retos de la bioética.

Recemos para que los cristianos, ante los nuevos desafíos de la bioética, promuevan siempre la defensa de la vida a través de la oración y de la acción social.

Papa Francisco – Marzo 2022

 

¿Cómo responder a los avances de la bioética?
El Papa Francisco responde con un llamamiento a la defensa de la vida y al respeto de la dignidad humana

 

El Vídeo del Papa comparte la intención de oración que Francisco confía a toda la Iglesia Católica a través de la Red Mundial de Oración del Papa. Este mes de marzo, el Santo Padre aborda los nuevos retos que la bioética plantea al mundo de hoy y hace un llamamiento para que, frente a estos, se “promueva siempre la dignidad humana y la defensa de la vida a través de la oración y de la acción social”.

Consciente de los cambios profundos que el avance de la bioética provoca en el mundo, el Papa invita a acompañarlos sin contribuir a la cultura del descarte, buscando aplicaciones biotecnológicas que sean responsables y respetuosas con la persona y el medio ambiente, y evitando que las ganancias económicas condicionen la investigación biomédica. Francisco llama a todos los cristianos a “no esconder la cabeza como el avestruz” y a proteger tanto la dignidad humana como el progreso.

Este video se ha realizado con la colaboración de la Pontificia Academia para la Vida.

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El progreso tecnológico no es un enemigo

Nadie puede negar el progreso que la bioética ha demostrado en las últimas décadas. Esta disciplina, relativamente nueva, se dedica entre otras cosas a orientar y reflexionar sobre situaciones problemáticas que abarcan aristas económicas, sociales, ecológicas, éticas, biomédicas o biotecnológicas. En la intención de oración de marzo, el Santo Padre anima a no frenar el progreso que implica la bioética ni a “escondernos” de sus campos de acción y de investigación. 

Los avances de la bioética nos presentan desafíos. Los riesgos para los cristianos, que el Papa Francisco subraya en este video, son esencialmente dos. El primero es ver al progreso tecnológico como un enemigo y, por tanto, oponerse a él en todos los sentidos e intentar “frenarlo”. El segundo riesgo es sufrir pasivamente, haciendo como si nada ocurriera y llegando a «esconder la cabeza como el avestruz» cuando se pone en duda el “respeto a la dignidad humana». Sólo hay una solución: responder con «un discernimiento aún más profundo, aún más sutil», para acompañar al progreso tecnológico en su camino al servicio del hombre.

 

Evitar la cultura del descarte

Este abordaje supone una apuesta recurrente del Papa a evitar la cultura del descarte, como el ejemplo de los embriones congelados que se desestiman como “material desechable”. Y también supone no supeditar los estudios y aplicaciones bioéticos a las “ganancias económicas”, ya que “no podemos pagar el precio de la dignidad humana por el progreso”.

Por este motivo, Francisco pide a los cristianos que «promuevan la defensa de la vida»: a través de la «oración» pero también a través de la «acción social». Los cristianos, en efecto, tienen la tarea de participar en el debate público haciendo oír su voz: con un lenguaje adecuado y con argumentos comprensibles en el contexto social actual, pero sin diluir los contenidos y reiterando siempre la necesidad del desarrollo humano integral.

El P. Frédéric Fornos S.J., Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, comentó a propósito de esta intención: “El Papa Francisco siempre insiste en la necesidad de un mayor discernimiento para los desafíos de la bioética, sobre la necesidad de respetar la vida humana y de ninguna manera buscar sus propios intereses, en lógicas de mercado que no tienen límites. Son necesarios criterios de discernimiento que ayuden a salir de una cultura del descarte y promuevan el respeto de la vida en sentido integral, todo lo largo de la vida humana, del nacimiento a la muerte”.

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Fuente: thepopevideo.org

Ayuda de la Iglesia a Ucrania

Las administraciones públicas, la sociedad civil y la Iglesia están organizando la acogida de refugiados ucranianos y otras muestras de solidaridad. En la vida de la Iglesia existen ya algunos cauces que pueden hacer llegar la ayuda a las personas damnificadas por esta guerra. Cáritas está trabajando para reforzar la ayuda económica para la acogida de emergencia en los países fronterizos de Ucrania (aquí la información y el contacto).

