Octavario Unidad de los Cristianos día a día

Día 5: Guiados por el único Señor

«Y la estrella que habían visto en Oriente los guio» (Mt 2, 9)

 

Lecturas

    • Ex 13, 17- 14, 4      El Señor caminaba delante de ellos en una columna de nube.
    • Sal 121                      Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá el auxilio?
    • Ap 22, 5-9               Porque el Señor Dios será la luz que alumbre a sus habitantes.
    • Mt 2, 7-10               Y la estrella que habían visto en Oriente los guio.

Reflexión

Una y otra vez las Escrituras nos dicen cómo el Señor camina con su pueblo, lo protege y lo cuida día y noche. Puede que el camino no siempre sea recto: a veces tenemos que desandar nuestros propios pasos, otras veces nos toca regresar por una ruta diferente. Pero en toda nuestra peregrinación por esta vida, podemos estar seguros de que Dios, que «ni duerme ni descansa», cuida de nuestros pasos para que nuestros pies no tropiecen y caigamos. Incluso en la más absoluta oscuridad la luz de Dios está con nosotros. Su luz brilló por medio de los profetas enviados para guiar a su pueblo por el camino que Dios había establecido y para recordarle la alianza que había hecho con él.

Y al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Unigénito, Jesucristo. Él es la luz que guía a todas las naciones, la gloria de Dios manifestada en el mundo, la fuente de la vida divina, que sella una nueva alianza con su sangre. El camino por el que hemos de seguir avanzando para alcanzar la unión entre nosotros y una unión más estrecha con Cristo no siempre
está claro. En nuestros intentos honestos de construir la unidad entre nosotros es fácil perder de vista este mensaje fundamental de la Escritura: que Dios no abandona a su pueblo a pesar de sus fracasos y divisiones. Este no es solo un mensaje esperanzador para los cristianos, sino también para el mundo entero. Como nos recuerda el relato de los Reyes Magos,

Oración

 

Oh, Señor, Dios Padre nuestro, que enviaste la estrella para guiar a los Reyes Magos al encuentro de tu Unigénito; aumenta en nosotros la esperanza en ti y haznos tomar conciencia de que tú caminas siempre a nuestro lado, cuidando de nosotros. Enséñanos a ser fieles al rumbo que nos marca el Espíritu Santo, por extraño que pueda parecernos, para que así podamos alcanzar la unidad en Jesucristo, luz del mundo. Haz que nuestros ojos se abran a tu Espíritu, y reaviva nuestra fe, para que confesemos que Jesús es Señor, y así lo adoremos y nos llenemos de una inmensa alegría, como los Magos en Belén. Te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Jesucristo.

Amén.

 

 

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Octavario Unidad de los Cristianos día a día

Día 4: Aunque pequeños y humillados, nada nos falta

«Tú, Belén […] no eres en modo alguno la menor» (Mt 2, 6)

 

Lecturas

    • Miq 5, 2-5a, 7-8    De ti saldrá el caudillo de Israel.
    • Sal 23                       El Señor es mi pastor, nada me falta.
    • 1 P 2, 21-25             Ahora habéis vuelto al que es pastor y guardián de vuestras vidas.
    • Lc 12, 32-40           No tengas miedo, pequeño rebaño.

Reflexión

En la pequeña y humilde ciudad de Belén, el Señor, el Hijo de Dios, quiso hacer su entrada en el mundo. En el vientre de una humilde chica de pueblo, tomó carne humana, y eligió vivir su humanidad en la oscuridad y la sencillez. Se hizo grano que cae en la tierra, levadura en la masa, y un pequeño rayo de luz para nuestros ojos. Ese pequeño rayo ha iluminado la tierra entera. De la oscuridad de la tierra de Efrata ha salido un gobernante, el pastor y guardián de nuestras almas. Y, aunque es nuestro pastor, se hizo a sí mismo Cordero y cargó con los pecados del mundo para redimirnos.

A pesar de su insignificancia entre las tribus de Judá, Belén llegaría a ser grande porque en ella nació el Pastor de los pastores, el Rey de reyes. Belén, un nombre que significa la «casa del pan», es metáfora de la Iglesia que trae al mundo el pan de la vida. La Iglesia, el Belén de hoy en día, sigue siendo el lugar donde los débiles, los desvalidos y los pequeños son acogidos, porque en ella cada uno tiene un lugar reservado. La recolección de estos granos se convierte en la cosecha. La levadura unida se convierte en una fuerza poderosa. Los rayos que se concentran se convierten en una luz que guía y orienta.

En medio de la situación que vivimos de agitación política, de una creciente cultura de la codicia y del abuso de poder, los cristianos, como tantos otros en Próximo Oriente, sufren persecución y se ven marginados, viviendo con temor ante la violencia y la injusticia. A pesar de todo, no tienen miedo, porque el Pastor camina con ellos, reuniéndolos en un mismo redil y haciendo de ellos un signo de su amor. Unidos, son la levadura que levanta la masa de la hornada. En Cristo encuentran un modelo de humildad y de él escuchan una llamada a superar las divisiones y a permanecer unidos en un solo rebaño. Aunque son pocos, en su sufrimiento siguen los pasos del Cordero que padeció por la salvación del mundo. Aunque pocos, se mantienen firmes en la esperanza, con el Señor nada les falta.

