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Carta Pastoral de nuestro arzobispo con motivo de la «Jornada Interparroquial de Solidaridad con los Parados»

 

En una carta pastoral con motivo de la XXVII Jornada Interparroquial de solidaridad con los Parados, que se celebrará en los próximos días del mes de mayo, el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, afirma que “si el trabajo dignifica a la persona, hemos de concluir que su pérdida contribuye al deterioro de la misma en la realización personal”. El arzobispo nos pide «ser capaces de poner a las personas en el corazón» frente al desempleo «buscando que no prevalezcan los propios intereses que no toman en conciencia el bien común”.

En el texto, el arzobispo señala que “la libertad humana se desarrolla y madura al abrigo de la austeridad responsable y también del sacrificio por los demás, tratando de construir la cultura del cuidado común”. Y añade que “el cuidado por los demás aviva nuestra inteligencia y todas nuestras capacidades para reconstruir nuestras sociedades con nuevas relaciones económicas que no hipotequen el desarrollo”.

Finalmente, monseñor Barrio muestra su solidaridad con quienes atraviesan por tan dura situación: “comparto los sentimientos de tantas familias cuyos miembros están en paro y rezo por ellas”.

 

La XXXVII Jornada de Solidaridad con los Parados, que organiza Cáritas Interparroquial de Santiago, en la presente edición su día central será el 3 de mayo, y tendrá como lema central la Campaña por el Trabajo Decente. A lo largo de los días en los que se va a desarrollar un amplio programa de actividades se incidirá, se demandará y reivindicará un trabajo decente para todos , y en tal sentido se hará especial hincapié en los empleos más precarios.

Entre los diversos actos programados para la semana previa destaca el de la participación de los voluntarios de la entidad en las misas del domingo, en las que se hará referencia al tema de los parados y la precariedad en los puestos de trabajo. El martes 3 de mayo, a partir de las 19:00 horas, se celebrará en la Plaza del Toural de Santiago, un acto de solidaridad con los parados en el que se dará lectura al manifiesto de la Campaña por el Trabajo Decente

 

Texto íntegro de la Carta del arzobispo con motivo de la XXVII Jornada Interparroquial de solidaridad con los Parados:

 

 

Jornada Interparroquial de Solidaridad con los Parados.

Mayo 2022

 

Queridos diocesanos:

En el calendario de los compromisos diocesanos recordamos la Jornada Interparroquial de solidaridad con los Parados. Agradezco sensibilidad de tantas personas preocupadas por afrontar este compromiso en nuestra sociedad.

Sin duda la pandemia del Covid 19 ha contribuido a aumentar el desempleo que está afectando económica y socialmente a no pocas familias. Si el trabajo dignifica a la persona hemos de concluir que su pérdida contribuye al deterioro de la misma en la realización personal. Os decía en mi última carta a este respecto que no es una cuestión menor. No considero fácil la solución a este problema pero ciertamente estaríamos en el camino de encontrarla si fuéramos capaces de poner a las personas en el corazón, buscando que no prevalezcan los propios intereses que no toman en conciencia el bien común.

La libertad humana se desarrolla y madura al abrigo de la austeridad responsable y también del sacrificio por los demás, tratando de construir la cultura del cuidado común. Nuestras sociedades necesitan de una savia que vehicule esos valores, los legitime con raíces profundas y trascendentes, y los promueva como incondicionales. El cuidado por los demás aviva nuestra inteligencia y todas nuestras capacidades para reconstruir nuestras sociedades y nuevas relaciones económicas que no hipotequen el desarrollo. “La solidaridad no es un simple sentimiento de compasión con los más débiles o con la persona necesitada que está junto a mí”, es “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”, en palabras de san Juan Pablo II[1]“El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de caridad”[2].

Tengamos presente que “la política más eficaz para lograr la integración y la cohesión social es, ciertamente, la creación de empleo. Pero para que el trabajo sirva para realizar a la persona, además de satisfacer sus necesidades básicas, ha de ser un trabajo digno y estable… Un empleo digno nos permite desarrollar los propios talentos, nos facilita su encuentro con otros y nos aporta autoestima y reconocimiento social”[3].

Comparto la preocupación de tantas familias cuyos miembros están en paro y rezo por ellas. Os saluda y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis, 38.

[2] FRANCISCO, Laudato si’, 231.

[3] CEE, Iglesia, servidora de los pobres, Ávila 2015, 32.

 

Fuente: archicompostela.es

Carta Pastoral de nuestro arzobispo en el Día del Enfermo 2022

 

Hace ya treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan.

Cada 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, la Iglesia celebra también esta jornada para simbolizar la voluntad de ponerse al servicio del otro, del prójimo, para ayudarlo y acompañarlo en su padecimiento. Con tal motivo el arzobispo de Santiago, mons. Julián Barrio, ha dirigido a todos los diocesanos esta Carta Pastoral:

 

Carta Pastoral en el Día del Enfermo 2022

 

Queridos diocesanos:

En la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes celebramos la XXX Jornada Mundial del Enfermo. Este año se nos pide: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Con esta motivación el papa Francisco llama a toda la Iglesia a vivir la experiencia de la misericordia con el enfermo. Ella es visible y palpable en la ternura de los que cuidan a los más frágiles y necesitados, en el perdón mutuo y en el sacramento de la reconciliación. Por eso deseo que todos tengamos abiertos los oídos del corazón para percibir el susurro del Espíritu que nos indica: “sed misericordiosos los unos con los otros”. Estoy seguro de que ninguno de nosotros puede decir que no necesita de la misericordia de Dios y de la de los demás. Y los demás esperan siempre nuestra actitud misericordiosa para ser mirados con los ojos del corazón.

Cristo, rostro de la misericordia del Padre

“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret. El Padre, “rico en misericordia” (Ef 2,4), después de haber revelado su nombre a Moisés como  “Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad” (Ex 34,6), no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la “plenitud del tiempo” (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Él envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él ve al Padre (cfr Jn 14,9). Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”[1].

No es difícil fascinarse ante la grandiosidad y belleza de la creación, pero como afirmaba el papa emérito Benedicto XVI, esta inmensidad y poder son superados todavía por la grandeza y belleza de la misericordia[2]. Sin duda, la primera es accesible a todos los ojos, y la segunda sólo a los del corazón. Los que más de cerca viven este misterio son aquellos hombres y mujeres que experimentan la ternura de Dios. Testigos veraces de ella son para nosotros el leproso tocado por Jesús (Mc 1,40-45), la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,3-10), el publicano cobrador de impuestos (Mt 9,9), la mujer que padecía flujos de sangre (Lc 8,43-48) o el paralítico al que le fueron perdonados sus pecados (Lc 5,24). Pedro dejándose lavar los pies comprendió que su amor por Cristo no provenía de sí mismo (Jn 13,9); Pablo, presumiendo ser buscador del Señor se dejó alcanzar por Él (Flp 3,12-14). Todas estas experiencias que nos acerca la Palabra de Dios son iconos vivos donde todos podemos contemplar y dejarnos hacer por misericordia. El mismo Jesús en la cruz abre su corazón “desentrañándose” por la humanidad. “Cristo no sólo habla de misericordia y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica. El mismo es, en cierto sentido, la misericordia”[3]¡Verdaderamente cada gota del Evangelio contiene el océano de la misericordia! “Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de sus interlocutores y respondía a sus necesidades más reales”[4].

La misericordia, idioma universal

La misericordia habla un idioma que es universal. Todos hemos sido testigos de ella y la experimentamos a lo largo de la vida en la ternura y cuidado que nos ofrecen los demás en las diferentes etapas de nuestra vida y, sobre todo en la experiencia de la enfermedad. También nosotros tocamos el borde del manto de Jesús cuando se nos conmueven las entrañas y ofrecemos nuestra mano a los que sufren o cuando la compasión de los demás hacia nuestra fragilidad nos acerca el sol de la misericordia divina. Tengo presente a muchas religiosas y religiosos, a tantas madres de familia y a tantas otras personas que en sus casas atienden y cuidan a enfermos. ¡Cómo no hacer referencia a médicos, enfermeras, enfermeros y personal sanitario en el delicado cuidado de los enfermos en los hospitales! Compartiendo la debilidad de las personas enfermas se tallan para sí un corazón misericordioso. En este sentido nos dice el papa Francisco: “La misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por su propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene de lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón”[5].

María, madre de misericordia

Miremos a María diciéndole: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”. María es madre de misericordia, la tuvo en su seno y la sostuvo en sus brazos; pudo nacer de ella, porque se hizo humilde sierva de la Palabra de Dios. A vosotros, queridos enfermos y enfermas, os tengo muy presentes en mi oración con la intercesión de la Virgen María, salud de los enfermos.

Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Bula Misericordiae vultus1.

[2] Cf. Benedicto XVI, Audiencia general. Miércoles 1 de febrero de 2006.

[3] San Juan Pablo II, Carta encíclica “Dives in misericordia”, 2.

[4] FRANCISCO, Bula “Misericordiae vultus”, 8.

[5] FRANCISCO, Ibid., 6.

 

Fuente: archicompostela.es

Muchas Felicidades, Don Julián

La Archidiócesis compostelana está de fiesta, pues en esta jornada se cumple el XXIX aniversario de la Ordenación Episcopal de nuestro arzobispo, mons. Julián Barrio Barrio. Un 7 de febrero de 1993, en pleno Año Santo, recibió la Ordenación Episcopal en la Catedral compostelana como obispo titular de Sasabe y auxiliar de mons. Antonio María Rouco Varela. Tres años después, el 25 de febrero de 1996 tomaba posesión de la Sede Compostelana tras ser nombrado arzobispo por el papa san Juan Pablo II. Felicidades, Don Julián.

 

D. Julián en su Carta Pastoral en el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos 2022: «El ecumenismo consiste en seguir más auténticamente la Luz que es Cristo, aunque caminemos por tantas rutas diversas»

 

Carta Pastoral en el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos 2022

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Queridos diocesanos, peregrinos y cristianos todos de cualquier iglesia o comunidad:

“¡Sal de tu tierra!”[1]. Dios llama al hombre a ponerse en camino para encontrarlo. Abraham es padre en la fe de las grandes religiones, pero especialmente de todos los cristianos. Cuando sólo los pastores de Belén escucharon la voz de los ángeles, Dios mismo nos deseaba la paz a los hombres que él ama, “la paz a los hombres que gozan de su favor” (Lc 2,14)[2]. Desde lejos los Magos seguían la estrella que los guiaba al Salvador. “Hemos visto salir su estrella y hemos venido a adorarlo” (Mt 2,2). Este es el lema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de enero de 2022. Son los cristianos de Oriente quienes ecuménicamente nos lo proponen este año, para ponernos en Camino como peregrinos buscando esa luz en tiempos de oscuridad, en la noche de nuestras crisis antropológicas, sanitarias y económicas, pero también de fe, de esperanza y de caridad en nuestras comunidades e iglesias[3].

El peregrino sale de su tierra con una mochila ligera, confiado en Dios, y en manos de la hospitalidad de desconocidos que acaban siendo hermanos. El peregrino regresa iluminado por Dios para ser testigo en su hogar del encuentro con el Señor, aunque como los pastores de Belén, no haya encontrado más que a un pequeño en un pesebre, con su padre carpintero y su madre nazarena. También el rey David salió de Belén, de entre los rebaños. Desde Oriente los Reyes ofrecen sus riquezas, grandezas y poderes ante el pequeño, reconociendo al Rey de Reyes y al Señor. Toda su ciencia no les oculta el camino sino que se lo clarifica. Muchos peregrinos a lo largo de la historia han recibido la invitación de Dios a salir de su tierra, a dejar sus seguridades y prejuicios, y a escuchar su llamada. Ésta siempre sorprende, renueva con su gracia y compromete con la misión de dar gratis lo que han recibido gratis. Así lo hicieron los Apóstoles.

“La Iglesia Católica además se hace peregrina con las demás Iglesias y comunidades eclesiales para que se haga efectiva la unidad de todos los cristianos. El cuerpo de Cristo no puede estar dividido. Por eso el ecumenismo es un deber sagrado para nosotros”[4]. Hoy Santiago Zebedeo es faro para peregrinos de Oriente y Occidente, de tantas confesiones cristianas, y también no cristianos.

En tu palabra echaré las redes[5]: “Maestro, hemos pasado toda la noche trabajando y no hemos pescado nada; pero puesto que tú lo dices, echaré las redes” (Lc 5,5). Parece que llevamos pescando demasiado tiempo sin resultado, y nuestro carácter de “Hijos del Trueno” nos llevaría a culpar a los demás pescadores o incluso a los peces, o a invocar fuego del cielo contra los demás. Jesús nos invita a seguir pescando, pero no para nuestra empresa o nuestra satisfacción, como si pescáramos en nuestro nombre, buscando nuestro éxito y protagonismo. De esa forma seguiremos vaciando la barca del Señor. Necesitamos hacernos peregrinos también los cristianos que estamos entorno a la meta y al Camino, para despojarnos de nuestras seguridades y escuchar de nuevo la voz del Señor que nos invita a salir, aunque sea a lo desconocido. Nuestro futuro eclesial es siempre ese país desconocido que nos asusta, porque dejamos nuestras seguridades, para seguir a Dios, en su Palabra.

Ahora mismo nuestra mochila de cristianos pesa tal vez demasiado para peregrinar con ella. Siglos de prejuicios de los unos contra los otros nos impiden tener una mirada limpia. “Dichosos los limpios de corazón [“los que tienen limpia la conciencia” BTI], porque ellos verán a Dios”. Sólo así reconoceremos en el otro a un hermano. Sólo Dios nos hace hermanos. El otro no es un competidor, ni un enemigo, ni un extranjero. Estamos en Camino (“Sínodo”) para renovar siempre nuestra autenticidad a Cristo. Tampoco somos las Iglesias promotores turísticos o inmobiliarios aunque sea de tradiciones religiosas o edificios sagrados. Cada antigua iglesia atesora en tantos países un patrimonio pero para la espiritualidad y la fe.

Hoy la Iglesia que peregrina en Santiago ofrece un espacio y un tiempo de reconciliación con Dios en el Jubileo, en un Año Santo, tiempo de gracia, acogiendo en su casa al que regresa al Evangelio de Jesús, como hijo pródigo (Lc 15,11ss), como los discípulos de Emaús (Lc 24,13ss)[6], o como aquel oriental etíope que leía al profeta sin saber a quién se refería aquella profecía (Hch 8,26). En nuestras iglesias no se pide identificación al cristiano o no cristiano que busca descubrir a Dios. Ni siquiera al que viene como simple curioso o turista, como un Zaqueo que quiere ver pero sin ser visto. Dios es quien le llama, y los cristianos debemos facilitar que entre, ofreciéndole aunque sólo sea un humilde pesebre.

“Camináis con la Iglesia para ser interpelados por la Palabra de Dios y así ser sal, levadura y luz para los demás. Queréis reavivar vuestro bautismo y aplicar el oído al corazón, donde somos lo que somos. Lo que vais a admirar ante el Pórtico de la Gloria lo reconocéis, así, como vuestro, y lo contempláis con alegría, porque habéis venido hasta Santiago para el encuentro con Cristo resucitado”[7]. Estas palabras nos interpelan a todos los cristianos. Esta búsqueda, mejor, este dejarse encontrar por Él, o vale para todos los cristianos, o tal vez estemos siguiendo nuestra sombra, y no los pasos de Cristo. Él es el Camino. No basta con caminar sin más: se puede “peregrinar mucho sin santificarse”[8] si damos vueltas siempre alrededor de nosotros mismos, o caminamos en un laberinto postmoderno sin dirección ni sentido, sin origen ni meta. El ecumenismo consiste en seguir más auténticamente la Luz que es Cristo, aunque caminemos por tantas rutas diversas. El cristiano ha de buscar siempre a Cristo, y si de verdad nos acercamos a Él, no podemos estar lejos de los hermanos que también lo buscan. Si de verdad lo hemos encontrado, nos enviará, como a Santiago el Mayor, para ser luz incluso al confín de la Tierra, y aunque sea en una pequeña aldea recóndita del fin del mundo, su luz alumbrará a otros para encontrar el Camino.

Os saluda con afecto y bendice en el Señor.

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1]¡Sal de tu tierra! ¡El apóstol Santiago te espera! Carta pastoral del Arzobispo de Santiago, Año Santo Compostelano 2021 (Santiago, 30 de diciembre de 2019), pp. 9ss.

[2]Las citas bíblicas según la Biblia en Traducción Interconfesional Española (BTI). Materiales del Consejo Mundial de Iglesias (www.oikoumene.org) y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (www.christianunity.va).

[3]Cfr. La Esperanza de peregrinar a Santiago de Compostela. Carta pastoral del Arzobispo de Santiago con motivo de la pandemia COVID-19, Santiago 2020.

[4]Sal de tu tierra. El apóstol Santiago te espera… , n.º 111, p. 92.

[5]Confiados en la Palabra del Señor. Carta pastoral en la fiesta de Santiago del 25 de julio de 1996.

[6]Ya nuestros mayores, antes de muchas divisiones eclesiales posteriores, leyeron la Biblia así para los peregrinos: cfr. Códice Calixtino. Libro de Santiago, libro I, cap. 17: Sermón “Veneranda Dies”, “En el día venerable” de la fiesta de Santiago del 30 de diciembre. También nos da el sentido espiritual de los símbolos de los peregrinos.

[7]Sal de tu tierra. El apóstol Santiago te espera… , n.º 4, p. 9.

[8]Cfr. Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, libro I, cap. 23.

 

Fuente: archicompostela.org

Nuestro arzobispo D . Julián se dirige a los niños de la diócesis en una Carta Pastoral en la Jornada de Infancia Misionera 2022

La Iglesia, el día 16 de enero, celebra la JORNADA DE LA INFANCIA MISIONERA. Una jornada que es «la fiesta de los niños que viven con alegría el don de la fe y rezan para que la luz de Jesús llegue a todos los niños del mundo” (mensaje del Papa Francisco: «Una luz que compartir»). Así, siguiendo la línea del lema de este año, “Con Jesús a Jerusalén. ¡Luz para el mundo!”, esta jornada nos recuerda que todos, niños y mayores, somos misioneros  llamados llevar la luz de Dios a todos los rincones del planeta.

 

Descubre más en https://infanciamisionera.es/

 

Y con motivo de esta jornada de celebración, nuestro arzobispo, Monseñor Barrio, ha escrito una  CARTA PASTORAL a los niños y niñas de la Diócesis, en la que les pide su testimonio para contribuir al esfuerzo misionero, afirmando que :  “sois los pequeños misioneros que imitando a Jesús comunicáis que Dios nos ama, una noticia que tiene que llegar hasta el confín de la tierra»

En esta carta D. Julián les dice a los niños que “quien sigue a Jesús debe acoger su luz y manifestarla a través de sus obras. Esta es la tarea y el don de los misioneros, y deben ser los vuestros, queridos niños, llamados a difundir la luz de Jesús, es decir la fe, a tantos niños que todavía no le conocen”. ” Para ello el arzobispo les pide que deben “fortalecer esta luz que habéis de transmitir, participando en la catequesis, encontrando a Jesús junto al sagrario y recibiendo los sacramentos«.

Carta íntegra:

 

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Carta Pastoral en la Jornada de la Infancia Misionera. Enero 2022

“Con Jesús a Jerusalén, ¡Luz para el mundo!»

 

Queridos niños y niñas diocesanos:

La Iglesia, el día 16 de este mes, celebra la Jornada de la Infancia misionera. Con Jesús que iba creciendo en estatura, sabiduría y gracia en Nazaret, este año peregrinamos a Jerusalén donde sufre la pasión, muere y resucita por la salvación de todos los hombres.

Jerusalén, ciudad de la paz

Jesús en Jerusalén anuncia el Reino de Dios y se manifiesta como Luz. Pasados unos días de su nacimiento, cumpliendo la ley del Señor, es presentado por María y José en el templo de Jerusalén donde es recibido por el anciano Simeón que lleno del Espíritu Santo, “lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2,28-31). Más tarde, dirigiendo su palabra a los fariseos les dirá: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Quien sigue a Jesús debe acoger su luz y manifestarla a través de sus obras. Esta es la tarea y el don de los misioneros, y deben ser los vuestros, queridos niños, llamados a difundir la luz de Jesús, es decir la fe, a tantos niños que todavía no le conocen. Por eso dirá también a los que le seguían: “Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,14-16). Se nos ha dado la luz para que la hagamos llegar a los que están con nosotros y en nuestro entorno. No la debemos esconder ni tampoco contentarnos con iluminar solamente nuestro camino. Esta luz se manifiesta en el amor para producir el deshielo del egoísmo que desfigura nuestra sociedad.

Avivar la luz

Debéis fortalecer esta luz que habéis de transmitir, participando en la catequesis, encontrando a Jesús junto al sagrario y recibiendo los sacramentos. También en esta ocasión quiero recordaros que sois los pequeños misioneros que imitando a Jesús comunicáis que Dios nos ama, una noticia que tiene que llegar hasta el confín de la tierra. Aunque las dificultades no sean pequeñas, no debemos acobardarnos confiando en la providencia de Dios Padre que está siempre pendiente de nosotros. De manera especial en esta pandemia en la que los niños del mundo también se han visto afectados, hemos de pensar en ellos y tratar de ayudarles con nuestra aportación económica.

Jornada de la Infancia Misionera

El papa Francisco recuerda que “la Jornada de la Infancia Misionera es la fiesta de los niños que viven con alegría el don de la fe y rezan para que la luz de Jesús llegue a todos los niños del mundo”. Con Jesús en Jerusalén sed misioneros escuchándole y acogiendo su luz. No olvidéis que estáis llamados a ayudar a millones de niños y niñas que necesitan de vuestra oración, sacrificio y amor. Ellos esperan vuestra respuesta. Os lo agradezco también en su nombre. Rezamos por los misioneros y misioneras. Pido que el Niño Dios os bendiga a vosotros, a vuestras familias y a nuestra Diócesis. Recemos unos por otros, encomendándonos a la protección de la Virgen María y al patrocinio del Apóstol Santiago el Mayor en este Año Santo Compostelano 2022.

En la Solemnidad de la Epifanía del Señor, con mi afectuoso saludo y bendición,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

 

Nuestro arzobispo D. Julián Barrrio nos felicita el Año Nuevo

 

Fuente: archicompostela.es

Escucha el mensaje que nuestro arzobispo nos manda en la Jornada de la Sagrada Familia

El arzobispo se suma a la celebración de la Jornada de personas con discapacidad

 

Día diocesano de las personas con discapacidad. Diciembre 2021

“Dichoso el que escucha y cumple”

 

Queridos diocesanos:

El 5 de diciembre conmemoramos en la Diócesis el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Mi cercanía a todas ellas. Cuando todavía estamos luchando contra la pandemia, hemos de ser conscientes que las cosas no van a ser como antes. En este sentido no será bueno posponer o suprimir nuestras responsabilidades en el itinerario de la vida. Hay que avivar nuestra creatividad  para acompañar a las personas y sobre todo a las que se ven afectadas por discapacidades graves. No podemos caer en el riesgo inhumano de la cultura del descarte. Para esta cultura “partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitados”[1]. Todos hemos de contribuir a que estas personas vivan el sentido no sólo de presencia sino también de pertenencia y de participación en los diferentes ámbitos de la existencia. Así el papa Francisco nos dice: “Tengan el valor de dar voz a quienes son discriminados por su discapacidad, porque desgraciadamente en algunas naciones, todavía hoy, se duda en reconocerlos como personas de igual dignidad”[2].

La Virgen María, ejemplo a seguir

La Virgen María mantuvo siempre una actitud de escucha que le   llevó a percibir lo que los demás podían necesitar y salir a su encuentro. Ella acoge siempre bajo su amparo cualesquiera que sean las circunstancias y, como madre amorosa, vela por todos sin distinción ni condiciones. La vemos que va de prisa a visitar a su prima Isabel. Está pendiente en las bodas de Caná para ayudar a aquellos esposos que en el banquete de boda se habían quedado sin vino, evitándoles la humillación de tener que mandar a los invitados a sus casas. Teniendo en cuenta la petición de su madre, Jesús realizó el milagro. Ella sale al encuentro de su Hijo en la vía dolorosa y está con Él junto a la cruz. Escuchar nos lleva a acoger a los demás y ofrecerles nuestra ayuda, no sólo a dar sino sobre todo a compartir. A veces escuchamos la Palabra de Dios pero fácilmente olvidamos que son dichosos los que la escuchan y la cumplen reconociendo en los demás la presencia de Cristo, sobre todo en los más débiles y descartados de nuestra sociedad.

Redescubrir a Cristo en la Navidad

Navidad es Jesucristo que se ha hecho semejante a nosotros excepto en el pecado. Es necesario volver a las raíces cuando el sentimiento de lo desconocido está generando incertidumbre ante el futuro y afectando a certezas que parecían consolidadas. Necesitamos acompañar y dejarnos acompañar, y conformarnos con la historia y persona de Cristo, en la búsqueda paciente de la verdad. “El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo el nuevo Adán manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación” (GS 22). ¡Comprometámonos a edificar el presente y proyectar el futuro desde la verdad auténtica del hombre, desde la libertad que respeta esa verdad y desde la justicia para todos! “Vivir en la caridad es pues un gozoso anuncio para todos, haciendo creíble el amor de Dios que no abandona a nadie”. Nuestro mañana reflejará la esperanza del hoy.

Os animo a todos a vivir esta Jornada en nuestra Diócesis, ofreciendo un mensaje de esperanza a las personas con discapacidad. Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] FRANCISCO, Fratelli tutti, 18.

[2] Ibid., 98.

 

Fuente: archicompostela.es

Nuestro arzobispo D. Julián en su Carta Pastoral para este Adviento nos invita a redescubrir a Cristo en la Navidad

 

Al inicio del tiempo de Adviento, comienzo del Año Litúrgico, el arzobispo compostelano ha hecho pública una Carta Pastoral en la que nos invita a todos los diocesanos a preparar con intensidad la Navidad, redescubriendo a Cristo.

En su carta «Navidad: Filiación y fraternidad», Monseñor Barrio señala que «la Navidad nos recuerda que Dios Padre nos ha hecho hijos en su Hijo Jesucristo y por tanto hermanos los unos de los otros” y nos indica que “el Adviento no puede quedar reducido a ser un tiempo para la publicidad comercial, es preparación a la Navidad animando nuestra esperanza al recordarnos que Dios nos creó por amor y no nos abandonó para que tengamos vida eterna».

Y, como el año pasado, D. Julián nos insta a que «llevemos a las personas necesitadas material y espiritualmente la Luz que brilló en Belén, ofreciéndoles nuestra ayuda». Por su parte monseñor quiere llegar a nuestros hogares y proclamarnos «ese gran anuncio de esperanza cristiana: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”, pidiendo al Niño Dios que «bendiga a todas las familias, en especial a las que en estas fechas el recuerdo de las personas queridas se trasluce en tristeza»

 

Texto íntegro de la Carta Pastoral:

 

Navidad: Filiación y fraternidad

Queridos diocesanos:

Se habla en estos días de que esta Navidad será diferente, refiriéndose a los añadidos que se han ido adhiriendo a lo que realmente es el misterio que celebramos. Tal vez el gozo del nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre ha quedado diluido en los aspectos materiales. Seguramente que en estos tiempos casi post-pandémicos muchas personas y familias no tengan posibilidad de hacer los gastos que acostumbraban en otros años. Lo necesario en todo caso deberían tenerlo. Y en esto hemos de ser todos corresponsables. Pues precisamente la Navidad nos recuerda que Dios Padre nos ha hecho hijos en su Hijo Jesucristo y por tanto hermanos los unos de los otros. Así “los gozos y las esperanzas, las  tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón… La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (GS 1).

El nacimiento del Hijo de Dios en la humildad de nuestra carne  indica la relación entre  naturaleza, hombre y Dios creador que “tanto amó al mundo    que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). San Pablo nos recuerda que “lo único que nosotros hacemos es colaborar con Dios; vosotros sois el campo que Dios cultiva, la casa que Dios edificaNadie se engañe; si alguno entre vosotros cree que es sabio según este siglo, hágase necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad para Dios” (1Cor 3,18-23). El Adviento no puede quedar reducido a ser un tiempo para la publicidad comercial, es preparación a la Navidad animando nuestra esperanza al recordarnos que Dios nos creó por amor y no nos abandonó para que tengamos vida eterna.

Redescubrir a Cristo en la Navidad

Navidad es Jesucristo, “el mismo ayer, hoy y siempre” (Heb 13,8), “que hace nuevas todas las cosas” (Ap 21,5), “alianza de un pueblo y luz de las naciones” (Is 42,6). “El ángel dijo a los pastores: No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor… Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre” (Lc 2, 10-11.16)). Es necesario volver a las raíces cuando el sentimiento de lo desconocido está generando incertidumbre ante el futuro y afectando a certezas que parecían consolidadas. “La tempestad, decía el papa Francisco refiriéndose a la pandemia, nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. Pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas iniciativas de anestesiar con aparentes rutinas salvadoras, incapaces de apelar a nuestra raíces”. Ya surgen voces de pensadores fuera del cristianismo, que afirman que necesitamos a Cristo. Ciertamente sólo Él da la esperanza para que la vida no se vea condenada a la insignificancia. Pero la esperanza es inseparable del amor solidario. “Vivir en la caridad es pues un gozoso anuncio para todos, haciendo creíble el amor de Dios que no abandona a nadie”.

Necesitamos conformarnos con la historia y persona de Cristo, en la búsqueda paciente de la verdad. Es el afán de verdad lo que promueve la fe cristiana. “El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo el nuevo Adán manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación” (GS 22). “La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo”[1]. En el contexto de una cultura neopagana el hombre sigue buscando el signo de una esperanza alegre y generosa, como norma inspiradora de todo auténtico progreso que forja una convivencia de todos en caridad que nos compromete a edificar el presente y proyectar el futuro desde la verdad auténtica del hombre, desde la libertad que respeta esa verdad y desde la justicia para todos. A esto nos compromete la Navidad con la alegría de los villancicos y sin el agobio del consumismo. Nuestro mañana reflejará la esperanza del hoy.

Exhortación para la Navidad

Como os escribía la pasada Navidad, no amortigüemos las consecuencias del mensaje de Jesús sobre los almohadones de nuestros prejuicios y sentimentalismos. Llevemos a las personas necesitadas material y espiritualmente la Luz que brilló en Belén, ofreciéndoles nuestra ayuda. Por mi parte quiero llegar a vuestros hogares y proclamaros ese gran anuncio de esperanza cristiana: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Pido al Niño Dios que bendiga a todas las familias, en especial a las que en estas fechas el recuerdo de las personas queridas se trasluce en tristeza. ¡Feliz Navidad a todos!

Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] BENEDICTO XVI, Spe salvi, nº 26 y 27.

 

Fuente: archicompostela.es

En el Día de los Abuelos, el arzobispo nos recuerda en su Carta Pastoral lo importantes que son.

 

El arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor D. Julián Barrio, ha escrito una Carta Pastoral, ante el Día de los Abuelos, que la archidiócesis compostelana festejará el próximo día 26 de julio, lunes.

En su carta, D. Julián nos insta a poner en valor a los abuelos que como señala son «el gran crisol del amor de la familia», «testigos del pasado e inspiradores de sabiduría para las nuevas generaciones». Y también nos recuerda «a tantos abuelos que murieron en la pandemía» asegurando que «son muchos los nietos que, en este Año Santo Compostelano, los llevan en su corazón haciendo el camino de Santiago por ellos».

Texto íntegro de la Carta Pastoral:

 

En el Día de los Abuelos. Julio 2021

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En este Año Santo Compostelano y con tantos sentimientos en esta historia del coronavirus recordamos a tantos abuelos que murieron en la pandemia. Son muchos los nietos que los llevan en su corazón haciendo el camino de Santiago por ellos.

No ignoramos lo importantes que son los abuelos, “testigos del pasado e inspiradores de sabiduría para las nuevas generaciones”, en la formación y en la educación dentro de la escuela familiar donde son maestros de la comprensión y del afecto, de la fe y de la oración, en el aconsejar y en el consolar. Es una imagen entrañable encontrar a los abuelos por nuestras calles acompañando a los nietos, ya sea camino a casa, a la Iglesia o al colegio, o sencillamente dando un paseo. Una imagen llena de serenidad y ternura, de confianza y esperanza. Es el horizonte donde se forja una nueva convivencia y cultura humana, uniendo el pasado y el presente, la experiencia y la curiosidad, la sabiduría y el afán de aprender.

Los abuelos son el gran crisol del amor de la familia. En este escenario  desempeñan un papel importante, y no deben ser considerados como un peso inútil, ni tampoco deben ser contemplados sólo como “objeto de atención, cercanía y servicio”. Es preciso valorar su presencia como transmisores de una sabiduría que va más allá de una simple cultura. En la historia de todos los pueblos y en el sentir de todas las generaciones, están aureolados por el prestigio y rodeados de veneración.

Acogerles y mostrarles nuestra solidaridad más allá de todo deber, lo hemos de sentir como una necesidad. Es preciso ofrecerles todo nuestro apoyo, colaborando a su calidad de vida. En sus ojos cansados pero oteando siempre nuevos horizontes, encontramos esa chispa de viveza que nos descubre una existencia profunda y serena. En su rostro surcado por las arrugas, fruto de un largo bregar, descubrimos tristezas y esfuerzos que van a dar a la mar de un alma tranquila y confiada. En sus palabras tejidas con la mente y el corazón se nos ofrece el consejo tantas veces pensado en el ámbito misterioso de sus soledades. No busquemos en ellos las flores de la primavera,  exuberantes y vistosas, sino los frutos sazonados del otoño, que se manifiestan con lucidez.

En los abuelos percibimos la paz y la armonía que las destroza no el dolor sino el desamor. Ayudemos a nuestros abuelos no a recordar sino a seguir viviendo mientras caminan hacia la plenitud de la felicidad. Los encomendamos a San Joaquín y a Santa Ana, abuelos de Jesús.

Con afecto pastoral y bendición en el Señor,

 

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Santiago

 

Fuente: archicompostela.es