Como la emergencia motivada por el desplazamiento de refugiados puede prolongarse en el tiempo, desde el Departamento de Migraciones de la CEE se pide a las personas, familias o entidades interesadas en la acogida de refugiados que se comuniquen, en sus diócesis de residencia, con las Delegaciones de Migraciones o las Cáritas diocesanas para recabar la información que precisen.

Ayuda a la Iglesia Necesitada ha lanzado también una campaña de emergencia para sostener la misión de la Iglesia en aquel país, con el lema «Emergencia Ucrania: Empieza la guerra, la Iglesia se queda». El objetivo es enviar un millón de euros de ayuda de emergencia en apoyo a la Iglesia en Ucrania, ante el avance de la guerra y el aumento de las necesidades en el país.

En todo caso, conviene mantenerse en el ámbito de actuación de la propia diócesis y a continuar orando por el final de las guerras, por sus víctimas y por la paz mediante el diálogo en Ucrania, en Mali y en el mundo entero.

 

Fuente: www.conferenciaepiscopal.es

Representantes de diferentes confesiones cristianas rezan en Santiago por la Paz

 

El arzobispo de Santiago de Compostela, mons Julián Barrio, y su obispo auxiliar, mons. Francisco Prieto, participaron este miércoles día 3 de marzo en una oración ecuménica para pedir la Paz en Ucrania.

La celebración, organizada por el delegado de ecumenismo de la Diócesis Francisco Buide, tuvo lugar en la Iglesia Compostela de Santa Susana a las 19:00hs. En ella participaron fieles católicos, evangélicos, ortodoxos, anglicanos, etc.

Esta vigilia fue presidida el Padre Vasili, natural de Ucrania y sacerdote de la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla. Los ucranianos presentes en la celebración se emocionaron profundamente ante la gran multitud congregada en la Iglesia para rezar por el fin del conflicto armado en su tierra.

 

 

 

Noticia extraída de pastoralsantiago.org

Primer balance del sínodo en España. «Este proceso está ayudando a despertar la corresponsabilidad de los laicos»

 

El equipo sinodal de la Conferencia Episcopal Española y los responsables para la fase diocesana del Sínodo 2021 2023 siguen haciendo camino juntos. El martes 1 de marzo mantenían un nuevo encuentro conjunto para hacer balance de cómo se va desarrollando el proceso sinodal  e ir concretando cómo concluir el proceso en las diócesis y a nivel nacional.

En este encuentro se dialogó sobre el momento actual, teniendo como base las respuestas de las diócesis al cuestionario del equipo sinodal para valorar el camino recorrido.

Mirando al futuro, se va perfilando el final de esta primera fase del proceso sinodal, con la recopilación de las síntesis del trabajo que se ha realizado en las asambleas diocesanas y la organización de la Asamblea final para el 11 de junio.

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¿Quiénes se han implicado en el Sínodo?

Según ha hecho público la CEE, en muchas diócesis hay implicadas más de 100 parroquias, superando el centenar de grupos de trabajo y en algunas de ellas sumando más de 300.

Un 70 % de los participantes son mujeres, con una edad media de entre 55 y 60 años, y el perfil de la mayoría de los grupos responde a catequistas, grupos de liturgia, delegaciones diocesanas, hermandades y cofradías, centros de enseñanza, voluntarios de Cáritas, de prisiones y de pastoral de la salud, así como grupos misioneros y comunidades de oración.

En cuanto a su edad, hay cerca un 80 % de adultos, un 10 % de jóvenes y un 5 % de niños y adolescentes. En lo relativo a su situación en la Iglesia, el 10 % son consagrados y sacerdotes, y el resto laicos, con escasos participantes de otras Iglesias.

Las diócesis reconocen que no ha sido fácil llegar a las personas alejadas de la Iglesia, uno de los objetivos del Sínodo. Sin embargo, sí se ha conseguido implicar a asociaciones civiles, miembros de partidos políticos, de prisiones, centros de acogida, universidades y centro educativos, o usuarios de servicios como Cáritas. El uso de encuestas digitales han facilitado bastante la participación.

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¿Cómo se está trabajado en las diócesis?

La mayoría de las diócesis trabajan en una triple dirección: presentando lo que es y lo que implica el proceso sinodal con actividades por distintos puntos de la diócesis. Elaborando materiales propios teniendo como base el Documento preparatorio del Sínodo. Y mediante encuentros formativos.