Oración

 

Buen Pastor, la fragmentación del pequeño rebaño entristece al Espíritu Santo. Perdona nuestra fragilidad y la tardanza en nuestra respuesta a tu voluntad. Concédenos pastores sabios según tu corazón, que reconozcan el pecado de la división, y que conduzcan a nuestras Iglesias con rectitud y santidad hasta la unidad en ti. Te lo pedimos, Señor, escucha nuestra oración.
Amén

 

 

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Octavario Unidad de los Cristianos día a día

Día 3: La presencia de Cristo pone el mundo al revés

«El rey Herodes se inquietó mucho cuando llegó esto a sus oídos,
y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén» (Mt 2, 3)

 

Lecturas

    • Neh 4, 18-21:         Desde el amanecer hasta que salían las estrellas trabajábamos en la obra.
    • Sal 2, 1-10:            ¿Por qué las naciones se sublevan…?
    • 2 Ts 2, 13-3, 5    ¡Pero el Señor es fiel! Él os hará fuertes.
    • Mt 2, 1-5:               Se inquietó mucho […], y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén.

Reflexión

El Señor ha acampado entre nosotros. La venida de Cristo altera los caminos del mundo. A diferencia de tantos líderes nacionales, el Señor viene con humildad denunciando la injusticia y la opresión que acompañan a la ambición por el poder y el estatus superior. La venida de Jesús reclama un cambio de corazón y una transformación de la vida, para que las personas queden liberadas de todo lo que las deshumaniza y las hace sufrir. Jesús nos muestra que Dios está con aquellos que sufren porque toda persona posee la dignidad de ser un hijo amado de Dios. Precisamente por eso, la presencia de Jesús incomoda, porque él hace zozobrar la barca de los ricos y los poderosos que solo se preocupan por sus propios intereses y descuidan el bien común. Sin embargo, para aquellos que trabajan por la paz y la unidad, la venida de Cristo trae la luz de la esperanza.

Hoy se nos invita a comprometernos personalmente a actuar de manera constructiva para que la justicia se haga realidad en nuestro mundo. Esto conlleva la necesidad de reflexionar y reconocer las veces en que nuestros caminos no son los caminos de justicia y de paz de Dios. Cuando los cristianos trabajan juntos por la justicia y la paz, nuestra fuerza es aún mayor. Y entonces la respuesta a nuestra petición por la unidad de los cristianos se hace visible, y los demás pueden reconocer en nosotros la presencia de Cristo en nuestro mundo. A través de nuestras palabras 38 Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2022 y acciones, podemos ser portadores de la luz de la esperanza para tantas personas que aún viven en la oscuridad del descontento por la política, por la pobreza social y la discriminación estructural. La Buena Nueva es que Dios es fiel, y él es el que nos fortalece y nos protege de todo mal, el que nos alienta a trabajar por el bien de los demás, especialmente por aquellos que viven en la oscuridad del sufrimiento, del odio, de la violencia y del dolor.

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Oración

Oh, Señor, nos has sacado de las tinieblas y nos has guiado hasta Jesús. Has hecho brillar en nuestras vidas la estrella de la esperanza. Ayúdanos a estar unidos en nuestro compromiso de hacer presente tu reino de amor, de justicia y de paz, y así ser antorcha de esperanza para quienes viven en la oscuridad de la desesperación y el desencanto. Toma nuestra mano, Señor, para que podamos verte en todos los momentos de nuestra vida. Haz que te sigamos sin miedo y sin angustia. Ilumina tu luz sobre nosotros y enciende nuestros corazones para que vivamos envueltos en el calor de tu amor. Álzanos hacia ti, que te has despojado de todo por nuestro bien, para que nuestra vida te glorifique a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Amén.

 

 

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Octavario Unidad de los Cristianos día a día.

Día 2: La humildad del rey destruye las murallas y reconstruye el amor.

«¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido?» (Mt 2, 2a)

 

Lecturas

    • Jr 23, 1-6:           Será un rey que reinará con prudencia.
    • Sal 46:                  Hasta sus confines detiene las guerras.
    • Flp 2, 5-11:           El cual, siendo de condición divina, no quiso hacer de ello ostentación
    • Mt 20, 20-28:      El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir.

Reflexión

Jeremías denuncia cómo los reyes de Israel ejercen mal su poder dividiendo y dispersando al pueblo. Estos fueron malos pastores que destruyeron las naciones y llevaron al pueblo al exilio. Por contra, el Señor promete un pastor-rey que «reinará con prudencia, impondrá justicia y derecho en el país» y reunirá las ovejas de su rebaño.

