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25 de marzo, Jornada por la Vida: «Acoger y cuidar la vida, don de Dios»

Con el lema «Acoger y cuidar la vida, don de Dios», la Iglesia celebra el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, la Jornada por la Vida.

La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida ha editado los materiales para la difusión y celebración de esta Jornada, con la que se celebra «el misterio más excelso de nuestra fe, la encarnación del Hijo de Dios», como recuerdan los obispos de la Subcomisión en su mensaje para este día.

¿Cuál es el mensaje de los obispos?

Los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida explican que en la solemnidad de la Anunciación celebramos que el «sí» de la Virgen María se ha convertido en la puerta que nos ha abierto todos los tesoros de la redención. Y puntualizan, «en este sentido acoger la vida humana es el comienzo de la salvaciónporque supone acoger el primer don de Dios, fundamento de todos los dones de la salvación; de ahí el empeño de la Iglesia en defender el don de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, puesto que cada vida es un don de Dios y está llamada a alcanzar la plenitud del amor«.

Por eso, «acoger y cuidar cada vida, especialmente en los momentos en los que la persona es más vulnerable, se convierte así en signo de apertura a todos los dones de Dios y testimonio de humanidad; lo que implica también custodiar la dignidad de la vida humana, luchando por erradicar situaciones en las que es puesta en riesgo: esclavitud, trata, cárceles inhumanas, guerras, delincuencia, maltrato».

El cristiano, centinela del Evangelio de la vida

Los obispos lamentan que se permita jurídicamente y se promueva la eliminación de la vida por criterios económicos o utilitarios, alegando «humanidad» y desde el emotivismo. Sin embargo, afirman «lo cierto es que acabar con una vida humana es lo más contrario a la verdadera humanidad». En esta situación hacen una llamada a acoger y cuidar la vida, principalmente la que se encuentra en una situación de mayor vulnerabilidad, como es el caso de los concebidos
no nacidos o de los más enfermos o ancianos.

Especialmente invitan a los cristianos a ser «centinelas» del Evangelio de la vida, porque son testigos de su belleza como don de Dios, y porque vigilan para salvaguardarla de cualquier atentado o manipulación. Ser «centinela» implica según los obispos, «tomar conciencia de la necesidad de formarnos y de formar a las generaciones más jóvenes para conocer y comprender la verdad del hombre, creado por Dios, llamado a amar y ser amado en plenitud. De ahí la importancia de una correcta formación de la afectividad y la sexualidad, como elementos constitutivos del ser humano que definen su identidad».

Los obispos dedican la última parte de su mensaje a María, que acogió «la suprema donación del que se entregó por nosotros hasta la muerte para darnos vida eterna» y que se convirtió en una mujer «que acompaña la vida del que sufre en la esperanza de la victoria de la resurrección y modelo de todo aquel que cuida de los hermanos enfermos o en precariedad».

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Otros materiales de la Jornada por la Vida

 

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Fuente: conferenciaepiscopal.es

Ejercicios espirituales para seglares en Santiago. Marzo 2022. ¿Te animas a vivirlos?

Con este ritmo frenético de vida que llegamos, no hay nada mejor que parar y descansar en el Señor. En un ambiente de retiro espiritual, en silencio, con momentos de oración personal, escucha de la Palabra, contemplación, charlas y acompañamiento espiritual se viven los Ejercicios Espirituales: una verdadera experiencia de oración que busca profundizar y enriquecer nuestra relación con Dios.

 

“Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración…” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 262).

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Si necesitas descansar en el Señor y ponerte a la escucha de Dios, en nuestra diócesis tendremos próximamente  EJERCICIOS ESPIRITUALES para SEGLARES, en la Casa Diocesana de Ejercicios Espirituales, situada en el Campus Sur de Santiago:

  • Del viernes 25 de marzo (19:00h.)  hasta el domingo 27 de marzo (18:00 h.)

Dirigidos por D. Germán Ruiz, sacerdote diocesano de Málaga

Organizados por la Delegación de Apostolado Seglar.

Se hacen en silencio. Es necesario llevar Biblia, libreta, bolígrafo y útiles de aseo.

Precio: 120 €.  Desempleados: 90 €

Más información e Inscripciones: D. Javier Porro  (mensaje WhatsApp al 680 42 96 26)

 

¡ANÍMATE A VIVIRLOS!

 

Descargar en PDF aquí

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Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2022: «No nos cansemos de hacer el bien»

El Papa Francisco ha hecho público hoy, jueves 24 de enero, su MENSAJE PARA LA CUARESMA 2022. El Pontífice invita a reflexionar en este camino cuaresmal sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a)».

El Papa Francisco nos exhorta a meditar asiduamente la Palabra de Dios, para fortalecer la vida cristiana como “colaboradores de Dios” haciendo el bien con la oración, el ayuno y la caridad, porque como nos dice en su mensaje: «el ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda”.

El Papa nos pide que: “no nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa”; que «no nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida» , que dejemos que el “ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado”; que «no nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar»; y que «no nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo, durante esta Cuaresma dando con alegría»

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Texto íntegro del Mensaje del Papa para la Cuaresma 2022

 

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2022

«No nos cansemos de hacer el bien,
porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo.
Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a)

 

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado. Para nuestro camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad (kairós), hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a).