Para coordinar los trabajos se han creado equipos diocesanos sinodales, que también se han encargado de la labor de formación. También se han creado, en algunos casos, espacios de coordinación con las parroquias.

La mayoría de las diócesis reconocen estar en torno a la mitad del proceso, pues hay grupos que todavía están arrancando, pero otros están ya preparando la síntesis final.

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¿Cómo se valora esta experiencia sinodal?

La valoración general de esta fase diocesana es por unanimidad positiva, especialmente entre los laicos, e incluso se habla de entusiasmo, interés, alegría, novedad, oportunidad, ilusión, y esperanza.

Los balances destacan especialmente el hecho de que este proceso está ayudando a descubrir la corresponsabilidad, la necesidad del protagonismo de los laicos y a abrir nuevos horizontes de trabajo pastoral. Y también se valora positivamente que está sirviendo para tomar una mayor conciencia de comunidad parroquial y de acercamiento a la Iglesia.

En estos meses de trabajo también se han detectado algunas dificultades: la integración de la propuesta sinodal en los ritmos, planes y proyectos diocesanos que estaban ya en marcha y la pandemia, que ha impedido poder celebrar encuentros programados y reuniones de grupo; y la falta de motivación, el desconocimiento de lo que es e implica la sinodalidad; la diferencias en los diálogos; y la dificultad para llegar a los alejados.

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¿Cómo se plantea el final de esta fase diocesana?

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Cuaresma, un tiempo para la conversión del corazón

Desde el Miércoles de Ceniza a la celebración del Jueves Santo, la Iglesia vive el tiempo litúrgico de Cuaresma

Una invitación para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado.

Una propuesta para alcanzar la conversión del corazón a través de la oración, la limosna y el ayuno.

Un momento de preparase para renovar las promesas del bautismo, tomando conciencia de que ser bautizados implica llevar el nombre de “cristianos”.

Una ocasión para escuchar la Palabra de Dios.

Una oportunidad para reconciliarse con Dios, con uno mismo y con los hermanos.

Es el tiempo de ponerse delante de Dios y dejarse, simplemente, renovar.

 

ESPECIAL CUARESMA

 

«¡Cambia el rumbo de tu vida!» .- Material de Cuaresma y Pascua 2022 de ACG.

Un  año más Acción Católica General pone a nuestra disposición unos materiales de Cuaresma y Pascua que han elaborado para que podamos adentramos en el desierto cuaresmal con la firme voluntad de hacer un auténtico camino de conversión que renueve nuestra vida y desde ahí hacer una Iglesia más creíble y un mundo más habitable. Sin olvidarnos que la gracia de Dios nos precede y es Él mismo el que quiere cambiar nuestro corazón y poner un rumbo nuevo a nuestra vida. El Espíritu Santo nos conducirá a la “Verdad plena” y nos hará gustar y saborear el misterio pascual.

Bajo el lema ¡Cambia el rumbo de tu vida! ACG nos ofrece este sencillo material por si puede ayudarnos personal o comunitariamente, por si puede facilitar que tu grupo o tu parroquia, tu colegio o asociación vivan este tiempo de cuaresma con más intensidad y así prepararnos para la Pascua, estando dispuestos a acoger lo que Dios quiera hacer con nosotros, abiertos a las sorpresas del Espíritu, para así, anunciar a otros, con obras y palabras lo que el Señor ha hecho con nosotros.

Para los jóvenes y adultos nos proponen catequesis cuaresmal, celebración penitencial, celebración de Pascua y reflexiones con los salmos de cada domingo. Además nos ofrecen unos “verbos” para cada domingo, inspirados en los salmos correspondientes que nos pueden ayudar en nuestra meditación y oración personal o comunitaria.

Y en infancia el rumbo lo marcará el Evangelio de cada domingo y se contará con la ayuda de un mapa con el que guiados por el Espíritu, los niños/as podrán acompañar a Jesús escuchando su Palabra.

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CONFIAR…
ORAR…
“MISERICORDEAR”…
BENDECIR…
AGRADECER…

… PORQUE ES LA PASCUA DEL SEÑOR

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“Anúnciales con obras y palabras,

lo que el Señor ha hecho contigo”

(Cf. Mc 1,19-20)

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Fuente: accioncatolicageneral.es

Nuestro arzobispo nos escribe una Carta Pastoral en la que nos invita a vivir esta Cuaresma fortaleciendo nuestro espíritu.