Nuestro mundo está necesitado de buenos líderes y busca constantemente alguien que haga realidad este anhelo. ¿Dónde podemos encontrar un líder así? Solo en Cristo hemos hallado el modelo de un rey, de un líder, según el corazón de Dios. Nosotros, que estamos llamados a seguirlo, debemos hacerlo a su estilo, el estilo del siervo-rey en el mundo y en la Iglesia. En Cristo encontramos a quien no destruye ni divide, sino al que reconstruye y lleva a plenitud para mayor gloria del nombre de Dios. No gobierna según intereses egoístas, no usa la fuerza. En él encontramos al siervo amoroso y humilde que, «siendo de condición divina, no quiso hacer de ello ostentación». Él es el que vino para servir y no para ser servido, y sus seguidores está llamados a hacer lo mismo.

Hoy en día, Próximo Oriente está experimentando la pérdida de su gente en el exilio, pues la «justicia y el derecho» escasean allí y en todo el mundo. Sin embargo, vivimos con la esperanza de que esta tierra no caerá a pesar de que «las naciones se turben» y «los reinos se tambaleen» a nuestro alrededor.

Los líderes, tanto en el mundo como en la Iglesia, tienen la responsabilidad de congregar en lugar de dispersar y dividir al pueblo de Dios. Toda esta división en el mundo y en la Iglesia viene del deseo de alcanzar altos puestos, el ansia de poder y el carrerismo. En la medida en que los cristianos imitemos con fidelidad el liderazgo del siervo al estilo de Cristo, tanto más quedarán superadas las divisiones en el mundo y en la Iglesia. Trabajemos por el derecho, la justicia y la paz para el bien de todos y estaremos dando testimonio humilde del pastor-rey, y así acercaremos a los demás al Señor.

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Oración

 

Dios, nuestro único refugio y fortaleza, te glorificamos porque eres recto y justo. Ante ti confesamos que muchas veces codiciamos modelos mundanos de liderazgo. Ayúdanos a buscar a nuestro Señor Jesucristo no en los palacios de los poderosos, sino en el humilde pesebre y a imitarlo en su mansedumbre. Aliéntanos para que nos vaciemos de nosotros mismos y nos sirvamos unos a otros siendo obedientes a tu voluntad.

Te lo pedimos en nombre de Cristo, que contigo y el Espíritu Santo reina para siempre en la gloria. Amén

 

 

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

D. Julián en su Carta Pastoral en el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos 2022: «El ecumenismo consiste en seguir más auténticamente la Luz que es Cristo, aunque caminemos por tantas rutas diversas»

 

Carta Pastoral en el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos 2022

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Queridos diocesanos, peregrinos y cristianos todos de cualquier iglesia o comunidad:

“¡Sal de tu tierra!”[1]. Dios llama al hombre a ponerse en camino para encontrarlo. Abraham es padre en la fe de las grandes religiones, pero especialmente de todos los cristianos. Cuando sólo los pastores de Belén escucharon la voz de los ángeles, Dios mismo nos deseaba la paz a los hombres que él ama, “la paz a los hombres que gozan de su favor” (Lc 2,14)[2]. Desde lejos los Magos seguían la estrella que los guiaba al Salvador. “Hemos visto salir su estrella y hemos venido a adorarlo” (Mt 2,2). Este es el lema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de enero de 2022. Son los cristianos de Oriente quienes ecuménicamente nos lo proponen este año, para ponernos en Camino como peregrinos buscando esa luz en tiempos de oscuridad, en la noche de nuestras crisis antropológicas, sanitarias y económicas, pero también de fe, de esperanza y de caridad en nuestras comunidades e iglesias[3].

El peregrino sale de su tierra con una mochila ligera, confiado en Dios, y en manos de la hospitalidad de desconocidos que acaban siendo hermanos. El peregrino regresa iluminado por Dios para ser testigo en su hogar del encuentro con el Señor, aunque como los pastores de Belén, no haya encontrado más que a un pequeño en un pesebre, con su padre carpintero y su madre nazarena. También el rey David salió de Belén, de entre los rebaños. Desde Oriente los Reyes ofrecen sus riquezas, grandezas y poderes ante el pequeño, reconociendo al Rey de Reyes y al Señor. Toda su ciencia no les oculta el camino sino que se lo clarifica. Muchos peregrinos a lo largo de la historia han recibido la invitación de Dios a salir de su tierra, a dejar sus seguridades y prejuicios, y a escuchar su llamada. Ésta siempre sorprende, renueva con su gracia y compromete con la misión de dar gratis lo que han recibido gratis. Así lo hicieron los Apóstoles.

“La Iglesia Católica además se hace peregrina con las demás Iglesias y comunidades eclesiales para que se haga efectiva la unidad de todos los cristianos. El cuerpo de Cristo no puede estar dividido. Por eso el ecumenismo es un deber sagrado para nosotros”[4]. Hoy Santiago Zebedeo es faro para peregrinos de Oriente y Occidente, de tantas confesiones cristianas, y también no cristianos.

