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La Iglesia española se une, el 31 de mayo, a la oración mariana por el Sínodo

 

La Iglesia española se une, el 31 de mayo, a la oración mariana por el Sínodo, en el día en el que se celebra la memoria litúrgica de la Visitación de la Virgen María. Con esta iniciativa se suman a la invitación de la Secretaría General del Sínodo,

La Comisión Episcopal para la Liturgia ha preparado esta oración mariana:

 

 

En nuestra Diócesis de Santiago de Compostela tendrá lugar la Oración Mariana por el Sínodo en Iria flavia, Pastoriza de A Coruña y Santuario de Amil. En todos estos templos, a las 19:00 h., presidirán los Vicarios en cada una de sus circunscripciones. Se invita a participar a todos los fieles.

 

Documento final del Sínodo 2021-2024 de la Asamblea Continental Europea

Se adjunta el texto del Documento Final de la Asamblea Continental Europea, en Praga, en la traducción en español, que ha realizado la Editorial EDICE de la CEE.
La traducción del texto tiene como finalidad que este Documento se trabaje en los diferentes grupos sinodales de la Iglesia en España, y tras dedicarle un tiempo de lectura sosegada, se pueda compartir los ecos, mociones e inspiraciones que el Espíritu Santo nos suscite.

El dossier que ofrece la editorial EDICE  recoge, además, los diversos documentos finales de la Asamblea Continental Europea que tuvo lugar en Praga: las consideraciones finales, que constituyen una especie de resumen ejecutivo del Documento final, que es más extenso; así como las enmiendas al documento recogidas por escrito tras el intercambio asambleario. También incluye la Nota final de los obispos, aprobada en la sesión final del Encuentro de los Presidentes de las Conferencias Episcopales, el 11 de febrero de 2023.

 

Se puede leer y descargar aquí:

 

 

“La sinodalidad nos invita a dejarnos abrir a la novedad”

 

Testimonio de D. Luis Manuel Romero Sánchez, Representante de la Delegación Española en la Asamblea Continental Europea del Sínodo 2021 2024 en Praga.

 

En primer lugar, me gustaría afirmar que mi participación en la Asamblea Continental Europea en Praga (5-9 febrero 2023), ha sido una experiencia personal inolvidable, al tener la oportunidad de compartir la fe con personas (obispos, sacerdotes, vida consagrada y laicos) de otras iglesias de Europa.

Pienso que el solo hecho de habernos encontrado, conocido, escuchado, dialogado abiertamente y haber realizado un ejercicio de discernimiento comunitario, es la más importante puesta en práctica de sinodalidad.

Ahora bien, las aportaciones realizadas por las delegaciones, los trabajos en grupo y en las plenarias han sido sumamente interesantes y siento que han ido muy sintonía con la Síntesis que aportamos la delegación española.

En estos días, hemos descubierto que en Europa hay una gran diversidad, tensiones e interrogantes, que no deben ser interpretados de modo negativo, sino como una realidad que nos interpela para ir recorriendo un camino juntos, con el objetivo de subrayar la unidad frente a la diversidad, sin caer en la uniformidad.

 

 

La sinodalidad es un modo de ser Iglesia, un estilo de vida, que debe atravesar todas nuestras acciones pastorales, y que nos llama a crecer en comunión, a ser una Iglesia más inclusiva, a vivir la corresponsabilidad de todos los que formamos parte del pueblo de Dios. De un modo particular, en estos días, se ha insistido en el hecho de que hay que superar el clericalismo y dar mayor participación a los laicos, a la mujer y a los jóvenes, en la toma de decisiones eclesiales. Y el fundamento de la corresponsabilidad es el sacramento del bautismo, por el que todos somos iguales en la Iglesia.

 

 

Constatamos que nos falta el ardor misionero para transmitir una fe más atrayente, manteniendo la Tradición, pero con un espíritu renovado, porque existe una fractura entre fe y cultura actual, y como Iglesia no estamos respondiendo a los signos de los tiempos, que incluyen el grito de los más pobres y marginados.

 

 

En síntesis, me voy de Praga con ilusión y esperanza, porque he percibido en la Iglesia que peregrina en Europa un auténtico deseo de crecer en sinodalidad, aunque pienso que este camino no ha hecho más que comenzar.

 

 

 

Luis Manuel Romero Sánchez,

Representante de la Delegación Española en Praga

 

 

 

Noticia extraída de: religiondigital.org

 

Comunicado Asamblea Continental Europea del Sínodo

 

Conclusiones de la Asamblea continental europea del Sínodo que ha reunido en Pragadel 5 al 9 de febrero, a 200 delegados en representación de las distintas Conferencias Episcopales de Europa. Además de las conclusiones que se hacen públicas ahora, próximamente se conocerá el documento final definitivo. Tras esta primera fase de la Asamblea, continúan reunidos, hasta el 12 de febrero, los presidentes de las Conferencias Episcopales de Europa.

 

 

El secretario del Equipo sinodal de la Conferencia Episcopal Española, Luis Manuel Romero, y la presidenta del Foro de Laicos y también miembro de este equipo, Dolores García Pi, han sido los encargados de presentar en Praga la Síntesis de la Iglesia en España para esta asamblea continental.

 

Presentación de la Síntesis de la Iglesia española en Praga

 

Texto íntegro de las conclusiones:

 

Hemos vivido cuatro días de escucha y diálogo a partir de las resonancias suscitadas por el Documento de Trabajo para la Etapa Continental en las Iglesias de las que venimos. Como Asamblea Continental Europea, nos damos cuenta de que hemos tenido una experiencia profundamente espiritual a través del método sinodal.

Damos gracias al Espíritu que nos guió por el don recibido y aquí queremos compartirlo. Profundizamos en las intuiciones que las comunidades eclesiales de nuestro continente han adquirido a través del proceso sinodal, así como en las tensiones e interrogantes que enfrentan las Iglesias europeas [1] . Sobre todo, volvimos a sentir el dolor de las heridas que marcan nuestra historia reciente, comenzando por las que la Iglesia ha infligido a través de los abusos perpetrados por personas que estaban ejerciendo un ministerio u oficio eclesial. Hemos mencionado varias veces la violencia despiadada de la guerra de agresión que desfigura a Ucrania. Pensamos en las víctimas del terremoto que asoló Turquía y Siria.