 

En esta ocasión, el arzobispo de Santiago comienza su Carta Pastoral para la Cuaresma recordando el mensaje del papa Francisco para este tiempo litúrgico que se inicia el próximo miércoles día 2 de marzo con la imposición de la ceniza. Monseñor Barrio incide en lo que pontífice nos dice sobre la Cuaresma, que “es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado”.

En este sentido, D. Julián nos invita a sembrar generosamente siendo “el ayuno, la limosna y la oración, semillas para esta siembra cuaresmal, que nos ayudarán en este propósito a entender nuestra relación con las cosas y las personas y nuestro estilo de vida y acción”. Además mons. Barrio nos recuerda que este es un tiempo para “fortalecer nuestro espíritu” y asegura que “las gracias jubilares nos ayudan a fortalecer nuestra espiritualidad, viviendo el sentido penitencial y la conversión a Dios”, por lo que nos invita a acudir a Jesús que es «la acequia de  gracia que nos refresca y hace que no nos marchitemos».

En este camino cuaresmal, el arzobispo invita a participar en la celebración de las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 25 y el sábado 26 de marzo, en momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales que se programen en el contexto de esta celebración. Ya que como nos indica “en la adoración eucarística encontramos también el ambiente propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás”.

 

Texto íntegro de la Carta Pastoral:

 

 

Carta Pastoral de mons. Barrio en la Cuaresma del 2022

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Queridos diocesanos:

El Papa en su Mensaje para esta Cuaresma nos dice que ésta es “un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado”. En esta perspectiva nos llama a reflexionar sobre este texto de san Pablo a los Gálatas: “No nos cansemos de hacer el bien que, sino desmayamos, a su tiempo cosecharemos” (Gal 6,9-10a). La invitación es a sembrar generosamente porque quien siembra tacañamente no puede pretender cosechar abundantemente. El ayuno, la limosna y la oración, semillas para la siembra cuaresmal,  nos ayudarán en este propósito a entender nuestra relación con las cosas y las personas y nuestro estilo de vida y acción.

Fortalecer nuestro espíritu

Escribe San Pablo que “a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio” (Rom. 8, 28), pero era consciente de que las cosas no iban bien y no acontecían como él hubiera deseado. Tal vez pueda ser esta nuestra impresión. Es el amor de Dios el que pone el bien allí donde, a los ojos del mundo, sólo hay mal. Pues desde el amor el mal se vuelve ocasión para desarrollar el servicio, la acogida, el cuidado, la solidaridad. La caridad no pasará nunca (cf. 1Cor. 13, 8). No debemos dejar que enferme y se debilite nuestro espíritu. Las gracias jubilares nos ayudan a fortalecer nuestra espiritualidad, viviendo el sentido penitencial y la conversión a Dios.

Cristo, acequia de gracia

La siembra necesita unas condiciones para que sea fructífera. El hombre que confía en el Señor es como un “un árbol plantado al borde de la  acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas” (Sal 1, 3). Jesús es la acequia de  gracia que nos refresca y hace que no nos marchitemos. San Pablo nos transmite su experiencia: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Fil. 4,13). El fruto no está nunca en nuestras manos. En la misión no va incluido el éxito, pero esta certeza no ha de llevarnos ni a la indiferencia ni a la pasividad. No tenemos excusa para no dar frutos de santidad que den gloria a Dios. La vida misma es vocación que debe ser vivida siempre con esperanza cristiana, manteniendo las lámparas encendidas (cf. Mt. 25, 1-13) aunque la espera se alargue. Esta actitud interpelará proféticamente y nunca defraudará.