En tu palabra echaré las redes[5]: “Maestro, hemos pasado toda la noche trabajando y no hemos pescado nada; pero puesto que tú lo dices, echaré las redes” (Lc 5,5). Parece que llevamos pescando demasiado tiempo sin resultado, y nuestro carácter de “Hijos del Trueno” nos llevaría a culpar a los demás pescadores o incluso a los peces, o a invocar fuego del cielo contra los demás. Jesús nos invita a seguir pescando, pero no para nuestra empresa o nuestra satisfacción, como si pescáramos en nuestro nombre, buscando nuestro éxito y protagonismo. De esa forma seguiremos vaciando la barca del Señor. Necesitamos hacernos peregrinos también los cristianos que estamos entorno a la meta y al Camino, para despojarnos de nuestras seguridades y escuchar de nuevo la voz del Señor que nos invita a salir, aunque sea a lo desconocido. Nuestro futuro eclesial es siempre ese país desconocido que nos asusta, porque dejamos nuestras seguridades, para seguir a Dios, en su Palabra.

Ahora mismo nuestra mochila de cristianos pesa tal vez demasiado para peregrinar con ella. Siglos de prejuicios de los unos contra los otros nos impiden tener una mirada limpia. “Dichosos los limpios de corazón [“los que tienen limpia la conciencia” BTI], porque ellos verán a Dios”. Sólo así reconoceremos en el otro a un hermano. Sólo Dios nos hace hermanos. El otro no es un competidor, ni un enemigo, ni un extranjero. Estamos en Camino (“Sínodo”) para renovar siempre nuestra autenticidad a Cristo. Tampoco somos las Iglesias promotores turísticos o inmobiliarios aunque sea de tradiciones religiosas o edificios sagrados. Cada antigua iglesia atesora en tantos países un patrimonio pero para la espiritualidad y la fe.

Hoy la Iglesia que peregrina en Santiago ofrece un espacio y un tiempo de reconciliación con Dios en el Jubileo, en un Año Santo, tiempo de gracia, acogiendo en su casa al que regresa al Evangelio de Jesús, como hijo pródigo (Lc 15,11ss), como los discípulos de Emaús (Lc 24,13ss)[6], o como aquel oriental etíope que leía al profeta sin saber a quién se refería aquella profecía (Hch 8,26). En nuestras iglesias no se pide identificación al cristiano o no cristiano que busca descubrir a Dios. Ni siquiera al que viene como simple curioso o turista, como un Zaqueo que quiere ver pero sin ser visto. Dios es quien le llama, y los cristianos debemos facilitar que entre, ofreciéndole aunque sólo sea un humilde pesebre.

“Camináis con la Iglesia para ser interpelados por la Palabra de Dios y así ser sal, levadura y luz para los demás. Queréis reavivar vuestro bautismo y aplicar el oído al corazón, donde somos lo que somos. Lo que vais a admirar ante el Pórtico de la Gloria lo reconocéis, así, como vuestro, y lo contempláis con alegría, porque habéis venido hasta Santiago para el encuentro con Cristo resucitado”[7]. Estas palabras nos interpelan a todos los cristianos. Esta búsqueda, mejor, este dejarse encontrar por Él, o vale para todos los cristianos, o tal vez estemos siguiendo nuestra sombra, y no los pasos de Cristo. Él es el Camino. No basta con caminar sin más: se puede “peregrinar mucho sin santificarse”[8] si damos vueltas siempre alrededor de nosotros mismos, o caminamos en un laberinto postmoderno sin dirección ni sentido, sin origen ni meta. El ecumenismo consiste en seguir más auténticamente la Luz que es Cristo, aunque caminemos por tantas rutas diversas. El cristiano ha de buscar siempre a Cristo, y si de verdad nos acercamos a Él, no podemos estar lejos de los hermanos que también lo buscan. Si de verdad lo hemos encontrado, nos enviará, como a Santiago el Mayor, para ser luz incluso al confín de la Tierra, y aunque sea en una pequeña aldea recóndita del fin del mundo, su luz alumbrará a otros para encontrar el Camino.

Os saluda con afecto y bendice en el Señor.

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1]¡Sal de tu tierra! ¡El apóstol Santiago te espera! Carta pastoral del Arzobispo de Santiago, Año Santo Compostelano 2021 (Santiago, 30 de diciembre de 2019), pp. 9ss.

[2]Las citas bíblicas según la Biblia en Traducción Interconfesional Española (BTI). Materiales del Consejo Mundial de Iglesias (www.oikoumene.org) y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (www.christianunity.va).

[3]Cfr. La Esperanza de peregrinar a Santiago de Compostela. Carta pastoral del Arzobispo de Santiago con motivo de la pandemia COVID-19, Santiago 2020.

[4]Sal de tu tierra. El apóstol Santiago te espera… , n.º 111, p. 92.

[5]Confiados en la Palabra del Señor. Carta pastoral en la fiesta de Santiago del 25 de julio de 1996.

[6]Ya nuestros mayores, antes de muchas divisiones eclesiales posteriores, leyeron la Biblia así para los peregrinos: cfr. Códice Calixtino. Libro de Santiago, libro I, cap. 17: Sermón “Veneranda Dies”, “En el día venerable” de la fiesta de Santiago del 30 de diciembre. También nos da el sentido espiritual de los símbolos de los peregrinos.

[7]Sal de tu tierra. El apóstol Santiago te espera… , n.º 4, p. 9.

[8]Cfr. Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, libro I, cap. 23.

 

Fuente: archicompostela.org

Octavario por la Unidad de los Cristianos día a día.

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Día 1: «Tú nos alzas y nos atraes hacia la plenitud de tu luz»

 

Lecturas

    • Zac 4, 1-7           Veo un candelabro de oro macizo.
    • Sal 139, 1-10     Tú me sondeas y me conoces.
    • 2 Ti 1, 7-10         Un don que ahora se ha hecho manifiesto por la aparición de Cristo Jesús, nuestro Salvador.
    • Jn 16, 7-14         Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará para que podáis entender la verdad completa.

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Reflexión

En este mundo frágil e incierto, buscamos una luz, un rayo de esperanza que ilumine desde lo alto. En medio del mal, anhelamos la bondad. Buscamos todo lo bueno que hay en nosotros, pero la debilidad nos abruma y la esperanza nos falla. Nuestra confianza descansa en el Dios al que adoramos. Dios, en su sabiduría, puso en nosotros la esperanza de una intervención divina; pero no esperábamos que interviniera a través de una persona, el Señor mismo, que se hizo luz entre nosotros. Dios superó todas nuestras expectativas. El don de Dios es un «espíritu de fortaleza y amor». No es confiando en nuestras propias fuerzas y en nuestras capacidades como avanzamos hacia la luz plena, sino poniendo nuestra confianza en el Espíritu Santo.

En las tinieblas de la humanidad la estrella de Oriente brilló. La luz de esta estrella penetra la profundidad de la oscuridad que nos separa a unos de otros. No resplandeció solo en un momento concreto de la historia, sino que sigue brillando aún hoy y transformando el curso de la historia. Desde la aparición de la estrella, los cristianos, a lo largo de la historia, han manifestado al mundo con su vida la esperanza que brota del Espíritu Santo. Ellos son testigos de la obra de Dios en la historia y de la presencia permanente del Espíritu Santo. A pesar de las vicisitudes y de los cambios de las circunstancias históricas, la luz del Resucitado sigue brillando, actuando en el curso de la historia como una antorcha que guía a todos hacia la luz perfecta, superando la oscuridad que nos separa a unos de otros.

El afán por vencer las tinieblas que nos separan nos obliga a trabajar y orar por la unidad de los cristianos.

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Oración

 

Señor Dios, ilumina nuestro camino con la luz de Cristo que va delante de nosotros y nos guía. Ilumínanos y habita dentro de nosotros. Guíanos para que podamos descubrir el pequeño pesebre que hay en nuestro corazón, donde aún duerme la luz. Creador de la luz, te damos gracias por el don de esa Estrella perpetua, Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

Que sea un faro en nuestra peregrinación. Sana nuestras divisiones y haz que nos acerquemos a la luz de Cristo en quien encontraremos la unidad.

Amén

 

 

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Hoy, 18 de enero, comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

La Iglesia celebra la SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS del 18 al 25 de enero de 2022 con el lema, «Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (cf. Mt 2, 2). Un texto bíblico que se inspira en la visita de los Reyes Magos al Rey recién nacido en Belén.

El Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión fe y constitución del Consejo Ecuménico de Iglesias han elaborado conjuntamente unos MATERIALES para ayudar a la reflexión y para preparar las celebraciones del Octavario.

A estos materiales conjuntos se suman los que aporta la Subcomisión Episcopal para las relaciones interconfesionales y diálogo interreligioso: el mensaje que firman los obispos de esta subcomisión; un guion para las celebraciones eucarísticas de la Semana; y una reflexión que se podrá usar en la adoración eucarística, que es una novedad en los materiales de este año.

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¿Qué dicen los obispos?

Los obispos comienzan su mensaje señalando que la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, “nos vuelve a interpelar, poniendo como un espejo ante nuestra vista la falta de unidad que nos aqueja, restando así significado a nuestra presencia en el mundo”. Y añaden, “el avance de la descristianización de Europa inquieta la conciencia de las Iglesias y Comunidades eclesiales, preocupadas por la pérdida de identidad cristiana del Occidente, cuya cultura y comprensión de la vida, del origen y destino del ser humano no podría entenderse sin la referencia de su propia historia al Evangelio”.

Los obispos reclaman volver a poner el foco en el mandato que Cristo confío a los apóstoles, anunciar el Evangelio, que es la razón de ser de la Iglesia. “La salvación –puntualizan- es el destino universal de todos los seres humanos; y para que la salvación alcance a todos es preciso darles a conocer la verdad que se le ha confiado a la Iglesia”.

En sintonía con el lema que se propone para este año, “hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo” ponen su esperanza en que la luz de Cristo “sigue alumbrando las oscuridades de las personas y de los pueblos, sin que se extinga el hambre de Dios”. La adoración de los Magos de Oriente, “proclama el carácter universal de la salvación que el Hijo de Dios vino a traer a la tierra, y esa universalidad mira tanto a los países de misión como a las sociedades de los países antes cristianos y hoy en la frontera del indiferentismo, donde tanto han disminuido las comunidades cristianas confesantes y de práctica religiosa”.

En referencia concreta al tema ecuménico, los obispos explican que este año «queremos poner el acento en el alcance universal del anuncio de la salvación en Cristo y, por tanto, en el carácter misionero de un ecumenismo que no pierda de vista el fin último de la evangelización«. Y puntualizan, «la nueva evangelización es tarea de todos, y la misión requiere hoy de las Iglesias y Comunidades un trabajo de conjunto.»

También explican que han sido los cristianos del Próximo Oriente los que han elegido el lema y han presentado una propuesta para elaborar los materiales. Por eso, se invita especialmente a tener presente a estos cristianos del Próximo Oriente, en el que «un mosaico de Iglesias y Comunidades eclesiales se esfuerza por mitigar los enfrentamientos políticos y las acciones de guerra y violencia que no cesan y que tanto han afectado a la sociología cristiana en el gran escenario de la historia sagrada».

Los obispos terminar su mensaje «haciendo nuestras las palabras con las que el grupo exhorta a los cristianos a tener presentes a nuestros hermanos del Oriente: «Hoy, más que nunca, el Próximo Oriente necesita una luz celestial para acompañar a su pueblo. La estrella de Belén es la señal de que Dios camina con su pueblo, siente su dolor, escucha su grito y le muestra compasión (…). El camino de la fe es este caminar con Dios que siempre vela por su pueblo y que nos guía por las complejas sendas de la historia y de la vida».

 

Descargar MATERIALES

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

Nuestro arzobispo D . Julián se dirige a los niños de la diócesis en una Carta Pastoral en la Jornada de Infancia Misionera 2022

La Iglesia, el día 16 de enero, celebra la JORNADA DE LA INFANCIA MISIONERA. Una jornada que es «la fiesta de los niños que viven con alegría el don de la fe y rezan para que la luz de Jesús llegue a todos los niños del mundo” (mensaje del Papa Francisco: «Una luz que compartir»). Así, siguiendo la línea del lema de este año, “Con Jesús a Jerusalén. ¡Luz para el mundo!”, esta jornada nos recuerda que todos, niños y mayores, somos misioneros  llamados llevar la luz de Dios a todos los rincones del planeta.

 

Descubre más en https://infanciamisionera.es/

 

Y con motivo de esta jornada de celebración, nuestro arzobispo, Monseñor Barrio, ha escrito una  CARTA PASTORAL a los niños y niñas de la Diócesis, en la que les pide su testimonio para contribuir al esfuerzo misionero, afirmando que :  “sois los pequeños misioneros que imitando a Jesús comunicáis que Dios nos ama, una noticia que tiene que llegar hasta el confín de la tierra»

En esta carta D. Julián les dice a los niños que “quien sigue a Jesús debe acoger su luz y manifestarla a través de sus obras. Esta es la tarea y el don de los misioneros, y deben ser los vuestros, queridos niños, llamados a difundir la luz de Jesús, es decir la fe, a tantos niños que todavía no le conocen”. ” Para ello el arzobispo les pide que deben “fortalecer esta luz que habéis de transmitir, participando en la catequesis, encontrando a Jesús junto al sagrario y recibiendo los sacramentos«.

Carta íntegra:

 

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Carta Pastoral en la Jornada de la Infancia Misionera. Enero 2022

“Con Jesús a Jerusalén, ¡Luz para el mundo!»

 

Queridos niños y niñas diocesanos:

La Iglesia, el día 16 de este mes, celebra la Jornada de la Infancia misionera. Con Jesús que iba creciendo en estatura, sabiduría y gracia en Nazaret, este año peregrinamos a Jerusalén donde sufre la pasión, muere y resucita por la salvación de todos los hombres.

Jerusalén, ciudad de la paz

Jesús en Jerusalén anuncia el Reino de Dios y se manifiesta como Luz. Pasados unos días de su nacimiento, cumpliendo la ley del Señor, es presentado por María y José en el templo de Jerusalén donde es recibido por el anciano Simeón que lleno del Espíritu Santo, “lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2,28-31). Más tarde, dirigiendo su palabra a los fariseos les dirá: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Quien sigue a Jesús debe acoger su luz y manifestarla a través de sus obras. Esta es la tarea y el don de los misioneros, y deben ser los vuestros, queridos niños, llamados a difundir la luz de Jesús, es decir la fe, a tantos niños que todavía no le conocen. Por eso dirá también a los que le seguían: “Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,14-16). Se nos ha dado la luz para que la hagamos llegar a los que están con nosotros y en nuestro entorno. No la debemos esconder ni tampoco contentarnos con iluminar solamente nuestro camino. Esta luz se manifiesta en el amor para producir el deshielo del egoísmo que desfigura nuestra sociedad.

Avivar la luz

Debéis fortalecer esta luz que habéis de transmitir, participando en la catequesis, encontrando a Jesús junto al sagrario y recibiendo los sacramentos. También en esta ocasión quiero recordaros que sois los pequeños misioneros que imitando a Jesús comunicáis que Dios nos ama, una noticia que tiene que llegar hasta el confín de la tierra. Aunque las dificultades no sean pequeñas, no debemos acobardarnos confiando en la providencia de Dios Padre que está siempre pendiente de nosotros. De manera especial en esta pandemia en la que los niños del mundo también se han visto afectados, hemos de pensar en ellos y tratar de ayudarles con nuestra aportación económica.