Nuestro trabajo ha sido rico y apasionanteaunque no exento de problemas y dificultades. Nos ha permitido mirar a los ojos a la Iglesia en Europa, con todos los tesoros de las dos grandes tradiciones latina y oriental que la componen. Con una conciencia que ha ido creciendo a lo largo de la Asamblea, sentimos hoy que podemos afirmar que nuestra Iglesia es hermosa, mostrando una variedad que es también nuestra riqueza. Sentimos que la amamos aún más, a pesar de las heridas que ha infligido, por las que necesita pedir perdón para poder avanzar en la reconciliación, la curación de la memoria y la acogida de los heridos. Estamos convencidos de que estos sentimientos también llenan el corazón de todas las personas que se han involucrado en el camino del Sínodo 2021-2024 desde septiembre de 2021.

A lo largo de los días de Asamblea pasamos por una experiencia espiritual de que es posible encontrarse, escucharse y dialogar a partir de nuestras diferencias y más allá de los muchos obstáculos, muros y barreras que nuestra historia pone en nuestro camino. Necesitamos amar la variedad dentro de nuestra Iglesia y apoyarnos unos a otros en la estima mutua, fortalecidos por nuestra fe en el Señor y el poder de su Espíritu.

Por eso queremos seguir caminando en estilo sinodal: más que una metodología, la consideramos un modo de vida de nuestra Iglesia, de discernimiento comunitario y de discernimiento de los signos de los tiempos. En concreto, queremos que esta Asamblea Continental no se quede en una experiencia aislada, sino que se convierta en una cita periódica, basada en la adopción general del método sinodal que impregne todas nuestras estructuras y procedimientos a todos los niveles. En este estilo, será posible abordar los temas en los que nuestros esfuerzos necesitan madurar e intensificarse: el acompañamiento de los heridos, el ‘protagonismo’ de los jóvenes y mujeres, el aprendizaje de las personas marginadas, etc.

El estilo sinodal también nos permite abordar las tensiones desde una perspectiva misionera, sin dejarnos paralizar por el miedo, pero sacando de ellas la energía para continuar el camino. Dos en particular han surgido en nuestro trabajoEl primero favorece la unidad en la diversidad, escapando a la tentación de la uniformidad. El segundo vincula la disponibilidad para acoger como testimonio del amor incondicional del Padre por sus hijos con la valentía de anunciar la verdad del Evangelio en su totalidad: es Dios quien promete “El amor y la verdad se encontrarán” (Sal 85, 11). .

Sabemos que todo esto es posible porque lo hemos experimentado durante esta Asamblea, pero más aún porque la vida de las Iglesias de las que venimos da testimonio de ello. Estamos pensando aquí en particular en el diálogo ecuménico, que ha tenido un fuerte eco en nuestro trabajo, y también en el diálogo interreligioso. Pero, sobre todo, creemos que es posible porque se trata de la gracia: construir una Iglesia cada vez más sinodal es un camino para concretar la igualdad en dignidad de todos los miembros de la Iglesia, fundada en el bautismo. Nos configura como hijos de Dios y miembros del cuerpo de Cristo, corresponsables de la única misión de evangelización encomendada por el Señor a su Iglesia.

Confiamos en que la continuación del Sínodo 2021-2024 pueda apoyarnos y acompañarnos, en particular abordando a nivel de Asamblea Sinodal algunas prioridades:

  • profundizar la práctica, la teología y la hermenéutica de la sinodalidad. Tenemos que redescubrir algo que es antiguo, pertenece a la naturaleza de la Iglesia y es siempre nuevo. Esta es una tarea para nosotros. Estamos dando los primeros pasos de un camino que se abre a medida que lo recorremos;
  • abordar la cuestión de una Iglesia todo ministerial, como horizonte de una reflexión sobre los carismas y ministerios (ordenados y no ordenados) y las relaciones entre ellos;
  • explorar las formas de un ejercicio sinodal de la autoridad, es decir, el servicio de acompañar a la comunidad y salvaguardar la unidad;
  • aclarar los criterios de discernimiento sobre el proceso sinodal y qué decisiones pertenecen a qué nivel, desde lo local hasta lo universal.
  • tomar decisiones concretas y valientes sobre el papel de la mujer dentro de la Iglesia y sobre su mayor participación a todos los niveles, también en la toma de decisiones y en los procesos de toma de decisiones;
  • considerar las tensiones en torno a la liturgia, para volver a comprender sinodalmente la Eucaristía como fuente de comunión;
  • promover la formación para la sinodalidad de todo el Pueblo de Dios, con especial atención al discernimiento de los signos de los tiempos con vistas al cumplimiento de la misión común;
  • renovar un sentido vivo de misión, salvando la brecha entre fe y cultura para llevar el Evangelio de vuelta al sentir de las personas, encontrando un lenguaje capaz de articular tradición y aggiornamento, pero sobre todo, caminando con las personas en lugar de hablar de ellas o para ellas. El Espíritu nos pide que escuchemos el grito de los pobres y de la tierra en Europa, y en particular el grito desesperado de las víctimas de la guerra que reclaman una paz justa.

Amar a la Iglesia, la riqueza de su diversidad, no es una forma de sentimentalismo por sí mismo. La Iglesia es bella porque el Señor quiere que lo sea en vista de la tarea que le ha encomendado: anunciar el Evangelio e invitar a todas las mujeres y hombres a entrar en la dinámica de comunión, participación y misión que constituye su razón de ser, animados por la vitalidad perenne del Espíritu. Construir nuestra Iglesia europea significa, pues, renovar nuestro compromiso de realizar esta misión, también en nuestro continente, en una cultura marcada por las múltiples diversidades que conocemos.

¡Encomendamos la continuación de nuestro camino sinodal a los Santos Patronos y mártires de Europa!

 ¡Adsumus Sancte Spiritus !

[1] De este trabajo se dará cuenta de un documento más articulado que será enviado a la Secretaría General del Sínodo como contribución a los próximos pasos del proceso sinodal, y principalmente a la redacción del Instrumentum laboris de la Asamblea sinodal que se está llevando a cabo. en octubre. Junto con mucha información sobre nuestro trabajo y grabaciones en video de todas las sesiones plenarias, este documento estará disponible en el sitio web de la Asamblea Continental de Praga, https://prague.synod2023.org, y en los sitios web de las Conferencias Episcopales. que deseen hacerlo público en los diferentes idiomas nacionales.