La fe cristiana habla con las manos

La fe cristiana no es el sueño en el que se refugia quien calcula la carga de la vida. Los creyentes en Cristo “sufren con los que sufren” (Cf. 1Cor. 12, 26), toman en serio el dolor del prójimo y les conmueve tratando de hacer algo por remediarlo. En los momentos de oscuridad es cuando mejor se puede percibir el brillar de la única luz verdadera, Jesús Resucitado, que es el amor crucificado de Dios por nosotros. La fe no necesita del sufrimiento para revalorizarse, ni “cotiza al alza” cuando el ser humano está sufriendo, ni Dios nos aguarda pacientemente detrás de la desgracia para que le glorifiquemos. La fe en Cristo habla con las manos, porque “actúa mediante la caridad” (Gal. 5, 2), no olvidando al huérfano y protegiendo a la viuda, para que, cuando presentemos nuestra oración no oigamos: “aunque multipliquéis vuestras plegarias, no os escucharé” (cf. Is. 1, 15-17). “La fe sin obras es una fe muerta” (Sant 2,17). Se nos llama a trabajar por la realización integral de la persona. “El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de caridad”[1].

Tatuados en Dios

Cristo ha entregado su vida y está presente en quienes vieron resquebrajarse el suelo sobre el que se apoyaban. Las manos llagadas del resucitado son signo de que el amor del Padre es más fuerte que la muerte: “Mirad mis manos y mis pies, soy yo en persona (Lc. 24,39). Quienquiera que contemple con fe estas manos podrá reconocer en ellas todo el peso del dolor del mundo y también el realismo de su esperanza. Quien las está mostrando nos dice: “Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos” (Ap. 1, 18). En su resurrección vivimos de su presente eterno y nuestros nombres quedan inscritos en el libro de la vida porque estamos tatuados en Dios: “Yo te llevo grabada como un tatuaje en mis manos” (Is. 49,16).

24 Horas para el Señor

En este camino cuaresmal un referente es la celebración de las 24 horas para el Señor, que tendrán lugar el viernes 25 y el sábado 26 de marzo, recordando las palabras de Jesús a la pecadora perdonada: “Han quedado perdonados tus pecados” (Lc 7,48). En la adoración eucarística encontramos también el ambiente propicio para celebrar el Sacramento de la Reconciliación cuya experiencia nos lleva a ser misericordiosos con los demás. Pido que en las parroquias, en las comunidades religiosas y en nuestros Seminarios se programen momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales en el contexto de esta celebración.

¡Buen camino hacia la Pascua! Os saluda con afecto y bendice en el Señor.

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1]FRANCISCO, Laudato si’, 231.

 

 

Fuente: archicompostela.es

 

Jornada de formación de Pastoral Familiar: «Bienaventuranzas y Matrimonio»

Desde la Delegación de Pastoral Familiar de la Diócesis de Santiago nos «invitan a descubrir un amor para siempre» dentro de la jornada de formación que organizan este sábado 26 de febrero destinada, en primer lugar, a los agentes de pastoral familiar pero abierta a catequistas, matrimonios, novios y fieles interesados.

 

La jornada se desarrollará en la casa de Espiritualidad “Raíña da Paz”, Matalobos 36, en la ciudad de Pontevedra. La sesión, bajo el título “Bienaventuranzas y Matrimonio”, será impartida por el sacerdote franciscano fray Miguel de la Mata Merayo, guardián del convento de san Francisco de Santiago de Compostela.

Comenzará a las 10:30 h., con el siguiente programa:

10,30: Oración y conferencia
11,45: descanso-café
12,15: trabajo en grupos y puesta en común.
Finalizará a las 13,30

El esquema de la charla se puede descargar aquí

 

Para facilitar la asistencia, esta jornada se repetirá en las 3 vicarias de la Diócesis: en  Pontevedra será la primera que se celebre. Las personas que estén interesadas y no puedan acudir este sábado podrán seguir el curso el sábado 5 de marzo en la parroquia santuario de Santa Gema, en A Coruña, o el sábado 23 de abril en el convento de san Francisco, en Santiago de Compostela.

 

Por cuestiones organizativas es conveniente inscribirse previamente en:

  • pfamiliar@archicompostela.org
  • anloter@protonmail.com (Coordinadores en la vicaría de Pontevedra)
  • prematrimonialesoburgo@gmail.com (Coordinadores en la vicaría de A Coruña).

 

 

Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2022: «No nos cansemos de hacer el bien»

El Papa Francisco ha hecho público hoy, jueves 24 de enero, su MENSAJE PARA LA CUARESMA 2022. El Pontífice invita a reflexionar en este camino cuaresmal sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a)».