1. Siembra y cosecha

En este pasaje el Apóstol evoca la imagen de la siembra y la cosecha, que a Jesús tanto le gustaba (cf. Mt 13). San Pablo nos habla de un kairós, un tiempo propicio para sembrar el bien con vistas a la cosecha. ¿Qué es para nosotros este tiempo favorable? Ciertamente, la Cuaresma es un tiempo favorable, pero también lo es toda nuestra existencia terrena, de la cual la Cuaresma es de alguna manera una imagen [1]. Con demasiada frecuencia prevalecen en nuestra vida la avidez y la soberbia, el deseo de tener, de acumular y de consumir, como muestra la parábola evangélica del hombre necio, que consideraba que su vida era segura y feliz porque había acumulado una gran cosecha en sus graneros (cf. Lc 12,16-21). La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir.

El primer agricultor es Dios mismo, que generosamente «sigue derramando en la humanidad semillas de bien» (Carta enc. Fratelli tutti, 54). Durante la Cuaresma estamos llamados a responder al don de Dios acogiendo su Palabra «viva y eficaz» (Hb 4,12). La escucha asidua de la Palabra de Dios nos hace madurar una docilidad que nos dispone a acoger su obra en nosotros (cf. St 1,21), que hace fecunda nuestra vida. Si esto ya es un motivo de alegría, aún más grande es la llamada a ser «colaboradores de Dios» (1 Co 3,9), utilizando bien el tiempo presente (cf. Ef 5,16) para sembrar también nosotros obrando el bien. Esta llamada a sembrar el bien no tenemos que verla como un peso, sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda.

¿Y la cosecha? ¿Acaso la siembra no se hace toda con vistas a la cosecha? Claro que sí. El vínculo estrecho entre la siembra y la cosecha lo corrobora el propio san Pablo cuando afirma: «A sembrador mezquino, cosecha mezquina; a sembrador generoso, cosecha generosa» (2 Co 9,6). Pero, ¿de qué cosecha se trata? Un primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad. En Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que sea, no se pierde ningún «cansancio generoso» (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 279). Al igual que el árbol se conoce por sus frutos (cf. Mt 7,16.20), una vida llena de obras buenas es luminosa (cf. Mt 5,14-16) y lleva el perfume de Cristo al mundo (cf. 2 Co 2,15). Servir a Dios, liberados del pecado, hace madurar frutos de santificación para la salvación de todos (cf. Rm 6,22).

En realidad, sólo vemos una pequeña parte del fruto de lo que sembramos, ya que según el proverbio evangélico «uno siembra y otro cosecha» (Jn 4,37). Precisamente sembrando para el bien de los demás participamos en la magnanimidad de Dios: «Una gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra» (Carta enc. Fratelli tutti, 196). Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios.

La Palabra de Dios ensancha y eleva aún más nuestra mirada, nos anuncia que la siega más verdadera es la escatológica, la del último día, el día sin ocaso. El fruto completo de nuestra vida y nuestras acciones es el «fruto para la vida eterna» (Jn 4,36), que será nuestro «tesoro en el cielo» (Lc 18,22; cf. 12,33). El propio Jesús usa la imagen de la semilla que muere al caer en la tierra y que da fruto para expresar el misterio de su muerte y resurrección (cf. Jn 12,24); y san Pablo la retoma para hablar de la resurrección de nuestro cuerpo: «Se siembra lo corruptible y resucita incorruptible; se siembra lo deshonroso y resucita glorioso; se siembra lo débil y resucita lleno de fortaleza; en fin, se siembra un cuerpo material y resucita un cuerpo espiritual» (1 Co 15,42-44). Esta esperanza es la gran luz que Cristo resucitado trae al mundo: «Si lo que esperamos de Cristo se reduce sólo a esta vida, somos los más desdichados de todos los seres humanos. Lo cierto es que Cristo ha resucitado de entre los muertos como fruto primero de los que murieron» (1 Co 15,19-20), para que aquellos que están íntimamente unidos a Él en el amor, en una muerte como la suya (cf. Rm 6,5), estemos también unidos a su resurrección para la vida eterna (cf. Jn 5,29). «Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre» (Mt 13,43).

2. «No nos cansemos de hacer el bien»

La resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna e introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 3; 7). Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Efectivamente, incluso los mejores recursos son limitados, «los jóvenes se cansan y se fatigan, los muchachos tropiezan y caen» (Is 40,30). Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40,29.31). La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1,21), porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb 12,2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9).

No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» ( Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad (cf. Is 7,9). Nadie se salva solo, porque estamos todos en la misma barca en medio de las tempestades de la historia [2]; pero, sobre todo, nadie se salva sin Dios, porque sólo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte. La fe no nos exime de las tribulaciones de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que no defrauda y cuya prenda es el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo (cf. Rm 5,1-5).

No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar [3].  No nos cansemos de luchar contra la concupiscencia, esa fragilidad que nos impulsa hacia el egoísmo y a toda clase de mal, y que a lo largo de los siglos ha encontrado modos distintos para hundir al hombre en el pecado (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 166). Uno de estos modos es el riesgo de dependencia de los medios de comunicación digitales, que empobrece las relaciones humanas. La Cuaresma es un tiempo propicio para contrarrestar estas insidias y cultivar, en cambio, una comunicación humana más integral (cf. ibíd., 43) hecha de «encuentros reales» ( ibíd., 50), cara a cara.

No nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo. Durante esta Cuaresma practiquemos la limosna, dando con alegría (cf. 2 Co 9,7). Dios, «quien provee semilla al sembrador y pan para comer» (2 Co 9,10), nos proporciona a cada uno no sólo lo que necesitamos para subsistir, sino también para que podamos ser generosos en el hacer el bien a los demás. Si es verdad que toda nuestra vida es un tiempo para sembrar el bien, aprovechemos especialmente esta Cuaresma para cuidar a quienes tenemos cerca, para hacernos prójimos de aquellos hermanos y hermanas que están heridos en el camino de la vida (cf. Lc 10,25-37). La Cuaresma es un tiempo propicio para buscar —y no evitar— a quien está necesitado; para llamar —y no ignorar— a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar —y no abandonar— a quien sufre la soledad. Pongamos en práctica el llamado a hacer el bien a todos, tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 193).

3. «Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos»

La Cuaresma nos recuerda cada año que «el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día» (ibíd., 11). Por tanto, pidamos a Dios la paciente constancia del agricultor (cf. St 5,7) para no desistir en hacer el bien, un paso tras otro. Quien caiga tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él, que «es rico en perdón» (Is 55,7). En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda. Tenemos la certeza en la fe de que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» y de que, con el don de la perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos (cf. Hb 10,36) para nuestra salvación y la de los demás (cf. 1 Tm 4,16). Practicando el amor fraterno con todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros (cf. 2 Co 5,14-15), y empezamos a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será «todo en todos» (1 Co 15,28).

Que la Virgen María, en cuyo seno brotó el Salvador y que «conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19) nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé frutos de salvación eterna.

 

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2021, Memoria de san Martín de Tours, obispo.

 

FRANCISCO

 


[1] Cf. S. Agustín, Sermo, 243, 9,8; 270, 3; Enarrationes in Psalmos, 110, 1.

[2] Cf. Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia (27 de marzo de 2020).

[3] Cf. Ángelus del 17 de marzo de 2013.

 

 

Asamblea Diocesana de Catequistas. ¡No te pierdas este gran acontecimiento!

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Bajo el lema «Con Santiago, llamados a ser catequistas en camino», la Delegación de Catequesis de Santiago de Compostela realiza la ASAMBLEA DIOCESANA DE CATEQUISTAS de este año, que tendrá lugar el próximo 5 de marzo.

Así, se invita a todos los que colaboran como catequistas en las parroquias y comunidades, pero también a los padres y madres, a participar en este encuentro.

La jornada tendrá lugar de 10:00 a 17:30 h. y consistirá en tres momentos o ETAPAS principales:

  • A las 10:00h se dará inicio a la jornada con la etapa «en camino». En este momento se realizará el encuentro en la Ciudad de la Cultura y se dará comienzo a la peregrinación hacia la ciudad del Apóstol.
  • A las 11: 00h se continuará con la etapa «llamados a ser catequistas». En ella se celebrará el acto penitencial en el convento de las Mercedarias Descalzas.
  • A las 13: 30h se hará una pausa para comer en la hospedería de San Martín Pinario.
  • Por último a las 15: 30h se dará inicio a uno de los grandes momentos de la jornada, la etapa «con Santiago». Se comenzará atravesando la Puerta Santa para a continuación dar inicio a la Eucaristía Jubilar.

 

COMO INSCRIBIRSE…

Debido a la situación creada por el Covid-19, es necesario inscribirse previamente en el formulario que a continuación os dejamos para poder asistir.

En el primer bloque del formulario se hace referencia al número y la procedencia de los asistentes.

A continuación, en el segundo de los bloques se debe elegir:

    • Si no se participar a toda la jornada, se debe indicar en cada recuadro el número de catequistas que participan en cada uno de los momentos y eventos. Si se va a participar sólo a la Eucaristía se debe recoger la credencial en un lateral de la Puerta Santa.
    • Elegir señalar modalidad y número de personas para comer. Hay la posibilidad de comer en la hospedería de San Martín Pinario su menú (12€), o nosotros llevar nuestra propia comida y bebida, la cual cada persona tendrá que hacerse cargo de ella, y comer allí.

En un tercer bloque hace referencia al reconocimiento a catequistas. Se debe indicar si en alguna parroquia o ámbito pastoral hay algún catequista que haya cumplido 25, 50 o 60 años desempañando esta labor para que sean reconocidos en esa jornada.

Para finalizar, el en el último de los bloques, se debe indicar si alguno de los asistentes tiene movilidad reducida.

Este formulario se debe de entregar cumplimentado, antes del día 2 de marzo. Lo puedes enviar

  • por correo postal a la Delegación de Catequesis, plaza de la inmaculada, 5 – 15704, Santiago de Compostela;
  • por correo electrónico escaneando y adjuntando el archivo a: catequese@archicompostela.gal

Podéis descargar el archivo en el siguiente enlace:

 

¡NO TE PIERDAS ESTE GRAN ACONTECIMIENTO!