 

Nota: Traducción no oficial.

 

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Fuente: conferenciaepiscopal.es

Síntesis definitiva de la Iglesia en España para la Etapa Continental Europea del Sínodo 2021 2024

La Asamblea continental europea del Sínodo 2021-2024 convoca a 200 delegados en representación de las distintas Conferencias Episcopales de Europa. Encabezan las delegaciones sus 39 presidentes. A ellos se suman otros 390 participantes que entrarán a distancia. También están en la Asamblea algunos delegados de otras confesiones cristianas. Este encuentro se divide en dos fasesdel 5 al 9 de febrero participan todos los delegados y del 9 al 12, sólo los presidentes de las Conferencias Episcopales.

En representación de la Conferencia Episcopal Española están en Praga el presidente, cardenal Juan José Omella; el obispo coordinador del Equipo sinodal, Mons. Vicente Jiménez; el secretario del Equipo sinodal, el sacerdote Luis Manuel Romero; la Hna. María José Tuñón, ACI, como responsable de la Vida consagrada y miembro del Equipo sinodal; y Dolores García Pi, presidenta del Foro de Laicos y también miembro del Equipo sinodal de la CEE.

 

En este encuentro van a presentar la Síntesis definitiva de la propuesta de la Iglesia en España para esta asamblea continental. Este texto recoge las aportaciones que han enviado las diócesis, movimientos, congregaciones y distintos grupos en relación al documento enviado por la Secretaría del Sínodo el pasado mes de septiembre. Además, se han incorporado las sugerencias que salieron del encuentro del pasado sábado, 28 de enero, en la sede de la CEE.

 

 

 

SÍNTESIS  PARA LA ETAPA CONTINENTAL EUROPEA
(Texto definitivo e íntegro)

 

Introducción

La pregunta fundamental que guía todo el proceso sinodal es «¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo con la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?»; tampoco podemos olvidar el lema que inspira los trabajos: «comunión, participación y misión».

Sobre la base de esta doble premisa, el pueblo de Dios que peregrina en España (pastores, vida consagrada y laicos) ha llevado a cabo la recepción del Documento de trabajo para la etapa continental(DEC), «Ensancha el espacio de tu tienda» (Is 54,2). Este documento se ha dado a conocer a los grupos sinodales que participaron en la fase diocesana y han realizado aportaciones las diócesis, la vida consagrada, los movimientos y asociaciones laicales.

El Equipo Sinodal de la Conferencia Episcopal Española ha realizado un esfuerzo de síntesis, siendo fieles a las aportaciones recibidas e intentando reordenar las propuestas para integrarlas en el esquema que pidió la Secretaría General del Sínodo, respondiendo a las tres preguntas que se encuentran en el DEC (106).

Aunque el tiempo para la reflexión y el trabajo diocesano en esta etapa continental ha sido corto y la participación menor que en la fase anterior, la experiencia y el camino recorridos hasta el momento permiten afirmar que la sinodalidad avanza en nuestra Iglesia, pasando de concebirse como una teoría o un concepto abstracto, a entenderse como una realidad que favorece la comunión.

El proceso sinodal no ha llegado a su fin, sino que este modo de ser Iglesia debe continuar configurando todas nuestras acciones pastorales para hacer realidad la vocación de la Iglesia, que es la evangelización, el anuncio explícito de Jesucristo.

            1. ¿Qué intuiciones resuenan más fuertemente con las experiencias y realidades concretas de la Iglesia? ¿Qué experiencias parecen nuevas o iluminadoras?

El DEC ha sido acogido muy positivamente en nuestras distintas realidades eclesiales. Somos conscientes de que no estamos ante un documento magisterial y de que tampoco se trata de un documento definitivo, pero percibimos que recoge en esencia las esperanzas y preocupaciones del pueblo de Dios.

La imagen bíblica de la tienda nos parece muy sugerente e iluminadora como símbolo de lo que estamos llamados a ser: una Iglesia en salida, integrada por personas diversas y plurales que, desde el deseo de ser cada día más acogedora, pero sin olvidar el fundamento de la unidad, abra sus puertas y se haga presente, bajo la guía del Espíritu Santo, en aquellos espacios donde es necesaria.

Resuena como una intuición compartida la valoración positiva de la propia experiencia del camino realizado hasta ahora. Un camino que vamos recorriendo con ilusión, esperanza y alegría, aunque no faltan actitudes de escepticismo, miedo e incluso rechazo, por la novedad que significa en sí misma la experiencia de escuchar, dialogar y, en general, caminar juntos.

El proceso sinodal es un don del Espíritu Santo, verdadero protagonista de este camino, que nos llama a la escucha activa, al diálogo profundo y al discernimiento comunitario a través de la metodología de la conversación espiritual; por eso, puede ayudarnos eficazmente en la tarea de abordar la solución de algunas de las carencias que observamos en la Iglesia.

Intuimos también que, para caminar juntos, es necesaria en cada uno de los miembros de la Iglesia una continua conversión personal, desde el encuentro con Jesucristo, la escucha de la palabra de Dios, la oración y los sacramentos, destacando la centralidad de la eucaristía.

El proceso sinodal está ayudando a tomar conciencia de la dignidad común de todos los bautizados (cf. LG 32)y la necesidad de revitalizarla, para crecer en corresponsabilidad y sentido de pertenencia a la Iglesia. Todo esto se percibe con mayor fuerza en el laicado, pero también aparece en los pastores y en la vida consagrada.

Sigue resonando con intensidad la invitación a ser una Iglesia en salida, en el contexto de la secularización que vivimos en Europa y en España, lo cual nos lleva a priorizar el Primer Anuncio. Además, se subraya el anhelo de una Iglesia misionera, de puertas abiertas, donde se escuche el grito de los más pobres y vulnerables, sin olvidar el clamor de la tierra.

Una experiencia novedosa ha sido la gran coincidencia en la importancia del ecumenismo y del diálogo interreligioso, que amplía el espacio de nuestra tienda, la Iglesia.