Jornada de la Infancia Misionera

El papa Francisco recuerda que “la Jornada de la Infancia Misionera es la fiesta de los niños que viven con alegría el don de la fe y rezan para que la luz de Jesús llegue a todos los niños del mundo”. Con Jesús en Jerusalén sed misioneros escuchándole y acogiendo su luz. No olvidéis que estáis llamados a ayudar a millones de niños y niñas que necesitan de vuestra oración, sacrificio y amor. Ellos esperan vuestra respuesta. Os lo agradezco también en su nombre. Rezamos por los misioneros y misioneras. Pido que el Niño Dios os bendiga a vosotros, a vuestras familias y a nuestra Diócesis. Recemos unos por otros, encomendándonos a la protección de la Virgen María y al patrocinio del Apóstol Santiago el Mayor en este Año Santo Compostelano 2022.

En la Solemnidad de la Epifanía del Señor, con mi afectuoso saludo y bendición,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

 

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Enfermo 2022

Aquí se recoge el MENSAJE del Santo Padre para la XXX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO, que tendrá lugar el 11 de febrero de 2022, memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, con el lema «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).

Como recuerda el papa Francisco en este mensaje: «Estar al lado de los que sufren en un camino de caridad», esta jornada fue instituida hace 30 años por san Juan Pablo II para sensibilizar sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan. El Santo padre recuerda con agradecimiento que se ha avanzado bastante, pero, puntualiza, «todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado».

 

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA XXX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

11 de febrero de 2022

«Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).


Estar al lado de los que sufren en un camino de caridad

 

Queridos hermanos y hermanas:

Hace treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan [1].

Estamos agradecidos al Señor por el camino realizado en las Iglesias locales de todo el mundo durante estos años. Se ha avanzado bastante, pero todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado. Que la XXX Jornada Mundial del Enfermo —cuya celebración conclusiva no tendrá lugar en Arequipa, Perú, debido a la pandemia, sino en la Basílica de San Pedro en el Vaticano— pueda ayudarnos a crecer en el servicio y en la cercanía a las personas enfermas y a sus familias.

1. Misericordiosos como el Padre

El tema elegido para esta trigésima Jornada, «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso»(Lc 6,36), nos hace volver la mirada hacia Dios «rico en misericordia» (Ef 2,4), que siempre mira a sus hijos con amor de padre, incluso cuando estos se alejan de Él. De hecho, la misericordia es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza. Es fuerza y ternura a la vez. Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la maternidad (cf. Is 49,15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre, siempre dispuesto a darnos nueva vida en el Espíritu Santo.

2. Jesús, misericordia del Padre

El testigo supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su Hijo unigénito. ¡Cuántas veces los Evangelios nos narran los encuentros de Jesús con personas que padecen diversas enfermedades! Él «recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de los judíos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente» (Mt 4,23). Podemos preguntarnos: ¿por qué esta atención particular de Jesús hacia los enfermos, hasta tal punto que se convierte también en la obra principal de la misión de los apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar el Evangelio y a curar a los enfermos? (cf. Lc 9,2).

Un pensador del siglo XX nos sugiere una motivación: «El dolor aísla completamente y es de este aislamiento absoluto del que surge la llamada al otro, la invocación al otro» [2]. Cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican; hallar respuesta a la pregunta sobre el sentido de todo lo que sucede es cada vez más urgente. Cómo no recordar, a este respecto, a los numerosos enfermos que, durante este tiempo de pandemia, han vivido en la soledad de una unidad de cuidados intensivos la última etapa de su existencia atendidos, sin lugar a dudas, por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos y de las personas más importantes de su vida terrenal. He aquí, pues, la importancia de contar con la presencia detestigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre [3].

3. Tocar la carne sufriente de Cristo

La invitación de Jesús a ser misericordiosos como el Padre adquiere un significado particular para los agentes sanitarios. Pienso en los médicos, los enfermeros, los técnicos de laboratorio, en el personal encargado de asistir y cuidar a los enfermos, así como en los numerosos voluntarios que donan un tiempo precioso a quienes sufren. Queridos agentes sanitarios, su servicio al lado de los enfermos, realizado con amor y competencia, trasciende los límites de la profesión para convertirse en una misión. Sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre. Sean conscientes de la gran dignidad de su profesión, como también de la responsabilidad que esta conlleva.

Bendigamos al Señor por los progresos que la ciencia médica ha realizado, sobre todo en estos últimos tiempos. Las nuevas tecnologías han permitido desarrollar tratamientos que son muy beneficiosos para las personas enfermas; la investigación sigue aportando su valiosa contribución para erradicar enfermedades antiguas y nuevas; la medicina de rehabilitación ha desarrollado significativamente sus conocimientos y competencias. Todo esto, sin embargo, no debe hacernos olvidar la singularidad de cada persona enferma, con su dignidad y sus fragilidades [4]. El enfermo es siempre más importante que su enfermedad y por eso cada enfoque terapéutico no puede prescindir de escuchar al paciente, de su historia, de sus angustias y de sus miedos. Incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir una cercanía que muestra interés por la persona antes que por su patología. Por eso espero que la formación profesional capacite a los agentes sanitarios para saber escuchar y relacionarse con el enfermo .

4. Los centros de asistencia sanitaria, casas de misericordia

La Jornada Mundial del Enfermo también es una ocasión propicia para centrar nuestra atención en los centros de asistencia sanitaria. A lo largo de los siglos, la misericordia hacia los enfermos ha llevado a la comunidad cristiana a abrir innumerables “posadas del buen samaritano”, para acoger y curar a enfermos de todo tipo, sobre todo a aquellos que no encontraban respuesta a sus necesidades sanitarias, debido a la pobreza o a la exclusión social, o por las dificultades a la hora de tratar ciertas patologías. En estas situaciones son sobre todo los niños, los ancianos y las personas más frágiles quienes sufren las peores consecuencias. Muchos misioneros, misericordiosos como el Padre, acompañaron el anuncio del Evangelio con la construcción de hospitales, dispensarios y centros de salud. Son obras valiosas mediante las cuales la caridad cristiana ha tomado forma y el amor de Cristo, testimoniado por sus discípulos, se ha vuelto más creíble. Pienso sobre todo en los habitantes de las zonas más pobres del planeta, donde a veces hay que recorrer largas distancias para encontrar centros de asistencia sanitaria que, a pesar de contar con recursos limitados, ofrecen todo lo que tienen a su disposición. Aún queda un largo camino por recorrer y en algunos países recibir un tratamiento adecuado sigue siendo un lujo. Lo demuestra, por ejemplo, la falta de disponibilidad de vacunas contra el virus del Covid-19 en los países más pobres; pero aún más la falta de tratamientos para patologías que requieren medicamentos mucho más sencillos.

En este contexto, deseo reafirmar la importancia de las instituciones sanitarias católicas: son un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener; su presencia ha caracterizado la historia de la Iglesia por su cercanía a los enfermos más pobres y a las situaciones más olvidadas [5]. ¡Cuántos fundadores de familias religiosas han sabido escuchar el grito de hermanos y hermanas que no disponían de acceso a los tratamientos sanitarios o que no estaban bien atendidos y se han entregado a su servicio! Aún hoy en día, incluso en los países más desarrollados, su presencia es una bendición, porque siempre pueden ofrecer, además del cuidado del cuerpo con toda la pericia necesaria, también aquella caridad gracias a la cual el enfermo y sus familiares ocupan un lugar central. En una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la protección y el cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su concepción hasta su término natural.

5. La misericordia pastoral: presencia y cercanía

A lo largo de estos treinta años el servicio indispensable que realiza la pastoral de la salud se ha reconocido cada vez más. Si la peor discriminación que padecen los pobres —y los enfermos son pobres en salud— es la falta de atención espiritual, no podemos dejar de ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y maduración en la fe [6]. A este propósito, quisiera recordar que la cercanía a los enfermos y su cuidado pastoral no sólo es tarea de algunos ministros específicamente dedicados a ello; visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos. ¡Cuántos enfermos y cuántas personas ancianas viven en sus casas y esperan una visita! El ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de Jesús: «Estuve enfermo y me visitaron» ( Mt 25,36).

Queridos hermanos y hermanas, encomiendo todos los enfermos y sus familias a la intercesión de María, Salud de los enfermos. Que unidos a Cristo, que lleva sobre sí el dolor del mundo, puedan encontrar sentido, consuelo y confianza. Rezo por todos los agentes sanitarios para que, llenos de misericordia, ofrezcan a los pacientes, además de los cuidados adecuados, su cercanía fraterna.

A todos les imparto con afecto la Bendición Apostólica.

 

Roma, San Juan de Letrán, 10 de diciembre de 2021, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Loreto.

Francisco

 


[1] Cf. Carta al Cardenal Fiorenzo Angelini, Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, con ocasión de la institución de la Jornada Mundial del Enfermo (13 mayo 1992).

[2] E. Lévinas, « Une éthique de la souffrance », en Souffrances. Corps et âme, épreuves partagées, J.-M. von Kaenel edit., Autrement, París 1994, pp. 133-135.

[3] Cf. Misal Romano, Prefacio Común VIII, Jesús, buen samaritano.

[4] Cf. Discurso a la Federación Nacional de los Colegios de Médicos y Cirujanos Dentales (20 septiembre 2019).

[5] Cf. Ángelus desde el Policlínico «Gemelli» de Roma (11 julio 2021).

[6] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 200.

 

 

Camino de Santiago virtual. Enero 2022. Desde el amor humano vivido en la familia.

Después de estas fechas navideñas en las que hemos vivido como Dios se hace niño en el seno de una familia humana, comenzamos en este mes de enero un camino de Santiago virtual que tiene como referente el amor humano vivido en la familia. Los matrimonios Javier y Montse, y María y José Luis nos invitar a recorrer juntos este itinerario.

Puedes descubrirlo en este enlace o pinchando directamente cada día sobre el número correspondiente en la siguiente imagen:

 

 

Fuente: pastoralsantiago.org