La Iglesia acompaña en el duelo: transformar el dolor en esperanza
La Iglesia celebra el 1 de noviembre a Todos los Santos y el día 2, conmemora a los fieles difuntos.
El 1 de noviembre miramos hacia el cielo. Es el día en el que se homenajea a todos los santos, conocidos y desconocidos. A los que están en los altares y a tantos y tantos cristianos que después de una vida según el evangelio participan de la felicidad eterna del cielo. Son nuestros intercesores y nuestros modelos de vida cristiana.
El día 2 de noviembre la Iglesia reza, de manera especial, por todos los fieles difuntos. Fue en el siglo X cuando un monje benedictino, san Odilón, en Francia, comenzó a celebrar la misa en un día concreto –el dos de noviembre–, pidiendo por todos los difuntos. Aunque rezar por los difuntos es tan antiguo como la misma Iglesia. Una oración que se anima en la esperanza cristiana.
Marisa Magaña se empeña cada día en transformar el dolor por la pérdida de un ser querido en esa esperanza. Lo hace en el centro de escucha San Camilo, donde trabaja como psicóloga especialista en el tratamiento de la pérdida. En este centro, explica, “contamos con colaboración de más de 100 voluntarios. A lo largo del año atendemos a cerca de mil personas en situaciones de pérdida”.
Marisa Magaña, “en el duelo, lo que sana es el amor”
La Iglesia, en centros como el de San Camilo, acompaña en su dolor a las personas que han perdido a un ser querido. Y acompañar en duelo, precisa Marisa, “es comprender ese sentimiento profundo de vulnerabilidad y de añoranza en el que entra una persona cuando pierde a alguien”. Lo que más le impresiona, confiesa, “son las personas que lo soportan. Me impacta mucho cuando llegan totalmente derrotados, sin poder contener el llanto. Cuando ni siquiera pueden darte el nombre cuando se lo pides. Es sobrecogedor cuando ellos se perciben acabados y sin embargo te están llamando para para pedir ayuda. Me impresiona muchísimo esa lucha por la supervivencia”.
Su receta, “observar mucho al otro, escuchar mucho al otro para hacer un recorrido juntos”. Un recorrido “en el que manido que suene, al final hay que rendirse a la evidencia: lo que sana es el amor. El amor, como lo enseña el Evangelio en todas sus formas de acogida, de compasión, de ternura, de guía, termina transformando una experiencia de mucho dolor en una bien distinta de esperanza. Después de todos estos años acompañando, he llegado a la convicción de que ese es el verdadero milagro que nos enseñó a hacer Jesús”.
«¿Cómo no vas a dar tú lo mejor de ti cuando ellos están haciendo semejante esfuerzo?»
“El amor, como lo enseña el Evangelio, transforma el dolor en esperanza”
Fuente: Conferencia Episcopal Española