Se aprecia también el valor de la religiosidad popular y el papel fundamental que debe tener la pastoral familiar, así como la pastoral de los mayores y ancianos.

En líneas generales, el proceso sinodal está siendo una luz del Espíritu Santo que nos alienta a crecer en fidelidad creativa, caminando juntos, desde la escucha activa, para que vayamos pasando de una Iglesia de mantenimiento a una Iglesia misionera.

2. ¿Qué tensiones o divergencias sustanciales surgen como particularmente importantes? En consecuencia, ¿cuáles son las cuestiones e interrogantes que deberían abordarse y considerarse en las próximas fases del proceso?

El DEC nos invita a imaginar la Iglesia como tienda del encuentro, espacio de acogida, familia, casa y hogar de todos. Esta definición expresa dinamismo, flexibilidad, apertura, aunque también fragilidad. Lo hemos experimentado en este «tiempo de gracia» y ello nos ha permitido identificar tensiones en el camino recorrido.

Detectamos que las mismas polarizaciones existentes en la sociedad laten en el seno de la Iglesia: la polarización entre diversidad y unidad y necesidad de diálogo (entre nosotros, a nivel ecuménico y con la sociedad); la polarización entre tradición y renovación (particularmente en la liturgia y en el lenguaje); la polarización entre Iglesia piramidal e Iglesia sinodal (que se manifiesta en nuestras estructuras).

El trinomio «comunión, participación y corresponsabilidad» aparece repetidamente en las aportaciones, admitiéndose que existen impedimentos para crecer en ellos, particularmente por las resistencias de algunos pastores y la pasividad de algunos laicos. Se detecta con fuerza la tensión del clericalismo que lleva a confundir el servicio con el poder. Un primer paso para abordarlo es la formación en los seminarios y noviciados y la que reciben los laicos.

Nos duelen las distancias que se aprecian entre los miembros del pueblo de Dios de distintas vocaciones; también la soledad con la que viven su vocación algunos hermanos sacerdotes y religiosos. Ello nos lleva a insistir en la necesidad de conocernos para amarnos, escucharnos para comprendernos, acompañarnos para crecer en comunión.

Gracias al camino recorrido en estos meses podemos afirmar que la sinodalidad va tomando forma poco a poco en la vida de nuestras Iglesias particulares, aunque no faltan divergencias sobre su comprensión y actuación, que se expresan en desconfianza, escepticismo, miedo, desinterés, confusión e incluso obstaculización. Se manifiesta un deseo de participación real del pueblo de Dios en la vida y en la toma de decisiones en la Iglesia, que se topa con evidentes limitaciones estructurales. De ahí la petición de que los organismos sinodales no sean meramente consultivos, sino lugares donde las decisiones se tomen sobre la base de procesos de discernimiento comunitario.

Al mismo tiempo que señalamos haber realizado una escucha atenta y profunda que se convierte en acogida, enraizada en la Palabra y en el seguimiento de la voz del Espíritu Santo, también asumimos la dificultad —y, en ocasiones, el rechazo— al encuentro con lo diverso, lo diferente, especialmente cuando puede causar escándalo o incomodidad.

Desde esta perspectiva de la acogida, se mencionan cuestiones muy diferentes: las situaciones de pobreza y exclusión social, las personas con discapacidad o con diversidad funcional, el mundo de la inmigración, las personas con diversas situaciones familiares, afectivas o sexuales, o aquellos que se alejaron de la Iglesia o que nunca formaron parte de ella.

También se expresa la tensión entre el sentido de pertenencia a la Iglesia y la propia realidad personal o, más en general, la separación entre la fe y la vida. Esta situación nos cuestiona sobre la relación entre acogida y fidelidad a la doctrina y magisterio de la Iglesia.

El escándalo de los abusos sexuales también provoca tensión: reconocer el mal causado, reparar a las víctimas, aumentar la protección y avanzar hacia una total transparencia, son algunos aspectos importantes que hemos de seguir cuidando para sanar esta herida y reconstruir la confianza y la credibilidad de la Iglesia.

Muy relevante resulta el contraste que se expresa en relación con el papel de la mujer: se manifiesta de modo recurrente el deseo de que se le tenga en cuenta en la vida de la Iglesia, pero en la práctica no está siendo así y está costando mucho avanzar en esta dirección.

Asimismo, se reitera insistentemente la escasa participación de los jóvenes en el proceso sinodal y en la vida de la Iglesia. Nos sentimos interpelados a preguntarnos por el motivo de su ausencia, a aprender a escucharles, a modificar el modo de comunicar el mensaje del Evangelio, que ha de ser creativo, comprensible, integrador y generador de diálogo intergeneracional.

Finalmente, siendo cierto que se precisa y demanda una mayor formación litúrgica, también es clara la llamada a que se muestre la relación de la liturgia con la vida, de tal modo que se encarne en nuestra realidad personal y comunitaria, por medio de una renovación de las formas y del lenguaje que propicien una mayor participación de todo el pueblo de Dios.

3. Mirando lo que surge de las dos preguntas anteriores, ¿cuáles son las prioridades, los temas recurrentes y las llamadas a la acción que pueden ser compartidas con las Iglesias locales de todo el mundo y discutidas durante la primera sesión de la Asamblea Sinodal en octubre de 2023?

La participación en el proceso sinodal nos ha hecho sentirnos llamados a la acción —desde la conciencia de la propia vocación y la complementariedad con el resto de vocaciones—, en un doble sentido.

En primer lugar, respecto a la «forma», partiendo de la positiva experiencia que estamos viviendo, resulta imprescindible en el momento presente estructurar la sinodalidad. Hemos de lograr que cale en nosotros —obispos, sacerdotes, diáconos, vida consagrada y laicos— y en nuestras parroquias y comunidades de referencia la necesidad de caminar juntos, de escucharnos, dialogar y de discernir a la luz del Espíritu sobre las diferentes cuestiones que se nos suscitan, desde un correcto entendimiento de lo que es y significa la sinodalidad. Este camino compartido permitirá reforzar y mejorar los espacios sinodales existentes, ir superando algunas de las tensiones que se han percibido en el proceso —como el clericalismo, las divisiones internas, los prejuicios, la ausencia de diálogo— y, al mismo tiempo, generar comunión entre nosotros y mostrar nuestra unidad allí donde nos hacemos presentes.