El Papa Francisco nos exhorta a meditar asiduamente la Palabra de Dios, para fortalecer la vida cristiana como “colaboradores de Dios” haciendo el bien con la oración, el ayuno y la caridad, porque como nos dice en su mensaje: «el ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda”.

El Papa nos pide que: “no nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa”; que «no nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida» , que dejemos que el “ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado”; que «no nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar»; y que «no nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo, durante esta Cuaresma dando con alegría»

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Texto íntegro del Mensaje del Papa para la Cuaresma 2022

 

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2022

«No nos cansemos de hacer el bien,
porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo.
Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a)

 

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado. Para nuestro camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad (kairós), hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a).

1. Siembra y cosecha

En este pasaje el Apóstol evoca la imagen de la siembra y la cosecha, que a Jesús tanto le gustaba (cf. Mt 13). San Pablo nos habla de un kairós, un tiempo propicio para sembrar el bien con vistas a la cosecha. ¿Qué es para nosotros este tiempo favorable? Ciertamente, la Cuaresma es un tiempo favorable, pero también lo es toda nuestra existencia terrena, de la cual la Cuaresma es de alguna manera una imagen [1]. Con demasiada frecuencia prevalecen en nuestra vida la avidez y la soberbia, el deseo de tener, de acumular y de consumir, como muestra la parábola evangélica del hombre necio, que consideraba que su vida era segura y feliz porque había acumulado una gran cosecha en sus graneros (cf. Lc 12,16-21). La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir.

El primer agricultor es Dios mismo, que generosamente «sigue derramando en la humanidad semillas de bien» (Carta enc. Fratelli tutti, 54). Durante la Cuaresma estamos llamados a responder al don de Dios acogiendo su Palabra «viva y eficaz» (Hb 4,12). La escucha asidua de la Palabra de Dios nos hace madurar una docilidad que nos dispone a acoger su obra en nosotros (cf. St 1,21), que hace fecunda nuestra vida. Si esto ya es un motivo de alegría, aún más grande es la llamada a ser «colaboradores de Dios» (1 Co 3,9), utilizando bien el tiempo presente (cf. Ef 5,16) para sembrar también nosotros obrando el bien. Esta llamada a sembrar el bien no tenemos que verla como un peso, sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda.

¿Y la cosecha? ¿Acaso la siembra no se hace toda con vistas a la cosecha? Claro que sí. El vínculo estrecho entre la siembra y la cosecha lo corrobora el propio san Pablo cuando afirma: «A sembrador mezquino, cosecha mezquina; a sembrador generoso, cosecha generosa» (2 Co 9,6). Pero, ¿de qué cosecha se trata? Un primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad. En Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que sea, no se pierde ningún «cansancio generoso» (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 279). Al igual que el árbol se conoce por sus frutos (cf. Mt 7,16.20), una vida llena de obras buenas es luminosa (cf. Mt 5,14-16) y lleva el perfume de Cristo al mundo (cf. 2 Co 2,15). Servir a Dios, liberados del pecado, hace madurar frutos de santificación para la salvación de todos (cf. Rm 6,22).

En realidad, sólo vemos una pequeña parte del fruto de lo que sembramos, ya que según el proverbio evangélico «uno siembra y otro cosecha» (Jn 4,37). Precisamente sembrando para el bien de los demás participamos en la magnanimidad de Dios: «Una gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra» (Carta enc. Fratelli tutti, 196). Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios.

La Palabra de Dios ensancha y eleva aún más nuestra mirada, nos anuncia que la siega más verdadera es la escatológica, la del último día, el día sin ocaso. El fruto completo de nuestra vida y nuestras acciones es el «fruto para la vida eterna» (Jn 4,36), que será nuestro «tesoro en el cielo» (Lc 18,22; cf. 12,33). El propio Jesús usa la imagen de la semilla que muere al caer en la tierra y que da fruto para expresar el misterio de su muerte y resurrección (cf. Jn 12,24); y san Pablo la retoma para hablar de la resurrección de nuestro cuerpo: «Se siembra lo corruptible y resucita incorruptible; se siembra lo deshonroso y resucita glorioso; se siembra lo débil y resucita lleno de fortaleza; en fin, se siembra un cuerpo material y resucita un cuerpo espiritual» (1 Co 15,42-44). Esta esperanza es la gran luz que Cristo resucitado trae al mundo: «Si lo que esperamos de Cristo se reduce sólo a esta vida, somos los más desdichados de todos los seres humanos. Lo cierto es que Cristo ha resucitado de entre los muertos como fruto primero de los que murieron» (1 Co 15,19-20), para que aquellos que están íntimamente unidos a Él en el amor, en una muerte como la suya (cf. Rm 6,5), estemos también unidos a su resurrección para la vida eterna (cf. Jn 5,29). «Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre» (Mt 13,43).