 

 

Fuente: catequesisdegalicia.org

 

Carta Pastoral de nuestro arzobispo en la Campaña de “Manos Unidas”. Febrero 2022

 

Con motivo de la Campaña de Manos Unidas contra el hambre de este año, nuestro arzobispo Monseñor Barrio nos ha escrito a todos los diocesanos su Carta Pastoral: «Indiferencia y Olvido».

La tarea que Manos Unidas se plantea para la Campaña de 2022, con el lema “Nuestra indiferencia los condena al olvido”, es evitar que el muro de la indiferencia y la desigualdad condenen al olvido a más de mil millones de personas empobrecidas y hambrientas.

A ello hace referencia en esta carta pastoral D. Julián: “el mes de febrero nos recuerda a través de Manos Unidas que son muchas las personas que incomprensiblemente pasan hambre en nuestro mundo”.  Incide el arzobispo en que “hemos de construir la historia verdaderamente humana a través de la solidaridad y la fraternidad” y que «nada que afecte a los demás nos puede ser ajeno. Ante los dramas de las personas y de sus miserias, la respuesta es vivir la fraternidad, la solidaridad y la amistad con los más desfavorecidos. Está prohibida la indiferencia

En esa línea Monseñor Barrio añade: “Hemos de mirar atentamente la realidad que nos toca vivir, superando la indiferencia que siempre la desdibuja porque No es posible construir un mundo diferente con gente indiferente y nos invita a todos los diocesanos a ser portadores de esperanzas: “En medio de tantas precauciones para evitar los contagios de la pandemia del coronavirus, la campaña de Manos Unidas nos pide contagiar la solidaridad para acabar con el hambre», ¡hagámoslo!

Texto íntegro de la Carta Pastoral:

 

 

Carta Pastoral en la Campaña de “Manos Unidas”. Febrero 2022

Indiferencia y olvido

 

Queridos diocesanos:

Hemos de construir la historia verdaderamente humana a través de la solidaridad y la fraternidad. El mes de febrero nos recuerda a través de Manos Unidas que son muchas las personas que incomprensiblemente pasan hambre en nuestro mundo. Mil trescientos millones viven en situación de pobreza a los que previsiblemente haya que añadir quinientos millones más por los efectos de la pandemia Covid 19. Comprobamos que la pobreza, la desigualdad y el hambre se globalizan y constatamos que no hay vacuna para remediar esta situación. La pobreza no es fruto de la fatalidad ni son culpables los pobres como a veces se argumenta.

Transformar la realidad

El lema de la campaña de este año nos interpela hondamente: “Nuestra indiferencia los condena al olvido”. En estos tiempos de pandemia nos hemos habituado a posponer o a suprimir proyectos que estaban programados. Hemos de mirar atentamente la realidad que nos toca vivir, superando la indiferencia que siempre la desdibuja y la coloca en el trastero de lo viejo. Nuestra preocupación pastoral debe ser transformarla con creatividad, escuchando, viendo y actuando. Nos preguntamos ¿qué nos dice el Señor del tiempo y de la historia, el Alfa y el Omega, a quienes peregrinan en esta tribulación?[1] También como al evangelista San Juan se nos responde hoy: “No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la muerte y del abismo” (Ap 1,17-18). “Mira, hago nuevas todas las cosas… Estas palabras son fieles y verdaderas” (Ap 21,5).

Servir a las personas

No estamos llamados a servir ideologías sino a personas. Nada que afecte a los demás nos puede ser ajeno. Ante los dramas de las personas y de sus miserias la respuesta es vivir la fraternidad, la solidaridad y la amistad con los más desfavorecidos. Está prohibida la indiferencia: “No es posible construir un mundo diferente con gente indiferente”. La justicia y la caridad nunca deben mirar hacia atrás, sino hacia adelante, mientras las miserias presentes y futuras a los que hay que atender nos desbordan. Es relativamente fácil hacer estadísticas pero para transformar la realidad hay que comprometerse desde el amor a los pobres, acercándonos a ellos, y desde ese conocimiento buscar soluciones concretas a su lamentable situación. “En el mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre. Mientras una parte de la humanidad vive en la opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados. ¿Qué dice esto acerca de la igualdad de derechos fundada en la misma dignidad humana?”[2].

Otro aspecto que debería hacernos reflexionar acerca de nuestras reacciones es que tales realidades parecen cuestionar nuestras convicciones sólo cuando las vivimos de cerca, mientras que nos dejan intelectualmente tranquilos cuando suceden a miles de kilómetros de nuestras sociedades modernas. Como si la fragilidad y la precariedad de la existencia fuesen circunstancias que damos por descontadas en los países “pobres”, pero retan a nuestras creencias cuando nos afectan a los países “ricos”.

Ser portadores de esperanzas

“Todavía, escribe el Papa Francisco, estamos lejos de una globalización de los derechos humanos más básicos. Por eso, la política mundial no puede dejar de colocar entre sus objetivos principales e imperiosos el de acabar eficazmente con el hambre. Porque cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte, se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable”[3]. Nos recuerda que “la esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal… para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza”[4]. La verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad[5]. En medio de tantas precauciones para evitar los contagios de la pandemia del coronavirus, la campaña de Manos Unidas nos pide contagiar la solidaridad para acabar con el hambre. Esto conlleva la renuncia personal para favorecer el bien colectivo. Así se nos recuerda que “los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás”[6].

Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] Cf. Capítulos 2 y 3, 21 y 22 del Libro del Apocalipsis.

[2] FRANCISCO, Fratelli tutti, 22.

[3] Ibid., 189.

[4] Ibid., 55.

[5] Cf. Ibid., 47.

[6] FRANCISCO, Evangelii gaudium, 190.

 

Fuente:archicompostela.es

Del 14 al 20 de febrero, Semana del Matrimonio: “Matrimonio es +”

 

La Conferencia Episcopal Española, a través de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la vida, invita a celebrar la Semana del Matrimonio, del 14 al 20 de febrero, en todas las diócesis españolas. Con el lema “Matrimonio es +” contará con numerosas actividades y tiene como objetivo ser una oportunidad para que los matrimonios católicos renueven su compromiso, así como  mostrar a la sociedad la belleza del matrimonio.

Esta iniciativa se enmarca en el contexto del Año Familia Amoris Laetitia, convocado por el papa Francisco. Los obispos españoles acordaron la celebración de esta Semana del Matrimonio en la Asamblea Plenaria del mes de abril de 2021.

Desde una APP a rutas románticas con matrimonios

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Entre los materiales que se han desarrollado para celebrar esta Semana del Matrimonio se encuentran: una Aplicación para dispositivos móviles: APP «MatrimONio», disponible ya para Android en Google Play. Se puede descargar pinchando aquí.

En breve se podrá descargar también en el APP Store de Apple. En el enlace appmatrimonio.es se puede acceder y ver todas las opciones.

En esta aplicación se incluyen diferentes actividades para crecer en la vida matrimonial, desde un retiro para matrimonios, una meditación diaria, diálogos conyugales de cine, vídeos con testimonios o la agenda con las iniciativas en las diócesis.

Además, a partir del día 14 de febrero estará disponible la página web que se ha creado para esta Semana del Matrimonio: matrimonioesmas. org, a través de la cual se podrá acceder a todos los recursos realizados para su difusión en las diferentes redes sociales.

Asimismo, las delegaciones de Familia de las diócesis preparan también su calendario de actividades para los matrimonios con oraciones multimedia para jóvenes, donde reflexionarán con pasajes de la Biblia que hablan del matrimonio, rutas románticas para matrimonios y celebraciones en la catedral o en las parroquias de cada diócesis. Con este motivo, la Subcomisión de Familia y Defensa de la vida, ha preparado un subsidio para la vigilia de oración y para la eucaristía conclusiva.

 

¿Qué es el Año “Familia Amoris Laetitia”?

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El 19 de marzo de 2021 comenzaba el Año “Familia Amoris Laetitia”. El mismo día en que la Iglesia celebraba el 5º aniversario de la publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, un texto que el papa Francisco dedica a la belleza y la alegría del amor familiar. Este año dedicado especialmente a la familia concluirá el 26 de junio de 2022, en el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma con el Santo Padre.

En su mensaje de apertura, el Santo Padre destacaba la necesidad de apoyar a la familia en esta época de pandemia, «entre tantos malestares psicológicos, económicos y de salud, todo esto se ha hecho evidente: los lazos familiares han sido y siguen siendo severamente probados, pero al mismo tiempo siguen siendo el punto de referencia más fuerte, el apoyo más fuerte».

«¡Apoyemos, pues, a la familia! Defendámoslo de lo que compromete su belleza. Abordemos este misterio del amor con asombro, discreción y ternura. Y comprometámonos a salvaguardar sus preciosos y delicados vínculos: hijos, padres, abuelos… Estos vínculos son necesarios para vivir y vivir bien, para hacer más fraterna la humanidad».

 

Fuente:conferenciaepiscopal.es

11 de febrero, Jornada del Enfermo con el lema «Acompañar en el sufrimiento»

 

Hospitales, domicilios, residencias de ancianos. La Iglesia siempre acompaña en el sufrimiento.

La Iglesia celebra el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO. 

«Acompañar en el sufrimiento» es el lema que propone el departamento de Pastoral de la Salud, para esta Jornada instituida hace 30 años por san Juan Pablo II para sensibilizar sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan.

 

¿Ya has leído el Mensaje del Papa Francisco y la Carta Pastoral de nuestro Arzobispo, D. Julián con motivo de esta jornada? En los siguientes enlaces las puedes encontrar.

 

MENSAJE del PAPA FRANCISCO con motivo de la JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

 

CARTA PASTORAL de D. JULIÁN con motivo de la JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

 

 

 

 

 

#ManosUnidasContraLaIndiferencia: Campaña 63 contra el hambre en el Mundo de Manos Unidas.

Con el LEMA "Nuestra indiferencia los condena al olvido"

 

#ManosUnidasContraLaIndiferencia

 

Cada día nos despertamos escuchando las cifras que arroja una pandemia que empezó a golpearnos hace casi dos años y que ha cambiado la realidad que nos toca vivir.

El coronavirus ha puesto en jaque al mundo, pero no solo en cuanto a salud se refiere, sino en algo mucho más grave: el auge de la desigualdad y aumento del número de personas que pasan hambre en el planeta.

La tarea que Manos Unidas se plantea para la Campaña de 2022 es evitar que el muro de la indiferencia y la desigualdad condenen al olvido a más de mil millones de personas empobrecidas y hambrientas ante las que nunca debemos volver la espalda.

Millones de personas ya afrontaban sus vidas como un desafío casi insalvable antes de la actual crisis social y sanitaria que padecemos. Pero la COVID-19 empujará a otros 500 millones de personas a la pobreza. Y lo peor es que, si no hacemos algo, y lo hacemos ya, el hambre podría alcanzar a más de mil millones de seres humanos en los próximos años.

 

Manos Unidas ALZA LA VOZ ANTE LA CRECIENTE INDIFERENCIA que se está instaurando en nuestro mundo, pues constituye uno de los mayores desafíos de nuestra Institución y queremos denunciarlo en esta Campaña. Queremos DESPERTAR CONCIENCIAS ANESTESIADAS para que nadie se quede atrás, porque no es posible construir un mundo diferente con gente indiferente.

 

No podemos permanecer impasibles ante la desigualdad que condena al olvido y a la marginación a mujeres, niños, ancianos, personas con discapacidad, minorías étnicas… que representan a los “desheredados” de la Tierra.

Si no reaccionamos, sin nuestra mirada, atención y apoyo, los más pobres del planeta serán olvidados y se harán invisibles. «Nuestra indiferencia los condena al olvido», como dice el lema de la Campaña 63, pero estamos a tiempo de actuar. Que la pobreza y el hambre no sean invisibles depende de ti. ¡Actúa!

 

Entra ya en la página WEB dedicada a la nueva Campaña.

 

 

Fuente: manosunidas.org

Carta Pastoral de nuestro arzobispo en el Día del Enfermo 2022

 

Hace ya treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan.

Cada 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Iglesia celebra también esta jornada para simbolizar la voluntad de ponerse al servicio del otro, del prójimo, para ayudarlo y acompañarlo en su padecimiento. Con tal motivo el arzobispo de Santiago, mons. Julián Barrio, ha dirigido a todos los diocesanos esta Carta Pastoral:

 

Carta Pastoral en el Día del Enfermo 2022

 

Queridos diocesanos:

En la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes celebramos la XXX Jornada Mundial del Enfermo. Este año se nos pide: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Con esta motivación el papa Francisco llama a toda la Iglesia a vivir la experiencia de la misericordia con el enfermo. Ella es visible y palpable en la ternura de los que cuidan a los más frágiles y necesitados, en el perdón mutuo y en el sacramento de la reconciliación. Por eso deseo que todos tengamos abiertos los oídos del corazón para percibir el susurro del Espíritu que nos indica: “sed misericordiosos los unos con los otros”. Estoy seguro de que ninguno de nosotros puede decir que no necesita de la misericordia de Dios y de la de los demás. Y los demás esperan siempre nuestra actitud misericordiosa para ser mirados con los ojos del corazón.

Cristo, rostro de la misericordia del Padre

“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret. El Padre, “rico en misericordia” (Ef 2,4), después de haber revelado su nombre a Moisés como  “Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad” (Ex 34,6), no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la “plenitud del tiempo” (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Él envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él ve al Padre (cfr Jn 14,9). Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”[1].

No es difícil fascinarse ante la grandiosidad y belleza de la creación, pero como afirmaba el papa emérito Benedicto XVI, esta inmensidad y poder son superados todavía por la grandeza y belleza de la misericordia[2]. Sin duda, la primera es accesible a todos los ojos, y la segunda sólo a los del corazón. Los que más de cerca viven este misterio son aquellos hombres y mujeres que experimentan la ternura de Dios. Testigos veraces de ella son para nosotros el leproso tocado por Jesús (Mc 1,40-45), la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,3-10), el publicano cobrador de impuestos (Mt 9,9), la mujer que padecía flujos de sangre (Lc 8,43-48) o el paralítico al que le fueron perdonados sus pecados (Lc 5,24). Pedro dejándose lavar los pies comprendió que su amor por Cristo no provenía de sí mismo (Jn 13,9); Pablo, presumiendo ser buscador del Señor se dejó alcanzar por Él (Flp 3,12-14). Todas estas experiencias que nos acerca la Palabra de Dios son iconos vivos donde todos podemos contemplar y dejarnos hacer por misericordia. El mismo Jesús en la cruz abre su corazón “desentrañándose” por la humanidad. “Cristo no sólo habla de misericordia y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica. El mismo es, en cierto sentido, la misericordia”[3]¡Verdaderamente cada gota del Evangelio contiene el océano de la misericordia! “Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de sus interlocutores y respondía a sus necesidades más reales”[4].

La misericordia, idioma universal

La misericordia habla un idioma que es universal. Todos hemos sido testigos de ella y la experimentamos a lo largo de la vida en la ternura y cuidado que nos ofrecen los demás en las diferentes etapas de nuestra vida y, sobre todo en la experiencia de la enfermedad. También nosotros tocamos el borde del manto de Jesús cuando se nos conmueven las entrañas y ofrecemos nuestra mano a los que sufren o cuando la compasión de los demás hacia nuestra fragilidad nos acerca el sol de la misericordia divina. Tengo presente a muchas religiosas y religiosos, a tantas madres de familia y a tantas otras personas que en sus casas atienden y cuidan a enfermos. ¡Cómo no hacer referencia a médicos, enfermeras, enfermeros y personal sanitario en el delicado cuidado de los enfermos en los hospitales! Compartiendo la debilidad de las personas enfermas se tallan para sí un corazón misericordioso. En este sentido nos dice el papa Francisco: “La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por su propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene de lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón”[5].

María, madre de misericordia

Miremos a María diciéndole: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”. María es madre de misericordia, la tuvo en su seno y la sostuvo en sus brazos; pudo nacer de ella, porque se hizo humilde sierva de la Palabra de Dios. A vosotros, queridos enfermos y enfermas, os tengo muy presentes en mi oración con la intercesión de la Virgen María, salud de los enfermos.

Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Bula Misericordiae vultus1.

[2] Cf. Benedicto XVI, Audiencia general. Miércoles 1 de febrero de 2006.

[3] San Juan Pablo II, Carta encíclica “Dives in misericordia”, 2.

[4] FRANCISCO, Bula “Misericordiae vultus”, 8.

[5] FRANCISCO, Ibid., 6.

 

Fuente: archicompostela.es

Campaña Mundial del Enfermo 2022

La Iglesia celebra el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO. Este día se inicia la Campaña que concluye el 22 de mayo, cuando la Iglesia en España celebra la PASCUA DEL ENFERMO.

 

 

«ACOMPAÑAR EN EL SUFRIMIENTO» es el lema que propone el departamento de Pastoral de la Salud, para esta jornada instituida hace 30 años por san Juan Pablo II para sensibilizar sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan.

 

Desde la Conferencia Episcopal Española y el Departamento de Pastoral de la Salud nos proponen una serie de MATERIALES para esta Jornada Mundial del Enfermo: carteles (en castellano y en gallego) y una oración, que se puede descargar también en castellano y en gallego.

 

 

El papa Francisco, en su mensaje, recuerda con agradecimiento que en este tiempo se ha avanzado bastantepero, puntualiza, «todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado».

A continuación compartimos el texto íntegro del mensaje del Papa Francisco que se publicó en su momento para esta jornada:

 

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO

PARA LA XXX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

11 de febrero de 2022

«Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).
Estar al lado de los que sufren en un camino de carida
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Queridos hermanos y hermanas:

Hace treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan [1].

Estamos agradecidos al Señor por el camino realizado en las Iglesias locales de todo el mundo durante estos años. Se ha avanzado bastante, pero todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado. Que la XXX Jornada Mundial del Enfermo —cuya celebración conclusiva no tendrá lugar en Arequipa, Perú, debido a la pandemia, sino en la Basílica de San Pedro en el Vaticano— pueda ayudarnos a crecer en el servicio y en la cercanía a las personas enfermas y a sus familias.

1. Misericordiosos como el Padre

El tema elegido para esta trigésima Jornada, «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso»(Lc 6,36), nos hace volver la mirada hacia Dios «rico en misericordia» (Ef 2,4), que siempre mira a sus hijos con amor de padre, incluso cuando estos se alejan de Él. De hecho, la misericordia es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza. Es fuerza y ternura a la vez. Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la maternidad (cf. Is 49,15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre, siempre dispuesto a darnos nueva vida en el Espíritu Santo.

2. Jesús, misericordia del Padre

El testigo supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su Hijo unigénito. ¡Cuántas veces los Evangelios nos narran los encuentros de Jesús con personas que padecen diversas enfermedades! Él «recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de los judíos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente» (Mt 4,23). Podemos preguntarnos: ¿por qué esta atención particular de Jesús hacia los enfermos, hasta tal punto que se convierte también en la obra principal de la misión de los apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar el Evangelio y a curar a los enfermos? (cf. Lc 9,2).

Un pensador del siglo XX nos sugiere una motivación: «El dolor aísla completamente y es de este aislamiento absoluto del que surge la llamada al otro, la invocación al otro» [2]. Cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican; hallar respuesta a la pregunta sobre el sentido de todo lo que sucede es cada vez más urgente. Cómo no recordar, a este respecto, a los numerosos enfermos que, durante este tiempo de pandemia, han vivido en la soledad de una unidad de cuidados intensivos la última etapa de su existencia atendidos, sin lugar a dudas, por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos y de las personas más importantes de su vida terrenal. He aquí, pues, la importancia de contar con la presencia detestigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre [3].

3. Tocar la carne sufriente de Cristo

La invitación de Jesús a ser misericordiosos como el Padre adquiere un significado particular para los agentes sanitarios. Pienso en los médicos, los enfermeros, los técnicos de laboratorio, en el personal encargado de asistir y cuidar a los enfermos, así como en los numerosos voluntarios que donan un tiempo precioso a quienes sufren. Queridos agentes sanitarios, su servicio al lado de los enfermos, realizado con amor y competencia, trasciende los límites de la profesión para convertirse en una misión. Sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre. Sean conscientes de la gran dignidad de su profesión, como también de la responsabilidad que esta conlleva.

Bendigamos al Señor por los progresos que la ciencia médica ha realizado, sobre todo en estos últimos tiempos. Las nuevas tecnologías han permitido desarrollar tratamientos que son muy beneficiosos para las personas enfermas; la investigación sigue aportando su valiosa contribución para erradicar enfermedades antiguas y nuevas; la medicina de rehabilitación ha desarrollado significativamente sus conocimientos y competencias. Todo esto, sin embargo, no debe hacernos olvidar la singularidad de cada persona enferma, con su dignidad y sus fragilidades [4]. El enfermo es siempre más importante que su enfermedad y por eso cada enfoque terapéutico no puede prescindir de escuchar al paciente, de su historia, de sus angustias y de sus miedos. Incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir una cercanía que muestra interés por la persona antes que por su patología. Por eso espero que la formación profesional capacite a los agentes sanitarios para saber escuchar y relacionarse con el enfermo .

4. Los centros de asistencia sanitaria, casas de misericordia

La Jornada Mundial del Enfermo también es una ocasión propicia para centrar nuestra atención en los centros de asistencia sanitaria. A lo largo de los siglos, la misericordia hacia los enfermos ha llevado a la comunidad cristiana a abrir innumerables “posadas del buen samaritano”, para acoger y curar a enfermos de todo tipo, sobre todo a aquellos que no encontraban respuesta a sus necesidades sanitarias, debido a la pobreza o a la exclusión social, o por las dificultades a la hora de tratar ciertas patologías. En estas situaciones son sobre todo los niños, los ancianos y las personas más frágiles quienes sufren las peores consecuencias. Muchos misioneros, misericordiosos como el Padre, acompañaron el anuncio del Evangelio con la construcción de hospitales, dispensarios y centros de salud. Son obras valiosas mediante las cuales la caridad cristiana ha tomado forma y el amor de Cristo, testimoniado por sus discípulos, se ha vuelto más creíble. Pienso sobre todo en los habitantes de las zonas más pobres del planeta, donde a veces hay que recorrer largas distancias para encontrar centros de asistencia sanitaria que, a pesar de contar con recursos limitados, ofrecen todo lo que tienen a su disposición. Aún queda un largo camino por recorrer y en algunos países recibir un tratamiento adecuado sigue siendo un lujo. Lo demuestra, por ejemplo, la falta de disponibilidad de vacunas contra el virus del Covid-19 en los países más pobres; pero aún más la falta de tratamientos para patologías que requieren medicamentos mucho más sencillos.

En este contexto, deseo reafirmar la importancia de las instituciones sanitarias católicas: son un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener; su presencia ha caracterizado la historia de la Iglesia por su cercanía a los enfermos más pobres y a las situaciones más olvidadas [5]. ¡Cuántos fundadores de familias religiosas han sabido escuchar el grito de hermanos y hermanas que no disponían de acceso a los tratamientos sanitarios o que no estaban bien atendidos y se han entregado a su servicio! Aún hoy en día, incluso en los países más desarrollados, su presencia es una bendición, porque siempre pueden ofrecer, además del cuidado del cuerpo con toda la pericia necesaria, también aquella caridad gracias a la cual el enfermo y sus familiares ocupan un lugar central. En una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la protección y el cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su concepción hasta su término natural.

5. La misericordia pastoral: presencia y cercanía

A lo largo de estos treinta años el servicio indispensable que realiza la pastoral de la salud se ha reconocido cada vez más. Si la peor discriminación que padecen los pobres —y los enfermos son pobres en salud— es la falta de atención espiritual, no podemos dejar de ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y maduración en la fe [6]. A este propósito, quisiera recordar que la cercanía a los enfermos y su cuidado pastoral no sólo es tarea de algunos ministros específicamente dedicados a ello; visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos. ¡Cuántos enfermos y cuántas personas ancianas viven en sus casas y esperan una visita! El ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de Jesús: «Estuve enfermo y me visitaron» ( Mt 25,36).

Queridos hermanos y hermanas, encomiendo todos los enfermos y sus familias a la intercesión de María, Salud de los enfermos. Que unidos a Cristo, que lleva sobre sí el dolor del mundo, puedan encontrar sentido, consuelo y confianza. Rezo por todos los agentes sanitarios para que, llenos de misericordia, ofrezcan a los pacientes, además de los cuidados adecuados, su cercanía fraterna.

A todos les imparto con afecto la Bendición Apostólica.

Roma, San Juan de Letrán, 10 de diciembre de 2021, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Loreto.

Francisco


[1] Cf. Carta al Cardenal Fiorenzo Angelini, Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, con ocasión de la institución de la Jornada Mundial del Enfermo (13 mayo 1992).

[2] E. Lévinas, « Une éthique de la souffrance », en Souffrances. Corps et âme, épreuves partagées, J.-M. von Kaenel edit., Autrement, París 1994, pp. 133-135.

[3] Cf. Misal Romano, Prefacio Común VIII, Jesús, buen samaritano.

[4] Cf. Discurso a la Federación Nacional de los Colegios de Médicos y Cirujanos Dentales (20 septiembre 2019).

[5] Cf. Ángelus desde el Policlínico «Gemelli» de Roma (11 julio 2021).

[6] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 200.

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es