En segundo lugar, respecto al «fondo», urge resituar en el momento presente la misión de la Iglesia en el mundo en un contexto secularizado. Resulta necesario revitalizar el papel de la Iglesia en el espacio público y renovar su compromiso con la justicia, los procesos de construcción de la paz y la reconciliación, los derechos humanos, el cambio social, el mundo de la cultura, del trabajo y la cuestión ecológica. En definitiva, seguir avanzando hacia una Iglesia en salida con una clara identidad misionera en todos sus proyectos, propuestas y acciones.

En coherencia con esto, vemos que no se trata de cambiar la misión ni el ser de la Iglesia, sino de actualizarla, de que cada uno de nosotros la hagamos propia en el momento presente, en función de nuestra condición y responsabilidad y desde una espiritualidad de comunión. En este sentido, se perciben con fuerza como prioridades específicas que han de ser objeto de ulterior discernimiento en la Asamblea Sinodal las siguientes:

1.- Potenciar la acogida en nuestras comunidades, particularmente a los bautizados que no participan activamente de la vida de la Iglesia y a cuantos se sienten excluidos por su procedencia, situación afectiva, orientación sexual u otros motivos. Hemos de buscar que las comunidades eclesiales sean espacios integradores desde los que acompañemos a los hombres y mujeres de hoy en sus anhelos y necesidades, compartiendo con ellos la belleza de la fe que profesamos.

2.- Impulsar la corresponsabilidad, real y efectiva, del pueblo de Dios, superando el clericalismo, que empobrece nuestro ser y misión, y potenciando el acompañamiento por parte de sacerdotes, miembros de la vida consagrada y laicos. En este sentido, es importante promover los ministerios laicales.

3.- Reconocer definitivamente el papel de la mujer en la Iglesia y fomentar su participación, plena y en condiciones de igualdad, desde la común dignidad bautismal, en todos los niveles de la vida eclesial y, en particular, en el gobierno de las instituciones, invitándose a un discernimiento sin miedo.

4.- Favorecer el acompañamiento de los jóvenes en el momento y circunstancias que cada uno de ellos vive y buscar el modo de articular su integración y participación en nuestras comunidades eclesiales como prioridad pastoral, suscitando asimismo procesos catequéticos con niños y adolescentes.

5.- Dinamizar la formación integral en las cuestiones fundamentales de nuestra fe, específicamente en materia de doctrina social de la Iglesia y moral —también sobre la propia sinodalidad– de tal forma que anime a una mayor coherencia de vida y conduzca a una mayor presencia pública evangelizadora y transformadora de la realidad social.

6.- Fomentar el diálogo con el mundo y la cultura, con otras confesiones religiosas y con la increencia, mejorando la capacidad de escucha y también la comunicación, desde la crítica constructiva en el seno de la propia Iglesia y hacia la sociedad actual.

7.- Cuidar la liturgia a través de la formación, de la actualización del lenguaje y de una mayor comprensión de sus ritos y contenidos, como expresión de una fe viva, consciente y activa.

En definitiva, estamos convencidos de que la clave y fundamento de todas nuestras acciones, anhelos y propuestas debe ser la conversión personal y comunitaria y la comunión con Cristo, entre nosotros y con nuestros hermanos. Es fundamental el encuentro con Jesucristo, que nos lleva a un cambio personal que, posteriormente, influye en la renovación de la vida comunitaria y en la transformación de la sociedad. La comunión es previa a la participación y nos anima a la misión.

Sabemos que estas prioridades encierran grandes desafíos para la Iglesia y exigen un profundo discernimiento que permita unir renovación con tradición, actualización del mensaje evangélico con la fidelidad a Jesucristo. En cualquier caso, todo cuanto estamos experimentando y viviendo con este proceso sinodal, con independencia del resultado final del ejercicio de discernimiento que ha de llevarse a cabo en las siguientes fases, resulta muy valioso en sí mismo para la Iglesia en España, por los frutos que está generando.

Pedimos al Espíritu Santo que ilumine a todos y, en particular, a cuantos participarán en la Asamblea continental europea y en la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, para que sepamos responder a lo que él espera de todos y cada uno de nosotros en esta hora del mundo y de la Iglesia.

 

 

Fuente: conferenciaepiscopal.es

 

 

Asamblea de la CEE sobre la Etapa continental del Sínodo sobre la sinodalidad. Participación de nuestra archidiócesis.

 

El sábado 28 de enero tuvo lugar en Madrid la Asamblea de la Conferencia Episcopal Española, dentro de la etapa continental del Sínodo sobre la sinodalidad. El arzobispo de Santiago de Compostela, mons. Julián Barrio, y el vicedelegado de apostolado seglar de la Diócesis, Alfredo Losada, participaron en este encuentro.

A destacar dos saludos iniciales, que en cualquier otra ocasión podrían pasar desapercibidos, pero que por su ardor evangélico y su pasión sonaron a impulso misionero.

El cardenal Omella resaltó el momento histórico apasionante del sínodo convocado por el papa Francisco, haciendo una similitud entre el proceso sinodal iniciado y el Camino de Santiago, con la alegría de caminar juntos, pero al mismo tiempo resulta costoso.

El presidente de la CEE insistió en que el Espíritu Santo es como el pegamento que nos une, y que nos hace agentes de comunión, y aunque hay resistencias y voces contrarias, las voces no hunden, no puede hundirse Jesús en el lago del mundo.

Asimismo, mostró una adhesión plena y manifiesta a caminar con el sucesor de Pedro.

También monseñor Luis Marín, subsecretario de la secretaria del Sínodo, llamó la atención sobre el tiempo de esperanza que vivimos, siendo la sinodalidad un proceso hacia la coherencia como cristianos y un impulso a la misión.

Animó a recuperar la fraternidad cristiana, que emana del bautismo, y que el insulto, la agresividad y el desprecio atentan contra la comunión, de ahí que afirmase que la revolución pendiente en la Iglesia es la del amor, concluyendo con el imperativo: sed valientes, sed generosos.

Posteriormente, laicos del equipo sinodal de la CEE presentaron un documento de síntesis para la etapa continental europea, fruto de las síntesis enviadas por casi todas las Diócesis españolas.

 

 

Se destacaron las siguientes prioridades: potenciar la acogida en nuestras comunidades, de forma que sean espacios integradores; promover la corresponsabilidad, real y efectiva, del pueblo de Dios, superando el clericalismo; reconocer definitivamente el papel de la mujer en la Iglesia y fomentar su participación en todos los niveles de la vida eclesial; articular la integración y participación de los jóvenes en nuestras comunidades; dinamizar la formación en cuestiones fundamentales de nuestra fe, específicamente en materia de doctrina social de la Iglesia; fomentar el diálogo con el mundo y la cultura; cuidar la liturgia como expresión de una de viva, consciente y activa.

A media mañana hubo una reunión en 12 grupos, donde se subrayaron aspectos de la síntesis y se comentaron aspectos a matizar o lagunas detectadas, realizándose esta tarea mediante el método de la conversación espiritual.

Destacar la apreciación de que la sinodalidad es un don del Espíritu y como tal debemos acogerlo, así como que el proceso sinodal debe llevar a que personas y estructuras eclesiales se dinamicen con espíritu de corresponsabilidad real. Además, destacar la importancia de que la comunión debe llevar a la misión, a la construcción del reino.

 

Alfredo Losada

Subdelegado de Apostolado Seglar y Coordinador diocesano del Sínodo de la Archidiócesis de Santiago de Compostela

 

 

Síntesis de la propuesta de la Iglesia en España para la asamblea continental

 

El Equipo sinodal de la CEE presentó este sábado, 28 de enero de 2023, el texto síntesis con las aportaciones que han enviado las diócesis, movimientos, congregaciones y distintos grupos en relación al documento enviado por la Secretaría del Sínodo el pasado mes de septiembre.

Lo hizo en la sede de la CEE en una reunión en la que participaron más de 100 asistentes, entre los que se encontraban los obispos miembros de la Comisión Permanente; 1 grupo de miembros de la Vida Consagrada y de movimientos laicales y un representante de cada equipo sinodal de las diócesis españolas.

Con este texto se preparará la síntesis final que se enviará a la Asamblea continental del Sínodo.

 

Introducción

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La pregunta fundamental que guía todo el proceso sinodal —conviene recordarlo— es «¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?»; tampoco podemos olvidar el lema que inspira los trabajos: «comunión, participación y misión».

Sobre la base de esta doble premisa, el pueblo de Dios que peregrina en España (pastores, vida consagrada y laicos) ha llevado a cabo la recepción del Documento de trabajo para la etapa continental(DEC), «Ensancha el espacio de tu tienda» (Is 54,2). Este documento se ha dado a conocer a los grupos sinodales que participaron en la fase diocesana y han realizado aportaciones las diócesis, la vida consagrada, y movimientos y asociaciones laicales.

El equipo sinodal de la Conferencia Episcopal Española hemos realizado un esfuerzo de síntesis, siendo fieles a las aportaciones recibidas e intentando reordenar las propuestas para integrarlas en el esquema que pidió la Secretaría General del Sínodo, respondiendo a las tres preguntas que se encuentran en el DEC, 106.

Aunque el tiempo para la reflexión y el trabajo diocesano en esta etapa continental ha sido corto y la participación menor que en la fase anterior, la experiencia y el camino recorridos hasta el momento permiten afirmar que la sinodalidad avanza en nuestra Iglesia que peregrina en España, pasando de concebirse como una teoría o un concepto abstracto, a entenderse como una realidad que favorece la comunión.

El proceso sinodal no ha llegado a su fin, sino que este modo de ser Iglesia debe continuar configurando todas nuestras acciones pastorales para hacer realidad la vocación de la Iglesia, que es la evangelización, el anuncio explícito de Jesucristo.

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            1. ¿Qué intuiciones resuenan más fuertemente con las experiencias y realidades concretas de la Iglesia? ¿Qué experiencias parecen nuevas o iluminadoras?

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El DEC ha sido acogido muy positivamente en nuestras distintas realidades eclesiales. Somos conscientes de que no estamos ante un documento magisterial y de que no se trata de un documento definitivo, pero percibimos que recoge en esencia las esperanzas y preocupaciones del pueblo de Dios.

La imagen bíblica de la tienda nos parece muy sugerente e iluminadora como símbolo de lo estamos llamados a ser: una Iglesia en salida, integrada por personas diversas y plurales que, desde el deseo de ser cada día más acogedora, pero sin olvidar el fundamento de la unidad, abra sus puertas y se haga presente, bajo la guía del Espíritu Santo.

Resuena como una intuición compartida la valoración positiva de la propia experiencia del camino realizado hasta ahora. Un camino que vamos recorriendo con ilusión, esperanza y alegría, aunque no faltan actitudes de escepticismo, miedo e incluso rechazo, por la novedad que significa en sí misma la experiencia de escuchar, dialogar y, en general, caminar juntos.

El proceso sinodal no debemos concebirlo como la solución a los problemas que la Iglesia tiene en su conjunto, sino como un don del Espíritu Santo que nos llama a la escucha activa, al diálogo profundo y al discernimiento comunitario a través de la metodología de la conversación espiritual.

Intuimos también que, para caminar juntos, es necesaria en cada uno de los miembros de la Iglesia una continua conversión personal, desde la escucha de la palabra de Dios, la oración y los sacramentos, destacando la centralidad de la eucaristía.

El proceso sinodal está ayudando a tomar conciencia de la dignidad común de todos los bautizados y la necesidad de revitalizarla, para crecer en corresponsabilidad y sentido de pertenencia a la Iglesia. Todo esto se percibe con mayor fuerza en el laicado, pero también aparece en los pastores y en la vida consagrada.

Sigue resonando con intensidad la invitación a ser una Iglesia en salida, en el contexto de la secularización que vivimos en Europa y en España. Por eso, se subraya el anhelo de una Iglesia misionera, de puertas abiertas, donde se escuche el grito de los más pobres y vulnerables, sin olvidar el clamor de la tierra. Una experiencia novedosa ha sido la gran coincidencia en la importancia del ecumenismo y del diálogo interreligioso, que amplía el espacio de nuestra tienda, la Iglesia.

Además, se intuye el valor de la religiosidad popular y el papel fundamental que debe tener la pastoral familiar.

En líneas generales, el proceso sinodal está siendo una luz del Espíritu Santo que nos alienta a seguir caminando juntos, desde la escucha activa, para que vayamos pasando de una Iglesia de mantenimiento a una Iglesia misionera.

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            2. ¿Qué tensiones o divergencias sustanciales surgen como particularmente importantes? En consecuencia, ¿cuáles son las cuestiones e interrogantes que deberían abordarse y considerarse en las próximas fases del proceso?

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El DEC nos invita a imaginar la Iglesia como tienda del encuentro, espacio de acogida, familia, casa y hogar de todos. Esta definición expresa dinamismo, flexibilidad y apertura. Lo hemos experimentado en este «tiempo de gracia» y ello nos ha permitido identificar tensiones en el camino recorrido.

Detectamos que las mismas polarizaciones existentes en la sociedad laten en el seno de la Iglesia: la polarización entre diversidad y unidad y necesidad de diálogo (entre nosotros, a nivel ecuménico y con la sociedad); la polarización entre tradición y renovación (particularmente en la liturgia y en el lenguaje); la polarización entre Iglesia piramidal e Iglesia sinodal (que se manifiesta en nuestras estructuras).

El trinomio «comunión, participación y corresponsabilidad» aparece repetidamente en las aportaciones, admitiéndose que existen impedimentos para crecer en ellos, particularmente por las resistencias del clero y la pasividad de los laicos. Se detecta con fuerza la tensión del clericalismo que lleva a confundir el servicio con el poder. Nos duelen las distancias existentes entre los miembros del pueblo de Dios de distintas vocaciones y la soledad en la que viven algunos de ellos. Un primer paso para abordarlo es la formación en los seminarios y noviciados y la que reciben los laicos.

El camino recorrido en estos meses nos lleva a afirmar que la sinodalidad va tomando forma poco a poco en la vida de nuestras Iglesias particulares, aunque no faltan divergencias sobre su comprensión y actuación, que se expresan en desconfianza, escepticismo, miedo, desinterés, confusión e incluso obstaculización. Se manifiesta un deseo de participación real del pueblo de Dios en la vida y en la toma de decisiones en la Iglesia, que se topa con evidentes limitaciones estructurales. De ahí la petición de que los organismos sinodales no sean meramente consultivos, sino lugares donde las decisiones se tomen en base a procesos de discernimiento comunitario.

Al mismo tiempo que afirmamos haber realizado una escucha atenta y profunda que se convierte en acogida, enraizada en la Palabra y en el seguimiento de la voz del Espíritu Santo, también asumimos la dificultad —y, en ocasiones, el rechazo— al encuentro con lo diverso, lo diferente, especialmente cuando puede causar escándalo o incomodidad. Se mencionan temas muy variados: los pobres, los marginados, las personas con discapacidad, el mundo de la inmigración, las personas con situaciones familiares o afectivas diversas o aquellos que se alejaron de la Iglesia o que nunca formaron parte de ella.

Unido a lo anterior, se expresa la tensión entre el sentido de pertenencia a la Iglesia y la propia realidad personal. Esta situación nos cuestiona sobre la relación entre acogida y fidelidad a la doctrina y magisterio de la Iglesia, así como entre verdad y misericordia.

El escándalo de los abusos sexuales también provoca tensión: reconocer el mal causado, reparar a las víctimas, aumentar la protección y avanzar hacia una mayor transparencia, son algunos aspectos importantes que hemos de seguir cuidando para sanar esta herida y reconstruir la confianza y la credibilidad de la Iglesia.

Muy relevante resulta el contraste que se expresa en relación al papel de la mujer, invitándose a un discernimiento sin miedo, desde la común dignidad bautismal.

Asimismo, se reitera insistentemente la escasa participación de los jóvenes en el proceso sinodal y en la vida de la Iglesia. Nos sentimos interpelados a aprender a escucharles, a modificar el modo de comunicar el mensaje del Evangelio, que ha de ser creativo, comprensible, integrador y generador de diálogo intergeneracional.

Finalmente, siendo cierto que se precisa y demanda una mayor formación litúrgica, también es clara la llamada a que se muestre la relación de la liturgia con la vida, de tal modo que se encarne en nuestra realidad personal y comunitaria, por medio de una renovación de las formas y del lenguaje que propicien una mayor participación de todo el pueblo de Dios.

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3. Mirando lo que surge de las dos preguntas anteriores, ¿cuáles son las prioridades, los temas recurrentes y las llamadas a la acción que pueden ser compartidas con las Iglesias locales de todo el mundo y discutidas durante la primera sesión de la Asamblea Sinodal en octubre de 2023?

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La participación en el proceso sinodal nos ha hecho sentirnos llamados a la acción —desde la conciencia de la propia vocación y la complementariedad con el resto de vocaciones—, en un doble sentido.

En primer lugar, respecto a la «forma», partiendo de la positiva experiencia que estamos viviendo, resulta imprescindible en el momento presente estructurar la sinodalidad. Hemos de lograr que cale en nosotros —obispos, sacerdotes, diáconos, vida consagrada y laicos— y en nuestras comunidades de referencia la necesidad de caminar juntos, de escucharnos, dialogar y de discernir a la luz del Espíritu sobre las diferentes cuestiones que se nos suscitan, desde la complementariedad de nuestras vocaciones y un correcto entendimiento de lo que es y significa la sinodalidad. Este camino compartido permitirá reforzar los espacios sinodales existentes, ir superando algunas de las tensiones que se han percibido en el proceso —como el clericalismo, las divisiones internas, los prejuicios, la ausencia de diálogo— y, al mismo tiempo, generar comunión entre nosotros y mostrar nuestra unidad allí donde nos hacemos presentes.

En segundo lugar, respecto al «fondo», urge resituar en el momento presente la misión de la Iglesia en el mundo en un contexto secularizado. Resulta necesario revitalizar el papel de la Iglesia en el espacio público y renovar su compromiso con la justicia, los procesos de construcción de la paz y la reconciliación, los derechos humanos, el cambio social, el mundo del trabajo y la cuestión ecológica. En definitiva, seguir avanzando hacia una Iglesia en salida con una clara identidad misionera en todos sus proyectos, propuestas y acciones.

En coherencia con esto, vemos que no se trata de cambiar la misión ni el ser de la Iglesia, sino de actualizarla, de que cada uno de nosotros la hagamos propia en el momento presente, en función de nuestra condición y responsabilidad y desde una espiritualidad de comunión. En este sentido, se perciben con fuerza como prioridades específicas que han de ser objeto de ulterior discernimiento en la Asamblea Sinodal las siguientes:

1.- Potenciar la acogida en nuestras comunidades, particularmente a cuantos se sienten excluidos por su procedencia, situación afectiva, orientación sexual u otros motivos. Que las comunidades sean espacios integradores desde los que acompañemos a los hombres y mujeres de hoy en sus anhelos y necesidades, compartiendo con ellos la belleza de la fe que profesamos.

2.- Promover la corresponsabilidad, real y efectiva, del pueblo de Dios, superando el clericalismo, que empobrece nuestro ser y misión, y potenciando el acompañamiento por parte de sacerdotes y miembros de la vida consagrada.

3.- Reconocer definitivamente el papel de la mujer en la Iglesia y fomentar su participación, plena y en condiciones de igualdad, en todos los niveles de la vida eclesial y, en particular, en el gobierno de las instituciones.

4.- Articular la integración y participación de los jóvenes en nuestras comunidades como prioridad pastoral.

5.- Dinamizar la formación en las cuestiones fundamentales de nuestra fe, específicamente en materia de doctrina social de la Iglesia —también sobre la propia sinodalidad— a fin de reforzar nuestra presencia pública evangelizadora y transformadora de la realidad social.

6.- Fomentar el diálogo con el mundo y la cultura, con otras confesiones religiosas y con la increencia, mejorando la capacidad de escucha y también la comunicación.

7.- Cuidar la liturgia a través de la formación y de una mayor comprensibilidad de sus ritos y contenidos, como expresión de una fe viva, consciente y activa.

Sabemos que estas prioridades encierran grandes desafíos para la Iglesia y exigen un profundo discernimiento que permita unir renovación con tradición, actualización del mensaje evangélico con la fidelidad a Jesucristo.

Pedimos al Espíritu Santo que ilumine a todos y, en particular, a cuantos participarán en la Asamblea continental europea y en la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, para que sepamos responder a lo que él espera de todos y cada uno de nosotros en esta hora del mundo y de la Iglesia.

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Programa del Encuentro del sábado 28

La jornada comenzó a las 10.30 horas con una oración dirigida por la hermana María José Tuñón, miembro del Equipo Sinodal. Primeramente, intervino el presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella. También se hizo presente, con un vídeo mensaje, Mons. Luis Marín, subsecretario de la Secretaría General del Sínodo.

Después, Mons. Vicente Jiménez, obispo coordinador del Equipo Sinodal, realizó un recorrido sobre la etapa sinodal, y Luis Manuel Romero, secretario de este Equipo, explicó cómo sería la jornada. En torno a las 11.15 horas fue la presentación de la síntesis con las aportaciones diocesanas al documento continental, por otros tres miembros del Equipo Sinodal, Isaac MartínOlalla Rodríguez y Dolores García Pi

Una vez conocido este texto, hubo un tiempo para el discernimiento personal, antes de comenzar el trabajo compartido por grupos para perfilar el documento presentado, añadiendo o matizando las aportaciones que los participantes consideraron necesarias.

La jornada de este sábado concluyó con la celebración de la Eucaristíapresidida por el cardenal Juan José Omella, y una comida de hermandad.

 

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Preparación para la Asamblea continental de Praga

Este encuentro también sirvió de preparación para la Asamblea continental europea que se celebrará en Praga durante los días 5 al 9 de febrero. A ella asistirán, en representación de la CEE, su presidente, cardenal Omella; el obispo coordinador del Equipo sinodal, Mons. Vicente Jiménez; el secretario del Equipo sinodal, el sacerdote Luis Manuel Romero; la Hna. María José Tuñón, ACI, como responsable de la Vida consagrada y miembro del Equipo sinodal y Dolores García Pi, Presidenta del Foro de Laicos y también miembro del Equipo sinodal de la CEE.

La Santa Sede publica el documento de trabajo para la Etapa Continental del Sínodo

La Santa Sede presenta, el jueves 27 de octubre, el documento de trabajo para la Etapa Continental del Sínodo sobre la SinodalidadEste documento, que lleva por título «Ensancha el espacio de tu tienda» (Is 54,2), recoge el resultado de los resúmenes de la consulta en la primera fase del proceso sinodal.

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La Secretaría del Sínodo, según se detalla en la introducción del texto, recibió las síntesis de 112 de las 114 Conferencias Episcopales y de las 15 Iglesias Orientales Católicas, además de las reflexiones de 17 de los 23 dicasterios de la Curia Romana, así como las de los superiores y superioras generales (USG/UISG), los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, las asociaciones y movimientos de fieles laicos. También se recibieron más de mil contribuciones de particulares y grupos, así como las opiniones recogidas a través de las redes sociales gracias a la iniciativa del “Sínodo Digital”.

«Ensancha el espacio de tu tienda» (Is 54,2) es un documento de trabajo orientativo y de referencia para la nueva etapa del proceso sinodal que comenzó en octubre de 2021 y se extiende hasta el 2024.

Contribución de la Conferencia Episcopal Española

La Iglesia en España celebraba el 11 de junio de 2022 «su fiesta sinodal». La Fundación Pablo VI fue la sede de la Asamblea final, en la que se presentaba la síntesis de la fase diocesana del Sínodo 2021-2023: “Por una Iglesia Sinodal: Comunión, Participación y Misión”.

Fueron testigos de este gran acontecimiento de la Iglesia en España alrededor de 600 personas de todos los ámbitos eclesiales: 58 obispos; el nuncio apostólico en España; 80 sacerdotes; 360 laicos; así como más de 100 representantes de la vida consagrada: religiosas y religiosos, monjas de clausura, miembros de Institutos seculares, vírgenes consagradas; y miembros de otras confesiones religiosas.

Ellos representaron a los casi 220.000 implicados en el recorrido sinodal que comenzó a caminar el 17 de octubre de 2021.

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Fuente: conferenciaepiscopal.es