2. «No nos cansemos de hacer el bien»

La resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna e introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 3; 7). Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Efectivamente, incluso los mejores recursos son limitados, «los jóvenes se cansan y se fatigan, los muchachos tropiezan y caen» (Is 40,30). Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40,29.31). La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1,21), porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb 12,2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9).

No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» ( Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad (cf. Is 7,9). Nadie se salva solo, porque estamos todos en la misma barca en medio de las tempestades de la historia [2]; pero, sobre todo, nadie se salva sin Dios, porque sólo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte. La fe no nos exime de las tribulaciones de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que no defrauda y cuya prenda es el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo (cf. Rm 5,1-5).

No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar [3].  No nos cansemos de luchar contra la concupiscencia, esa fragilidad que nos impulsa hacia el egoísmo y a toda clase de mal, y que a lo largo de los siglos ha encontrado modos distintos para hundir al hombre en el pecado (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 166). Uno de estos modos es el riesgo de dependencia de los medios de comunicación digitales, que empobrece las relaciones humanas. La Cuaresma es un tiempo propicio para contrarrestar estas insidias y cultivar, en cambio, una comunicación humana más integral (cf. ibíd., 43) hecha de «encuentros reales» ( ibíd., 50), cara a cara.

No nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo. Durante esta Cuaresma practiquemos la limosna, dando con alegría (cf. 2 Co 9,7). Dios, «quien provee semilla al sembrador y pan para comer» (2 Co 9,10), nos proporciona a cada uno no sólo lo que necesitamos para subsistir, sino también para que podamos ser generosos en el hacer el bien a los demás. Si es verdad que toda nuestra vida es un tiempo para sembrar el bien, aprovechemos especialmente esta Cuaresma para cuidar a quienes tenemos cerca, para hacernos prójimos de aquellos hermanos y hermanas que están heridos en el camino de la vida (cf. Lc 10,25-37). La Cuaresma es un tiempo propicio para buscar —y no evitar— a quien está necesitado; para llamar —y no ignorar— a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar —y no abandonar— a quien sufre la soledad. Pongamos en práctica el llamado a hacer el bien a todos, tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 193).

3. «Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos»

La Cuaresma nos recuerda cada año que «el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día» (ibíd., 11). Por tanto, pidamos a Dios la paciente constancia del agricultor (cf. St 5,7) para no desistir en hacer el bien, un paso tras otro. Quien caiga tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él, que «es rico en perdón» (Is 55,7). En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda. Tenemos la certeza en la fe de que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» y de que, con el don de la perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos (cf. Hb 10,36) para nuestra salvación y la de los demás (cf. 1 Tm 4,16). Practicando el amor fraterno con todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros (cf. 2 Co 5,14-15), y empezamos a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será «todo en todos» (1 Co 15,28).

Que la Virgen María, en cuyo seno brotó el Salvador y que «conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19) nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé frutos de salvación eterna.

 

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2021, Memoria de san Martín de Tours, obispo.

 

FRANCISCO

 


[1] Cf. S. Agustín, Sermo, 243, 9,8; 270, 3; Enarrationes in Psalmos, 110, 1.

[2] Cf. Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia (27 de marzo de 2020).

[3] Cf. Ángelus del 17 de marzo de 2013.

 

 

El Papa invita a una jornada de oración y ayuno por la paz en Ucrania el 2 de marzo

“Que la Reina de la Paz preserve al mundo de la locura de la guerra.”

 

El papa Francisco, al finalizar la audiencia general del miércoles 23 de febrero, ha hecho un llamamiento a creyentes y no creyentes a unirse en oración y ayuno por la paz en Ucrania el próximo 2 de marzo, miércoles de ceniza.

El Santo Padre exhorta a todas la partes implicadas «que se abstengan de toda acción que provoque aún más sufrimiento a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional».